miércoles
03 Septiembre 2014
San Gregorio Magno I
Memoria de san Gregorio
Magno, papa y doctor de la Iglesia, que siendo monje ejerció ya de legado
pontificio en Constantinopla, y después, en tal día, fue elegido Romano
Pontífice. Resolvió problemas temporales y, como siervo de los siervos, atendió
a los valores espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de
la Iglesia, ayudando sobre manera a los necesitados, fomentando la vida
monástica y propagando y reafirmando la fe por doquier, para lo cual escribió
muchas y célebres obras sobre temas morales y pastorales. Murió el doce de
marzo.
Papa y Doctor de la Iglesia
(540-604), nació en Roma el año 540, de noble familia. Nació en un momento
límite, cuando la caída de Roma se acentuaba y empezaba una nueva
época. Es el último de los grandes Padres de Occidente y el primer
hombre medieval. Sus obras serían el primer alimento espiritual de la Edad
Media, hasta San Bernardo, Santo Tomás y Santa Teresa de Jesús. En el monte Celio estaba el palacio
familiar. Allí recibió Gregorio la primera educación,
hondamente cristiana, de parte de sus padres, Gordiano y Silvia.
Ellos y sus tías Társila y Emiliana, están en el
catálogo de los santos. Gregorio se preparó muy bien en derecho, al que desde
Justiniano se daba gran importancia. Más tarde fue nombrado prefecto de la
ciudad, Italia había sido arrasada por las invasiones de los lombardos. Roma
estaba en ruinas. En su tiempo desaparecen los cónsules, cuando Gregorio será
llamado Cónsul de Dios. Era una situación calamitosa. Fue entonces cuando se
encontró con dos benedictinos que procedían de Montecasino, que habían conocido a San
Benito. De sus labios tomó los relatos llenos de candor que luego recogió en
sus deliciosos e ingenuos Diálogos. ¿Qué camino tomar?,
se preguntaba el Santo.
Así lo escribía a su íntimo
amigo San Leandro de Sevilla, en tales tonos de cordial amistad que son
difíciles de superar. Por fin se decidió. Convirtió en monasterio su palacio
del monte Celio y empezó allí su vida
monacal. Estudió intensamente la Sagrada Escritura y la vida de los monjes de
Occidente. Se distinguió por su austeridad de vida y por
la intensidad de su oración. Por eso es llamado doctor de la compunción y de la
contemplación, pues fue modelo acabado tanto en ascética como en mística.
Benedicto I lo envió como nuncio a Constantinopla, donde pasó ocho años. Vuelto
a Roma, el desbordamiento del Tíber
produjo muchas calamidades: hambre y peste sobre
todo. Una de las víctimas de la peste fue Pelagio II. Reunidos el clero, el
senado y el pueblo, eligieron Papa al diácono Gregorio. Le costó mucho dejar su
soledad, pero aceptó.
Era el primer Papa monje,
estilo que introdujo en la espiritualidad y liturgia de su pontificado. Publicó
la Regla Pastoral, que fue el código de los obispos durante la Edad Media.
Restauró la disciplina. Una de sus grandes obras fue la
conversión de Inglaterra, por el envió de monjes, capitaneados por Agustín de
Cantorbery. En su tiempo los visigodos abjuraron el arrianismo en el Concilio
III de Toledo el 589. Renovó el culto y la liturgia con el famoso
Sacramentario. Dio al pontificado un gran prestigio, como San León
Magno. Renovó la práctica de las estaciones cuaresmales
en las iglesias romanas, para las que compuso Cuarenta homilías sobre los
Evangelios. Fomentó las buenas obras, la piedad, el culto de las reliquias, las
devociones populares. La reforma más famosa fue la del canto, llamado por ello
gregoriano.
Publicó el Antifonario y
formó una gran Schola Cantorum. Aunó los diversos cantos
dispersos, en una sola liturgia, absorbiendo los diversos ritos, excepto el
ambrosiano y el mozárabe. Es el escritor más fecundo de los papas medievales.
Aparte de las obras ya citadas, tenemos su Epistolario, que contiene 859 cartas,
Las 22 homilías sobre Ezequiel y El comentario a los libros de Job o las
Morales, que tanto usaron Santa Teresa y otros
Santos. Junto con San Ambrosio, San Agustín y San
Jerónimo, es uno de los cuatro padres de Occidente.
Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,
El pueblo entero, madrugando a fiesta,
Canta la gloria de tu sacerdote Himnos sagrados.
Con abundancia de sagrado crisma,
La unción profunda de tu Santo Espíritu
Lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia
Jefe del pueblo. Él fue pastor y forma del rebaño,
Luz para el ciego, báculo del pobre,
Padre común, presencia providente, Todo de todos.
Tú que coronas sus merecimientos,
Danos la gracia de imitar su vida
Y al fin, sumisos a su magisterio, Danos su gloria.
Amén
Calendario de Fiestas Marianas:Nuestra Señor de los Milagros, St. Maur del Fosses, Francia.
OOOOOOOOOO
miércoles
03 Septiembre 2014
San Febes de Grecia
Santa Febe, santa del NT
Conmemoración de santa
Febe, sierva del Señor entre los fieles de Cencreas, en Grecia, que atendió a san Pablo y a otros muchos, según
escribe el propio apóstol en la carta a los Romanos (16,1-2).
Os
recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas.
Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en
cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de
muchos, incluso de mí mismo. (Rom 16,1-2)
Esto es todo lo que tenemos
sobre la diaconisa Febe, cuya fama excede con mucho estas dos líneas. En alguna
época se la tuvo por esposa de san Pablo, punto al que, para refutarlo, dedican
gran parte del artículo los bolandistas, en Acta Sanctorum; pero realmente no
merece demasiada argumentación, porque no hay nada en este versículo -que es el
único donde aparece- que apunte esa posibilidad.
En nuestra época vuelve a
ser recordada con frecuencia, a propósito del título de diaconisa que le da san
Pablo, ya que hace pensar en la existencia en aquella época de un ministerio
femenino ordenado. Sin embargo no es posible extraer ninguna conclusión de este
único testimonio: Romanos está en medio de la transición del uso de la palabra
"diáconos" como genérico -en griego sólo quiere decir
"servidor"-, tal como aparece en 2Cor 3,6, por ejemplo, a un uso ya
más especializado como nombre de un ministerio ordenado, como en 1Tim 3,8, por
ejemplo. Lo que no es intelectualmente demasiado honesto es pretender que
siempre que el Nuevo Testamento se refiere a un diácono, se trata de un
ministerio ordenado, excepto cuando habla de Febe; o su contrario: que el
diaconado como ministerio es una evolución muy posterior, post-bíblica, excepto
cuando se habla de Febe. Estos dos errores argumentales son muy frecuentes en
las disputas sobre el ministerio ordenado.
Si atendemos al uso
posterior del término, el nombre de «diaconisa» se siguió utilizando en la
literatura espiritual para referirse a las mujeres que se consagraban a Dios
como viudas, y no es raro encontrar en los martirologios latinos que una santa
«recibió el velo de las diaconisas», lo que no se refiere a ningún ministerio
ordenado, sino a la consagración en la viudez, evocando el papel de las viudas
en la primitiva comunidad cristiana, como «servidoras» de la comunidad. Por
supuesto esto no despeja la duda sobre la diaconía de Febe, pero nos muestra
que no es nada fácil deducir a lo que realmente se refiere una única cita
aislada.
Según parece, Febe es la
que va a entregar la carta a los romanos de parte de san Pablo
(«recibidla...»); «los santos» es el nombre como se reconocían los primeros
cristianos, al menos en algunas comunidades, y tenemos testimonio de ello tanto
en cartas de Pablo como en Apocalipsis. Sólo más tarde el título de «santo» se
reservó para los mártires, y más tarde aun para los cristianos de la Iglesia
triunfante, hasta derivar en nuestro uso moderno de título específico para
referirse a los oficialmente canonizados por la Iglesia. Cencreas, la comunidad local desde
la que escribe Pablo esta carta, era uno de los dos puertos de la populosa
ciudad de Corinto. No sabemos nada acerca de cuál es la protección que brindó febe a los cristianos, y entre
ellos a Pablo, pero dadas las características de las iglesias domésticas
primitivas, podría ser tanto de hospitalidad, como de ayuda ante las
autoridades del lugar.
Acerca de la cuestión del
matrimonio de Pablo, Acta Sanctorum, septiembre, I, pág 602ss. Sobre la diaconía,
tironean de las mangas de Febe tanto los anti ministerio femenino como los pro
ministerio femenino, y la bibliografía es amplia, simplemente todo el que trate
el tema del ministerio femenino en la Iglesia, menciona a Febe, ya sea para
afirmar que era una ministro ordenada, como para negarlo. Sobre los elementos
básicos del fragmento (localización, lenguaje, etc) puede verse el artículo sobre
Romanos en Nuevo Comentario Bíblico «San Jerónimo», pág 417. En el mismo Acta
Sanctorum de septiembre, como introducción a todo el tomo I hay un artículo del
P. Juan Pino sobre el diaconado femenino en la Iglesia, y es interesante ver la
visión que se tenía del tema en la primera mitad del siglo XVIII. Adón introdujo el nombre de
Febe en el Martirologio, en el siglo IX.
OOOOOOOOOOO
miércoles
03 Septiembre 2014
San Aigulfo de Lérins
Santos Aigulfo y compañeros, monjes y mártires
En la isla de Lérins, en la Provenza, san Aigulfo, abad, y compañeros,
monjes, que, según tradición, sufrieron el martirio durante una incursión
sarracena.
Aigulfo nació en Blois, tomó el hábito de monje
en Fleury, que por entonces se
hallaba en los primeros fervores entusiastas de la observancia benedictina, y
fue un siervo ejemplar de la orden. Más o menos por el año de 670, el
monasterio de Lérins, en el que el paso de los
años y las incursiones de los moros habían quebrantado la disciplina, solicitó
al de Fleury que le proporcionara un
hombre digno de ser el abad. Aigulfo,
monje con 23 años de experiencia y una reputación de firme virtud y
estabilidad, fue enviado para ocupar el alto puesto. Pero como suele suceder en
estos casos, algunos de los religiosos estaban contentos con las viejas reglas
y decididos a recurrir a cualquier medio para frustrar los esfuerzos que se
hiciesen o intentasen hacer para mejorar su disciplina. En Lérins, dos de los monjes,
Arcadio y Columbo, fueron demasiado lejos:
apelaron al gobernador local contra el nuevo abad y aquél mandó una compañía de
soldados para que se mantuviera el orden en el monasterio. Los dos monjes
rebeldes utilizaron a los soldados para secuestrar a san Aigulfo y a otros cuatro de sus
principales partidarios y, atados de pies y manos, los metieron en un barco y
los llevaron hacia alta mar. Por fin fueron desembarcados en la isla de Capraia (de las Cabras), entre
Córcega y la costa de Toscana, donde les sacaron los ojos, les cortaron la
lengua y, por fin, les mataron. Sólo uno de los monjes logró escapar y
consiguió llegar hasta Lérins donde relató el trágico
sucedido.
En contradicción con esta
historia, se ha sugerido que es más razonable suponer que el abad y sus
compañeros fueron sacados del monasterio por los soldados, quienes los
abandonaron lejos y, una vez solos, fueron víctimas de los moros, especialistas
en aquellas bárbaras matanzas; de esta forma de reconstruir la historia del
santo se hace eco el Martirologio Romano actual. Los cadáveres mutilados se
trasladaron a Lérins y se afirma que, durante
el traslado, se obraron muchos milagros. Poco tiempo después, surgió una
disputa entre los monasterios de Lérins
y Fleury, sobre la posesión de los
restos mortales de san Aigulfo. De acuerdo con una
biografía de este santo, escrita por un monje de Fleury hacia el año de 850, Aigulfo era el jefe de un grupo de
monjes de Fleury y de Le Mans que el abad Mommolus, de Fleury, envió a Italia para
recuperar las reliquias de san Benito, de manos de los lombardos. Los detalles
de este asunto y el lugar o los lugares de descanso de los restos de san
Benito, no son asuntos que nos conciernan aquí. Basta con indicar que, casi
seguramente, este san Aigulfo no tuvo nada que ver con
él.
Un relato en tono lírico
sobre la vida del santo, fue escrito por Adrevaldo, un monje de Fleury
que vivió dos siglos después. Ese escrito es poco digno de confianza. Los
bolandistas lo imprimieron en Acta Sanctorum, septiembre, vol. I, junto con una
narración más corta que, según los bolandistas, es más antigua y más digna de
crédito. Ver también a H. Moris, en L'Abbaye de Lérins (1909) y Dictionnaire d'Histoire et de Géographie ecclésiastiques, vol. I, cc. 1141-1142.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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Santo(s)
del día
San
Gregorio Magno I
Santos Evodio Lyón
San Martín Hinojosa
Santa Serapia de Roma
San Febes de Grecia
Santa Eufemia Aquileya
Santa Basilisa Nicomedia
San Aristeo de Italia
San Zenón Grecia
San Sandalio de Córdoba
San Aigulfo de Lérins
San Mansueto de Toul
San Ausano de Milán
San Marino de Titano
San Simeón Estilita
San Macanisio de Connor
San Vitaliano de Montesarchio
San Rimagilo de Maastricht
San Crodogango de Séez
Beato Guala de Brescia
Beato Bartolomé Gutiérrez
Beata Brígida de Jesús Morello
Beato Andrés Abel Alricy
Beato Juan Bautista Bottex
San Juan Pak Hu-jae
Santos Evodio Lyón
San Martín Hinojosa
Santa Serapia de Roma
San Febes de Grecia
Santa Eufemia Aquileya
Santa Basilisa Nicomedia
San Aristeo de Italia
San Zenón Grecia
San Sandalio de Córdoba
San Aigulfo de Lérins
San Mansueto de Toul
San Ausano de Milán
San Marino de Titano
San Simeón Estilita
San Macanisio de Connor
San Vitaliano de Montesarchio
San Rimagilo de Maastricht
San Crodogango de Séez
Beato Guala de Brescia
Beato Bartolomé Gutiérrez
Beata Brígida de Jesús Morello
Beato Andrés Abel Alricy
Beato Juan Bautista Bottex
San Juan Pak Hu-jae
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