viernes, 17 de octubre de 2014

San Lucas 12,1-7.

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viernes 17 Octubre 2014

Viernes de la vigésima octava semana del tiempo ordinario


Evangelio según San Lucas 12,1-7.

Mientras tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.
Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.
A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.
Yo les indicaré a quién deben temer: teman a
quel que, despues de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.
¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Rafael
Arnáiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Escritos del 11/08/1934 (Obras completas - Editorial Monte Carmelo, p. 287.288.289, § 207.208)

“Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman”
Dios me envía la cruz […], bendita sea, pues si, como dice Job «recibimos alegremente de la mano de Dios los bienes ¿por qué no recibir los males?» (2,10). Todo nos viene de Él, salud y enfermedad, bienes temporales, desgracias y reveses en la vida…, todo, absolutamente todo, lo tiene ordenado con perfección, y si alguna vez la criatura se rebela contra lo que Dios le manda, comete un pecado, pues todo es necesario y todo está bien hecho; y son necesarias las risas y las lágrimas, y de todo podemos sacar provecho para nuestra perfección, siempre que con espíritu de fe, veamos la obra de Dios en todo, y quedemos como niños en las manos del Padre, pues nosotros solos, ¿dónde vamos a ir? […]

Claro, que no trato de arrancarme esos sentimientos, solamente lo que Dios quiere de mí es perfeccionarlos, y para eso me lleva de aquí a allí como un juguete y dejando pedazos de corazón en todas partes. ¡¡Qué grande es Dios […], y que bien lo hace todo!! ¡Cuánto me quiere y qué mal correspondo! Su providencia es infinita y a
ella nos debemos entregar sin reservas…




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