martes, 28 de octubre de 2014

San Rodrigo Aguilar Alemán , San Simón Cananeo __ Y OTROS

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martes 28 Octubre 2014

San Rodrigo Aguilar Alemán



 Este valeroso mártir de la fe nació en la localidad mejicana de
Sayula, Jalisco, el 13 de marzo de 1875. Era el mayor de una numerosa prole compuesta por doce hermanos. En 1888 ingresó en el seminario auxiliar de Zapotlán el Grande, (actual Ciudad Guzmán). Estudioso y ejemplar en su forma de vida, mostraba también sus dotes como literato y, de hecho, cultivó la prosa y la poesía con acierto. Sus reflexiones tenían un sesgo apostólico y la prensa de Ciudad Guzmán no tenía reparos en insertar en sus páginas artículos que versaban sobre el Santísimo Sacramento, la Virgen María, y otros temas eclesiales y pastorales que reportaban gran bien a los lectores. Fue consagrado diácono en enero de 1903 en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, de Guadalajara. Y a la Virgen se encomendaría siempre.


Ordenado sacerdote ese mismo enero de 1903 por el arzobispo de la capital, Mons. José de Jesús Ortiz, depositó en el regazo de la Virgen de Guadalupe su consagración. Emprendió una labor pastoral por diversos lugares, entre los que se hallaban
Atotonilco, Lagos de Moreno, La Yesca y Nayarit, donde evangelizó y bautizó a indios huicholes, algunos de avanzadísima edad (superaban el centenar de años) que escuchaban por vez primera el nombre de Jesús. Sucesivamente fue párroco y capellán de distintas parroquias y haciendas; vicario cooperador en Sayula y en Zapotiltic, hasta que en julio de 1923, a la muerte del párroco, fue designado para sucederle. En todas los lugares por los que pasó iba dejando su impronta apostólica de paciencia y caridad en las gentes, lo que ponía de relieve la autenticidad de su vocación sacerdotal. Incrementaba el apostolado de la oración, fomentaba círculos de estudio y fortalecía los existentes, además de poner en marcha asociaciones dirigidas a los laicos.

En una ocasión peregrinó a Tierra Santa plasmando la honda impresión espiritual que le causó en la obra 
Mi viaje a Jerusalén. Sintió entonces un profundo anhelo de morir mártir. El 20 de marzo de 1925 fue nombrado párroco de Unión de Tula, y ese mismo afán de derramar su sangre por Cristo estuvo presente en sus oraciones. Es como si tuviese el secreto presentimiento de que se cumpliría esa súplica. Quizá por eso, rogó a sus más cercanos que lo encomendaran ante Dios en sus peticiones uniendo a las suyas ese ardiente deseo martirial que compartió con ellos. Pronto serían escuchadas.

En efecto, el estío de 1926 trajo las primeras turbulencias con la suspensión del culto decretado por las autoridades civiles. Y el 12 de
enerode 1927 sufrió persecución simplemente por su condición sacerdotal. Busco refugio en un rancho, pero fue delatado por el propietario. Se fugó nuevamente y llegó a Ejutla el 26 de enero.Durante unos meses pudo permanecer a resguardo, acogido por las adoratrices de Jesús Sacramentado en el colegio de San Ignacio; incluso llegó a administrar los sacramentos y oficiar la misa. Previendo cómo iba a ser el fin de sus días, había dicho: «Los soldados nos podrán quitarla vida, pero la fe nunca».

El 27 de octubre de ese año 1927 un ejército compuesto por 600 federales al mando del general Izaguirre y otros
agradistas capitaneados por Donato Aréchiga invadieron Ejutla y asaltaron el convento. Ni Rodrigo ni otros sacerdotes y seminaristas pudieron escapar. Cuando uno de los estudiantes, que después logró huir, intentó ayudarle, le dijo: «Se me llegó mi hora, usted váyase».Aún a costa de su vida, poco antes de ser apresado logró destruir expedientes de seminaristas. Fue por eso que quedó a merced de los soldados que le detuvieron, aunque no hubiera podido llegar lejos porque tenía lastimados los pies. Dispuesto a todo, cuando le pidieron que se identificase, respondió: «¡Soy sacerdote!». Tal como supuso, esta respuesta desencadenó una turba de injurias y chanzas soeces que le acompañaron al lugar de su martirio. La venganza de un cabecilla al que vetó un matrimonio ilegítimo estaba en marcha.

Poco después se despedía de otros seminaristas y religiosas con un emocionante y esperanzador: 
«Nos veremos en el cielo». Lo decía porque todos ellos habían sido apresados como él, aunque iban a ser conducidos a lugares distintos para ser ajusticiados. El P. Aguilar afrontaba su destino serenamente, rogando: «Señor, danos la gracia de padecer en tu nombre, de sellar nuestra fe con nuestra sangre y coronar nuestro sacerdocio con el martirio ¡Fiat voluntas tua!». El 28 de octubre, de madrugada, fue conducido a la plaza de Ejutla. Lo dispusieron para morir ahorcado mientras bendecía y perdonaba a sus verdugos, incluso a uno de ellos le obsequió con su rosario. Este es el talante de los mártires, sin excepción. Bondadosos, generosísimos, inundados de fe y de caridad, llenos de esperanza, sin emitir juicio alguno contra nadie, dispuestos a unirse a la Pasión redentora de Cristo en rescate de quienes se han dejado atrapar en las viscosas redes del odio. De otro modo, hubieran renegado de su creencia.

Con la soga en el cuello, instrumento de su martirio que antes había bendecido, Rodrigo respondió a la pregunta 
«¿Quién vive?»... que le formularon en tres ocasiones mientras iban tensando la gruesa cuerda: «Cristo Rey y Santa María de Guadalupe». Este fue su último testimonio de fe. Pronunció por tercera vez estas palabras cuando apenas tenía aliento, entregando su alma a Dios. Luego lo abandonaron dejando que su cuerpo pendiese del corpulento árbol de mango durante horas. Fue beatificado por Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992, quien lo canonizó el 21 de mayo del año 2000.







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martes 28 Octubre 2014
San Simón Cananeo


 
Santos Simón y Judas, apóstoles
Fiesta de san Simón y san Judas, apóstoles, el primero llamado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: «El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».
Al igual que nos pasa con los demás Apóstoles, no tenemos sobre Simón y Judas Tadeo más que noticias imprecisas. Es natural: la Iglesia de los primeros años aguardaba la llegada del Reino con tanta inminencia, que no se ocupó de guardar memoria de los más cotidiano e insignificante -el día a día- de quienes la hacían; así que, paradójicamente, conservó con extremada fidelidad doctrina, espiritualidad, predicación, fe, todo lo más difícil de conservar... porque todo ello debía perdurar hasta el Reino; pero esos detalles mínimos que nos hacen «palpable» a cualquier personaje, no se conservaron: ¿tenían esposa? ¿hijos? ¿cuántos? ¿dónde nacieron? ¿dónde y cómo vivían? ¿dónde predicaron? ¿cómo murieron?

Pasadas una o dos generaciones la Iglesia tuvo que comprender que la promesa de Jesús de una vuelta inmediata no se medía en la escala del tiempo humano, y naturalmente se volvió más cuidadosa al detalle de la memoria cotidiana; pero los datos concretos de los principales «héroes humanos» de su propia historia, los Apóstoles y la Virgen, se habían perdido ya. Sin embargo la memoria popular no soporta vacíos: la memoria cotidiana de esos primeros años se comenzó a rellenar con datos recopilados aquí y allá. Muchos de esos datos seguramente se basan en un boca a boca cierto, sin embargo todos tienen algo en común: no pueden ser verificados ni falsificados, porque carecemos de fuentes externas para contrastarlos. No son pues -según el criterio que aplicamos a todo lo demás, y corresponde también aplicar al conocimiento histórico de la Iglesia- datos «históricos». Algunos autores tienen por costumbre confundir al pueblo cristiano enseñándole que todos esos datos son «tradición» de la Iglesia, y que por ello deben ser aceptados. No es verdad: la Tradición que debe ser admitida como revelación es la Tradición de la fe, es decir «aquello que los apóstoles creyeron y nos transmitieron en la vida de la Iglesia como parte del depósito de la fe, aunque no esté escrito en la Biblia». Es Tradición de la fe la Inmaculada Concepción, la Asunción de la Virgen, el culto de los santos, la economía sacramental de la salvación... es Tradición de la fe todo aquello que, siendo esencial a la identidad de la fe católica, no está explícito en la Biblia pero podemos saber, por testimonios indirectos, que formaba parte de las creencias de la generación apostólica. No es Tradición de la fe un montón de detalles simpáticos, anecdóticos y cotidianos sobre la primera Iglesia, que carecen de relevancia para la fe y cuya fuente histórica nos es desconocida.

Dicho esto, y aunque sea una auténtica lástima no poder cubrir la curiosidad mínima de cualquier persona, lo que sabemos con certeza sobre los Doce en conjunto no llega a ocupar lo mínimo que sabemos sobre uno sólo de los cristianos de la siguiente generación.

Simón el «zelote»

De lo poco que conocemos de los apóstoles, casi nada más que su nombre es lo que sabemos de Simón, llamado por Mateo y Marcos «el cananeo», mientras que por Lucas/Hechos, «el zelote». Puede ser que con ese apodo se refiera a los «zelotes» (que podría traducirse como «llenos de celo»), un grupo radical dentro de los tantos que conformaban el polifacético judaísmo de la época; estos zelotes se oponían a la dominación romana, y al sincretismo cultural que ello traía aparejado. Se comprende que Jesús -que hablaba de una inminente instauración del Reino de Dios- atrajera la atención de estas corrientes. Aunque algunos autores afirman que los zelotes, como grupo de resistencia, nacieron algunas décadas después, así que este adjetivo indicaría más bien el hecho de que era un celoso cumplidor de la Ley, que más que un problema con la dominación romana, lo tenía con los judíos de mentalidad más relajada. No parece claro qué podía atraer de Jesús, que comía con publicanos y pecadores, a alguien que mereciera el apodo de «legalista celoso»; sin embargo, el mismo Jesús que comía con publicanos y pecadores dijo que no caería ni una «iod» de la Ley. Sin duda que Jesús se supo atraer a todas las sensibilidades, a un recaudador de impuestos como Leví y a un celoso cumplidor como Simón, y a cada uno le enseñó, y le exigió -y le exige- renunciar a sus criterios exclusivistas para abrazar los criterios de inclusividad del Reino.

El apelativo «cananeo» podría corresponder al gentilicio de «nacido en Caná» (aldea que conocemos por las bodas narradas por Juan), sin embargo podría ser también -y en general la crítica actual toma este partido- la forma aramea original (qan'ana) del nombre «zelote», que es griego y que, por tanto, no es la forma original del apelativo.

Por lo demás a Simón a no se le atribuye ninguna anécdota dentro de los evangelios; es uno de los Doce, y sólo lo podemos imaginar actuando como coro, ya que cuanto se habla de Simón en el NT se refiere a Simón Pedro. No sabemos, por tanto, tampoco cómo continuó el curso de su vida ni cómo murió, más allá de la suposición general de que los Doce sufrieron la misma suerte martirial que el Maestro.

A partir de esta falta de datos, la imaginación ha hecho el resto, y lo ha hecho así:
-Puesto que se dice de él que es «de Santiago», algunos lo identifican como «hermano de Santiago» y no -como es más natural- como «hijo de [algún] Santiago», por lo tanto deducen que tiene que ser el Simón que es pariente de Jesús, según Mt 13,55 (y paralelos). Como al Santiago pariente del Señor la tradición posterior lo ha identificado (también sin demasiada base) con uno de los Santiago Apóstol (el llamado menor), entonces Simón resultaría ser, según cuenta
Hegésipo en el siglo II, el sucesor de Santiago el Menor como obispo de Jerusalén, hasta el 107, cuando sufrió el martirio en Pella.
-También se lo ha identificado con
Natanael de Caná y ¡con el maestresala de las Bodas de Caná!, apoyadas estas identificaciones en la solidísima base del supuesto gentilicio «cananeo».
-en Armenia se lo identifica como apóstol de los armenios, y habría sufrido allí el martirio.
-San Fortunato de Poitiers transmite que evangelizó Persia con Judas Tadeo, y sufrió allí el martirio y fue enterrado, aunque otras tradiciones sitúan la tumba en el Cáucaso...

Los atributos del apóstol en la iconografía son variables: hasta el siglo XIII, pero retomado en el XVI, suele estar representado con un rollo o libro, sin símbolos de martirio, mientras que en los siglos intermedios a los mencionados aparece con distintos atributos martiriales, acorde con las mil leyendas sobre su muerte (serrado en dos, decapitado, etc).

Judas Tadeo

En cuanto a Judas Tadeo, poco más de lo mismo: le cupo la escasa suerte de llamarse con un nombre precioso en la tradición bíblica («el judío», que es lo que significa Judas), pero lamentablemente infamante para los cristianos, por el otro Judas, el traidor; con una mano en el corazón, por mucha devoción que se le tenga a Judas Tadeo, ¿quién le pondría a su hijo de nombre Judas?
Tadeo (Thaddaios) es un apelativo, cuyo significado quedó incierto para nosotros; algunos lo hacen significar «de pecho amplio», es decir, «magnánimo». A este Judas se le atribuye una única intervención individual en el Evangelio, en Juan 14,22:
«Le dice Judas -no el Iscariote-: 'Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?'»
Lo que mereció de Jesús esa hermosa respuesta:
«Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.»
A Judas Tadeo se le atribuye una epístola muy breve -apenas 25 versículos- del NT, la llamada, precisamente, Epístola de San Judas, última del grupo de las siete «católicas» (es decir, sin destinatario conocido, y por tanto universales). La epístola depende estrechamente del libro apócrifo de Henoc, y a su vez es citada casi literalmente por 2Pedro 2; es sin duda una epístola-puente en un problema que acució a la primera iglesia: ¿por qué Jesús, que dijo que volvía enseguida, se retrasa? El hecho de que subyaga precisamente esta pregunta, junto a otros datos de crítica interna del texto hacen casi seguro afirmar hoy que la epístola es escasísimamente probable que provenga de mano directa de uno de los apóstoles.

Las tradiciones posteriores hacen de Tadeo el evangelizador de Mesopotamia o de Libia, y sufrido el martirio, su cuerpo estaría, junto con Simón Zelote, en Persia, según la tradición ya mencionada de Fortunato de Poitiers. En la iconografía tradicional se lo representa con una alabarda o lanza, dato que proviene de algunas leyendas sobre su martirio. Debe señalarse que no todos los autores están de acuerdo con que Judas «no el Iscariote» y Judas «Tadeo» sean la misma persona, en cuyo caso lo poco que afirmábamos antes, se reduce a mucho menos. Es el patrono de las «causas perdidas», dentro de las cuales se encuentran los intentos por conocerlo históricamente un poco mejor...

Para los datos críticos sobre las listas neotestamentarias de los Apóstoles, así como la epigrafía de la Carta de Judas puede verse cualquier introducción actual al NT; por ejemplo, en Comentario Bíblico «San Jerónimo», tomo V, nº 78, Aspectos del pensamiento neotestamentario, hay un interesante capítulo dedicado a Los Doce, que puede servir como punto de partida; allí mismo, en el Tomo IV, está el comentario a la Carta de Judas. En el libro de Meier «Unjudío marginal», en el tomo III, capítulo 27, se encontrará una muy sólida aproximación estrictamente histórica a los Doce, aunque conviene leer previamente los capítulos metodológicos introductorios, que están en el volumen I. Los datos «tradicionales» sobre los apóstoles pueden leerse en buena síntesis en Santi e Beati (en italiano), que consagra un artículo para cada uno de los dos apóstoles, además de la noticia de conjunto.

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San Simón y San Judas aparecen siempre juntos en las relaciones de los Doce. Al Apóstol Simón se le denomina el Cananeo (Mc. 3, 18) o Celotes (Lc. 6, 15), probablemente porque había pertenecido al partido extremista de los Celotes, que preconizaba la resistencia activa ante la dominación romana y llevaba a cabo de tiempo en tiempo ciertas operaciones de guerrilla.   Semejante pormenor revela la diversidad de opciones temporales a que habían podido estar adheridos los Apóstoles antes de ser elegidos por Jesús. Ahora bien, el Señor llama así y agrupa dentro de un mismo conjunto a unos hombres tan distintos como el publicano Mateo el nacionalista Simón: su reino no es de este mundo.    Pedirá a todos sin discriminación que sean sus testigos delante de los nombres. En cuanto a judas, a quien Lucas llama «judas, hijo de Santiago» (Lc. 6, 18), y, tanto Marcos como Mateo, le añaden el sobrenombre de Tadeo (Mc 18), es aquel que, en la última cena declaró a Jesús:  «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?», cosa que le valió el recibir la gran promesa de la inhabitación divina en el alma de los fieles «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».   Porque este Judas de tan ingrata homonimia es el patrón de las causas desesperadas. Durante la antigüedad y casi toda la Edad Media fue un santo ignorado, quizá porque repelía su nombre funesto, pero en el siglo XIV santa Brígida de Suecia contó en sus revelaciones que el Salvador le había instado a dirigirse con confianza a san Judas, y desde entonces pasó a tener una grande y dramática veneración.   Muy poco se sabe de él por la Escritura; que fue uno de los Doce, tal vez hermano de Santiago el Menor, citado en la lista apostólica en penúltimo lugar, inmediatamente antes del traidor. Se supone que tras la muerte de Jesús predicó el cristianismo en Siria y Mesopotamia, y quizá murió en Persia con san Simón, martirizado a golpes de maza.   Siglos atrás sus reliquias se veneraban en Reims y Toulouse, y su culto llegó a ser muy popular en Polonia, donde abundaban los Tadeos, pero san Judas, es sobre todo la última tabla de salvación para los que ya no esperan nada, más allá de la esperanza aún está él   ...............................................................................................................................   Epístola de San Judas  San Judas Tadeo, hermano de Santiago el Menor, compuso la carta entre los años 62 y 67, con el fin de fortalecer en la fe a los judío-cristianos y prevenirlos, como San Pedro ( II Pedr. 2 );San Juan (I Juan 2, 18 ss; II Juan 7) San Pablo ( I Tim. 3, 1 s., etc ) y también Santiago ( Sant. 3, 1 ), contra las doctrinas de los falsos doctores. En muchos pasajes tiene marcada semejanza con II Pedr. 2.   Tanto en los Evangelios como en otros escritos pasa enteramente si ser notado, sólo conocido por las listas de los Apóstoles. Sin embargo, hemos de creer que respondió à los designios del Señor al elegirle para el Colegio Apostólico.



Oremos

Dios nuestro, que quisiste que te conociéramos por la predicación de los apóstoles, concédenos, por la intercesión de los Santos Simón y Judas, que tu Iglesia siga creciendo en el mundo, acogiendo continuamente en su seno a nuevos pueblos que vengan a la fe en ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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martes 28 Octubre 2014
San Ferrucio de Maguncia

San Ferruciomártir
En Maguncia, en la Galia Bélgica, san Ferrucio, mártir, de quien se cuenta que, habiendo abandonado el servicio militar para servir a Cristo mejor y más libremente, terminó su vida en el martirio.
Militaba en el ejército imperial romano, destinado en Maguncia, donde, convertido al Cristianismo y depuestas las armas, fue detenido, torturado y dejado morir lentamente de hambre en la cárcel de un pueblo a orillas del Rin, que corresponde a Kastel en la actualidad. El tiempo de su martirio sigue siendo, sin embargo, desconocido; podría colocarse quizás a comienzos del siglo IV, durante la persecución de Diocleciano, cuando fue martirizado un número considerable de soldados romanos cristianos.

Enterrado en el lugar de su gloriosa muerte, el cuerpo de Ferruccio fue trasladado en el año 778 por el arzobispo de Maguncia, san Lull, a la iglesia del recién erigido monasterio benedictino de Bleidenstadt, a pocos kilómetros de la ciudad, para ser colocado en una tumba más digna, que su sucesor, el arzobispo Riculfo, procedió, en el 812, a decorar artísticamente y enriquecer con una inscripción poética que contiene un elogio del mártir, con cuyo nombre fue, además, titulada también la propia iglesia.

El Arzobispo Rábano Mauro (+856) escribió más tarde un epigrama laudatorio en honor de san Ferruccio, en el cual se basa la larga «Passio» redactada en el siglo IX por el monje Meginardo, a instancias del abad de Bleidenstadt, Adalgero. La mayoría de estos testimonios desaparecieron en 1632 cuando la iglesia del monasterio de Bleidenstadt fue destruida, durante la Guerra de los Treinta Años. Las reliquias del mártir, conservadas entre lo que se había salvado con los jesuitas de Mainz, fueron definitivamente perdidas en el incendio provocado por los soldados franceses en 1793.

 Nótese que la profesión de soldado implicaba la realización de sacrificios a los dioses paganos, por lo que no era infrecuente que los soldados que se convertían dejaran las armas; en algunas iglesias incluso -y era un consenso bastante extendido en los primeros siglos- consideraba por completo incompatible la carrera de las armas con la fe cristiana, por lo que si deseaban convertirse estaban obligados a dejarla.


fuente: Santi e Beati



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martes 28 Octubre 2014
San Fidel de cómo

San Fidel de Como, mártir
Cerca de Como, en la Galia Cisalpina, san Fidel, mártir.
Lo que tenemos sobre san Fidel es muy poco, aunque verdaderamente antiguo: el culto está atestiguado fehacientemente ya desde el siglo VI por Enodio, que conoció la tumba de san Fidel, y al narrar la vida de san Vicente de Lerins, recuerda que su primer refugio fue junto a la tumba de San Fidel, donde, añade, «el Lario depone la amenaza de su blancos arietes, cuando la tierra le opone el duro freno de las costas». Este detalle hizo pensar en una sepultura al borde de un extremo del lago, efectivamente estrecho y tempestuoso; sin embargo la tumba se ubica tradicionalmente en Samolaco, lugar de su martirio, que queda en otro extremo del lago, extenso y de irregular trazado. Se han encontrado, además, cerca del lago, los restos de una basílica, y la tradición posterior inidica que la actual iglesia de Santa Eufemia en Como albergó los restos del mártir, hasta que san Carlos Borromeo, en el siglo XVI, los traslado a la iglesia de San Fidel, en el centro de Milán, que perdura hasta la actualidad. Todo esto basta para asegurar la existencia del personaje y su culto genuinamente antiguo, así como la persistencia del mismo en Como, hasta nuestros días.

Pero nada puede decirse ni de su personalidad, ni de su historia, ni de los hechos ligados a su martirio. Las leyendas, muy posteriores y carentes de valor, afirman que durante la persecución de Maximiano, un oficial llamado Fidel fue a visitar y servir a los cristianos que estaban prisioneros en Milán. Fidel ayudó a escapar a cinco de los cristianos y partió con ellos y dos soldados, llamados Carpóforo y Exanto, con la intención de cruzar los Alpes. Los fugitivos fueron capturados en Como, y sólo Fidel consiguió escapar con vida. Pero los perseguidores le siguieron en una barca y le tomaron prisionero en Samolaco, del otro lado del lago. Inmediatamente, le azotaron y le dacapitaron. Otra versión refiere que Fidel, Carpóforo y Exanto eran soldados cristianos. Cuando estalló la persecución, abandonaron las armas y huyeron a Como, donde fueron arrestados y ejecutados.

El texto de las actas, relativamente sobrio, puede verse en Acta Sanctorum, vol. XII; está tomado de un manuscrito del siglo XIV. Artículo resumido a partir de las breves noticias del Butler y Santi e Beati. La imagen representa al santo en el grupo con el que se lo veneraba antiguamente, sigueindo una de las leyendas, con los también soldados Graciano, Felino y Carpóforo.


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