viernes
12 Septiembre 2014
Beato
Pedro Cristóbal Faverge
Beato Pedro Sulpicio Cristóbal Faverge, religioso y mártir
En el litoral de Rochefort, en Francia, beato Pedro
Sulpicio Cristóbal Faverge, hermano de las Escuelas
Cristianas y mártir, que encarcelado durante la Revolución Francesa por ser
religioso. prestó diligente ayuda a los compañeros de cautiverio hasta morir
contagiado en su servicio.
Nació en Orleáns el 25 de
julio de 1745, hijo de un comerciante. Hizo sus primeros estudios en el colegio
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y allí sintió la llamada de Dios a
seguirlo en el camino de la vida religiosa. Ingresó en el noviciado lasallano de Maraville en 1767 y
recibió el nombre de hermano Roger. En esa casa hizo su formación pedagógica.
Después de algunos años como maestro fue nombrado director de la escuela lasallana de Moulins, en el desempeño de cuyo
cargo mostró sus buenas cualidades y habilidad. Era una persona muy amable,
entregado a su vocación docente y lleno de piedad y virtud. Gozaba de gran
consideración en la ciudad.
Cuando en 1792 se les pidió
a los hermanos de la escuela lasallana de Moulins, como a maestros que eran,
que juraran la constitución civil del clero, todos ellos, guiados por el
hermano Roger, se negaron, alegando que ni por todo el oro del mundo se
separarían de la comunión con la Iglesia. Las amenazas no sirvieron para nada.
Cuando la casa fue confiscada y se hizo el inventario de su contenido pudo
verse la modestia con que los hermanos vivían y concretamente la pobreza y
modestia de la celda del hermano director. El 11 de junio de 1793 el hermano
Roger fue encarcelado en el antiguo convento de las clarisas. También lo fue el
hermano León y con ellos muchos sacerdotes y religiosos que serían destinados a
la deportación a La Guayana. En esta prisión ya dio un espléndido testimonio de
caridad cristiana, atendiendo a sus compañeros de infortunio en cuanto le era
posible, por ejemplo en arreglarles los zapatos. Solícito con los enfermos y
con los más desanimados, se esforzaba en animarlos y distraerlos. Se dijo de él
que estaba en la prisión tan alegre y sereno como estaba en las clases.
Declarado apto para la deportación, que él intentó evitar con solicitudes que
le fueron denegadas, salió para Rochefort el 25 de noviembre de 1793, y tuvo que sufrir en el camino
numerosas vejaciones e insultos. Llegado a Rochefort fue embarcado en Les Deux
Associés, donde sufrió tantas
miserias y calamidades como no podía menos que proporcionar la situación de
abandono en que estuvieron todos los allí detenidos. Afectado por la epidemia
que se extendía entre los presos, murió el 12 de septiembre de 1794, siendo enterrado
en la isla Madame. Fue beatificado el 1 de octubre de 1995 por el papa Juan
Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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viernes 12 Septiembre 2014
San Francisco Ch‘oe Kyong-hwam
San Francisco Ch‘oe Kyong-hwam, catequista mártir
En Seúl, en Corea, san
Francisco Ch'oe Kyong-hwan. mártir, que era
catequista, y al no querer renegar de su fe cristiana ante el prefecto, padeció
la cárcel, donde se dedicó a la oración y a la catequesis hasta consumar su
vida con el martirio.
Este santo coreano nace en
la provincia de Chungchong el año 1805 en el seno de
una familia cristiana. A los 14 años contrajo matrimonio con María Yi Song-rye y tuvo con ella cinco o
seis hijos. Gracias a su fe y convicciones cristianas logró domeñar su fuerte
carácter. En 1836, cuando llegó a Corea el primer envío de misioneros, el santo
P. Maubant decidió preparar algunos
jóvenes al sacerdocio y uno de ellos fue Tomás Choe Yang-op, hijo de Francisco. Él fue también el fundador de la aldea
cristiana de Mount Suri en la provincia de Kyonggi,
ganándose la vida los vecinos con una plantación de tabaco y pudiendo vivir
todos allí libremente su fe. En 1839 fue nombrado catequista. Pero ese mismo
año llegó la persecución y Francisco ayudó cuanto pudo a los católicos
encarcelados. La noche del 31 de julio de ese año la policía irrumpió en la
aldea. Al verla llegar, Francisco propuso a los demás fieles aceptar la
detención y dar testimonio valiente de la fe. Se produjo así el arresto y la
conducción a la prisión. En el interrogatorio Francisco confesó la fe y el juez
mandó torturarlo hasta que apostatara. No se consiguió y hubo de permanecer los
siguientes meses en la prisión. Confirmó su confesión de fe en el
interrogatorio del 11 de septiembre, padeciendo una paliza de cincuenta golpes
de cañas, de resultas de lo cual murió al día siguiente. Fue canonizado el 6 de
mayo de 1984 por el papa Juan Pablo II en la ceremonia conjunta de canonización
de 103 mártires de Corea.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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viernes
12 Septiembre 2014
San Autónomo de Bitinia
San Autónomo de Bitinia, obispo y mártir
Es deconocido en los antiguos
martirologios. Las «actas» de san Autónomo parece que fueron redactadas bajo el
emperador Justino (518-527), y no merecen crédito alguno. Según ellas, Autónomo
nació en Italia, donde recibió el episcopado. Al llegar la persecución de Diocleciano, se refugió en Bitinia,
eligiendo como centro de su actividad una localidad llamada Sorea -que no se ha podido
identificar-, desde donde desarrolló un intenso apostolado por toda el Asia
Menor, y donde alzó una capilla en honor de san Miguel.
Retornado a Sorea de uno de sus viajes,
alcanzó el martirio, víctima de un tumulto de los paganos, airados por la
destrucción de sus ídolos por parte de los cristianos. Autónomo fue muerto a
los pies del altar, mientras celebraba la misa, un 12 de septiembre de un año
indeterminado. Bajo el emperador Constantino, un tal Severiano alzó sobre el
sepulcro del mártir una capilla que, en ruinas en época de Justino, fue
sustituida por un oratorio; el autor de la «passio»
afirma haberlo visitado y venerado las reliquias del santo allí conservadas. La
iglesia de San Autónomo, donde se refugió el emperador Mauricio (Teofilacto Simocatta, Hist. VIII, 9,9) estaba situada
en la costa de la Bitinia. En la Vida de san Teodoro Siceota se recuerda el monasterio
de san Autónomo, pero sin indicar la localidad en la cual surgió.
fuente: Santi e Beati
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viernes
12 Septiembre 2014
Beato Juvencio poeta
Beato Juvenco, célebre poeta, español, de una nobilísima familia que escribió un poema épico del incendio de Sodoma, otro sobre los Sacramentos, muchos himnos que hoy canta la Iglesia, una Historia evangélica, en hexámetros, dedicada a Constantino el Magno, un Compedio del Génesis, en verso. Floreció por los años de 239.
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viernes
12 Septiembre 2014
Beato Apolinar Franco
205
Mártires del Japón, 1617 - 1632
Fueron beatificados en 1867
por el papaa Pío IX, en una ceremonia
conjunta donde elevó a los altares a 205 testigos en la persecución japonesa,
muchos entre 1617 y 1632 (la mayoría en 1622).
En 1867, el mismo año en
que se reanudó la persecución en Urakami,
aunque no llegó al derramamiento de sangre, el Papa Pío IX beatificó a 205
mártires del Japón, de entre los cuales el Martirologio Franciscano cuenta con
dieciocho miembros de la primera orden y veintidós terciarios. Por diversas
causas (entre las que desgraciadamente nos vemos obligados a reconocer la de
los celos nacionales y aun las rivalidades religiosas entre los misioneros de
varias órdenes) el "shogun" Ieyasu
Tokugawa decretó que el
cristianismo tenía que ser abolido. La persecución se inició en 1614, y los
beatos franciscanos sufrieron el martirio entre los años 1617 y 1632. La
persecución aumentó gradualmente en intensidad hasta 1622, cuando tuvo lugar la
"gran matanza", en la cual fue una de las principales víctimas el
beato Apolinar Franco. Era castellano, natural de Aguilar del Campo, y tras de
recibir su doctorado en Salamanca, se hizo fraile menor de la observancia. En
1600, fue enviado a la misión de Filipinas y de ahí al Japón. Al empezar la
persecución, fue nombrado comisionado general a cargo de la misión. Cuando se
hallaba en Nagasaki, en 1617, oyó decir que no había quedado ni un solo
sacerdote en la provincia de Omura,
donde había numerosos cristianos, de manera que sin disfrazarse y sin tomar
precaución alguna, se fue a ejercer entre ellos su ministerio. En seguida, fue
arrojado en una inmunda prisión, donde permaneció cinco años. El padre Apolinar
no cesó de dar consuelo a su grey por medio de mensajes y cartas, y
administraba los sacramentos a los que lograban entrar en la cárcel. Varios
otros cristianos estaban presos con él, y uno de sus hermanos en religión, el
beato Ricardo De Santa Ana, escribió lo siguiente al padre guardián de su
convento en Nivelles: «hace casi un año que
estoy en esta miserable prisión donde me acompañan nueve religiosos de mi
orden, ocho dominicos y seis jesuitas. Los restantes son cristianos japoneses
que nos han ayudado mucho en nuestro ministerio. Algunos han estado aquí desde
hace cinco años. No comemos otra cosa que un poco de arroz y sólo bebemos agua.
El camino al martirio ha sido abierto para nosotros por más de trescientos
mártires, todos japoneses, a quienes se infligió toda clase de torturas. Todos
nosotros, los sobrevivientes, estamos destinados a morir. Nosotros los
religiosos y aquéllos que nos han ayudado, estamos destinados a ser quemados en
fuego lento; lo otros serán decapitados ... Si todavía vive mi madre, ruego a
su reverencia que tenga a bien decirle que Dios me ha mostrado Su Misericordia
al permitirme que sufra y muera por Él. Ya no me queda tiempo para escribirle a
mi madre».
A principios de septiembre
de 1622, veinte de los prisioneros fueron llevados a Nagasaki. El día 12, el
Beato Apolinar y los otros siete que se quedaron con él en Omura, murieron quemados vivos,
incluso los beatos Francisco De San Buenaventura y Pablo De Santa Clara, a
quienes el padre Apolinar impuso el hábito franciscano mientras se hallaba en
prisión. Dos días antes, los que habían sido llevados a Nagasaki sufrieron allí
la misma suerte. Entre los franciscanos figuraba el beato Ricardo, a quien ya
mencionamos, y la beata Lucía De Freitas. Esta era una japonesa noble, viuda de
un mercader portugués. Lucía se hizo terciaria franciscana y, durante el resto
de su vida, se dedicó a la causa de los pobres y al socorro de los cristianos
perseguidos. Se le infligió la espantosa muerte en la hoguera, cuando tenía más
de ochenta años de edad. Había sido capturada porque en su casa vivía escondido
fray Ricardo de Santa Ana. Entre los confesores que fueron llevados de la
prisión de Omura a Nagasaki, como ya se
dijo anteriormente, se hallaban el beato Carlos Spinola y el beato Sebastián Kimura de la Compañía de Jesús.
El Beato Carlos, natural de Italia, tras un fracasado intento de llegar al
Japón, desembarcó, por fin, en sus costas a fines del siglo diecisiete y
durante dieciocho años trabajó ahí como misionero. Por aquel entonces, los
jesuitas (y también los lazaritas) del Lejano Oriente,
hicieron un estudio especial y prácticas intensas de astronomía que les
valieron la admiración y el favor de las autoridades de China y de Japón. El
Beato Carlos era un hábil matemático y astrónomo y, en 1612, escribió un
tratado técnico sobre el eclipse lunar que se vio en Nagasaki. Seis años
después, fue detenido y, en la prisión donde fue encerrado, en Omura, se encontraba ya el Beato
Sebastián Kimura, uno de los primeros
japoneses que fueran ordenados sacerdotes, descendiente de un convertido que
había sido bautizado por san Francisco Javier. El 10 de septiembre de 1622, los
dos jesuitas y varios compañeros fueron conducidos al sitio de la ejecución,
sobre una colina, en las afueras de Nagasaki, pero tuvieron que esperar ahí más
de una hora hasta que llegaron otros confesores condenados a morir, desde la
propia Nagasaki. Fue un momento conmovedor aquel en que, frente a numerosos
cristianos y paganos que se habían reunido en torno a la colina, los dos grupos
elegidos se encontraron y se saludaron con mucha reverencia y gravedad. Entre
los que habían llegado al último se encontraba la beata Isabel Fernández, una
viuda española condenada por haber dado hospedaje al padre Carlos, quien le
había bautizado a un hijo. «¿Dónde está mi pequeño Ignacio?», preguntó el
sacerdote al verla. «Aquí lo tiene, padre», replicó Isabel al tiempo que sacaba
de entre las gente a un chiquillo como de cuatro años. «Lo traje conmigo
-agregó- para que muera por Cristo antes de que crezca más y lo ofenda». El
niño se arrodilló para que el padre Spinola
lo bendijera. Miró cómo le cortaban la cabeza a su madre y, luego, se
desabotonó el cuello de la camisa y se ofreció a la espada del verdugo. A los
sacerdotes y algunos de los otros cristianos se les reservaba una muerte más
terrible. Fueron atados a sendos postes, en torno a los cuales, como a un metro
y veinticinco centímetros de distancia, se encedía
una hoguera. Cuando las llamas amenazaban con quemar rápidamente a las
víctimas, los verdugos arrojaban agua sobre la leña para disminuir la fuerza
del fuego. Algunos murieron en una hora o poco más, sofocados por el humo y el
calor; entre éstos se encontraban el padre Carlos y el padre Sebastián. A
otros, se les prolongó la espantosa agonía hasta bien entrada la noche y aun
hasta el siguiente amanecer. Dos jóvenes japoneses fiaqueron y pidieron misericordia:
no pedían la vida a cambio de renegar de su fe, sino solamente una muerte más
rápida y menos cruel. Aun eso les fue negado, y los dos japoneses murieron como
los demás. Tal vez en aquella ocasión, la escena del martirio fue más dramática
e impresionante que en otras muchas durante la persecución.
Entre los condenados
figuraban muchos japoneses: el beato Clemente Vom y su hijo, el beato Antonio; el
beato Domingo Xamada y su esposa, la beata
Clara; el catequista, beato León Satzuma;
cinco mujeres que llevaban todas el nombre de María y se apellidaban,
respectivamente: Tanaura, Tanaca, Tocuan, Xum y Sanga, las últimas cuatro
murieron junto con sus esposos; los niños, beatos Pedro Nangaxi, Pedro Sanga y Miguel Amiki, éste último, de cinco
años de edad, murió junto con su padre el anciano beato Tomás Xiquiro y un coreano, el beato
Antonio, con su esposa y un hijo pequeño. Todos estos fueron decapitados. Cinco
días después, en la localidad de Firando,
pereció en la hoguera el beato Camilo Costanzo, un jesuita italiano, natural de Calabría. Durante nueve años, había
sido misionero en el Japón, hasta que fue desterrado, en 1611. En Macao
escribió varios tratados en japonés para defender al cristianismo de los
ataques de los paganos. En 1621, regresó clandestinamente, con el disfraz de un
soldado. Al año siguiente se le capturó. La Compañía de Jesús celebra su fiesta
el 25 de septiembre para unirla a la del beato Agustín Ota y el beato Gaspar Cotenda, catequistas japoneses, un
niño de doce años, el beat0 Francisco Taquea y otro de siete, el beato Pedro Kikiemon ; a todos éstos los
mataron los propios japoneses por simple odio a la fe cristiana, con dos o tres
días de diferencia. Otro distinguido jesuita, el beato Pablo Navarro, fue
quemado en vida en Shimabara, el l de noviembre del
mismo año. Era italiano y estuvo largo tiempo en la India antes de misionar en
el Japón. Llegó a dominar el idioma a la perfección, ejerció su ministerio con
celo extraordinario en Nagasaki y otras partes y, durante veinte años, fue
rector de la casa de los jesuitas en Amanguchi. Las cartas llenas de nobles y elevados conceptos que
escribió el padre Navarro en vísperas de su martirio, fueron impresas en el
segundo volumen de la «Histoire de la Religion Chrétienne au Japon» (1869), de L. Pagés. Así
se consumó la «gran matanza» de 1622.
Richard Cocks, miembro de la tripulación
de un barco inglés que por entonces se hallaba en el Japón, dio testimonio de
haber visto unas cincuenta y cinco personas martirizadas al mismo tiempo en Miako. «Entre aquellas gentes
había niños pequeños, de cinco o seis años, a los que quemaban en los brazos de
sus madres y que gritaban con ellas: `¡Jesús, recibe nuestras almas!' Muchos
otros, sigue diciendo el marino inglés en su testimonio, se hallan en prisión,
donde esperan la muerte a cada instante, porque son muy pocos los que reniegan
de su fe para salvarse».
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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Santo(s)
del día
Beato
Pedro Cristóbal Faverge
San Francisco Ch‘oe Kyong-hwam
San Gerónides de Alejandría
San Autónomo de Bitinia
San Macedonio Frigia
San Curonoto
San Sacerdote Lyón
San Silvino Verona
San Guidón Bélgica
Beato Juvencio poeta
Santos Crónidas, Leoncio y Serapión
San Mirón, Vich
San Albeo de Emly
Santa Eanwinda
San Guido o Guy
Beato Apolinar Franco
Beata María Luisa Angélica
San Guido Anderlecht
San Francisco Ch‘oe Kyong-hwam
San Gerónides de Alejandría
San Autónomo de Bitinia
San Macedonio Frigia
San Curonoto
San Sacerdote Lyón
San Silvino Verona
San Guidón Bélgica
Beato Juvencio poeta
Santos Crónidas, Leoncio y Serapión
San Mirón, Vich
San Albeo de Emly
Santa Eanwinda
San Guido o Guy
Beato Apolinar Franco
Beata María Luisa Angélica
San Guido Anderlecht
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