sábado, 25 de mayo de 2013

_MAYO 25. 2.013

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sábado 25 Mayo 2013

San Gregorio VII





Papa ( 1020-1085 )  Nació Hildebrando en Soana, provincia de Siena, hacia el 1020, de una familia pobre. Creció en la ciencia y en la virtud en el monasterio de Santa María, en el Aventino (Roma).   Legado de los papas durante cinco pontificados, dedicó buena parte de su vida en el restablecimiento de la disciplina eclesiástica.
Era solo diácono cuando fue elegido Papa. Ordenado sacerdote y consagrado obispo de Roma en el 1073, se llamó Gregorio VII.   Empleó el resto de su existencia luchando principalmente contra las investiduras y la simonía para lograr la independencia de la Iglesia frente al poder civil.
Tuvo su mayor obstáculo en las relaciones con el emperador Enrique IV.
Murió desterrado en Salerno en el 1085, habiendo dado un impulso decisivo a la reforma de la Iglesia que lleva su nombre.







  Oremos

Concede, Señor, a tu Iglesia el espíritu de fortaleza y el celo por la justicia con que hiciste brillar la vida del Papa San Gregorio séptimo, para que, rechazando siempre todo compromiso con el mal, trabajemos, con libertad plena, por el bien y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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Santo(s) del día


San Gregorio VII
San Pedro Esqueda Ramírez
Santa Barat
Santa Vicenta María
Santa  Pazzi
San Beda
Santos Esposos
San Urbano Roma
San Pasícrates
San Dionisio Milán
San Cenobio
San Aldhelmo
San León Troyes
San Genadio
Beato Clarito





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sábado 25 Mayo 2013

San Pedro Esqueda Ramírez







La conocida expresión «estamos en manos de Dios» que frecuentemente se formula cuando la incertidumbre ante un futuro incierto hace acto de presencia, sean cuales sean las razones, no fue para Pedro un comentario lacónico, una especie de comodín verbal sin más pretensiones, como tantas veces ocurre. Este joven intrépido y valeroso sostuvo rigurosamente esta convicción, con la hondura que encierra de absoluta confianza en la voluntad divina, en el instante más álgido de su corta existencia.
Nació en San Juan de los Lagos (Jalisco, México) el 29 de abril de 1887. Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián y en él permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote y fue designado vicario de la misma. En ella permaneció hasta su muerte; diez años de intensa actividad pastoral asistiendo al párroco y dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la Asociación Cruzada Eucarística llevado por su amor a la Eucaristía, devoción que extendió entre los fieles; de ella extraía su fortaleza y aliento.
Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a Pedro para que huyese a otro lugar. Sólo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente. Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.
El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos y no ocultaban su preocupación por su destino, rogándole que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: «Dios me trajo, Dios sabrá». Este sentimiento que en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia. 
Fue detenido el 18 de noviembre de 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían fraguado. Pero sin duda, el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial. Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Maniatado y lleno de heridas fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo. Camino de su particular calvario dejó en unos niños que se acercaron a él su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio. Juan Pablo II lo canonizó el 21 de mayo del 2000.


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sábado 25 Mayo 2013



Santa Magdalena Sofía Barat  
Aunque las cosas están cambiando gradualmente, hace 150 años las oportunidades para las mujeres inteligentes y ambiciosas eran decididamente limitadas. Santa Magdalena Sofía Barat, que vivió en los tumultuosos días de la Revolución Francesa y del Reinado del Terror, hizo todo lo que pudo por cambiar eso.   Santa Magdalena Sofía nació en 1779 en Joigny, aldea de Borgoña.
Era hija de los aldeanos Jacobo y Magdalena. Se formó con dureza y rigor bajo la tutela de su hermano, el abate Louis Barat, quien le hizo adquirir una cultura y un temple que parecían desproporcionados con su situación y su época.   Su afición por lo español fue intensa. Su espíritu se nutrió en Santa Teresa, San Francisco Javier y San Ignacio. Así lo confirma el estilo de las reglas de la futura Congregación, defendido contra los intentos de cambio.   En su primera juventud, en medio de la tormenta revolucionaria,  aquella formación resultó decisiva, y se reveló como una mujer fuerte y llena de celo por las almas que desafiaba las situaciones más adversas con una valentía y un criterio que a menudo no tenían los hombres.
La Revolución Francesa de 1789 lo trastornó todo. Luis sufre prisión. Es ordenado sacerdote y se traslada a París. Se lleva consigo a Sofía que ejerce aquí sus primeros ensayos de catequista de niños. Los Padres del Sagrado Corazón acababan de llegar a Francia.    Estaban dirigidos por el P. Varin y acabarán en la Compañía de Jesús. Luisse les une y pone a Sofía en contacto con el P. Varin, que ayuda a Sofía a salir de su indecisión. De esta unión de fuerzas nace la Sociedad del Sagrado Corazón.
Sofía no quería ser llamada fundadora, pero es ella la que pone los fundamentos y escribe y defiende las constituciones.   En 1801 fundaba en Amiens las Damas del Sagrado Corazón de Jesús para la educación de las mujeres, tanto ricas como pobres. Fundó numerosas escuelas, empezando por Francia, pero extendiéndose por todo el mundo. En el momento de su muerte, pudo ver a sus hermanas establecidas en doce países. Recalcando la importancia de la educación en las letras, creía también firmemente en equilibrar la educación del intelecto con la del cuerpo y el carácter moral.
Durante veintitrés años fue superiora de esta comunidad, fundando ciento once casas en toda Europa, y enfrentándose con todo tipo de disensiones internas (como la que capitaneó el capellán de la casa de Amiens y que estuvo a punto de desvirtuar todo el sentido espiritual de la empresa), incomprensiones y persecuciones.   Por delante de su tiempo en muchos modos, dijo: «Una mujer no puede permanecer neutral en el mundo», añadiendo que las mujeres deben ser «fuertes en toda batalla de la vida».   Cuando Pío VII pasó por Lyon hacia París para coronar a Napoleón, se dignó recibir a la Fundadora y bendijo ampliamente a la nueva Sociedad.
Agallas y feminismo de Santa Magdalena pueden parecer más apropiados para el siglo veinte que para el diecinueve, pero ella no permitió que los obstáculos de su tiempo y lugar la impidiesen hacer lo que sabía que había de hacerse.   León XII aprueba las constituciones de la Madre en 1826. Después son expulsadas de Suiza y del Piamonte en 1848. Nuevas pruebas para su generoso corazón. "Aceptamos la cruz desnuda. Jesús a pesar de todo callaba.
Estas palabras son toda mi fuerza", escribía.   Tenía bien templada su alma en la meditación de los misterios de la vida de Jesús. Vivía el lema ignaciano de "sentir con la Iglesia", y lo que hoy se dice "salvarse en racimo". "Una hija del Sagrado Corazón, decía, no debe salvarse sola". El 25 de mayo de 1865 se fue al cielo, como había anunciado.
Su vida ha de ser hoy ejemplo para su Sociedad, para todos..






oremos

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a Santa Magdalena Sofía Barat para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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sábado 25 Mayo 2013



Santa Vicenta María López Vicuña
Virgen (1847-1890)  Vicenta María López Vicuña nace en Cascante el 22 de marzo de 1847, y en 1866 funda en Madrid el Instituto de Religiosas de María Inmaculada para atender  a las jóvenes empleadas de hogar.
Sobresalió por su caridad, especialmente con los pobres y humildes.
Murió el 26 de diciembre de 1890, siendo canonizada por Pablo VI el 25 de mayo de 1975.







  Oremos

Escucha, Señor, nuestras plegarias y concede a los que celebramos la virtud de Santa Vicenta María, virgen, crecer siempre en tu amor y perseverar en él hasta el fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



 
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sábado 25 Mayo 2013



Santa María Magdalena de Pazzi
Virgen (1566-1607) Nació en Florencia el año 1566.   Educada en la piedad y admitida en la Orden carmelitana, llevó una vida oculta de oración y de abnegación, pidiendo constantemente por la reforma de la Iglesia.
Además, dirigió por el camino de la perfección a muchas de sus hermanas de religión.
Dios la enriqueció con múltiples dones y murió el año 1607.







  Oremos

Señor Dios, amante de la virginidad, que enriqueciste a Santa María Magdalena de Pazzi con el don de una admirable intimidad contigo, concédenos a nosotros, que veneramos hoy su memoria, poder contemplarte, con pureza de alma y servirte con amor intenso. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



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sábado 25 Mayo 2013

Santos Esposos



Santos Esposos de Alvernia
San Gregorio de Tours († 594) nos narra en su Historia Francorum este hecho, en la Europa Central del siglo quinto.   Se trata de un matrimonio formado por Ingoro y Scolástica, que se aman hasta un punto verdaderamente extraordinario, teniendo cada uno en el otro el centro de su propia vida, intercambiando el don nupcial del propio Bautismo, en un enlace de amor tan hermoso que significa la unidad perfecta de Cristo con la comunidad de los cristianos.
Ella murió y él quedó viudo y desconsolado, pues con ella se le fue su vida entera. Se unió pronto a su esposa, pero los enterraron en tumbas distantes.
Narra San Gregorio que, a la mañana siguiente al entierro, la tumba de aquel hombre había cambiado de lugar, colocándose al lado de la de ella.







  http://es.catholic.net/catholic_db/imagenes_db/gente_en_la_iglesia/experiencia-alverina_thu.jpgOremos

Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al  prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad de los Santos Esposos de Alvernia, seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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_MAYO 24. 2.013

_MAYO 23 . 2.013

_MAYO 22. 2.013

martes, 21 de mayo de 2013

_MAYO 21. 2.013

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San Carlos José Eugenio de Mazenod





CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD


LLegó a un mundo que estaba llamado a   cambiar muy rápidamente. Nacido en Aix de Provenza al sur de Francia, el 1 de   agosto de 1782, parecía tener asegurada una buena posición y riqueza en su   familia, que era de la nobleza menor. Sin embargo, los disturbios de la   Revolución francesa cambiaron todo esto para siempre. Cuando Eugerio tenía 8   años su familia huyó de Francia, dejando sus propiedades tras sí, y   comenzó un largo y cada vez más difícil destierro de 11 años de duración.
Los años pasados en Italia
La familia de Mazenod, como refugiados políticos, pasaron por varias   ciudades de Italia. Su padre, que había sido Presidente del Tribunal de   Cuentas, Ayuda y Finanzas de Aix, se vio forzado a dedicarse al comercio para   mantener su familia. Intentó ser un pequeño hombre de negocios, y a medida   que los años iban pasando la familia cayó casi en la miseria. Eugenio   estudió, durante un corto período, en el Colegio de Nobles de Turín, pero   al tener que partir para Venecia, abandonó la escuela formal. Don Bartolo   Zinelli, un sacerdote simpático que vivía al lado, se preocupó por la   educación del joven emigrante francés. Don Bartolo dio a Eugenio una   educación fundamental, con un sentido de Dios duradero y un régimen de   piedad que iba a acompañarle para siempre, a pesar de los altos y bajos de su   vida. El cambio posterior a Nápoles, a causa de problemas económicos, le   llevó a una etapa de aburrimiento y abandono. La familia se trasladó de   nuevo, esta vez hacia Palermo, donde gracias a la bondad del Duque y la   Duquesa de Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera experiencia de vivir a lo noble,   y le agradó mucho. Tomó el título de "Conde" de Mazenod,   siguió la vida cortesana y soñó con tener futuro.
Vuelta a Francia: el Sacerdocio
En 1802, a la edad de 20 años, Eugenio pudo volver a su tierra natal y   todos sus sueños e ilusiones se vinieron abajo rápidamente. Era simplemente   el "Ciudadano" de Mazenod, Francia había cambiado; sus padres   estaban separados, su madre luchaba por recuperar las propiedades de la   familia. También había planeado el matrimonio de Eugenio con una posible   heredera rica. Él cayó en la depresión, viendo poco futuro real para sí.   Pero sus cualidades naturales de dedicación a los demás, junto con la fe   cultivada en Venecia, comenzaron a afirmarse en él. Se vio profundamente   afectado por la situación desastrosa de la Iglesia de Francia, que había   sido ridiculizada, atacada y diezmada por la Revolución.
Él llamado al sacerdocio comenzó a manifestársele y Eugenio respondió a   este llamado. A pesar de la oposición de su madre, entró en el seminario San   Sulpicio de París, y el 21 de diciembre de 1811 era ordenado sacerdote en   Amiens.
Esfuerzos apostólicos: los Oblatos de María Inmaculada
Al volver a Aix de Provenza, no aceptó un nombramiento normal en una parroquia, sino que comenzó a ejercer su sacerdocio atendiendo a los que tenían verdadera necesidad espiritual: los prisioneros, los jóvenes, las domésticas y los campesinos. Eugenio prosiguió su marcha, a pesar de la oposición frecuente del clero local. Buscó pronto otros sacerdotes igualmente celosos que se prepararían para marchar fuera de las estructuras acostumbradas y aún poco habituales. Eugenio y sus hombres predicaban en Provenzal, la lengua de la gente sencilla, y no el francés de los "cultos". Iban de aldea en aldea, instruyendo a nivel popular y pasando muchas horas en el confesonario. Entre unas misiones y otras, el grupo se reunía en una vida comunitaria intensa de oración, estudio y amistad. Se llamaban a sí mismos "Misioneros de Provenza".
Sin embargo, para asegurar la continuidad en el trabajo, Eugenio tomó la intrépida decisión de ir directamente al Papa para pedirle el reconocimiento oficial de su grupo como una Congregación religiosa de derecho pontificio. Su fe y su perseverancia no cejaron y, el 17 de febrero de 1826, el Papa Gregorio XII aprobaba la nueva Congregación de los "Misioneros Oblatos de María Inmaculada". Eugenio fue elegido Superior General, y continuó inspirando y guiando a sus hombres durante 35 años, hasta su muerte. Eugenio insitió en una formación espiritual profunda y en una vida comunitaria cercana, al mismo tiempo que en el desarrollo de los esfuerzos apostólicos: predicación, trabajo con jóvenes, atención de los santuarios, capellanías de prisiones, confesiones, dirección de seminarios, parroquias. Él era un hombre apasionado por Cristo y nunca se opuso a aceptar un nuevo apostolado, si lo veía como una respuesta a las necesidades de la Iglesia. La "gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la santificación de las almas" fueron siempre fuerzas que lo impulsaron.

Obispo de Marsella

La diócesis de Marsella había sido suprimida durante la Revolución   francesa, y la Iglesia local estaba en un estado lamentable. Cuando fue   restablecida, el anciano tío de Eugenio, Fortunato de Mazenod, fue nombrado   Obispo. Él nombró a Eugenio inmediatamente como Vicario General, y la mayor   parte del trabajo de reconstruir la diócesis cayó sobre él. En pocos años,   en 1832, Eugenio mismo fue nombrado Obispo auxiliar. Su ordenación episcopal   tuvo lugar en Roma, desafiando la pretensión del gobierno francés que se   consideraba con derecho a intervenir en tales nombramientos. Esto causó una amarga   lucha diplomática y Eugenio cayó en medio de ella con acusaciones,   incomprensiones, amenazas y recriminaciones sobre él. A pesar de los golpes,   Eugenio siguió adelante resueltamente y finalmente la crisis llegó a su fin.   Cinco años más tarde, al morir el Obispo Fortunato, fue nombrado él mismo   como Obispo de Marsella.
Un corazón grande como el mundo
Al fundar los Oblatos de María Inmaculada para servir ante todo a los   necesitados espiritualmente, a los abandonados y a los campesinos de Francia,   el celo de Eugenio por el Reino de Dios y su devoción a la Iglesia movieron a   los Oblatos a un apostolado de avanzada. Sus hombres se aventuraron en Suiza,   Inglaterra, Irlanda. A causa de este celo, Eugenio fue llamado "un   segundo Pablo", y los Obispos de las misiones vinieron a él pidiendo   Oblatos para sus extensos campos de misión. Eugenio respondió gustosamente a   pesar del pequeño número inicial de misioneros y envió sus hombres a   Canadá, Estados Unidos, Ceylan (Sri Lanka), Sud-Africa, Basutolandia (Lesotho).   Como misioneros de su tiempo, se dedicaron a predicar, bautizar, atender a la   gente. Abrieron frecuentemente áreas antes no tocadas, establecieron y   atendieron muchas diócesis nuevas y de muchas maneras "lo intentaron   todo para dilatar el Reino de Cristo". En los años siguientes, el   espíritu misionero de los Oblatos ha continuado, de tal modo que el impulso   dado por Eugenio de Mazenod sigue vivo en sus hombres que trabajan en 68   países.
Pastor de su diócesis
Al mismo tiempo que se desarrollaba este fermento de actividad misionera,   Eugenio se destacó como un excelente pastor de la Iglesia de Marsella,   buscando una buena formación para sus sacerdotes, estableciendo nuevas   parroquias, construyendo la Catedral de la ciudad y el espectacular santuario   de Nuestra Señora de la Guardia en lo alto de la ciudad, animando a sus   sacerdotes a vivir la santidad, introduciendo muchas Congregaciones Religiosas   nuevas para trabajar en su diócesis, liderando a sus colegas Obispos en el   apoyo a los derechos del Papa. Su figura descolló en la Iglesia de Francia.   En 1856, Napoleón III lo nombró Senador, y a su muerte, era decano de los   Obispos de Francia.

Legado de un santo

El 21 de mayo de 1861 vio a Eugenio de Mazenod volviendo hacia Dios, a la edad de 79 años, después de una vida coronada de frutos, muchos de los cuales nacieron del sufrimiento. Para su familia religiosa y para su diócesis ha sido fundador y fuente de vida: para Dios y para la Iglesia ha sido un hijo fiel y generoso. Al morir dejó a sus Oblatos este testamento final: "Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas".

Al declararlo santo la Iglesia, el 3 de diciembre de 1995, corona estos dos   ejes de su vida: amor y celo. Y este es el mayor regalo que Eugenio de Mazenod,   Oblato de María Inmaculada, nos ofrece hoy.




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Santo(s) del día


San Carlos José Eugenio de Mazenod
San Teopompo
San Magallanes
San Timoteo Argelia
San Polieucto
San Secundino Córdoba
San Sínesio Mártir
San Nicóstrato
San Secundo Aleljandría
San Hospicio
Santa Cervellón
San Constantino Magno
San Mans
Beata Catalina Cardona
Beata Madre



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martes 21 Mayo 2013

San Teopompo





Obispo y mártir (s. IV) Gobernaba su grey en tiempo del Emperador Diocleciano, siendo su gobernador Daciano, quienes con sus mandatos obligaban a los cristianos a adorar a los falsos dioses.


La leyenda narra, resaltando la grandeza de Dios y la fidelidad del obispo santo frente a la debilidad patente del grandioso y cruel mandatario Daciano, que prosiguió éste intentando vengar la fuerza pertinaz de la divinidad y que mandó azotar y despeñar el cuerpo de Teopompo, rematándolo -cuando ya no hacía falta- con el degollamiento, separando de su cuerpo la cabeza con la espada.

Su entrada triunfal ocurrió el mismo día de su celebración al ser para él el «dies natalis».De este modo quiso Dios premiar a las dos Nertóbrigas romanas, a Fregenal teniendo un insigne Prelado y a Almuña o Ricla como lugar de su martirio.

El obispo Fray Francisco de Rois, previa consulta al Cabildo, se dirige a los primeros teólogos, maestros y catedráticos de la Universidad de Salamanca para que dictaminaran sobre las Santas Reliquias de San Teopompo, los que respondieron afirmativamente, «nemine discrepante». En efecto, el 6 de Julio de 1670 se concede, según las normas de San Pio V y Gregorio XIII, la celebración con misa y oficio del común, el 21 de Mayo.

La Vita Sanctorum adorna con descripción viva, una vez más y según el estilo que caracteriza a este género literario, el hecho de que alguien muriera por su fe, resistiendo la injusta violencia del poderoso. Teopompo, obispo y mártir, es el modelo y su amor a Jesucristo hasta la muerte, la lección. Los modos importan menos; sólo intentan ayudarnos a ser fieles siempre, sobre todo al ponerse cuesta arriba nuestro caminar, porque no es infrecuente contemplar -teste historia- el «cambio de chaqueta» cuando se mudan los aires y vivir en cristiano se torna difícil.






Oremos




Himno


Oh Dios, que eres el premio, la corona

Y la suerte de todos tus soldados,

Líbranos de los lazos de las culpas

Por este mártir a quien hoy cantamos.


Él conoció la hiel que está escondida

En la miel de los goces de este suelo,

Y, por no haber cedido a sus encantos,

Está gozando los del cielo eterno.


Oh piadosísimo Señor de todo,

Te suplicamos con humilde ruego

Que, en el día del triunfo de este mártir,

Perdones los pecados de tus siervos.



Gloria eterna al divino Jesucristo,

Que nació de una Virgen impecable,

Y gloria eterna al Santo Paráclito,

Y gloria eterna al sempiterno Padre. Amén




Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Teopompo, obispo, ser fiel imitador de la pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.




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martes 21 Mayo 2013

San Magallanes



SAN CRISTOBAL MAGALLANES, y compañeros
Mártires de la persecución contra los cristeros
Nace en Totalice, México el 30 de julio de 1869, de familia muy humilde.
Trabaja en el campo hasta los 19 años.
En 1888 ingresa al seminario de Guadalajara donde se distingue por su piedad, honradez y aplicación.

Es ordenado sacerdote en septiembre del 1899 en la iglesia de Santa Teresa en Guadalajara.

Desempeña el cargo de capellán y subdirector de la escuela de artes y oficios en Guadalajara.
Organiza centros de catecismo y escuelas en las rancherías.
Construye una presa para favorecer el riego, funda un asilo para huérfanos y pequeños fraccionamientos de tierra para ayudar a los pobres.

Es párroco de Totalice por 17 años hasta que es fusilado.

El 21 de mayo de 1927 el padre va a celebrar una fiesta religiosa en un rancho cuando se inicia una balacera entre los cristeros y las fuerzas federales comandadas por el general Goñi. Es arrestado y conducido a Totalice donde lo encarcelan junto a su vicario el P. Caloca.

Los trasladan al palacio municipal de Colotitlán donde los fusilan el 25 de mayo de 1927. El P. Cristóbal, antes de ser fusilado dijo: "soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos".

Beatificado: 22 de noviembre de 1992
Canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.





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martes 21 Mayo 2013

San Hospicio


San Hospicio, confesor, Niza (Francia), 581.
Era un santo eremita. Según nos cuenta un antiguo escritor, nuestro santo, “vestía de áspero cilicio, rodeado de cadenas de hierro y atado a una de ellas dentro de una torre, comiendo sólo un poco de pan con dátiles y algunas raíces de hierbas, y bebiendo sólo agua”.
Junto a la torre había un monasterio que a pesar de tener un prior se regía por los consejos espirituales de aquel siervo de Dios, admiración de la ciudad entera y de toda la comarca, que no eran otras que Niza (Francia) y lo que hoy llamamos la Costa Azul.
Estos nombres no suelen evocar penitencias duras y heroicas, y es posible que ya en aquel lejano siglo los nizardos no se distinguiesen por la austeridad de su vida y la práctica de las más altas virtudes porque, según san Hospicio, tenían a Dios muy enojado con su “infidelidad, poca reverencia a los templos, poco amor a los pobres y otros infinitos vicios”.
De ahí que profetizara la llegada de unos bárbaros que iban a destruir la ciudad y sus alrededores como castigo divino.
Los longobardos hicieron realidad el anuncio del eremita, quien desde su torre, encadenado como siempre, predicó a los invasores, convirtiendo al parecer a no pocos de ellos





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San Mans o Mancio, esclavo cristiano traído de Roma y asesinado por los judíos. Se le celebra en varias diócesis de España y Portugal, y es patrono de la ciudad de Evora, s. V o VI.




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martes 21 Mayo 2013

Beata Catalina Cardona




Pertenecía a la ilustre familia de los Cardona. Cuando tenía quince años, sus padres quisieron casarla con un rico geltilhombre, que murió poco antes de celebrarse el matrimonio.
Entonces Catalina se refugió en un convento de franciscanas; pero sacada de allí violentamente, tuvo que vivir algún tiempo en la corte de Felipe II, donde fue confidente de la princesa de Eboli.
Un buen día desapareció del palacio, y fue a encerrarse en una gruta, no lejos de Roda.
Allí pasó veinte años, imitando a los antiguos anacoretas, hasta que, descubierta, entró en un convento de carmelitas de la región. Murió en 1577.






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_MAYO 20. 2.013

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_MAYO 19.. 2.013

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domingo 19 Mayo 2013






San Ivo
Patrono de los abogados. Año 1303.   Al cual los juristas de muchos países tiene como Patrono, nació en la provincia de Bretaña ( Francia).
Su padre lo envió a estudiar a la Universidad de París, obtuvo su doctorado como abogado.    "Ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y la mortificación" (Mc. 9,29), oyó estas palabras de Jesús y se propuso dedicar buen tiempo cada día a la oración y mortificarse,  en las miradas, en las comidas, el lujo en el vestir, y en descansos que no fueran necesarios.
Empezó a abstenerse de comer carne y nunca tomaba bebidas alcohólicas. Vestía pobremente y lo que ahorraba, lo dedicaba a ayudar a los pobres.   Al volver a Bretaña fue nombrado juez del tribunal y en el ejercicio de su cargo se dedicó a proteger a los huérfanos, defender a los más pobres.
Su gran bondad le ganó el título de "Abogado de los pobres"    Visitaba las cárceles y llevaba regalos a los presos y les hacía gratuitamente memoriales de defensa a los que no podían conseguirse un abogado. San Ivo no aceptó jamás ni el más pequeño regalo de ninguno de sus clientes.
Cuando le llevaban un pleito, él se esmeraba por tratar de obtener que los dos litigantes arreglaran todo amigablemente en privado, sin tener que hacerlo por medio de demandas públicas.      Muchos litigantes terminaban siendo amigos y se evitaban los grandes gastos de los pleitos judiciales. Después de trabajar bastante tiempo como juez, San Ivo fue ordenado sacerdote, los últimos quince años de su vida los dedicó totalmente a la predicación y a la administración de los sacramentos.
De muchas partes llegaban personas litigantes a obtener que San Ivo hiciera las paces entre ellos y él lograba con admirable facilidad poner de acuerdo a los que antes estaban alegando. Y aprovechaba de todas estas ocasiones para predicar a la gente acerca de la Vida Eterna y de lo mucho que debemos amar a Dios y al prójimo.
Alguien le aconsejó que hiciera ahorros para cuando llegara a ser viejo y él le respondió: - «... ¿quién me asegura que voy a llegar a ser viejo? En cambio lo que sí es totalmente seguro es que el buen Dios me devolverá cien veces más lo que yo regale a los pobres".          El 19 de mayo del año 1303 estaba tan débil que no podía mantenerse de pie y necesitaba que lo sostuvieran.
Sin embargo celebró así la Santa Misa. Después de la Misa se recostó y pidió que le administraran la Unción de los enfermos y murió plácidamente. Tenía 50 años.
Sus vecinos le compusieron un epitafio bien especial que dice: San Ivo era bretón. Era abogado y no era ladrón.





  Oremos

Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad del abogado San Ivo seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




 
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domingo 19 Mayo 2013

Santa María Bernarda Bütler



 Verena Bütler nació en Auw, cantón de Aargau, Suiza el 28 de mayo de 1848. Aprendió a amar a Dios así como a María con el rezo diario del rosario en familia junto a sus padres, los humildes campesinos Enrique y Catalina. Heredó el espíritu mariano de ésta que solía peregrinar al santuario de «María Einsiedeln»; pertenecía a la orden tercera de San Francisco y socorría a los necesitados. Verena era permeable a todo ello. En esta etapa brotó su sensibilidad por las almas del Purgatorio. También hubo travesuras, rabietas diversas y hasta alguna que otra mentira. Inicialmente llegó a sentir cierta inquina hacia quien develaba su mal comportamiento ante Catalina, aunque vencía esta tendencia acercándose a la persona «delatora». Todo esto acontecía antes de sus primeros 7 años de vida. Con la gracia divina iría modificando paulatinamente sus flaquezas. Cursados los estudios primarios, y sin inclinación por la vía intelectual, optó por trabajar en el campo. La naturaleza entera le seducía porque, de algún modo, ya vislumbraba en ella la presencia de Dios. Hubo un amor adolescente, que fue correspondido, pero rehusó seguir adelante con el compromiso; se sentía invitada a darse a los demás de otro modo. Su vida sería siempre un «¡como Dios lo quiera!».A los 18 años inició una experiencia en el convento de la Santa Cruz, de Menzingen. Pudo estar inducida por una imagen que se le quedó grabada de niña al ver a una religiosa pidiendo limosna. Entonces se dijo: «seré monja». Sin embargo, mientras se hallaba junto a las hermanas una voz interior, que juzgó inspirada de lo alto, le hizo ver que debía buscar otro camino. No llegó a permanecer con la comunidad ni quince días. Regresó a su casa, reanudó el trabajo, continuó orando, haciendo apostolado y participando activamente en la parroquia; así mantuvo viva la llama de su vocación. El 12 de noviembre de 1867, de acuerdo con el párroco que le aconsejó certeramente, ingresó en el monasterio de María Auxiliadora, en Altstätten, Suiza. Y el 4 de mayo de 1868 le impusieron el hábito franciscano. Tomó el nombre de María Bernarda del Sagrado Corazón de María. Al año siguiente emitió los votos. Viendo sus cualidades y profunda virtud, la designaron maestra de novicias y posteriormente superiora, cargo para el que fue reelegida sucesivamente en tres ocasiones.Lejos de allí, en Portoviejo, Ecuador, la mies era mucha y los obreros pocos. Verena había tenido noticias de ello a través del provincial de los capuchinos, P. Buenaventura Frei, que se hallaba en Norteamérica y que estuvo alojado en el convento. Ella vio el signo para fundar una casa en esas tierras, y comenzó a realizar las gestiones pertinentes. Todo fue en vano. No había llegado la hora. Más tarde, el capuchino mantuvo un encuentro con el obispo de Portoviejo, Mons. Pedro Schumacher quien, al conocer la disposición de la beata, solicitó ayuda al monasterio. De modo que, obtenidos los permisos requeridos, el 19 de junio de 1888 Verena partió junto con seis religiosas a Le Havre, Francia; desde allí viajaron a Ecuador. Se encaminaba hacia su misión como fundadora de un nuevo Instituto: la congregación de Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora. El prelado las acogió encomendándoles Chone, una localidad de 13.000 habitantes en la que precisaban religiosas como ellas para encender su corazón. Se centraron en la educación mientras cultivaban otras vías apostólicas para dar a conocer a Cristo. También asistían a enfermos y auxiliaban a los pobres. La santa puso la base de esta incansable acción en los sólidos pilares de la oración, pobreza, obras de misericordia y fidelidad a la Iglesia. No fue una labor sencilla. Junto a la comunidad debió sortear dificultades climatológicas, económicas, sociales, muchas inseguridades, y hasta malentendidos con algunos miembros de la Iglesia. Hubo religiosas que abandonaron la fundación. Por si fuera poco, en 1895 se desató una enconada persecución contra la Iglesia, y la fundadora tuvo que huir junto a quince religiosas. Embarcaron hacia Colombia y en el trayecto recibieron la invitación de Mons. Eugenio Biffi, obispo de Cartagena, quien les anunciaba que las acogería en su diócesis. Llegaron a Cartagena de Indias en agosto de 1895. El prelado las esperaba y les destinó como residencia un ala del hospital de mujeres, Obra Pía.Cuando la labor ya se había afianzado y crecieron las vocaciones, surgieron nuevas casas que se extendieron por Colombia, Austria y Brasil. Para todas era evidente la virtud de Verena, quien las atendía de manera incansable. Y eso fue manifiesto también en los diversos viajes apostólicos que efectuó, en los que compartía las tareas con las religiosas de forma sencilla, generosa. Sus gestos estaban marcados por la ternura y la misericordia. Era muy animosa, clara en sus juicios: «Llevar una vida cómoda mientras tantos necesitan un servicio, no nos hace felices, en cambio, no crearnos necesidades produce energía, favorece la salud y alarga la vida». Sus hijas tenían espejo en el que mirarse: «Amadas hijas, Dios está en la escuela, en la enfermería, en la portería, en el locutorio, en todos los servicios. Con simplicidad lo encontraremos en todas partes».Tuvo predilección por los pobres y por los enfermos. «Abran sus casas para ayudar a los pobres y a los marginados. Prefieran el cuidado de los indigentes a cualquier otra actividad»,decía. Estuvo al frente de la congregación 32 años. Cesó por voluntad propia, pero continuó ayudando y sirviendo a sus hermanas. Fue un ejemplo de entereza y paciencia. No alimentó recelos, perdonó, guardó silencio y nunca se defendió. Aludiendo a quienes le hicieron difícil vida y misión, decía: «Dios lo permitió. Él sabía para que debía servir, nadie tenía mala voluntad; no tenían conocimiento de la vida religiosa». Murió el 19 de mayo de 1924. Juan Pablo II la beatificó el 29 de octubre de 1995. Benedicto XVI la canonizó el 12 de octubre del año 2008.




Oremos         
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegistes a Santa María Bernarda Bütler para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a tí concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.





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domingo 19 Mayo 2013

San Pedro Celestino





Pedro Celestino, Papa (1215-1296)  Había nacido en el seno de una familia numerosa, el año 1215, en Isernia, Italia; Angelerico y María eran sus progenitores; al undécimo de sus retoños le pusieron por nombre Pedro.
Tuvieron doce hijos, a semejanza del patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de ellos sirviese a Dios», esos datos se leen en la autobiografía del papa Celestino V.   Estando en Monte Murrone visitando sus casas sucedió el hecho insólito de llegar una comitiva, presidida por el arzobispo de Lyon con séquito de cardenales y personajes del cónclave, para comunicarle la noticia de hacer sido elegido papa, a sus ochenta años, y suplican su aceptación.
Pedro Celestino no quiere Roma. Cinco meses de papa fueron suficientes. Dimitió por el convencimiento personal de que era un mal para la Iglesia su continuidad; y como era humilde y desprendido lo hizo con valentía y decisión.
Bonifacio VIII, su sucesor, tomó las medidas que a él le parecieron prudentes en la coyuntura: ratifica la dimisión e incorpora al corpus jurídico canónico la bula con que Celestino V dimitió.    Clemente V elevó a Celestino a los altares en el año 1313. 
 Sólo queda hacer un acto de fe. La Iglesia tiene una promesa indefectible del Amor.





  Oremos

Himno

Feliz quien ha escuchado la llamada Al pleno seguimiento del Maestro, Feliz, porque él, con su mirada, Les  eligió como amigo y compañero.   Feliz el que ha abrazado la pobreza Para llenar de Dios su vida toda, Para servirlo a él con fortaleza, Con gozo y con amor a todas horas.   Feliz el mensajero de verdades Que marcha por caminos de la tierra.   Predicando bondad contra maldades, Pregonando la paz contra las guerras.  Amén




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domingo 19 Mayo 2013

San Crispín Viterbo





San Crispín de Viterbo
Nací con el nombre de Pietro (Pedro) Fiorentti,  en Viterbo, Italia, el 13 de noviembre de 1668.
A pesar  de que me consideran un santo alegre, la impresión que  me queda de mi infancia es la muerte de mi  padre, Ubaldo. Menos mal que mi tío Francisco -su hermano-  me quería mucho y me envió, primero, a la escuela  de los Jesuitas para que aprendiera gramática y, después, me  acogió como aprendiz en su taller de zapatero, donde estuve  hasta los 25 años en que me fui a los  frailes.

Recuerdo que, de pequeño, me daba por ayudar misas y  ayunar; y como era de natural delgaducho y enfermizo, mi  tío solía decirle a mi madre: «Tú vales para criar  pollos, pero no hijos. ¿No ves que el niño no  crece porque no come?» Y en adelante él se encargaba  de hacerme comer; pero al ver que seguía igual de  pequeño y escuchimizado se dio por vencido y le dijo  a mi madre: «Déjalo que haga lo que quiera, porque  mejor será tener en casa un santo delgado que un  pecador gordo».

La gota que colmó el vaso  para que me decidiera a hacerme Capuchino fue el ver  a un grupo de novicios que había bajado a la  iglesia con motivo de unas rogativas para pedir la lluvia;  pero en realidad ya lo había pensado mucho y había  leído y releído la Regla de San Francisco, por lo  que mi opción era madura. Además no quería ser sacerdote,  sino como San Félix de Cantalicio, hermano laico.

Inmediatamente me fui  a hablar con el Provincial, quien me admitió en la  Orden, pensando que ya estaba todo superado, pero no fue  así. Los primeros que se opusieron fueron mis familiares, empezando  por mi madre. La pobre ya era mayor y con  una hija soltera a su cargo; además, no comprendía que,  habiendo hecho los estudios con los Jesuitas, no quisiera ser  sacerdote sino laico. Sin embargo, la decisión estaba tomada. Procuré  que las atendieran unas personas del pueblo y me marché  al noviciado.

Cual no sería mi sorpresa al comprobar que, a




pesar de haberme admitido ya el Provincial, el maestro de  novicios se negaba a recibirme. Ante mi insistencia me contestó:  «Bueno, si al Provincial le compete el recibir a los  novicios, a mí me toca probarlos».

Y bien que me probó.  Lo primero que hizo fue darme una azada y enviarme  al huerto a cavar mañana y tarde. En vista de  que resistía, me mandó como ayudante del limosnero para que  cargara con la alforja, a ver si aguantaba las caminatas  bajo el sol y la lluvia. Y las aguanté. Por  último, no se le ocurrió otra cosa que nombrarme enfermero  para que atendiera a un fraile tuberculoso. Parece que no  lo hice del todo mal, pues tanto el enfermo como  el maestro de novicios se ufanaban, cuando ya eran viejos,  de haberme tenido como enfermero y como novicio.

Una vez profesé  me enviaron por distintos conventos, hasta que recalé en Orvieto.  Allí estuve durante cuarenta años de limosnero; es decir, toda  mi vida, pues sólo me llevaron a Roma para morir.

Durante  los cincuenta años que estuve con los frailes hice de  todo menos de zapatero, que era mi profesión. Fui cocinero,  enfermero, hortelano y limosnero; y es que yo no era  una bestia para estar en la sombra, sino al fuego  y al sol; es decir, que debía estar o en  la cocina o en la huerta. Sin embargo la mayoría  de mi vida se quemó buscando comida para los frailes  y atendiendo las necesidades de la gente.

Lo primero que hacía antes de salir del convento era  cantar el Ave, maris stella; después, rosario en mano, me  dirigía a la limosna, que, de ordinario, solía hacer pronto.  Para ahorrar tiempo le pedía antes al cocinero qué necesitaba,  y así me limitaba a pedir solamente lo necesario.

Como había  muchos pobres, procuraba dirigir las limosnas que sobraban a una  casa del pueblo para que desde allí se redistribuyeran; así  satisfacía la solidaridad de los pudientes y la necesidad de  los pobres.

Tan convencido estaba de que gran parte de la  miseria proviene de la injusticia, que no me podía contener  ante los abusos de los patronos para con los trabajadores.  Cuando alguno tenía que venir al convento procuraba que lo  trataran bien, porque al trabajo hay que ir de buena  gana.

Una vez que un defraudador me pidió que rogara por  su salud, le contesté que cuando pagase lo que debía  a sus acreedores y a su servidumbre entonces pediría a  la Virgen que lo curara. Y es que me gustaba  visitar a los enfermos y encarcelados; no sólo para darles  buenos consejos sino para remediarles, en la medida de mis  posibilidades, sus necesidades.

No sé por qué, la gente acudía a  mí en busca de remedios y se iba con la  sensación de que hacía milagros. Incluso me cortaban trozos del  manto para hacerse reliquias; hasta que no pude más y  les grité: «Pero ¿qué hacéis? Cuánto mejor sería que le  cortaseis la cola a un perro.. . ¿Estáis locos? ¡Tanto  alboroto por un asno que pasa!»

Sin embargo no todo era  pedir limosna y atender a la gente. Esto era la  consecuencia. Mi opción había sido seguir a Jesús y eso  conlleva mucho tiempo de estar con él y aprender sus  actitudes. Mi devoción a la Virgen me ayudó mucho. Me  gustaba exteriorizar mis sentimientos para con ella adornando sus altares.  Cuando estuve trabajando de hortelano coloqué una imagen de María  en una pequeña cabaña. Delante de ella esparcía restos de  semillas y migajas de pan para que se acercasen los  pájaros, se alimentasen y cantasen, ya que hubiera querido que  todas las criaturas del universo se juntasen para alabar en  todo momento a la madre de Dios.

El reuma y la  gota acabaron conmigo. Ya no podía casi andar y tuve  que retirarme a la enfermería de Roma. Pero allí también  la gente venía a buscarme. ¿Por qué la gente acudía  a mí si no era ni santo ni profeta?

En el  mes de mayo la enfermedad fue a más. Para no  estropear la fiesta de San Félix le aseguré al enfermero  que no me moriría ni el 17 ni el 18.  Y, efectivamente, el Señor me escuchó y me llevó en  su compañía el 19 de mayo de 1750.

Tengo el singular  honor de ser el primer santo canonizado por el Papa  Juan Pablo II, acto que se realizó el 20 de  junio de 1982.




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sábado, 18 de mayo de 2013

_MAYO 18. 2.013

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San Félix de Cantalicio






San  Félix de Cantalicio (1513-1587)


La vida de San Félix de Cantalicio es  como un regatillo de agua clara al servicio de Dios. Hay en esta existencia,  del que se puede considerar primer santo capuchino en el siglo XVI, una sublime  sencillez, exponente de un alma transparente, purificada día tras  día por la caridad, que es la forma más pura del amor.
Nace este  interesante ejemplar de la santidad en Cantalicio, en el año 1513.  Cantalicio es una pequeña población italiana del territorio de  Città Ducale, provincia de Umbría. Los padres del Santo eran  pobres y temerosos del Señor. Su padre se llamaba Santo de Carato; su  madre, Santa. ¿Se llamaban así o eran llamados así por su  bondad? De niño, se dedica al pastoreo. Grababa una cruz en una encina,  como un pequeño tallista del símbolo del sacrificio, y ante ella  rezaba muchos rosarios. Junto al trabajo, humilde trabajo de pastor, la  oración.
De esta manera, su trabajo quedaba empenachado de plegarias,  como si las avemarías fuesen salpicando las jornadas de su vigilancia  del ganado. Entra después al servicio de varios labradores. En la casa  de uno de éstos oye leer vidas de santos. Quiere imitar a los penitentes  del desierto, y, al preguntar dónde podría hallar la  fórmula de los anacoretas, alguien le respondió: «En los  capuchinos». Es, entonces, cuando se decide a pedir el hábito en el  convento de Città Ducale.
Parece que el padre guardián, para  probar la vocación del aspirante, recarga las tintas de la penitencia de  los frailes y le dice, mientras le muestra un crucifijo: «Éste es  el modelo a que debe conformar su vida un capuchino». Félix,  enamorado del sacrificio, se arroja a los pies del padre guardián y le  manifiesta que no desea sino una vida del todo crucificada. Enviado al  noviciado de Áscoli, cuando tiene veintiocho años, cae enfermo:  unas pesadas calenturas. Pero un día se levanta de la cama y le dice al  padre guardián que ya no tiene nada. Destinado a Roma, ejerce en la  Ciudad Eterna, durante casi cuarenta años, el cargo de limosnero. A su  compañero de fatigas y de alegrías a lo divino le decía:  «Buen ánimo, hermano: los ojos en la tierra, el espíritu en  el cielo y en la mano el santísimo rosario». Jamás  condescendió con su gusto, y toda su vida fue una constante  renunciación a los pequeños muchos por el gran todo.
Solía  exclamar, recordando una frase que había leído: «O  César o nada». Se ha dicho que sólo hay una tristeza: la de  no ser santo. Sí; la de no ser «césar» de la santidad.  Y llegó a «césar» de Dios por el camino de la santa  simplicidad. ¿En qué consistía la ciencia de este  simpático lego? «Toda mi ciencia –afirmaba– está  encerrada en un librito de seis letras: cinco rojas, las llagas de Cristo, y  una blanca, la Virgen Inmaculada».
Ayunaba a pan y agua las tres cuaresmas  de San Francisco, comía los mendrugos de pan que dejaban los frailes y  dormía tres horas en un lecho de tarima. Pero, como si esto fuera poco  –y lo era para sus aspiraciones–, no se quitaba el cilicio. A pesar  de todo, o, más exactamente, por todo, tenía una contagiosa  felicidad y un buen humor delicioso. Bromeaba a lo divino con su amigo Felipe  de Neri. Uno y otro se saludaban de esta manera:
–Buenos días, fray Félix.  ¡Ojalá te quemen por amor de tu Dios!
–Salud, Felipe. ¡Ojalá te apaleen y te  descuarticen en el nombre de Cristo!
Un fraile que le acompañaba en cierta ocasión,  en visita al cardenal de Santa Severina, dijo a éste que mandase a fray  Félix descargar la limosna. «Señor –respondió el  lego–, el soldado ha de morir con la espada en la mano y el asno con la  carga a cuestas. No permita Dios que yo alivie jamás a un cuerpo que  sólo es de provecho para que se le mortifique». Cuando alguien le  insultaba, replicaba: «¡Que Dios te haga un santo!»
Estaba rezando un día, cuando la imagen de la Virgen  puso al Niño en los brazos de fray Félix. Y así le  pintó Murillo. Son muchas las anécdotas con trascendencia de  eternidad que se cuentan de San Félix de Cantalicio. Su hermano en  religión, padre Prudencio de Salvatierra, recoge algunas verdaderamente  entrañables. En cierta ocasión, iba pidiendo limosna, que era su  oficio cotidiano.
De pronto, siente un cansancio extraordinario. ¿Por  qué le pesaba tanto el morralillo que llevaba a la espalda? Porque  alguien había depositado una moneda de plata en la alforja del santo  mendigo, moneda que le pareció la sonrisa burlona del demonio.  «Este es el peso maldito que no me deja caminar». Y, sacudiendo la  alforja, hizo que la moneda cayese al suelo, para seguir tan sólo con  los regojos a cuestas. Durante las jornadas frías, quizá algunos  religiosos se acercaban al fuego para confortar un poquillo sus cuerpos  ateridos. Mas fray Félix huía del grato calor, a la vez que  decía a su cuerpo: «Lejos, lejos del fuego, hermano asno, porque  San Pedro, estando junto a una hoguera, negó a su Maestro».  
Venerable y al mismo tiempo jovial figura, por las calles de Roma, la de este  hermano lego, al que rodeaban los chiquillos para tirarle de las barbas y  curiosear en sus alforjas. El lego, sonriente y hasta riente, enseñaba  el catecismo a los niños, y les daba consejos, les embelesaba con su  palabra dulce y sencilla.
Inventaba coplas religiosas, que en seguida se hacían  populares en la ciudad. Tenía buen oído y voz de barítono.  Lo debía de pasar muy bien cantando, limpio de polvo y paja del menor  gusto. «Dentro del convento sabía unir, por modo maravilloso, la  alegría con el silencio, el trabajo con la oración». Su  hermano fray Domingo decía: «Félix es avaro en sus palabras,  pero lo poco que dice es siempre bueno».
Enferma un fraile, a quien los médicos desahucian.  Pero entra fray Félix en la celda del paciente y profiere unas palabras  como mojadas de humor y frescura celestiales: «Vamos, perezoso,  levántate; lo que a ti te conviene es un poco de ejercicio y el aire  puro del huerto. »En efecto, el frailecico había sanado.
Mas no pensemos que las que pudiéramos llamar  personalidades importantes de aquel tiempo dejaban de acudir a la  «ciencia» del «ignorante» lego. El sabio obispo de  Milán, luego San Carlos Borromeo, solicita de fray Félix algunos  consejos para la reforma del clero diocesano. ¿Qué consejos iba a  dar un pobre lego mendicante a un obispo intelectual? Pues sí; le da  este consejo: «Eminencia: que los curas recen devotamente el oficio  divino. No hay nada más eficaz que la oración para la reforma del  espíritu».
Con empuje de alma inspirada por Dios, dice al cardenal de  la Orden franciscana Montalto, en vísperas de ser elegido para el Solio  Pontificio: «Cuando seas Papa, pórtate como tal para la gloria de  Dios y bien de la Iglesia: porque, si no, sería mejor que te quedaras en  simple fraile». Ya era papa Montalto, con el nombre de Sixto V, cuando una  vez pidió al lego un poco de pan.
Fray Félix busca para el Padre  Santo el mejor panecillo, pero el Papa le replica: «No haga  distinción, hermanito: déme lo primero que salga». Lo  primero que salió fue un mendruguillo negro. El lego toma el regojo y se  lo entrega a Su Santidad con estas palabras: «Tenga paciencia, Santo  Padre; también Vuestra Santidad ha sido fraile». Siempre el humor  junto al amor, siempre la gracia junto a la gracia. En actitud  poéticamente franciscana, repartía pedacitos de pan a los pobres,  a los perros, a los pájaros. A fuerza de oración consigue  librarse de una epidemia, para poder seguir asistiendo a numerosos enfermos.
Con una fidelidad exacta cumple los tres votos  monásticos de su vida religiosa: obediencia, pobreza y castidad.  Respetaba al sacerdote y rendía homenaje a «la dignidad más  sublime de la tierra». Fue fray Félix de Cantalicio un amador  esforzado de la Señora, y cuando, en la calle, los ojos del lego se  encontraban con una imagen de la Virgen, prorrumpía de este modo:  «Querida Madre: os recomiendo que os acordéis del pobre fray  Félix. Yo deseo amaros como buen hijo, pero vos, como buena Madre, no  apartéis de mí vuestra mano piadosa, porque soy como los  niños pequeños, que no pueden andar un paso sin la ayuda de su  madre».
Uno se acuerda de la Balada de las dudas del lego, de  Pemán: «Y, apretando el paso, con simple alegría, corre que  te corre... ¿Qué más oración que el ir mansamente,  por la veredica, con el cantarillo, bendiciendo a Dios?» Fray Félix  no iba con el cantarillo, sino con el talego del pan. Y con las alforjas de su  caridad franciscana.
¿Cómo era en lo físico fray Félix  de Cantalicio? He aquí una semblanza del Santo: «Fue bajo de  cuerpo, pero grueso decentemente y robusto. La frente espaciosa y arrugada, las  narices abiertas, la cabeza algo grande, los ojos vivos y de color que tiraba a  negro; la boca, no afeminada, sino grave y viril; el rostro alegre y lleno de  arrugas; la barba no larga, sino inculta y espesa; la voz apacible y sonora; el  lenguaje de tal calidad que, aunque rústico, por ser simple y humilde,  convertía en hermosura la rusticidad».
Cargado de trabajos, de dolores, pero con una alegría  desbordante, presiente su muerte. Y dice: «El pobre jumento ya no  caminará más». Pretende ir a la iglesia desde el lecho,  arrastrándose, mas se le prohíbe. Recibe los sacramentos, se  queda en éxtasis, vuelve en sí, pide que le dejen solo. Los  frailes le preguntan: «¿Qué ves?» Y él responde:  «Veo a mi Señora rodeada de ángeles que vienen a llevar mi  alma al paraíso». Sin haber entrado en agonía, muere el 18  de mayo de 1587, a los setenta y dos años de edad. Toda la ciudad corre  al convento para besar el cadáver del santo lego y obtener reliquias.
El  papa Sixto V, que testificaba dieciocho milagros, quiso beatificar a fray  Félix, pero no tuvo tiempo. Es Paulo V quien inicia el proceso de  beatificación, que solemnemente será verificado por Urbano VIII.  En 1712, Clemente XI canonizó a fray Félix de Cantalicio.
He aquí una vida colmada hasta los bordes de santa  simplicidad, una vida clara y sencilla, alegre por sacrificada, sublime por  humilde, la vida de un lego capuchino del siglo XVI, cuyo perfume llega hasta  nuestros días con la fragancia de las más puras esencias de la  virtud.
San Félix de Cantalicio, en Año Cristiano, Tomo II,
Madrid, Ed. Católica (BAC 184), 1959, pp. 410-415







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Santo(s) del día


San Félix de Cantalicio
San Juan I
San Venancio Camerino
San Dióscoro
San Félix Espoleto
San Potamión
San Teódoto Tabernero
San Erico
Beato Guillermo Tolosa
Beato Juan Gelabert
San Merolino
San Arsenio  Regio
Santa Rafaela

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San Juan I



San Juan I
San Juan I era de Toscana. En 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos.    El emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana ocuparan empleos públicos.
El rey Teodorico le pidió al Papa  que fuera a Constantinopla y obtener que Justino quitara las leyes que habían dado contra los arrianos.    El emperador Justino, aunque les devolvió algunas iglesias a los arrianos, no permitió que ninguno de estos herejes ocupara puestos públicos.  Teodorico se encendió en furiosa rabia, y al llegar el Santo Padre a Ravena  lo hizo encarcelar y fueron tan crueles los malos tratos que en la cárcel recibió, que al poco tiempo murió.   Con el Papa fueron martirizados también sus dos grandes consejeros, Boecio y Símaco







  Oremos

Señor Dios nuestro, remunerador de los que creen en ti, escucha las plegarias que tu pueblo te dirige en este día del martirio del Papa Juan primero, y haz que sepamos imitar la invicta firmeza de la fe de quién coronó su servicio apostólico mediante el testimonio de su martirio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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San Teódoto Tabernero



San Teódoto el tabernero, uno de los mártires más gloriosos del tiempo de Diocleciano.
Natural de Ancira (Galacia), se dedicó primero a asistir a los confesores de la fe, llevándoles alimentos y recogiendo sus cuerpos después de muertos.
Sostuvo especialmente en las luchas a sus compañeros mártires Tecusa, Alejandra, Claudia, Faina, Eufrasia, Matrona y Julita, que fueron expuestas a toda clase de ultrajes y llevadas al templo de Diana y Minerva como sacerdotisas, y que después de mil tentativas fueron inmoladas por la fe.
Teódoto recogió sus cadáveres, y, sorprendido por los paganos, fue también martirizado, 304.








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