ueves 02 Octubre 2014
Evangelio
según San Mateo 18,1-5.10.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para
preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los
Cielos?".
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial."
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial."
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Poesía “Jesús, amado mío, acuérdate” estrofas 9, 11-12, 16
“Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños”
Acuérdate de qué ternura inmensa
tú colmaste a los niños pequeñitos.
¡Yo deseo también recibir tus caricias,
dame tus deliciosos, suaves besos!
Para gozar un día
de tu dulce presencia allá en el cielo,
practicaré en la tierra
las pequeñas virtudes de la infancia.
Muchas veces dijiste:
«El cielo es de los niños...»,
¡acuérdate!...
Venid a mí vosotras, pobres almas cargadas,
vuestras pesadas cargas pronto se harán ligeras,
y, saciada la sed ya para siempre,
de vuestro seno fuentes manarán» (Mt 11,28; Jn 4,15).
YO tengo sed, Jesús, esa agua pido,
que me inunden el alma sus divinos torrentes.
Por fijar mi morada
en el mar del amor
¡yo vengo a ti!
Acuérdate, Jesús, de que, a pesar de ser
hija yo de la luz,
¡ay!, de servir a mi Rey me olvido con frecuencia.
De mi miseria inmensa ten piedad
y en tu infinito amor perdóname.
En las cosas del cielo, Señor, hazme una experta,
muéstrame los secretos que tu Evangelio esconde.
Haz que este libro de oro
sea mi gran riqueza,
¡Acuérdate!...
Acuérdate, Jesús, del gozo de los ángeles,
del júbilo que habrá en tu reino del cielo
entre sus elegidos moradores,
al ver que un pecador alza hacia ti sus ojos (Lc 15,10).
Yo quiero acrecentar esa gran alegría,
y por los pecadores rogaré sin cesar.
Porque al Carmelo vine
para poblar tu cielo,
¡Acuérdate!
OOOOOOOOOOOOO
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