martes 07
Octubre 2014
San Marcos de Roma
En Roma, san Marcos, papa,
que fundó el título «in Palacinis» y edificó una basílica en
el cementerio de Balbina, en la vía Ardeatina, donde fue sepultado.
San Marcos era romano de
origen y sirvió a Dios en el clero de dicha Iglesia. Fue el primer Papa elegido
después de que Constantino dio carta de ciudadanía a la Iglesia. El santo no se
dejó llevar por la bonanza de las nuevas circunstancias, sino que redobló su
celo en aquella era de paz, sabedor de que el demonio jamás concede una tregua
a los cristianos. San Marcos, que había trabajado ardientemente por la Iglesia
durante el pontificado de San Silvestre, fue elevado a la sede apostólica el 18
de enero de 336. Sólo ciñó la tiara pontificia durante ocho meses y veinte
días, ya que murió el 7 de octubre del mismo año. Probablemente fue él quien
fundó la iglesia de su nombre, pero además, construyó otra en el cementerio de
Balbina. No es imposible que la costumbre de que el obispo de Ostia consagre al
obispo de Roma date de su época. Algunos autores atribuyen a san Dámaso un
poema sobre san Marcos, que dice:
Fue la vida de Marcos, como todos sabemos,
con la boca de Dios enseñar a rechazar el mundo,
conservando -tal como enseñaba a todos-
la honorabilidad de la vida;
penetrados de virtud los rincones del corazón,
siendo [él] tu guardián fuiste perfecto amigo de Cristo.
Dámaso rinde homenaje a tu túmulo:
aquí [descansa] Marcos, la vida de Marcos,
en la fe, compartiendo el Nombre y los méritos [de Cristo].
Acta Sanctorum, oct., vol.
III. Véase también Liber Pontiftcalis (ed. Duchesne), vol. I, pp. 202-204. El
epitafio de san Dámaso en Migne
PL, 1,387
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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martes 07
Octubre 2014
Beata Ana María Janer
Ana María Janer será
beatificada este sábado
La fundadora del Instituto
de hermanas de la Sagrada Familia de Urgell
será beatificada el próximo sábado, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato S.D.B, en
representación del papa Benedicto XVI.
Ana María nació el 18 de
diciembre de 1800 en Cervera, una pequeña población ubicada en la Diócesis de Solsona, provincia de Lérida -
España. Estudió en el Real Colegio de Educandas y colaboró en el cuidado de
enfermos en el Hospital Castelltort. Allí se dio cuenta que
Dios la llamaba a consagrarse en el hospital de Cervera.
En 1833 estalló la primera
guerra carlista y el hospital de Castelltort se convirtió en hospital militar.“La situación con la que se
encontró la Madre Janer en los campos de batalla
no fue fácil y aunque no contaba con los medios suficientes, supo organizar e
infundir serenidad en aquellas personas, supo dar alivio, consolar”, cuenta la
hermana Cecilia.
Los heridos de guerra la
llamaban “la madre” porque “lo arriesgaba todo para vendarle las heridas y la
madre que los ayudaba a morir pacificados por dentro y con Dios”, dice la
religiosa. Un amor que no distinguía de qué bando venían y que reconocía la misma
dignidad en cada uno de los combatientes. Pero en 1836, la junta del hospital
expulsó a las hermanas.
Y después de la batalla de Gra se dirigió a Solsona donde se puso a
disposición de la diócesis. El infante Carlos de Borbón le pidió que coordinara
los hospitales de la zona carlista y ella así lo hizo.
En 1844 retornó al hospital
de Cervera. Cinco años después pasó como directora a la Casa de Caridad o de
Misericordia de la misma ciudad. Albergaba a niños huérfanos, jóvenes
discapacitados y ancianos. También daban clases a niños y niñas externos.
En 1859 aceptó la petición
del obispo de Urgell, Josep Caixal Estradé, y estableció una hermanad
de caridad en el hospital de pobres enfermos de La Seu d’Urgell.
Las respuestas que la
futura beata comenzó a dar a las necesidades de la Iglesia y la sociedad fueron
la semilla para la fundación del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de
Urgell el 29 de junio de 1859.
Hoy el carisma e identidad
de estas hermanas es la caridad que pretende ser el reflejo del amor de Dios,
especialmente en los más débiles y vulnerables.
Actualmente
el Instituto está presente España, Andorra, Italia, Argentina,
Paraguay, Uruguay, Chile, Colombia, México, Perú y Guinea Ecuatorial. Trabajan
en escuelas, hospitales y residencias, misiones, parroquias, y otros
apostolados acordes con este carisma.
También existen loslaicos janerianos. Se trata de
jóvenes o adultos que se identifican con el carisma de la madre Janer y se sienten llamados
por el Señor a colaborar de cerca en la misión del Instituto. Para ello se
forman y hacen suyo el carisma. Ellos en la práctica se comprometen a llevar
adelante muchas de las obras fundadas por la futura beata.
Para esta familia
espiritual, la beatificación de su fundadora resulta una invitación a “gozarnos
con la Iglesia por la vida de esta nueva beata, una mujer que amó y sirvió en y
a la Iglesia siempre y en todo ámbito eclesial: en la comunidad, en la Iglesia
local, en la fidelidad y colaboración incondicional con los Pastores”, dice la
hermana Cecilia.
Así mismo, trae una
responsabilidad: “hacer opciones de vida, a aportar lo que somos y tenemos para
que esta historia que comenzó con el sí de Ana María, pueda continuar y dar
frutos de vida para la Congregación, para la Iglesia”, comenta la religiosa.
La madre Janer tenía un amor especial por
la cruz. Mirar a Cristo crucificado se convirtió para ella en un aliciente que
le permitía ser “signo y testimonio claro de aquel que nos amó primero, de
aquél que nos ama hasta dar la vida”, dice la hermana Cecilia.
Ana María murió el 11 de
enero de 1885 y pidió morir en el suelo como penitente por amor a Cristo “que
por mí expiró clavado en la cruz”, dijo la beata.
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martes 07
Octubre 2014
San Marcelo de Capua
San Marcelo, mártir
En Capua, de la Campania, san
Marcelo, mártir.
La liturgia romana
conmemoraba tradicionalmente a san Marcelo junto con otro mártir, san Apuleyo, de quienes el
martirologio de Ado decía que habían sido discípulos de Simón el mago (Hechos
8,9-25). Con esa mención pasaron al viejo Martirologio Romano. Sin embargo los
datos tomados por Ado eran apócrifos, basados en la mención de un tal Marcelo
en los «Gesta SS. Nerei et Achillei». Por ese motivo el
Martirologio actual ha depurado esta conmemoración, y retirado la mención, tantod e san Apuleyo como de la relación con
Simón el mago, sin embargo aun podemos afirmar, sin que puedan añadirse más
datos, que la figura de san Marcelo, mártir en Capua, y cuya mención proviene del
Martirologio Jeronimiano, sí es auténtica.
H. Quentin, Les martyrologes historiques, pp. 563, etc.; y Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 544. Artículo del
Butler enmendado.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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Octubre 2014
Santa Justina de Padua
Santa Justina, virgen y mártir
En Padua, en los confines
de Venecia, santa Justina, virgen y mártir.
San Venancio Fortunato,
obispo de Poitiers a principios del siglo VII, considera a santa Justina como
una de las vírgenes más ilustres cuya santidad y triunfo han sido consagrados
por la Iglesia y afirma que su nombre hace tan famosa a Padua como el de santa
Eufemia a Calcedonia y el de santa Eulalia a Mérida. El mismo autor, en el
poema que dedicó a la vida de san Martín, exhorta a los peregrinos que van a
Padua a besar el sepulcro de la bienaventurada Justina.
A principios del siglo VI,
se construyó en Padua una iglesia en honor de la santa y se dice que sus
reliquias fueron descubiertas allí en 1117. Por la misma época vio la luz una
falsificación de las actas del martirio de la santa. Según ese documento, Justina
fue bautizada por san Prosdócimo, «un discípulo del
bienaventurado Pedro», el cual comunicó al autor los datos que poseía sobre la
santa. Prosdósimo, según el relato al que
nos referimos, fue el primer obispo de Padua y sufrió el martirio durante la
persecución de Nerón. Santa Justina fue decapitada por haber permanecido fiel a
la fe. El relato añade muchos detalles de cuya verdad no existe prueba alguna.
La «reforma» benedictina de
Santa Justina, que data del siglo XV y es conocida actualmente en Italia con el
nombre de congregación de Monte Cassino,
tomó su nombre del de la abadía de Padua en la que fue fundada.
Acta Sanctorum, oct. vol.
III. En Analecta Bollandiana vol. x, 1891, pp. 467-470,
hay un texto aún más antiguo sobre el martirio de santa Justina ibid., vol XI, 1892, pp. 354-358, se
encontrará un relato del presunto descubrimiento de las reliquias en 1117. Cf. Allard, Historie des persécutions, vol. Iv, pp. 430 ss., y Trifone, Rivista Storica Benedictina, 1910 y 1911.
Por lo que se refiere a Prosdósimo, las primeras huellas de
su culto datan del año 860, y puede verse una biografía espuria del siglo XII
en Acta Sanctorum (nov., vol. III), con un comentario que pone las cosas en su
punto.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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martes 07
Octubre 2014
Santos Sergio y Baco
Santos Sergio y Baco, mártires
En Betsaloe, de la provincia de
Augusta Eufratesia, en Siria, santos Sergio y
Baco, mártires.
Se dice que estos mártires
eran oficiales del ejército romano en la frontera de Siria. Sergio era el
comandante de la escuela de reclutas y Baco era su subalterno. Ambos gozaban
del favor del emperador Maximiano, hasta que un día éste cayó en la cuenta de
que, cuando iba al templo de Júpiter a ofrecer sacrificios, ambos oficiales se
quedaban en la puerta. Inmediatamente los mandó llamar para que tomasen parte
en la ceremonia. Como se negasen a ello, ordenó que se les despojase de sus
armas y sus insignias militares, que se los vistiese como mujeres y se los
llevase así por toda la ciudad. Después, los desterró a Rosafa, en la Mesopotamia, donde
el gobernador los mandó azotar tan cruelmente, que Baco murió en el tormento.
Su cuerpo fue arrojado a la calle, donde los cuervos lo defendieron de la
voracidad de los perros (lo mismo se cuenta de otros santos). San Sergio tuvo
que caminar un largo trecho con cuchillas en los pies, hasta el sitio en que
fue decapitado. Los martirologios y los escritores antiguos dan testimonio del
martirio de estos dos santos, pero los detalles de su muerte no son fidedignos.
El año 431, Alejandro,
metropolitano de Hierápolis, mandó restaurar y
embellecer la iglesia que se levantaba sobre el sepulcro de san Sergio. En el
siglo VI, los muros de dicha iglesia estaban cubiertos de plata. Alejandro
gastó mucho dinero en la reconstrucción de la iglesia, de suerte que se molestó
cuando, tres años después, Rosafa
fue transformada en diócesis e independizada de su jurisdicción. En recuerdo
del mártir, la ciudad tomó el nombre de Sergiópolis; Justiniano la fortificó y honró particularmente la memoria
de los dos mártires. La iglesia de Rosafa
era una de las más famosas del Oriente, Sergio y Baco, junto con los dos Teodoros, Demetrio, Procopio y Jorge, eran los
protectores del ejército de Bizancio.
Según Le Bas y Waddington, en Voyage archéologique, vol. III, n. 2124, una
iglesia de Siria oriental, dedicada a San Sergio y San Baco el año 354, es el
santuario más antiguo de estos mártires. Sus actas se conservan en griego y en
sirio. Véase Analecta Bollandiana, vol. XIV (1895) , pp.
373-395. Delehaye, Origines du culte des martyrs (1933), pp. 210-212, hace
notar que no sólo las múltiples iglesias consagradas a San Sergio y San Baco
dan testimonio de la extraordinaria popularidad de su culto en el Oriente, sino
también la frecuencia con que el nombre de Sergio se encuentra en aquellas
regiones (sin embargo, la popularidad del nombre en Rusia se debe, sobre todo,
a San Sergio de Radonezh).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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martes 07
Octubre 2014
Beato Martín Cid
Beato Martín Cid, abad
En el monasterio de Bellafuente, llamado después
Valparaíso, en el reino de León, beato Martín, llamado Cid, que fundó este
cenobio y lo agregó a la Orden Cisterciense.
San Martín, decoroso
ornamento de la reforma del Císter, nació en la Ciudad de Zamora o en su
territorio. De su infancia y juventud no tenemos noticias, sino que lo
conocemos ya clérigo. Y aunque la conducta que observaba Martín no podia ser mas recta, como le
llamaba Dios a un grado eminente, le inspiró ardientísimos deseos de vida mas
retirada. Eligió así para su retiro una espantosa cueva cerca de Paleas, pueblo
del Obispado de Zamora, donde se entregó a los rigores de una penitencia sin
límites.
Supo que la misma gruta habia servido de abrigo a varios
ladrones, y queriendo convertir la que fue morad» de malhechores en casa de edificacion, erigió en ella un famoso
Hospital para refugio de los pobres, a quienes asistía con caridad junto con
algunos otros piadosos compañeros, que reunidos con el Santo, se ejercitaban a
su ejemplo en obras de misericordia. Agradó mucho a Martín la observancia del
célebre Monasterio de Moreruela, que siendo de la Orden de
San Benito abrazó la reforma del Císter, y encendido en vivísimos deseos de
profesar en un instituto que merecia
tantos elogios de los hombres más eminentes, rogó al Obispo de Zamora que
interpusiese su autoridad con san Bernardo, Abad de Claraval, a fin de que enviase
algunos Monjes a su Hospital, a establecer en él la reforma del Císter,
ofreciéndose Martín a abrazarla con todos sus compañeros.
Hizo el Obispo de Zamora el
empeño con san Bernardo, y condescendiendo éste con las súplicas de aquel
prelado, envió algunos Monjes de Claraval, para que estableciesen la nueva reforma en el Hospital de
Martín. Era preciso nombrar Superior de aquella comunidad, y conociendo todos
que en el venerable Fundador concurrían todas las cualidades que exigia el cargo, le eligieron
Abad muy contra su voluntad, puesto que sus deseos no eran otros que los de
santificarse en las humillaciones. Persuadido Martín que el Superior debe serlo
tanto en las virtudes, como en la dignidad, se dedicó enteramente a que en sus
acciones viesen los súbditos lo mismo que persuadia con sus palabras.
Se esparció por toda la
región la fama del insigne Abad, y edificado el Rey Don Alonso VII de ver la
penitente vida de Martín, le concedió las Villas de Cubo y de Cubeto, para que
erigiese un nuevo monasterio en honor de la Santísima Virgen, como consta por
su Real Privilegio del año 1137. Labró en efecto el Siervo de Dios el
Monasterio conforme a la voluntad del Rey, el que se llamó de Santa María de Vellofonte, tomando esta denominacion de una fuente cristalina
inmediata, y tambien se llamó de Paleas por
estar junto a este Pueblo. Lo Gobernó Martín por espacio de quince años, y
aunque no nos dicen los Escritores de sus Actas las acciones expecíficas del insigne Abad en todo
este tiempo, todos convienen, en que condujo a un gran número de religiosos a
la perfección.
Murió, «esclarecido en
triunfos, y glorioso en milagros», el dia
7 de Octubre del año 1152. Depositaron los monjes el cuerpo en el mismo
Monasterio de Santa María de Vellofonte, y dignándose el Señor hacer célebre el sepulcro de su
siervo con repetidos prodigios, se aumentó considerablemente su devocion.
Padecían los Monjes muchos
trabajos por las grandes incomidades que les causaba la
desigualdad del temperamento del sitio, y condolido Fernando III, Rey de
Castilla y de León, célebre por su piedad, trasladó aquella ilustre comunidad
al nuevo Monasterio que hizo construir a sus expensas en un sitio ameno,
queriendo que se llamase en adelante Val-paraíso, o bien por lo delicioso del
lugar, o bien por la ventajosa proporcion que ofrecía a la conversación de muchos santos, lo que
consta por su Real Privilegio despachado en Ávila a 2 de Noviembre de 1232. Con
este motivo se trasladó el cuerpo de san Martín a la capilla bajo su advocacion en el nuevo monasterio, en
la que se mantuvo la gran veneración por espacio de trescientos ochenta y siete
años, hasta que se hizo la última traslación de sus reliquias, el dia 7 de octubre de 1619, a un
magnífico tabernáculo cerca del Altar mayor.
P. Juan Croisset, S.J. (Juan de Croiset, dice la portadilla), en
redacción correspondiente de D. Juan Julián Caparrós, tomo II, pág 259 a 263, edición de
1797. El monasterio desapareció a fines del XIX. La traslación de los restos
servía en la época como signo de canonización, aunque propiamente hablando no
hay del beato Martín ni canonización formal ni confirmación de culto.
fuente: P. Juan Croisset, SJ
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