jueves 30 Octubre
2014
Jueves de
la trigésima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron:
"Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte".
El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Carta apostólica “Redemptoris qnno”, 20/04/1984 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
“¡Jerusalén […]! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos”
Además de estos eximios y eminentes testimonios, Jerusalén acoge comunidades vivas de creyentes, cuya presencia es prenda y fuente de esperanza para las personas que desde todas las partes del mundo miran a la Ciudad Santa como a un patrimonio espiritual propio y un signo de paz y de armonía. Así es, porque en su calidad de patria del corazón de todos los descendientes espirituales de Abraham, para quienes resulta inmensamente entrañable, y en su calidad de punto de confluencia, Jerusalén se levanta, a los ojos de la fe, entre la trascendencia infinita de Dios y la realidad del ser creado, como símbolo de encuentro, de unión y de paz para toda la familia humana. La Ciudad Santa encierra, pues, una profunda invitación a la paz, dirigida a toda la humanidad, y en particular a los adoradores del Dios único y grande, Padre misericordioso de los pueblos. Pero, por desgracia, hay que reconocer que Jerusalén está siendo motivo de persistente rivalidad, de violencia y de reivindicaciones exclusivistas.
Esta situación y estas consideraciones traen espontáneamente a los labios las palabras del Profeta: "Por amor de Sión yo no me callaré, y por Jerusalén no pararé hasta que resplandezca su justicia como luz esplendente, y su salvación como antorcha encendida" (Is 62, 1). Pienso y suspiro por el día en que todos seamos realmente tan "enseñados por Dios" (Jn 6, 45), que escuchemos su mensaje de reconciliación y de paz. Pienso en el día en que judíos, cristianos y musulmanes puedan intercambiarse en Jerusalén el saludo de paz que Jesús dirigió a los discípulos, después de su resurrección: "La paz sea con vosotros" (Jn 20, 19).
No hay comentarios:
Publicar un comentario