viernes
31 Octubre 2014
San Wolfgango de Ratisbona
San Wolfgango de Ratisbona, monje y obispo
En Ratisbona, en el
territorio de Baviera, san Wolfgango, obispo, que, después de ser maestro de escuela y haber
profesado como monje, fue elevado a la sede episcopal, desde donde reinstauró
la disciplina del clero, y mientras visitaba la región de Pupping descansó en el Señor.
San Wolfgang, que pertenecía a una
familia suaba, nació hacia el año 930.
Sus padres le enviaron muy joven a la abadía de Reichenau, en una isla del Lago de
Constanza, que era entonces un floreciente centro del saber. Allí se hizo amigo
de un joven de la nobleza, llamado Enrique, hermano de Poppón, el obispo de Wurzburg. Este útlimo había fundado una escuela
en su ciudad episcopal, y Enrique convenció a Wolfgang de que se trasladase con
él a dicha escuela. La inteligencia de que dio muestras el joven suabo, despertó entre sus
compañeros la admiración y la envidia. El año 956, Enrique fue elegido
arzobispo de Tréveris. Se llevó a Wolfgang a su arquidiócesis y le nombró profesor en la escuela de su
catedral. En Tréveris Wolfgang cayó bajo la influencia de
un monje muy dinámico, llamado Ramuoldo, y secundó con gran entusiasmo los esfuerzos de Enrique por
promover la religión en la arquidiócesis. Enrique murió el año 964. Wolfgang se hizo entonces
benedictino en un monasterio de Einsiedeln, cuyo abad era un inglés llamado Gregorio. El abad cayó
pronto en la cuenta de que las cualidades de Wolfgang eran todavía mayores que
su fama y le nombró director de la escuela del monasterio. San Ulrico, obispo de Augsburgo, le
confirió la ordenación sacerdotal. Ello despertó el celo misionero de Wolfgang, quien partió a
evangelizar a los magiares de Panonia. La empresa no tuvo el éxito que merecía.
Por entonces, el emperador Otón II se enteró de que el santo era una persona
idónea para ocupar la sede de Regensburg (Ratisbona), que estaba vacante. Inmediatamente le mandó
llamar a Frankfurt y le confirió el beneficio temporal, por más que Wolfgang le rogó que le dejase
volver a su monasterio. La consagración episcopal tuvo lugar en Regensburg, en la Navidad del año
972.
San Wolfgang no abandonó jamás el
hábito monacal y en la práctica de su ministerio episcopal mantuvo las
austeridades de la vida conventual. Lo primero que hizo, una vez que se
estableció en su diócesis, fue emprender la reforma del clero y de los
monasterios, especialmente de dos conventos de monjas poco edificantes. Una de
las principales rentas de la sede procedía de la abadía de San Emmeram de Regensburg. Hasta entonces había
dependido del obispo, y los resultados habían sido tan malos como en otros
casos análogos. Wolfgang le devolvió la autonomía y
confió su gobierno a Ramuoldo, a quien mandó llamar de
Tréveris. El santo era incansable en la predicación, y su intenso espíritu de
oración confería una eficacia especial a su palabra. Cumplió con gran fidelidad
y vigilancia todas sus obligaciones episcopales durante los veintidós años que
ocupó la sede. Se refieren varios milagros obrados por él y su generosidad con
los pobres llegó a ser proverbial. En una ocasión en que escaseaba el vino,
ciertos sacerdotes ignorantes empezaron a emplear agua en vez de vino en la
misa; naturalmente, eso horrorizó al santo obispo, quien distribuyó el vino de
su propia bodega por toda la diócesis.
Durante algún tiempo, san Wolfgang abandonó el gobierno de su
diócesis y se retiró a la soledad; pero unos cazadores descubrieron su retiro y
le obligaron a volver a Regensburg. Como quiera que fuese, la
vocación monacal del santo no le impidió cumplir con sus obligaciones
seculares, ya que asistió a varias dietas imperiales y acompañó al emperador en
una campaña a Francia. San Wolfgang cedió una parte de Bohemia, que pertenecía a su diócesis,
para que se fundase una nueva, cuya sede se estableció en Praga. El duque
Enrique de Baviera tenía gran veneración por el santo y le confió la educación
de su hijo Enrique, quien fue más tarde emperador y santo canonizado. En el
curso de un viaje por el Danubio, rumbo a Austria, San Wolfgang cayó enfermo y falleció en
la pequeña población de Puppingen, no lejos de Linz. Fue
canonizado en 1052. Su fiesta se celebra en muchas diócesis de Europa Central y
en las casas de los canónigos regulares de Letrán, ya que San Wolfgang restableció entre su clero
la vida canonical.
Biografía de Wolfgang, escrita por Othlo en Acta Sanctorum, nov.,
vol. II, pte. I. Otto Háfner con el título de Der hl. Wolfgang, ein Stern des X. Jahrhunderts (1930); también el estudio
arqueológico de J. A. Endres, Beiträge zur Kunst und Kulturgeschichte des mittelalterlichen Regensburgs.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
Dios todopoderoso y eterno, que nos concedes celebrar los méritos de todos los santos en una misma solemnidad, te rogamos que, por las súplicas de tan numerosos intercesores, nos concedas en abundancia los dones que te pedimos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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31 Octubre 2014
Beato León Nowakowski
Beato León Nowakowski, presbítero y mártir
En la localidad de Piotrkow Kujawski, en Polonia, beato León Nowakowski, presbítero y mártir, que,
durante la ocupación militar de Polonia, por su fe fue fusilado a manos de un
régimen contrario a Dios.
Nació en Byton (Polonia) el 28 de junio
de 1913. En su adolescencia ingresa en el seminario diocesano de Wloclawek y, terminados los
estudios, es ordenado sacerdote el 20 de junio de 1937. Enviado a Roma, hace
estudios en la Universidad Gregoriana, donde obtiene la licenciatura en
teología. Vuelve a Polonia el verano de 1939 para pasar las vacaciones, aquí le
sorprende el estallido de la II Guerra Mundial que le impide volver a Roma. Se
queda en su parroquia colaborando con el párroco y lo sustituye cuando éste es
arrestado. Pero el 24 de octubre de aquel año 1939 él es arrestado también y,
con otros detenidos, llevado a Piotrków Kujawski, donde estuvo una semana,
al cabo de la cual fue sacado con otros sacerdotes y fusilado en las
inmediaciones de la población. Fue beatificado el 13 de junio de 1999 por el
papa Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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31 Octubre 2014
San Alonso Rodríguez
San Alonso Rodríguez, religioso
En la ciudad de Palma, en
la isla de Mallorca, en España, san Alonso Rodríguez, que al perder a su esposa
e hijos entró como religioso en la Orden de la Compañía de Jesús y estuvo como
portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran
humildad, obediencia y constancia en una vida penitente.
Diego Rodríguez era un
comerciante acomodado de Segovia, que tuvo una numerosa prole, de la que el
tercero, nacido hacia 1533, fue Alonso. El beato Pedro Fabro y otro jesuita,
llegaron a predicar una misión en Segovia y se hospedaron en la casa de Diego.
Al terminar la misión, el huésped les propuso que fuesen a descansar unos días
en su casa de campo y los misioneros aceptaron. Alonso, que tenía entonces unos
diez años, partió con ellos, y el beato Pedro se encargó de prepararle para la
primera comunión. A los catorce años, Alonso partió con su hermano mayor a
estudiar en el colegio de los jesuitas de Alcalá, pero su padre murió menos de
un año después y Alonso tuvo que volver, para ayudar a su madre en la
administración de los negocios. Cuando Alonso tenía veintitrés años, su madre
se retiró de la administración y le dejó encargado de ella. Tres años más
tarde, Alonso contrajo matrimonio con María Suárez.
Los negocios iban mal, y la
dote de la mujer de Alonso no era suficiente para mejorarlos. El joven no era
mal comerciante, pero la situación no le ayudaba. La hijita de Alonso murió a
poco de nacer; su esposa la siguió al sepulcro, después de dar a luz a un niño.
Dos años después, murió también la madre del futuro santo. Esa serie de
pérdidas e infortunios hizo pensar a Alonso, seriamente, en lo que Dios quería
de él en este mundo. Hasta entonces, había sido un cristiano bueno y devoto,
pero empezó a caer en la cuenta de que era necesario distinguirse de los otros
comerciantes de Segovia, que llevaban una vida ejemplar pero no heroica.
Vendió, pues, su negocio a fin de obtener lo suficiente para sostenerse y se
fue a vivir, con su hijito, a la casa de sus dos hermanas solteras, Antonia y
Juliana, que eran muy piadosas. Enseñaron a su hermano los rudimentos de la
oración mental, de suerte que, al poco tiempo, Alonso meditaba dos horas cada
mañana y, por la tarde, reflexionaba sobre los misterios del rosario. Pronto
empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de
Cristo. A raíz de una visión de la felicidad del cielo, hizo una confesión
general. Desde entonces, empezó a practicar duras mortificaciones y a
confesarse y comulgar una vez por semana. Algunos años más tarde, murió su
hijo; Alonso, que se hallaba en el paroxismo del dolor, experimento un gran
consuelo al comprender que su hijo se había librado del peligro de ofender a
Dios.
Aunque no por primera vez,
le vino entonces la idea de abrazar la vida religiosa, y pidió su admisión a
los jesuitas de Segovia. Estos le disuadieron sin vacilar, pues tenía ya casi
cuarenta años, su salud era bastante mala y su educación no era suficiente para
el sacerdocio. Sin perder ánimo, Alonso fue a ver a Valencia, a su antiguo
amigo, el P. Luis Santander, S.J., quien le recomendó que empezase a aprender
el latín para ordenarse cuanto antes. Así pues, como lo había hecho san Ignacio
de Loyola, Alonso empezó a asistir a la escuela con los niños, lo cual
constituía no poca mortificación. Como había dado a sus hermanas y a los pobres
casi todo el dinero que tenía, hubo de entrar a servir como criado y aun se vio
obligado a pedir limosna, de cuando en cuando. En la escuela conoció a un
hombre de su edad y de aspiraciones semejantes a las suyas, el cual trató de
persuadirle a que renunciase a ser jesuita y se fuese con él a vivir como
ermitaño. Alonso le hizo una visita en su ermita de la montaña, pero
súbitamente cayó en la cuenta de que se trataba de una tentación contra su
verdadera vocación y volvió en seguida a Valencia, donde dijo al P. Santander:
«Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de
mí lo que queráis». En 1571, el provincial de los jesuitas, desoyendo el
parecer de sus subordinados, aceptó a Alonso Rodríguez como hermano coadjutor.
Seis meses más tarde, le envió al colegio de Montesión, en Mallorca, donde pronto
fue nombrado portero.
San Alonso desempeñó ese
oficio hasta que la edad y los achaques se lo impidieron. El P. Miguel Julián
resumió, en una frase, la fama de santidad que alcanzó el hermanito en ese
puesto: «Este hermano no es un hombre, sino un ángel». San Alonso consagraba a
la oración todos los instantes que le dejaba libres su oficio. Aunque llegó a
vivir en constante unión con Dios, su camino espiritual estuvo muy lejos de ser
fácil. Sobre todo en sus últimos años, el santo atravesó por largos períodos de
desolación y aridez y se veía afligido de graves dolores en cuanto hacía el
menor esfuerzo por meditar. Como si eso no bastase, le asaltaron las más
violentas tentaciones, como si tantos años de mortificación no hubiesen servido
de nada. Alonso intensificó, todavía más la penitencia, sin desesperar jamás y
siguió en el escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones, convencido de que,
llegado el momento escogido por Dios, volvería a gozar de las dulzuras y
éxtasis de la oración. Algunos sacerdotes que le conocieron durante varios
años, declararon que jamás le habían visto hacer ni decir nada que no estuviese
bien. En 1585, cuando tenía cincuenta y cuatro años, hizo los últimos votos,
los que renovó en la misa todos los días de su vida. La existencia de un
portero no tiene nada de envidiable y, menos tratándose de la portería de un
colegio, donde se necesita una dosis muy especial de paciencia. Sin embargo, el
oficio tiene sus compensaciones, ya que el portero conoce a muchas personas y
es una especie de eslabón entre el exterior y el interior. En el colegio de Montesión, además de los
estudiantes, había un ir y venir continuo de sacerdotes, nobles, profesionistas
y empleados que debían tratar asuntos con los padres, sin contar a los mendigos
que acudían en busca de limosna y a los comerciantes de Palma que iban a vender
sus productos. Todos conocieron, respetaron y veneraron al hermano Alonso, en
busca de cuyo consejo acudían los sabios y los sencillos, y cuya reputación se
extendió mucho más allá de los muros del colegio. El más famoso de sus
«discípulos» fue san Pedro Claver que, en 1605,
estudiaba en el colegio. Durante tres años se puso bajo la dirección de san
Alonso, el cual, iluminado por Dios, le entusiasmó y alentó para trabajar en
América. Allí fue donde san Pedro Claver
ganó el título de «apóstol de los negros».
San Alonso profesó siempre
una profunda devoción a la Inmaculada Concepción. En una época, se creyó
incluso que san Alonso había compuesto el «Oficio Parvo de la Inmaculada», por
el fervor con que el santo practicaba y propagaba esa devoción. Tampoco fue el
autor del «Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas», que se debe a la
pluma de otro jesuita del mismo nombre y apellido, pero no canonizado. Sin
embargo, san Alonso dejó varias obras, que escribió por orden de sus
superiores. Su doctrina es sólida y sencilla, sus exhortaciones tienen el
fervor que se podían esperar de un santo de su talla, y el contenido de esos
libros prueba que san Alonso era un alma mística. Cuando tenía ya más de
setenta años, y estaba muy enfermo, el rector del colegio, para probar su
virtud, le ordenó que partiese a las Indias. San Alonso se dirigió
inmediatamente a la puerta y pidió al portero que le abriese, diciendo: «Tengo
orden de partir a las Indias». Así lo habría hecho si el rector no le hubiese
mandado llamar de nuevo. Arriba indicamos que en sus últimos años sufrió
grandes arideces espirituales y violentos ataques del demonio. A esto se
añadieron las enfermedades y los sufrimientos físicos. Finalmente tuvo que
guardar cama; pero su invencible paciencia y su perseverancia le merecieron
entonces consolaciones «tan intensas, que no podía levantar los ojos del alma a
Jesús y María sin verles como si estuviesen presentes».
En mayo de 1617, el P.
Julián, rector de Montesión, que sufría de una fiebre
reumática, rogó a san Alonso que orase por él. El santo pasó la noche en
oración y, a la mañana siguiente, el rector pudo celebrar la misa. En octubre
de ese año, sintiendo aproximarse su fin, el santo recibió la comunión y, al
punto, cesaron todos sus sufrimientos espirituales y corporales. Del 29 al 31
de octubre estuvo en éxtasis y después comenzó su terrible agonía. Media hora
antes del fin, recobró el conocimiento, miró amablemente a sus hermanos, besó
el crucifijo, pronunció en voz alta el nombre de Jesús y expiró. El virrey y
toda la nobleza de Mallorca asistieron a sus funerales, así como el obispo y
una multitud de pobres y enfermos, cuyo amor y cuya fe premió el cielo con
milagros. San Alonso fue canonizado junto con san Pedro Claver en 1888.
Los documentos publicados
para la Sagrada Congregación de Ritos con miras a la beatificación son muy
numerosos, debido a que el promotor fidei
presentó numerosas objeciones, basadas en la primera parte de la vida y en los
escritos del santo. Dichos documentos, así como las notas autobiográficas que
san Alonso escribió, por obediencia, entre 1601 y 1616, constituyen los
materiales más valiosos. Las notas autobiográficas forman la primera parte de
sus Obras Espirituales, editadas por el P. J. Nonnell en Barcelona (1885-1887). El mismo
autor escribió en español la mejor de las biografías del santo, titulada «Vida
de San Alonso Rodríguez» (1888); el P. Coldie
aprovechó mucho esa obra para la biografía que publicó en 1889. En Acta Sanctorarn, oct., vol. XIII, puede
verse la biografía más antigua de san Alonso, publicada por el padre Janin en 1644, en latín. Sobre
la relación del santo con el Oficio Parvo de la Inmaculada, véase Uriarte,
Obras anónimas y seudónimas S.J., vol. I, pp. 512-515. Acerca de la doctrina
ascética de san Alonso, cf. Villier,
Dictionnaire de Spiritualité, vol. I (1933), cc. 395-402. Como biografía
más reciente puede consultarse Saborido, J. L., San Alonso Rodriguez, Bilbao 1998. No debe confundirse este santo con el san
Alonso Rodríguez evangelizador del Paraguay, también jesuita, que celebramos el
15 de noviembre.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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viernes
31 Octubre 2014
Beato Domingo Collins
Beato
Domingo Collins, religioso y mártir
En Youghall, cerca de Cork, en
Irlanda, beato Domingo Collins, religioso de la Orden de la Compañía de Jesús y
mártir. el cual, encarcelado largo tiempo mientras padecía interrogatorios y
torturas, confesó constantemente su fe católica, y consumó su martirio al ser
ahorcado.
Domingo Collins nació hacia
1566 en la ciudad de Youghal, del condado de Cork, en
Irlanda. Tendría unos veinte años cuando partió para Francia. Allí decidió
seguir la carrera militar, en la que tanto se distinguió que rápidamente es
promovido al rango de capitán. En 1598 hace una nueva opción de vida ingresando
en la Compañía de Jesús en Santiago de Compostela, donde pronuncia su profesión
perpetua como Hermano Coadjutor. Vuelve a Irlanda en 1601, pero el 17 de junio
de 1602 lo hacen prisionero los ingleses, que en vano forcejean por hacerle
renegar de su fe. Condenado a muerte, fue ahorcado el 31 de octubre de 1602 en Youghal, ciudad donde había
nacido. Juan Pablo II lo beatificó, juntamente con otros dieciséis mártires
irlandeses, el 27 de septiembre de 1992.
fuente: Blog Vocaciones Jesuitas
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