lunes 20
Octubre 2014
Beato Jacobo Strepa
Beato Jacobo Strepa, religioso y obispo
En Lviv, de Rutenia, beato Jacobo Strepa, obispo de Halyc, de la Orden de los
Hermanos Menores, ilustre por su solicitud pastoral y por sus virtudes
apostólicas.
Los franciscanos llegaron a
Polonia poco después de la fundación de su Orden. Una vez establecidos,
comenzaron a trabajar por la reconciliación de los ortodoxos y la conversión de
los paganos de Lituania. Tales fueron los comienzos de la Iglesia latina en
Ucrania, cuya primera diócesis fue establecida en el siglo XIV.
El Beato Jacobo Strepar pertenecía a una noble
familia polaca, radicada en la Galicia Ucrania. Ingresó en la orden de San
Francisco y llegó a ser guardián del convento de Lvov. Allí tuvo ocasión de
trabajar activamente y con mucho éxito para arreglar los complicados asuntos eclesiásticos
que surgieron al quedar la ciudad en entredicho. Además, defendió valientemente
a los frailes mendicantes de los ataques del clero secular, sin dejar por ello
de predicar la reconciliación a los ortodoxos. Entre ellos trabajó más de diez
años, ayudado por la Compañía de los Misioneros Ambulantes de Cristo, que
estaba formada por frailes franciscanos y dominicos. Finalmente, fue nombrado
superior de la «misión» franciscana en Rusia occidental.
Habiendo tenido gran éxito
como predicador y organizador, fue elegido obispo de Galich en 1392. Después de
evangelizar la mayor parte de su diócesis, se dedicó a consolidar su obra:
construyó iglesias en las regiones más remotas y consiguió que de Polonia le
enviasen sacerdotes para atenderlas, fundó casas religiosas y estableció
hospitales y escuelas. Aunque era arzobispo y senador del reino, solía visitar
a pie su diócesis. Muchos prelados de la época se vestían ostentosamente de
acuerdo con la moda; en cambio, el beato Jacobo conservó siempre el modesto
hábito de su orden. Dios le llamó a Sí en Lvov, 1409 o 1411. Las gentes le
habían dado en vida el sobrenombre de «el protector del pueblo»; los milagros
que obró después de su muerte, demostraron que no había olvidado a sus
compatriotas. El culto del beato Jacobo fue confirmado en 1791.
Existen varias biografías
polacas; en cambio, en las lenguas más habituales en Occidente sólo hay
resúmenes biográficos. Véase a Scrobiszewski, Vitae episcoporum halicensium (1628); Siadler, Heiligen Lexikon, vol. III, pp. 111 ss; Léon, Auréole séraphique (trad. ingl.) vol. u, pp. 312-315.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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lunes 20
Octubre 2014
San Pedro de Alcántara
Famoso por sus terribles
penitencias, nació en 1499 en la comunidad española de Alcántara. Su padre era
gobernador de la región y su madre era de muy buena familia. Ambos se
distinguían por su gran piedad y su excelente comportamiento. Estando
estudiando en la universidad de Salamanca, el santo se entusiasmó por la vida
de los franciscanos debido a que los consideraba personas muy desprendidas de
lo material y muy dedicadas a la vida espiritual. Pidió ser admitido como
franciscano y eligió para irse a vivir al convento donde estaban los religiosos
más observantes y estrictos de esa comunidad.
En el noviciado lo pusieron
de portero, hortelano, barrendero y cocinero. Pero en este último oficio sufría
frecuentes regaños por ser bastante distraído. Llegó a mortificarse tan
ásperamente en el comer y el beber que perdió el sentido del gusto y así todos
los alimentos le sabían igual. Dormía sobre un duro cuero en el puro suelo.
Pasaba horas y horas de rodillas, y si el cansancio le llegaba, apoyaba la
cabeza sobre un clavo en la pared y así dormía unos minutos, arrodillado.
Pasaba noches enteras sin dormir ni un minuto, rezando y meditando. Por eso ha
sido elegido protector de los celadores y guardias nocturnos.
Con el tiempo fue
disminuyendo estas terribles mortificaciones porque vio que le arruinaban su
salud. Fue nombrado superior de varios conventos y siempre era un modelo para
todos sus súbditos en cuanto al cumplimiento exacto de los reglamentos de la
comunidad. Pero el trabajo en el cual más éxitos obtenía era el de la
predicación. Dios le había dado la gracia de conmover a los oyentes, y muchas
veces bastaba su sola presencia para que muchos empezaran a dejar su vida llena
de vicios y comenzaran una vida virtuosa. Prefería siempre los auditorios de
gente pobre, porque le parecía que eran los que más voluntad tenían de
convertirse.
Pidió a sus superiores que
lo enviaran al convento más solitario que tuviera la comunidad. Lo mandaron al
convento de Lapa, en terrenos deshabitados, y allá compuso un hermoso libro
acerca de la oración, que fue sumamente estimado por Santa Teresa y San Francisco
de Sales, y ha sido traducido a muchos idiomas.
Deseando San Pedro de
Alcántara que los religiosos fueran más mortificados y se dedicaran por más
tiempo a la oración y la meditación, fundó una nueva rama de franciscanos,
llamados de "estricta observancia". El Sumo Pontífice aprobó dicha
congregación y pronto hubo en muchos sitios, conventos dedicados a llevar a la
santidad a sus religiosos por medio de una vida de gran
penitencia.
Los últimos años de su vida
los dedicó a ayudar a Santa Teresa a la fundación de la comunidad de Hermanas
Carmelitas que ella había fundado, logrando muchos éxitos en la extensión de la
comunidad carmelita.
oremos
Tù, Señor, que concediste a San Pedro de Alcàntara el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concèdenos tambièn a nosotros, por intercesiòn de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocaciòn, tendamos hacia la perfecciòn que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
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lunes
20 Octubre 2014
Santa María Bertila Boscardin
Santa María Bertila Boscardin, virgen
En Treviso, en
Italia, santa María Bertila (Ana Francisca) Boscardin, virgen de la
Congregación de las Hermanas de Santa Dorotea de los Sagrados Corazones, que en
su trabajo en un hospital se mostró solicita de la salud corporal y espiritual
de los enfermos.
«La
fuerza del Sacramento de la Eucaristía me alcanza siempre y en todas partes
para que yo me comporte con responsabilidad... Porque yo siento necesidad de
estar un rato con nuestro Señor.»
Santa Bertilia siguió el
«caminito espiritual» de santa Teresa del Niño Jesús. Era una mujer de gran
juicio práctico y voluntad muy firme que se santificó cumpliendo sencillamente
su deber de todos los días, a pesar de su mala salud, su reducida capacidad
intelectual y su falta de iniciativa. Nació en 1888, en Brendola, entre Vicenza y
Verona, en el seno de una pobre familia de campesinos. Su nombre de pila era
Ana Francisca, pero todos la llamaban Anita. El P. Emigdio Federici, su biógrafo,
escribe que Anita era una niña «tranquila y muy trabajadora, cuya infancia no
tuvo nada de pintoresco». Ángel Boscardin, el padre de Anita, era un hombre muy celoso y dado a
la bebida, de suerte que los pleitos abundaban en su casa, según testificó él
mismo en el proceso de beatificación de su hija. Anita no podía asistir
regularmente a la escuela, pues desde pequeña tuvo que trabajar en el hogar y
ganar un poco de dinero ayudando en casa de los vecinos. Sus compañeros de
juegos la apodaban «la tontita». Probablemente no les faltaba razón, ya que,
cuando el P. Capovilla, párroco del
lugar, habló de la vocación religiosa de la niña con el arcipreste Gresele, éste no pudo
contener la risa. Sin embargo, como la consideraba por lo menos suficientemente
inteligente para pelar patatas, el P. Gresele habló de Anita a ciertas religiosas, quienes se
negaron a admitirla.
Como quiera que
fuese, a los dieciséis años Anita ingresó en el convento de las Hermanas de
Santa Dorotea, en Vicenza y recibió el nombre de Bertilia, en honor de la santa abadesa de Chelles. La joven dijo a
su maestra de novicias: «Yo no sé hacer nada. Soy una inútil, una 'tontita'.
Enseñadme a ser santa». La hermana Bertilia pasó un año ayudando en la cocina, en la panadería y
en la lavandería. Después, fue enviada a aprender las tareas de enfermera en
Treviso, donde las hermanas de Santa Dorotea tenían a su cargo el hospital
municipal. Pero la superiora prefirió emplearla como ayudante de la cocinera.
Anita no pudo salir de la cocina hasta después de su profesión. En 1907, pasó a
ayudar en el pabellón de los niños diftéricos y, a partir de entonces, vivió
consagrada al cuidado de los enfermos. Pero, bien pronto contrajo una penosa
enfermedad que la atormentó durante los últimos doce años de su vida. y la
llevó finalmente al sepulcro, a pesar de las intervenciones de los cirujanos.
A principios de
1915, el hopital de Treviso fue
ocupado por las tropas. Dos años más tarde, a raíz de la derrota de Caporetto, el ejércio italiano tuvo que
replegarse a Piave, y el hospital
quedó en pleno frente de batalla. Durante los bombardeos aéreos, en tanto que
el terror paralizaba a algunas de sus hermanas, santa Bertilia, no menos
asustada, se ocupaba en llevar café y vino de Marsala a los enfermos, sin que sus quehaceres le impidieran
pasar las cuentas de su rosario. Bertilia y algunas de sus hermanas fueron pronto enviadas a un
hospital militar de Viggiu, en las cercanías
de Como. El capellán, Pedro Savoldelli y el oficial, Mario Lameri, no pudieron menos de admirar la laboriosidad y la
caridad de Bertilia. En cambio, la
superiora no supo apreciar las cualidades de su súbdita, como había sucedido ya
con otras superioras, y la reprendía por trabajar exageradamente y por estar
demasiado apegada a los enfermos. Finalmente, acabó por enviarla a la
lavandería. Bertilia trabajó allí sin
una queja durante cuatro meses, hasta que la madre general, una mujer
extraordinaria que se llamaba Azelia Farinea, comprendió la injusticia y sacó a la santa de Viggiu.
Después del
armisticio, la hermana Bertilia retornó al
hospital de Treviso, donde se le confió el pabellón de infecciosos para niños.
La salud de la hermanita iba de mal en peor; tres años más tarde los médicos
decidieron operarla. La operación resultó fatal, y la hermana Bertilia murió tres días
después, el 20 de octubre de 1922. En el primer aniversario de su muerte, se
puso en el Hospital de Treviso una placa con la siguiente inscripción: «A la
hermana Bertilia Boscardin, alma escogida y
de bondad heroica, quien durante varios años alivió como un ángel el
sufrimiento humano en este hospital ...» El pueblo empezó a acudir a la tumba
de la hermana Bertilia en Treviso. Sus
restos fueron más tarde trasladados a Vicenza, donde Dios obró por su
intercesión muchas curaciones. Fue beatificada en 1952, en presencia de algunos
miembros de su familia y de varios pacientes a los que había asistido, y el
papa Juan XXIII la canonizó el 11 de mayo de 1961.
Véase F. Talvacchia, Suor Bertilla Boscardin (1923) ; P. Savoldelli, Soavi rimembranze (1939) ; y E. Federici, La b. M. Bertilla Boscardin (1952) . El autor
de esta última obra aprovechó los documentos del proceso de
beatificación.
fuente: «Vidas de los santos de A.
Butler», Herbert Thurston, SI
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