viernes
10 Octubre 2014
San
Daniel Comboni
San Daniel Comboni, obispo y fundador
En Khartum, en Sudán, san Daniel Comboni, obispo, que fundó el
Instituto para las Misiones en África (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), y
tras ser elegido obispo en ese continente, se entregó sin reservas y predicó el
Evangelio por aquellas regiones, trabajando también por hacer respetar la
dignidad human
Daniel Comboni: hijo de campesinos
pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa
Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia. La
vida de Comboni nos muestra que, cuando
Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan
grandes cosas.
Hijo único
- padres santos
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de
marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la
zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho
hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia
unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios
materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir
a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola
Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante estos años pasados
en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de
filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el
testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del
continente africano. En 1854, Daniel Comboni
es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco
misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de
su madre Domenica que llega a decir: «Vete,
Daniel, y que el Señor te bendiga».
En el
corazón de Africa - con Africa en el corazón
Después de cuatro meses de
viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital
de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da
cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas,
clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros,
pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no
aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de
Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero
al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las
almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no
desistir en esta gran empresa».
Asistiendo a la muerte de
un joven compañero misionero, Comboni
no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!».
Cuando regresa a Italia, el
recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva
estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro
en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su
famoso «Plan para la regeneración de Africa»,
un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de Africa», fruto de su ilimitada
confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.
Un Obispo
misionero original
En medio de muchas
dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni
intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la
misión de Africa Central. Para lograrlo se
dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo
ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos
y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la
primera en Italia, como instrumento de animación misionera.
Su inquebrantable confianza
en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872
dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus
miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
Como teólogo del Obispo de
Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen
una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).
El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario
Apostólico de Africa Central y consagrado
Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus
acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces
para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878,
Comboni sufre en el cuerpo y en el
espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una
sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al
personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.
La cruz
como «amiga y esposa»
En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez,
para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre
y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la
actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte
reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones
infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de
octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha
abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente,
consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra,
no morirá».
Comboni acertó. Su obra no ha
muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz »,
sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos
hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni
por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en
la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.
Fue beatificado en marzo de
1996 por SS Juan Pablo II y canonizado por el mismo papa en octubre de 2003.
fuente: Vaticano
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viernes
10 Octubre 2014
San Gereón de Colonia
Santos Gereón y compañeros, mártires
En la ciudad de Colonia, en
Germania, santos Gereón y compañeros, mártires,
que ofrecieron su cuello a la espada por defender la verdadera piedad.
Hoy se celebra, aunque en
entradas separadas del Martirologio, una memoria que tradicionalmente
comprendía: «en Colonia, el martirio de san Gereón
y sus 318 compañeros, los cuales, en la persecución de Maximiano, presentaron
mansamente el cuello al verdugo y murieron por la verdadera fe. En el
territorio de la misma ciudad, el martirio de san Víctor y sus compañeros. En
Bonn de Alemania, el martirio de los santos Casio,
Florentino y muchos otros» (texto del antiguo Martirologio Romano). Los martirologistas medievales hablan de
cierto número de cristianos martirizados en Colonia, los cuales, según la
tradición, formaban parte de diversos destacamentos de la Legión Tebana. Pero el relato de su
martirio fue inventado mucho después por un monje cisterciense de Froimont, llamado Helinando (siglo XIII), según el
cual, san Gereón y sus 318 compañeros
fueron martirizados en Colonia; san Víctor y otros 330, en Xanten (en Birten) y, los santos Casio, Florentino y sus
compañeros, en Bonn. Al ver así diezmada a la Legión Tebana, Maximiano mandó
llamar de África otros destacamentos, pero, como también en éstos hubiese
cristianos, el emperador los condenó a muerte.
Helinando afirma absurdamente que
santa Elena descubrió en Colonia y en Bonn las reliquias de los mártires y
mandó construir sendas iglesias para ellas. Además, en 1121, se descubrieron en
Colonia otras reliquias, lo mismo que en Xanten
en 1284. Naturalmente, se procedió al punto a identificarlas como las de los
mártires de la Legión Tebana y a venerarlas como tales. En todo caso, esos
mártires del Rin no tienen nada que ver con los de Agaunum y no hay razón alguna para
suponer que las reliquias que se descubrieron eran auténticas. Sin embargo,
tras la historia inventada por Helinando hay algunos datos auténticos: un epitafio del siglo V, en el
que se habla de una tal Rudulfa «sociata martyribus», es decir, sepultada
cerca de los mártires, demuestra que se veneraba entonces en Colonia el
sepulcro de unos mártires. Por otra parte, Gregorio de Tours nos informa que
«se construyó una basílica en el sitio en que habían muerto por Cristo los
cincuenta soldados de la Legión Tebana» y añade que se les llamaba «los santos
dorados», por la riqueza de los mosaicos de la basílica. Algún autor ha emitido
la hipótesis de que la leyenda de los mártires de Africa (Mauri) puede haber nacido de una
confusión con los sancti aurei, pero la cuestión es muy
oscura. San Gregorio no menciona el nombre de Gereón.
El nombre de San Gereón figura en el texto de
Berna del Hieronymianum (cf. Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 547, 548, 550 y 557)
y en el martirologio de Beda. Véase también Zilliken, Der Kolnische Festkalender (1901), pp. 104-107; Rathges Die Kunstdenmater des Rhein provinz, vol. 1, pp. 1.102; y Delehaye, Origines du culte des martyrs (1933), p. 360.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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•viernes 10 Octubre 2014
San Cerbonio de Populonia
San Cerbonio de Populonia, obispo
•En
Populonia, de la Toscana, san Cerbonio, obispo, que, tal como
cuenta el papa san Gregorio I Magno, al invadir los lombardos aquella región se
refugió a la isla de Elba, dando pruebas de virtud.
•San
Régulo y otros obispos fueron expulsados de África a principios del siglo VI.
San Régulo y san Cerbonio se establecieron en Populonia (Piombino de Toscana) y, poco
después, este último fue elegido obispo de la ciudad. San Gregorio dice en sus
«Diálogos» (lib. III, c. 11) que Totila, rey de los invasores
ostrogodos, condenó a san Cerbonio a enfrentarse con un oso por haber dado asilo a unos
soldados romanos; pero la fiera, en vez de hacerle daño, le lamió mansamente
los pies y entonces Totila puso en libertad al santo.
Los lombardos le desterraron más tarde a Elba, donde murió treinta años
después. Su cuerpo fue trasladado a Populonia, donde se le venera como patrón de la diócesis de Massa Marítima.
•
•La
biografía del santo, muy posterior e indigna de crédito, afirma que el papa San
Vigilio le mandó llamar para
reprenderle por su terquedad en celebrar la misa del domingo a hora tan
temprana, que las gentes no podían asistir a ella. Pero, en vista de los
numerosos milagros realizados por san Cerbonio durante el viaje a Roma, el Papa y todo el clero de la
ciudad salieron a recibirle en triunfo y le restituyeron honrosamente a su
sede. La fiesta de san Cerbonio de Populonia reviste particular
solemnidad entre los canónigos regulares de Letrán, porque el santo vivía en
común con su clero.
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• Acta
Sanctorum, oct., vol. V; la otra en Ughelli,
Italia sacra, vol. III, pp. 703-709. El santo obispo Régulo mencionado en la
hagiografía no entró al nuevo Martirologio Romano.
•fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
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