jueves 25
Septiembre 2014
San Fermín de Amiens
San Fermín de Amiens, obispo y mártir
En Amiens, en la Galia
Bélgica, san Fermín, venerado como obispo y mártir.
Existen sobre este Fermín
unas actas tardías (del siglo X) que detallan muchos aspectos de la vida del
santo, incluyendo su pasión y muerte. Lamentablemente son muy poco confiables,
por la lejanía con los hechos que narra, y los rasgos legendarios que presenta.
Sin embargo, es muy posible que en las cuestiones fundamentales recojan una
tradición firme.
Según esa tradición, Fermín
era natural de Pamplona, en Navarra, España, perteneciente a una noble familia
pagana del lugar. La predicación de Honesto y Honorato, discípulos del
famoso san Saturnino de Toulouse, trajo la fe cristiana a Pamplona, y junto a ella, a la
familia de Fermín, quien no sólo se bautizó, sino que fue nombrado obispo y
enviado como misionero a las Galias.
Allí evangeliza Agen, Auvernia, Anjou, Beauvais, para detenerse finalmente
en Amiens (los auténticos obispos misioneros solían serlo de una pequeña
comarca, se nota aquí los intentos de las Actas por hacer que su héroe abarque
prácticamente todo el territorio de la actual Francia). En Amiens recibe el
martirio, y es enterrado por un piadoso senador, cuyo hijo, también llamado
Fermín, es ordenado como sucesor, y erige una iglesia en honor de san
Fermín.
La lista de obispos de
Amiens registra estos dos Fermines, el primero como mártir y el segundo como confesor, aunque
se basa en datos muy poco seguros, y es posible que los dos sean en realidad el
mismo, el que celebramos hoy. De hecho el Martirologio actual ha eliminado la
inscripción del segundo, que figuraba el 1 de septiembre.
De todo esto lo que queda
como segura es la vinculación de san Fermín con Navarra como patria de origen,
y de Amiens como sitio martirial, donde pudo haber sido un destacado obispo
misionero, sin ser necesariamente el obispo fundador de la sede, que parece
haber sido Eulogio, en el siglo IV. Es imposible saber, con los datos
disponibles, cuándo vivió y recibió el martirio san Fermín; las diversas
tradiciones lo ubican entre mediados del siglo III y comienzos del IV.
Este es el Fermín cuyo
culto se extendió por Navarra, y dio lugar a los «Sanfermines» del mes de
julio. Hay un primer documento de la veneración del santo en Pamplona en 1186,
cuando el obispo Pedro II recibe solemnemente de parte del obispo de Amiens las
reliquias de san Fermín, establece la solemnidad litúrgica, y dota un convento
de canónigos en honor del santo. Estas reliquias, guardadas en un relicario de
algunos siglos más tarde, son las que se veneran actualmente en la iglesia
de San Lorenzo,
en Pamplona.
La fecha de celebración fue
al principio el 10 de octubre; sin embargo, quizás por mezcla con la historia
del patrono principal de Pamplona, el mencionado san Saturnino, que murió
arrastrado por un toro, se comenzó a asociar el culto a san Fermín con los
toros. Pero la fecha de octubre quedaba fuera de los toros, y así en 1590, el
obispo Bernardo de Sandoval concede el traslado de la parte profana de la
fiesta (es decir, el encierro de toros) al 7 de julio, dejando a salvo la
festividad litúrgica en su fecha propia. Se escoge esa fecha no por ninguna
relación con la vida del santo, sino por «illud tempus
esse magis commodum» («por ser este tiempo más
cómodo») para la fiesta.
Acta Sanctorum,
septiembre VII, págs. 24-50; allí mismo una buena parte del texto se dedica al
desarrollo del culto en Pamplona (pág. 46ss.). Mons. Duchesne, en Fastes Episcopaux, III, pág. 112-127 resume
los puntos centrales de los datos y problemas del episcopado de san Fermín. El
P-. Thurston, en Butler's Lives... menciona una «Histoire de Saint Fermin» de 1861, a la que no he
tenido acceso. Imagen: Martirio de san Fermín, por Vincentius Bellovacensis, en el «Speculum historiale», siglo XV, Paris.
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Beato Marcos Criado, presbítero y mártir
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San Sergio de Radonez, abad
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San Cleofás, santo del NT
oremos
Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Cleofás venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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jueves 25
Septiembre 2014
Beato
Marcos Criado
Beato Marcos Criado, presbítero y mártir
En la sierra de las
Alpujarras, cerca de la ciudad hispánica de Granada, beato Marcos Criado,
presbítero de la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de cautivos y
mártir, víctima de los moriscos.
Este trinitario nació en un
lugar cercano, Andújar, y una fecha lejana, en 1522. Como es natural tenía una
gran devoción a la Virgen de la Cabeza. De hecho pierde a su madre siendo niño
y ante este dolor acude a su madre del cielo, a la Virgen de la Cabeza. A ella
le hablaría de su soledad y de ella sentiría su abrazo de madre, que siempre
está ahí, atenta a sus hijos. Marcos, aquel día se encomendó a la madre de Dios
y madre nuestra y se consagró a ella.
Años más tarde, aún muy
joven pide entrar en la comunidad de Trinitarios de su ciudad, quizá como
respuesta a su consagración de niño. Tras un año de noviciado realizó su
profesión religiosa como trinitario. Después realizó los estudios teológicos
hasta que fue ordenado sacerdote. La lectura del Evangelio y de los libros de
teología le hacían escuchar la Palabra de Jesús que lo llamaba a seguirlo
dejándolo todo en pobreza, obediencia y castidad. Aquellas palabras le hicieron
encontrarse con la Palabra hecha carne en la realidad y el sufrimiento humano.
También él quería anunciar la palabra de vida y esperanza. Marcos destacó por
ser un gran predicador, de hecho pasó por diversas comunidades -Andújar, Ronda,
Jaén y finalmente Úbeda- con el ministerio de predicador mayor. También en el
confesionario su palabra trasmitía la acogida y el perdón de Dios Padre,
destacando como confesor.
Marcos leía la Biblia y
meditaba sobre la obediencia de Jesús a la voluntad del Padre. Se encontraba en
la comunidad de Úbeda. Aquella tarde tenían capítulo, el Ministro Local lo
había convocado de forma extraordinaria, le intrigaba pensar que nuevas tenía
que comunicarles. Tras una oración comenzaron la reunión, en el orden del día
sólo un punto. Los Obispos de Guadix y Almería pedían a los trinitarios tres o
cuatro misioneros para afianzar la fe de los moriscos en la zona de las
Alpujarras. La mayoría de los moriscos se habían bautizado para evitar ser
expulsados y sólo habían recibido una superficial evangelización. Los obispos
querían consolidar la fe de aquellos pueblos apartados y aislados por la
abrupta Sierra Nevada. Junto a las palabras de los obispos el provincial añadió
que esta empresa se equiparaba a la redención de cautivos, por la redención de
almas. Al pedir voluntarios llenos de Espíritu se ofrecen el P. Pedro de San
Martin y el P. Marcos Criado. Era el momento de encarnar la Palabra. Como los
apóstoles, de dos en dos, parten nuestros hermanos. Pedro iría a Almería,
mientras que Marcos a Guadix. Repentinamente el P. Pedro enferma y tras varios
días muere. Marcos se encuentra sólo en su misión, pero de nuevo siente como la
Virgen de la Cabeza, le dice que está con él, y que le acompaña en su
encomienda. Tras presidir el funeral se pone en camino, había sido nombrado
vicario del párroco de la Peza
(Granada).
Desde la Peza va visitando los distintos
pueblos de la Alpujarra. Sus dotes de predicador movilizaban a los cristianos y
sus palabras en el confesionario trasmitían el amor de Dios. Lo mismo impartía
catequesis a los niños en la calle que visitaba a enfermos. Su fama corrió por
la sierra, las autoridades civiles y religiosas le facilitaban su trabajo y le
pedían a los vecinos que lo acogiesen como a un apóstol. Sin embargo esta fama
también le ganó detractores, en la Peza
recibe una paliza para que deje su actividad. Un clima de hostilidad se
levantaba contra los cristianos, Marcos recibe una nueva paliza en la sierra de
Filabres, lo dan por muerto, pero
sorprendentemente se recupera. Algunos pueblos cristianos son arrasados y
profanados sus templos. Nuestro misionero sufre en este contexto de
confrontación por lo que decide hablar con Abencotha, líder de los moriscos. Le pide que respete y deje
tranquilos a los cristianos y lo invita a cambiar de actitud en nombre de
Jesús. Tan insultante le pareció a Abencotha el encuentro que a las palabras responde con violencia. Lo
prenden con una soga y lo atan a un caballo arrastrándolo por abruptos caminos.
Lo abandonaron como muerto. De nuevo se recupera y continúa su misión,
predicando, visitando a los cristianos acosados. Sus milagrosas recuperaciones,
su fidelidad a su misión, y predicaciones producen conversiones, hasta de
«renegados de la fe»; al mismo tiempo que la persecución se hace más hostil
contra los cristianos. Son asesinados los primeros sacerdotes en Vera y Marcos
estando en Cadiar se ve obligado a huir para
evitar su muerte. Vuelve a la Peza.
Las autoridades civiles
publican el «Edicto del Primero de Mayo» para reprimir a los moriscos. Este
documento consigue el efecto contrario, los moriscos se quieren vengar de la
opresión y obligaciones impuestas por el edicto atacando a la población cristiana.
En la noche de Navidad de 1568 comienza el levantamiento de las Alpujarras.
Aben Humeya capitanea una revuelta
contra los cristianos que irá recorriendo todos los pueblos de la zona,
acabando con sacerdotes y cristianos. Año y medio más tarde llegan a la Peza atemorizando a la
comunidad cristiana que se refugia en el castillo, junto a sus pastores. El
párroco que increpó a los agresores encontró allí su muerte. El P. Marcos
celebró sus funerales y desde aquel momento se instala en la Iglesia
presintiendo su fin violento. El 22 de septiembre de 1569 tras celebrar la
Eucaristía se dirigió a los fieles manifestando su deseo de dar la vida por
Cristo. De repente un grupo de moriscos entra violentamente en el templo, les
habla pero la respuesta es violencia sorda. Los fanáticos lo sacan a golpes y
puntapiés y lo llevan hasta a las afueras del pueblo. Allí un grupo mayor le
esperaba. Le torturaron para que renegara de Cristo, y de su boca ensangrentada
emergió una clara palabra: «¡Jamás!» Entre golpes e insultos lo amarraron a una
encina con los pies al aire, esperando contemplar su agonía y muerte. El día 23
aún estaba vivo y de repente comenzó a cantar salmos, palabras de confianza, de
perdón, de alabanza, por lo que apedrearon hasta que ellos creían que estaba
muerto. El 24 comprobaron que aún vivía, intentaba balbucear alguna palabra.
Aquel día murió, o nació a la vida definitiva. Permaneció en el árbol hasta el
25 y para verificar su muerte un morisco cruel le abrió el pecho y le sacó el
corazón.
Los testigos de aquel
macabro espectáculo estaban conmovidos tras tres días de violencia y agonía,
aceptada en fidelidad y amor ¿Quién le daba aquella fuerza? Al sacarle el
corazón todos los presentes quedaron admirados y cayeron en tierra. En el
corazón parecía estar escrita una palabra: «Jesús», el nombre que apasionó
aquel corazón y que le hizo dar la vida por amor. Habían terminado con su vida,
pero la palabra triunfó, venció la fe. Todos fueron a anunciar el hecho
prodigioso, los cristianos recogieron el cuerpo y el corazón de su mártir.
Comenzaron a llamarlo el Santo Marcos. Debido al culto y veneración que recibió
durante siglos en este pueblo y comarca se comienza el proceso de beatificación
hasta que en 1899 el Papa León XIII lo elevó a los altares como mártir.
fuente: Santoral Trinitario
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jueves 25
Septiembre 2014
San
Sergio de Rádonezh
San Sergio de Radonez, abad
En el monasterio de la
Santísima Trinidad, en la región de Moscú, en Rusia, san Sergio de Radonez, quien, elegido como hegúmeno o abad, propagó la vida
eremítica y cenobítica que él había practicado primero, y además, como hombre
de carácter afable, fue consejero de príncipes y consolador de fieles
cristianos.
Canonizado por el papa
Nicolás V en 1449 quien, al proclamar sus virtudes, se hizo eco de la
veneración que ya recibía y continúa dispensándole en Rusia, país del que fue
originario y del que es su patrón. Nació en Rostov al inicio del siglo XIV en
año impreciso; el arco fijado por diversas fuentes que incluyen fechas
distintas se halla entre 1312 y 1322. Fue bautizado con el nombre de Bartolomé.
Consciente de su dificultad para el aprendizaje, oraba a Dios para que abriese
su mente. En medio de un hecho prodigioso que le aconteció, a través de un
monje recibió la gracia solicitada. Su temprana vocación a la vida monástica no
obtuvo la aprobación de sus padres que se mantuvieron firmes en su
disconformidad hasta poco antes de morir, cuando él había entrado en la
veintena. Entonces, junto a Esteban, su hermano mayor que compartía el mismo
ideal, dejó la casa paterna y herencia en manos del benjamín y se dispuso a
cumplir su sueño. Ambos eligieron como morada un lugar recóndito del bosque
cercano al río Conchúry. Allí pusieron el signo
monástico erigiendo una Iglesia y una humilde celda que dedicaron a la
Santísima Trinidad; fue bendecida por el sacerdote Feognósto.
Esteban partió a Moscú para
hacerse cargo de otro monasterio, y Sergio prosiguió empapándose de la soledad
monástica, entregado a una intensa oración y ayuno siguiendo la estela de los
antiguos monjes del yermo. Habiendo tomado el hábito que le entregó Mitrofan, abad de un monasterio, se
esforzaba por seguir los pasos de los grandes eremitas del desierto, como san
Antonio o san Juan Clímaco, entre otros. La gracia de Dios y el ejemplo de
lucha contra toda clase de tentaciones que le dieron los venerables cenobitas
le ayudaron a superar las suyas; afrontó múltiples dificultades y sorteó
también muchos peligros. Los animales salvajes –hacia los que tuvo un don
especial– le respetaban.
Los frutos de su penitencia
y humildad se manifestaron de un modo inesperado para él. Aunque detestaba la
notoriedad y quería mantener a resguardo su austera vida, no pudo evitar que
muchos llegasen hasta allí queriendo emularle y seguir a Cristo bajo su amparo.
Y es que la providencia esparcía las semillas del amor que había germinado en
su corazón con el brillo inmarcesible de la humildad y el desasimiento de todo
lo que impide correr en pos de la unión con la Santísima Trinidad. Rechazó la
misión de abad hasta que en 1354 una voz interior le persuadió de que debía
acoger sin reservas la voluntad de Dios. Instado por Él, dio respuesta a las
peticiones de sus seguidores, convirtiéndose en fundador y abad del monasterio
de la Santísima Trinidad. Predicaba con su virtuosa vida, además de hacerlo con
su palabra, movido por gran celo apostólico y caridad. Oraba con tanta fe que
siempre llovían del cielo las bendiciones paliando las necesidades de la
austera comunidad. Hasta él llegaban personas confundidas que esperaban ver en
él signos externos de opulencia. Y se encontraban con un hombre santo,
humildemente cubierto por un más que remendado sayal, desempeñando modestas
tareas. Al recibirles y hablarles, se obraban milagros que suscitaban un
inmediato arrepentimiento y la conversión de sus corazones.
Sergio había sido agraciado
con el don de las apariciones. En una de ellas la Virgen María le aseguró que
los protegería a todos. También se le vaticinó que el monasterio sería
favorecido con numerosas vocaciones. Muchos pedían su bendición y consejo. Entre
ellos, el príncipe moscovita Dmitry
Ivanovich, al que en 1380 ayudó en
la famosa batalla de Kulikov contra los tártaros. Quiso
que le acompañaran dos de sus monjes, que perecieron en la contienda. No había
sido una decisión precipitada; sabía bien el riesgo que corrían. De hecho,
cuando expuso su parecer al príncipe con valor y firmeza, consciente de que un
discípulo de Cristo vive al límite en su ofrenda confiado en la gracia de Dios,
le había dicho: «Si los enemigos quieren de nosotros el honor y la gloria
se los daremos, si quieren plata y oro, se los daremos también; pero si por el
nombre de Cristo, por la fe ortodoxa es necesario entregar el alma propia,
entonces que la sangre corra».
En el entorno del convento
fueron floreciendo nuevos moradores, y los monjes comenzaron a recibir limosnas
y a extender su labor acogiendo a enfermos y peregrinos. Sergio tuvo que
afrontar momentos internos de gran dificultad. No le agradaba el gobierno que
había acogido por obediencia, hasta que la sublevación de algunos discípulos le
instó a dejarlos, y se estableció nuevamente en el bosque, en soledad, a la
vera del río Kirzhach. Allí vivió pocos años
porque el metropolitano Alexis de Moscú, que le tenía en alta estima y le
encomendó misiones diplomáticas para reconciliar a algunos príncipes, le rogó
que volviera al convento. Cuando Alexis, deseoso de que el santo fundador le sucediese
quiso condecorarle con la cruz de oro, símbolo de tan alta misión, Sergio la
rechazó, diciendo: «Desde la infancia no usé oro, a la vejez con más razón
quiero mantenerme en la humildad».
Su convento de la Santísima
Trinidad fue bendecido por el patriarca Filofey
quien aprobó también sus reglas. Antes de morir rogó a sus hermanos que las
cumplieran escrupulosamente. Fue el insigne propagador del culto a la Santísima
Trinidad. El conocido icono del monje Andrej
Rubljow sobre este misterio –que
pintó bajo el patriarcado de Nikon,
sucesor de Sergio–, es heredero de sus enseñanzas. Este gran patrón de Rusia
murió en Moscú el 25 de septiembre de 1392.
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jueves 25
Septiembre 2014
San Cleofás (N.T.)
San Cleofás, santo del NT
Conmemoración de san
Cleofás, discípulo del Señor, al que con el otro compañero itinerante le ardía
el corazón, cuando Cristo, en la tarde de Pascua, se les apareció en el camino
explicándoles las Escrituras, y después, en la casa de Cleofás, en Emaús, al conocer al Salvador en
la fracción del pan.
San Cleofás, discípulo del
Señor (s. I) Dos veces aparece este nombre en los Evangelios. Una en San Lucas
cuando habla de los dos discípulos que marchaban a Emaús (cfr San Lucas 24; 13, ss) y la otra en San Juan
cuando habla de una "María, la mujer de Cleofás" que estaba presente
en el Calvario, acompañando a la Virgen, la tarde en que fue crucificado y
moría Jesús (cfr San Juan 19;
25,ss).
Sin que pueda establecerse
con certeza que estos dos personajes fueran marido y mujer, ya que varones
llamados Cleofás debía haber bastantes en Jerusalén, sí parece que el esposo de
esa María del Calvario debía ser un cristiano bastante conocido entre los
discípulos, cuando San Juan escribe su evangelio y también que ambos estuvieron
muy cerca de los acontecimientos que hoy narramos. Es la alborada
del Domingo. Unas mujeres, quieren envolver en lienzos el cuerpo y poner
perfumes preciosos, a la usanza judía, en el cuerpo de Jesús, ya que no pudo
prepararse con finura el viernes por la tarde cuando lo pusieron en el
sepulcro.
El sepulcro está vacío, no
tiene cuerpo dentro. Unos ángeles avisan que está vivo el Señor Jesús . Las
mujeres, locas de alegría, nerviosas, corren y transmiten la nueva a los
discípulos. Pedro y los demás no pueden creer ese inusitado acaecimiento.
La distancia de Jerusalén a Emaús
es de algo más de diez kilómetros. Hacia Emaús
caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno de ellos responde al
nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos los acontecimientos del fracaso
de Jesús en los días pasados. Las pisadas son pesadas porque llevan
la amargura en el pecho. Son tantos años juntos, tantas ilusiones truncadas,
tantas promesas secas, tantas alegrías cegadas... hasta los proyectos del Reino
se esfumaron con los clavos, la cruz y la lanza. Con Jesús muerto mal se
anda.
Se les unió un caminante
como compañero de camino. Ellos temían "ofuscada la mirada". Al
preguntar qué les pasa, Cleofás con tono enojado casi le regañó por no estar al
día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen los hechos tan trágicos
e impresionantes, el viajero les recordó que ya estaba previsto por los
profetas. Al acercarse a la aldea, el caminante hace intención de
proseguir. Cleofás y su amigo le insistieron: "Quédate con nosotros, que
el día ya declina". El caminante accedió, entró con ellos en la casa, se
sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se lo dio. En
este instante le reconocieron.
Ahora, desandar lo andado
para decirle a los hermanos que las mujeres mañaneras tenían razón no es
pesado, es alegría; avanzan en la noche tan seguros como a pleno día porque
lucen mucho las estrellas, los pasos se han tornado ágiles y firmes, el corazón
late con fuerza, el gozo se ha hecho vida. Notan la vehemencia de decir pronto
a los otros que Jesús sí es el Mesías.Con Jesús Vivo bien se camina.
oremos
Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Cleofás venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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Santo(s)
del día
San
Fermín de Amiens
San Cleofás (N.T.)
San Sergio de Rádonezh
San Solemne de Chartres
San Finbarro de Cork
San Ermenfrido de Cusance
Beato Marcos Criado
Beato Pedro Bengoa Aranguren
Santo Niño de la Guardia
Beato Juan José Dusmet
San Herculano Roma
Santos Pablode Siria
San Anatalón de Milán
San Lupo Francia
San Principio de Soissons
San Pacífico de Italia
Santas Aurelia y Neomisia
San Aunacario de Auxerre
San Formerio Capadocia
San Ceofrido de Wearmouth
San Nilo Constantinopla
San Cleofás (N.T.)
San Sergio de Rádonezh
San Solemne de Chartres
San Finbarro de Cork
San Ermenfrido de Cusance
Beato Marcos Criado
Beato Pedro Bengoa Aranguren
Santo Niño de la Guardia
Beato Juan José Dusmet
San Herculano Roma
Santos Pablode Siria
San Anatalón de Milán
San Lupo Francia
San Principio de Soissons
San Pacífico de Italia
Santas Aurelia y Neomisia
San Aunacario de Auxerre
San Formerio Capadocia
San Ceofrido de Wearmouth
San Nilo Constantinopla
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