jueves 30
Octubre 2014
Beato Alejo Zarycky
Beato Alejo Zarycky, presbítero y mártir
En la localidad de Dolinka, cerca de Karaganda, en el Kazajstán, beato
Alejo Zaryckyj, presbítero y mártir, que
en un régimen contrario a Dios fue deportado a un campo de concentración, y en
el combate por la fe alcanzó la vida eterna.
Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios
(1912-1963).
Nació el 17 de octubre de
1912 en Bilche (región de Lvov). Recibió
la ordenación sacerdotal en la archieparquía de Lvov el 7 de junio de 1936.Fue párroco en Strutyn y en Zarvanytsia.El año 1948 las autoridades
lo detuvieron en Riasna Ruska (Lvov), ciudad adonde se
había trasladado durante la segunda guerra mundial. Lo condenaron a ocho años
de exilio en Karaganda (Kazajstán). Excarcelado
el 10 de abril de 1956 gracias a una amnistía general, volvió primero a Halychyna y después a Karaganda, con el propósito de
organizar las comunidades católicas clandestinas. El 9 de mayo de 1962 lo
arrestaron de nuevo y lo condenaron por "vagabundo" a dos años de
cárcel. Tenía 51 años cuando murió en el hospital del campo de concentración de
Dolinka, el 30 de octubre de 1963.
fuente: Vaticano
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jueves 30
Octubre 2014
San Alonso Rodriguez
Este santo portero del convento mallorquino de Montesión de los padres jesuitas, nació en Segovia, España, el 25 de julio de 1531. Fue el tercero de los once hijos habidos en el matrimonio compuesto por Diego Rodríguez y María Gómez de Alvarado, prósperos comerciantes de paños. La característica principal de su niñez fue su amor a la Virgen, con la que mantuvo celestiales coloquios. Siempre mostró una devoción singular por el misterio de la Inmaculada, y rezaba el Oficio Parvo dedicado a Ella. Comenzó a formarse con los padres franciscanos, pero a los 10 años escuchó predicar al beato jesuita Pedro Fabro, que entabló una entrañable relación con toda su familia, y se ocupó de prepararle para su primera comunión.
A los 14 años se hallaba
estudiando con los jesuitas de Alcalá cuando murió su padre y tuvo que regresar
para ayudar a su madre en los asuntos de la familia. Luego quedó solo al frente
de la gestión de los negocios, una misión para la que realmente no tenía
cualidades, y se casó con María Juárez, hija de un acomodado ganadero. Se
afincaron en Segovia y fueron viniendo los hijos. Pero los perdió a todos. La
niña murió nada más nacer; luego lo hizo su esposa al dar a luz a un niño. Por
si fuera poco, un año más tarde, falleció su madre y, a continuación, su último
hijo. Ya no tenía nada. Al haber vendido su negocio con anterioridad, convivió
junto a dos hermanas solteras y aprendió a dialogar con Dios. Ellas le ayudaron
en este difícil momento que atravesó abrumado por sus pecados a los que culpaba
de tantas tragedias.
En una visión vislumbró el
gozo del cielo y se arrepintió de su vida pasada. Se centró en la oración
convirtiéndose en un severo penitente; confesaba y comulgaba todas las semanas.
Se planteó ser jesuita, pero tenía en su contra la edad, una frágil salud y
falta de formación. Luís de Santander, rector del colegio que los jesuitas
tenían en Segovia, no le disuadió formalmente. Pero sí le recomendó que
prosiguiese estudiando.Por eso, en 1569 se trasladó a
Valencia. Comenzó a cursar latín con vías a una posible ordenación sacerdotal
costeándose los gastos con su trabajo en casa de una marquesa. Hubo un momento
en que había tenido que mendigar. No sin cierto pudor, que tuvo que vencer,
estudiaba junto a unos niños. Luego fue en pos de un ermitaño que entabló
amistad con él y quiso disuadirle de su empeño de ser jesuita. Vio que estaba
sucumbiendo a una tentación y lo dejó. Regresó a Valencia, dejando nuevamente
en suspenso sus estudios, para iniciar otro intento de ingreso en la Compañía.
Se puso a merced del P. Santander, quien le hizo ver que hasta ese momento
parecía seguir sus dictados y no los de Dios. Entonces Alonso respondió: «Os
prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo
que queráis». Con
ayuda del religioso acometió el sueño que le guiaba de ser jesuita, aunque no
pudiera ser sacerdote. La negativa de quienes dilucidaban qué hacer con él
estaba en el aire, cuando el superior P. Antonio Cordesses terció rotundo: «Recibámoslo
para santo».
En 1571 fue aceptado como
«hermano lego» por el provincial y tras finalizar el noviciado partió a Palma
de Mallorca. Le encomendaron la portería del colegio de Montesión y desempeñó esta misión
durante casi cuarenta años, hasta que sus fuerzas se lo impidieron. Nadie
podría haber imaginado que el ángel de bondad que franqueaba la puerta a todos,
viendo en ellos a Cristo, sufría aridez, era escrupuloso y padecía violentas
tentaciones contra la castidad de las que en alguna ocasión le rescató la
Virgen. «En las tentaciones he sido más de doscientas veces
mártir», reconocía.Experimentaba desolación y el mero hecho de meditar le generaba muchos
dolores. Es como si los sufrimientos y mortificaciones que realizaba desde
hacía años no dieran su fruto. «El demonio –afirmaba– es
un gran bachiller».
Pero no se desesperó, ni se desanimó. Haciendo acopio de paciencia seguía
perseverando y sirviendo humildemente en la misión que tenía: abrir la puerta.
Y al final experimentó una intensísima presencia de Jesús y de María que le
colmaban de místicos consuelos.
En 1585 profesó los últimos
votos. En 1604 inició sus Memorias autobiográficas a demanda de sus superiores que culminó en 1616. Su
obediencia seguía intacta. Cuando, cumplidos más de 70 años y hallándose muy
enfermo, para probar su virtud lo destinaron a la India, automáticamente se
dirigió a la puerta diciendo: «Tengo orden de partir a las Indias», ante lo cual el superior
intervino, de lo contrario se habría ido. Así era su obediencia y disposición,
tan literal que asombraba. Humildemente decía que «obedecía
a lo asno». Y
el juicio de sus hermanos era: «Este hermano no es un hombre, sino un
ángel». Nunca
reparó en la actitud de aquellos a los que abría la puerta, que no siempre era
correcta, y les entregaba lo mejor de sí: «Es que a Jesús que
se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación». Cuando escuchaba el
sonido de la campana, profería un gozoso: «¡Ya voy, Señor!». Y engarzaba sus jornadas
de trabajo y oración cincelando a conciencia en su corazón una hermosa
filigrana de caridad con la que íntimamente coronaba a quienes pasaban por el
convento: «Allí viene el humilde. Ahí, el obediente. Allá viene el que
jamás se enoja. Ese es el que vive en viva fe. Viene el de gran pobreza. Ese es
prudente. Hacia acá viene el piadoso».
Tan
intensa llegó a ser la presencia continua de Dios para él, que era de todo
punto imposible alejarlo por un momento de sí, como una vez le sugirió su
superior para dejar descansar su mente, cuando ya era de avanzada edad.Estuvo adornado de diversos
carismas, entre otros, visiones, discernimiento y milagros. Falleció el 31 de
octubre de 1617. León XII lo beatificó el 25 de mayo de 1825. León XIII lo
canonizó el 15 de enero de 1888. Ese día era elevado a los altares junto a Juan
Berchamns, y Pedro Claver uno de sus dilectos
discípulos
Oremos
Tú, Señor, que concediste à San Alonso Rodriguez el don de imitar con fidelidad à Cristo pobre y humilde, concédenos también à nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
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jueves 30
Octubre 2014
Beato Ángel de Acri
Lucas Antonio Falcone nació en Acri, Cosenza, Italia, el 19 de octubre de 1669. Sus padres, el campesino Francisco Falcone, y Diana Enrico, panadera, le educaron en la fe. Diana era devota de la Virgen de los Dolores y de san Francisco de Asís, lo cual influyó en el pequeño Lucas que creció en un hogar de mínimos recursos, pero amasando una fortaleza que sería su mayor legado. Travieso, como son la mayoría de los niños, hallándose en la iglesia con su madre intentó descolgar la imagen de la Virgen, pero algo percibió en su mirada y desistió. Se hincó de rodillas colocando debajo unos granos de trigo y en un momento dado vio que la imagen resplandecía ante él «ceñida de rayos», hecho que le causó gran conmoción.
En 1689, mientras escuchaba
el sermón del capuchino P. Antonio de Olivadi,
creyó que tenía vocación para integrarse en su comunidad y fue admitido en ella
ese mismo año. Contra el parecer de su madre, y de un tío sacerdote, ingresó en
Dipignano. Al no hallar conformidad
con la vida que se encontró, regresó con su familia. Pero íntimamente le
parecía percibir una voz haciéndole ver que su lugar era otro. Volvió a las
puertas del convento de los frailes, solo que en este caso eran las de Acri, confiando en que sería
acogido y perdonado, como así fue. Por segunda vez reinició el noviciado en
1689, en esta ocasión en Belvedere. Le atenazaron las dudas, se dejó llevar de
pensamientos mundanos, y nuevamente se marchó.
Parecía como si su
reticencia para huir atrajese sobre él más gracia divina. A mediados de
noviembre de 1690 por tercera vez se planteó la posibilidad de ser capuchino.
Según confesó después, fue el diablo bajo una poderosa apariencia física, quien
lo transportó permitiéndole atravesar de ese modo una peligrosa corriente;
interpretó el hecho como un castigo divino impuesto al maligno que había
influido en su voluntad en las dos ocasiones anteriores. Ángel llegó al
convento de Belvedere tembloroso, cargado de humildad, pertrechado por su fe y
el espíritu de un neófito. Los religiosos volvieron a dar pruebas de bondad y
de caridad, acogiéndole. Y el beato, decidido a todo por Cristo, en esta
ocasión perseveró en la vivencia de las enseñanzas que fue recibiendo,
entregado a la oración y a la penitencia. No obstante, tuvo que luchar contra
las tentaciones de abandono que pugnaban por abrirse paso dentro de sí con
inusitada fuerza. Por algo advierte Cristo que se debe ser fiel en las cosas
pequeñas. Los resquicios que dejan las dudas no hacen más que aventar la
indecisión. Si se le dan alas una vez, la vida espiritual comienza a derrapar
por un peligroso desfiladero porque la debilidad se asienta cómodamente en el
interior. En cambio, toda negativa a volver la vista atrás fortalece.
Ángel se había dejado
llevar de sus temores en tres ocasiones, y la lucha se le presentaba más
enconada. Así que, conocer la vida de fray Corleone y su combate contra las tendencias humanas, le ayudó
muchísimo. Casi desfallecido por la batalla que mantenía contra el envite del
maligno, suplicó:«¡Ayúdame, Señor! No resisto más». Y escuchó esta
respuesta: «Compórtate como fray Bernardo de Corleone». Entonces, tomó al fraile
como modelo y, con la ayuda de su formador Juan de Orsomarso, que le animó en todo
momento, profesóen 1691, habiendo encomendado
su vocación a María. Lo encaminaron a la vida sacerdotal, cursó estudios
teológicos y en 1700 fue ordenado sacerdote en la catedral de Cassano Jonio.
Destinado a predicar, supo
llegar al corazón de las pobres gentes, campesinos y pastores en su mayoría,
que malvivían trabajando de sol a sol, mientras los beneficios iban a parar a
los señores. Les hablaba del amor de Dios con un mensaje sencillo, comprensible,
despojado de retóricas y artificios, en conformidad con el espíritu
franciscano. Obtuvo muchas conversiones. Fueron treinta y ocho años los que
pasó predicando cuaresmas, ejercicios espirituales, misiones populares, etc.,
por muchas regiones de Italia, pasando por encima de penalidades y
contratiempos. No se amilanaba a la hora de defender a los débiles. Denunciaba
con pasión los abusos que cometían contra ellos lesionando sus derechos
esenciales, y reclamaba a las autoridades civiles y a miembros de la nobleza el
trato justo que merecían. Fue un gran confesor y pacificador. En el púlpito no
le temblaba el pulso a la hora de condenar la gravedad de la conducta de los
pecadores, aunque en el confesionario acogía a los penitentes con misericordia
y piedad.
Hizo de su celda un centro
de consulta para los que demandaban su consejo, que eran de todas las clases y
condiciones sociales: la nobleza y el clero también acudía a él. Dirigió
espiritualmente a religiosos y religiosas. Notable fue la atención que tuvo con
el VIII príncipe de Bisignano,Giuseppe Leopoldo Sanseverino, siendo autorizado por
Benedicto XIII para que residiera en el palacio a efecto de poder confortarle
espiritualmente. Contando con la ayuda deSanseverino, Ángelimpulsó la construcción del
convento de capuchinas en Acri,
donde ingresaría la hija de este noble,sor María Ángela del Crucificado.
El beato aceptó por
obediencia las misiones que se leencomendaron: maestro de novicios, guardián, visitador, definidor,
ministro provincial y pro-visitador general. Fue un gran humanista y poeta, un
excelso religioso agraciado con dones extraordinarios: milagros, profecía,
bilocación, dirección y penetración de conciencias, éxtasis y curaciones. Murió
en Acri el 30 de octubre de 1739.
Fue beatificado por León XII el 18 de diciembre de 1825.
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jueves 30
Octubre 2014
San Siracusa
San Marciano de Siracusa
Nacido en Antioquía, es
considerado como el primer propagador del cristianismo en aquella ciudad
italiana, a donde llegó el año 39, enviado por San Pedro, del que era
discípulo. Se le tiene por primer obispo de Siracusa. Su predicación se vio
completada con la de san Pablo.
Obró muchas conversiones,
por lo que sufrió presecución por parte de la comunidad
judía local y el año 68 fue martirizado. Las fuentes que hablan de él son del
siglo VII.
Su cuerpo es venerado en la
catedral de Gaeta, ciudad de la que es copatrón, pero la más antigua figuración se encuentra en la Catacumba
de Santa Lucía de Siracusa.
La iglesia católica y la
ortodoxa celebran su fiesta el día 30 de octubre (más el 9 de febrero en la
ortodoxa). Está atestiguado el culto de este obispo en los libros litúrgicos
orientales, de donde pasó su memoria al Martirologio Romano.
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jueves 30
Octubre 2014
San Serapión de Antioquía
San Serapión de Antioquía, obispo
Conmemoración de san Serapión, obispo de Antioquía,
célebre por su erudición y doctrina, que dejó gran fama de santidad.
El documento conocido con
el nombre de «Doctrina de Addai»,
que data de fines del siglo IV, refiere que san Serapión fue consagrado por
Ceferino, obispo de Roma; sin embargo, parece que san Serapión ocupó la sede de Antioquía
varios años antes de que comenzase el pontificado de san Ceferino. El
Martirologio Romano dice que era «célebre por su erudición y doctrina». En todo
caso, la historia le recuerda por sus escritos teológicos. Eusebio cita el resumen
de una carta íntima que san Serapión escribió a Cárico
y Poncio, en la que condena el montanismo, que había alcanzado cierta
popularidad gracias a las pseudo-profecías
de dos mujeres histéricas. El santo escribió también una exhortación a un tal Domnino, quien había apostatado
durante la persecución y practicaba el «voluntarismo» judío.
Durante el episcopado de Serapión hubo una controversia en Rhossos de Cilicia acerca de la lectura
pública del llamado «Evangelio de Pedro», que era un escrito apócrifo de origen
gnóstico. Al principio, Serapión, que no había leído el
libro y tenía confianza en la ortodoxia de su grey, permitió que se leyera en
público. Más tarde, pidió una copia de la obra a la secta que lo propagaba, «a
los que solemos llamar Docetas» (es decir, ilusionistas, porque sostenían que
la humanidad de Cristo era aparente y no real). Tras de leer el libro, el santo
escribió a la Iglesia de Rhossos para prohibir que se
siguiese leyendo, porque había descubierto en él «ciertas adiciones a la
verdadera doctrina del Salvador». En esa carta san Serapión anunciaba a los cristianos
de Rhossos que pronto iría a
exponerles la verdadera fe.
En el Oriente no se venera
a san Serapión. En cambio, su nombre
figura en el Martirologio Romano, y figuraba en el martirologio Carmelitano,
pues, por extraño que parezca, en algún momento en la Orden supusieron que el
santo perteneció a ella.
En Acta Sanctorum, oct.,
vol. XIII, se hallan reunidos prácticamente todos los datos que poseemos sobre
San Serapión; también puede verse
Eusebio, Hist. Ecl. V,19 y VI,12. Es
interesante notar que el Breviarium sirio más antiguo menciona
el 14 de mayo a Serapión, obispo de Antioquía. Otro
breve resumen sobre su vida puede leerse en Quasten,
Patrología, I.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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