domingo, 14 de septiembre de 2014

14 Septiembre__Santa Notburga de Eben

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domingo 14 Septiembre 2014
Beato José Gabriel del Rosario Brochero

Beato José Gabriel del Rosario Brochero 
Nació en los aledaños de Santa Rosa de Río Primero (Córdoba) el 16 de marzo de 1840. Era el cuarto de diez hermanos, que vivían de las tareas rurales de su padre. Creció en el seno de una familia de profunda vida cristiana. Dos de sus hermanas fueron religiosas del Huerto.
Habiendo ingresado al Colegio Seminario Ntra. Sra. de Loreto el 5 de marzo de 1856, fue ordenado sacerdote el 4 de noviembre de 1866. Como ayudante de las tareas pastorales de la Catedral de Córdoba, desempeñó su ministerio sacerdotal durante la epidemia de cólera que desbastó a la ciudad. Siendo Prefecto de Estudios del Seminario Mayor, obtuvo el título de Maestro en filosofía por la Universidad de Córdoba.
A fines de 1869 asumió el extenso Curato de San Alberto de 4.336 kilómetros cuadrados. Con poco más de 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes sin caminos y sin escuelas. Incomunicados por las Sierras Grandes de más de 2.000 metros de altura. El estado moral y la indigencia material de sus habitantes eran lamentables. El corazón apostólico de Brochero no se desanima, sino que desde ese momento dedicara su vida toda no sólo a llevar el Evangelio sino a educar y promocionar a sus habitantes. Al año siguiente de llegar, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba, para hacer los Ejercicios Espirituales. Recorrer los 200 kilómetros requería tres días a lomo de mula, en caravanas que muchas veces superaban las quinientas personas. Más de una vez fueron sorprendidos por fuertes tormentas de nieve. Al regresar, luego de nueve días de silencio, oración y penitencia sus feligreses iban cambiando de vida, siguiendo el Evangelio y buscando el desarrollo económico de la zona.
En 1875, con la ayuda de sus feligreses, comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la entonces Villa del Transito (localidad que hoy lleva su nombre). Fue inaugurada en 1877 con tandas que superaron las 700 personas, pasando por la misma, durante el ministerio parroquial del Siervo de Dios, más 40.000 personas. Para complemento construyó la casa para las religiosas, el Colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes. Con sus feligreses construyó más de 200 kilómetros de caminos y varias iglesias, fundó pueblos y se preocupó por la educación de todos. Solicitó ante las autoridades y obtuvo mensajerías, oficinas de correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que atravesaría el Valle de Traslasierra uniendo Villa Dolores y Soto para sacar a sus queridos serranos de la pobreza en que se encuentran. "abandonados de todos pero no por Dios", como solía repetir.
Predicó el Evangelio asumiendo el lenguaje de sus feligreses para hacerlo comprensible a sus oyentes. Celebró los sacramentos, llevando siempre lo necesario para la Misa en las ancas de su mula. Ningún enfermo quedaba sin los sacramentos, para lo cual ni la lluvia ni el frío lo detenían. "Ya el diablo me va a robar un alma", decía. Se entregó por entero a todos, especialmente a los pobres y alejados, a quienes buscó solicitadamente para acercarlos a Dios. Pocos días después de su muerte, el diario católico de Córdoba escribe: "Es sabido que el Cura Brochero contrajo la enfermedad que lo ha llevado a la tumba, porque visitaba largo y hasta abrazaba a un leproso abandonado por ahí". Debido a su enfermedad, renunció al Curato, viviendo unos años con sus hermanas en su pueblo natal. Pero respondiendo a la solicitud de sus antiguos feligreses, regresó a su casa de Villa del Tránsito, muriendo leproso y ciego el 26 de enero de 1914.


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domingo 14 Septiembre 2014
San Crescente Roma
 
San
Crescente, hijo de San Eutimio, mártir. Sus padres le llevaron a Perusa desde Roma para sustraerle así a los perseguidores, mas éstos le siguieron a dicha ciudad y le dieron muerte cruel, cuando contaba sólo siete años, en Roma, adonde había vuelto ocultamente, 303



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domingo 14 Septiembre 2014
San Materno de Colonia

San Materno de Colonia, obispo
En Colonia Agripina, de Germania, san Materno, obispo, que convirtió a la fe de Cristo a gentes de Tongres, Colonia y Tréveris.
Materno fue el primer obispo de Colonia de quien se tienen noticias ciertas: se le menciona en relación con el controvertido asunto de los donatistas. Los obispos cismáticos del África presentaron una petición al emperador Constantino en contra del obispo católico Cecilio, para solicitar que su caso fuese juzgado por los obispos de las Galias, que no tenían ningún interés particular en el asunto. El emperador mandó llamar a tres obispos galos para que asistieran al proceso que se iba a realizar en Roma. Los tres prelados eran: Reticio de Autun, Marino de Arles y Materno de Colonia. Terminado el juicio, en el año de 313, Cecilio fue absuelto y reivindicado por unanimidad. Los donatistas pidieron la celebración de un nuevo proceso y el emperador ordenó que se convocara a un Concilio para tratar la cuestión. Esta asamblea tuvo lugar el año siguiente, en Arles y, otra vez, san Materno fue uno de los obispos participantes.

Es posible que en algún período de su existencia haya sido obispo de Tréveris, donde se supone que murió. Pero, tanto las leyendas de Colonia como las de Tréveris, aceptadas en sus libros litúrgicos y a las que se refiere el Martirologio Romano, nos ofrecen un aspecto muy diferente sobre la figura de san Materno. Como es natural, muchas de las sedes más antiguas hicieron el intento de establecer su origen en tiempos de los Apóstoles o en el de los discípulos de los Apóstoles. Entre las que trataron de vincularse con san Pedro, están la de Colonia y la de Tréveris (la sede de Colonia tuvo a dos obispos con el nombre de Materno, uno en el siglo primero y el otro en el cuarto). La historia apócrifa afirma que Materno era el hijo de la viuda de Naím resucitado por Jesucristo, y que el propio san Pedro lo envió, junto con san Eucario y san Valerio, a evangelizar las Galias. Cuando los misioneros llegaron a Ehl, en Alsacia, murió Materno y sus compañeros se trasladaron a Roma para informar a san Pedro. Este les hizo entrega de su báculo, con instrucciones. para que lo pusieran sobre el cuerpo del muerto. Se ejecutaron las órdenes del Apóstol, y Materno resucitó por segunda vez y pudo predicar el Evangelio a «los pueblos de Tongrés, Colonia y Tréveris y otras comarcas vecinas». Casi exactamente la misma historia se cuenta sobre otros misioneros apostólicos de las Galias y, por supuesto, todas ellas son indignas de crédito. Además, no hay ninguna razón para suponer que este san Materno sea otro que el obispo de Colonia que participó en el sínodo de Arles en el año 314. La extravagante leyenda que resumimos arriba parece haber sido fabricada hacia fines del siglo nueve por un tal Eberardo, monje en Tréveris.

Acta Sanctorum de septiembre, vol. IV, resume la leyenda, la discute, y reproduce el texto íntegro en enero, vol. V (29 de enero). Ver también Hauck, en Kirchengeschichte Deutschlands, vol. I, pp. 46-47; a W. Neuss, en Die Anfinge des Christentums im Rheinlande (1923), pp. 13-20 y a Duchesne en Fastes Épiscopaux, vol. IV, pp. 34 y 178.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



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domingo 14 Septiembre 2014
Santa Notburga de Eben



Santa Notburgavirgen
En la localidad de Eben, en el Tirol, santa Notburga, virgen, cuya dedicación a las labores domésticas y al servicio de Cristo en los pobres fue ejemplo de santidad para sus compatriotas.
Unos catorce años antes de la muerte de santa Zita en la ciudad de Lucca, vino al mundo en la localidad de Rattenberg, en las montañas del Tirol, una niña que se convertiría en la santa patrona de los criados y servidores domésticos de toda la comarca, de la misma manera que santa Zita lo es en una zona mucho más vasta. Aquella niña, cuyo nombre era Notburga, fue la hija de un campesino del lugar, tan pobre, que apenas tuvo la niña la edad necesaria, comenzó a trabajar como criada para ayudar con el presupuesto familiar. Notburga tenía dieciocho años cuando entró al servicio del conde Enrique de Rattenberg, como ayudante de la cocinera. En el castillo feudal eran siempre muy abundantes los restos de las comidas que se servían en la mesa de los señores y, a diario, Notburga los recogía y, por una puertecilla lateral, los distribuía entre los pobres que acudían en gran número a recibir la limosna. No contenta con esto, se privaba de sus raciones para aumentar las porciones de los mendigos. Al morir la madre del conde, su esposa, la condesa Ottilia, se hizo cargo del manejo de la casa y, como no aprobaba las caridades de la ayudante de la cocinera, dio órdenes de que todas las sobras se juntaran en los grandes cubos para alimentar a los cerdos. Durante algún tiempo, Notburga hizo lo que se le había ordenado y no dio a los pobres más de lo que guardaba de su propia ración, pero no tardó en tomar también algo de lo que se destinaba a los chiqueros y, a pesar de que lo hacía con el mayor sigilo, su ama la sorprendió y fue despedida de mala manera, entre denuestos contra la doncella y sus mendigos. Y sucedió que, pocos días más tarde, murió la condesa Ottilia y después de sus funerales se presentaron en el castillo los mendigos encabezados por Notburga, las víctimas del egoísmo de la difunta señora, y con impresionante seriedad, anunciaron al conde que el espíritu de su esposa iba a morar en los chiqueros del castillo de Rettenberg y no descansaría en paz hasta que se hicieran exorcismos en el lugar.

Notburga se fue a trabajar a la casa de un granjero en Eben, y el incidente legendario que ahí le ocurrió es conocido por todos los niños buenos del Tirol. Era un sábado por la tarde durante la época de la cosecha, y Notburga se afanaba en la siega cuando repicaron las campanas de la iglesia para anunciar las vísperas, es decir que ya había comenzado el domingo. La doncella dejó de trabajar inmediatamente y se disponía a ir a la iglesia, cuando llegó el patrón y le mandó que continuara con la faena. Pero ella hizo ver al amo que el domingo empieza con las vísperas del sábado y ningún buen cristiano siega en domingo; en consecuencia, ella, que era buena cristiana, se negaba rotundamente a trabajar. El patrón, por su parte, alegó que era necesario continuar con la siega porque hacía buen tiempo y convenía aprovecharlo ya que, en cualquier momento, podía cambiar. «No cambiará», replicó Notburga con mucho aplomo. «¿Cómo puedes asegurarlo?», inquirió el patrón. «Ni siquiera se ve la luna puesto que está cubierta por la bruma y yo digo que va a llover». «¡No lloverá!», afirmó la muchacha. «Y si os hace falta ver la luna para creerlo, ahí la tenéis ...». Con movimiento rápido, Notburga arrojó la hoz a los aires y ahí se quedó suspendida, semejante a una luna en cuarto menguante sobre el cielo del ocaso. la pequeña hoz es precisamente uno de los atributos con los que se la representa en la iconografía.

Mientras tanto, el conde Enrique de Rattenberg había sufrido una serie de contratiempos e infortunios a causa de las reyertas entre el conde del Tirol y el duque de Baviera; el biógrafo de santa Notburga, que era un escritor de mucha imaginación, asegura que el de Rattenberg atribuía todas sus desgracias a la maldad de su difunta esposa y, sobre todo, a la injusticia que había cometido con la pobre ayudante de la cocinera. Al parecer, el conde creía que el espíritu de su esposa vagaba por los chiqueros y le traía maleficios, como se lo habían vaticinado los mendigos y, para ahuyentarlo de una vez por todas, decidió casarse por segunda vez y llamar a Notburga para reparar el daño que se le había hecho. El conde llevó a cabo sus proyectos y la doncella se instaló en el castillo, no como sierva sino como ama de llaves. Durante el resto de su existencia, Notburga vivió feliz y santamente en Rattenberg y, gracias a ella, un ejército de mendigos obtenía ahí su diario sustento. Poco antes de morir, recomendó a su amo muy especialmente a sus amados pobres y, como última voluntad, le pidió que colocara su cadáver en una carreta y lo sepultara en el lugar donde los bueyes se detuviesen. Así se hizo y, tras una larga jornada durante la cual se realizaron muchos milagros, como cuentan las crónicas, los bueyes se detuvieron ante la puerta de la iglesia de San Ruperto, en Eben. De acuerdo con sus deseos, Santa Notburga fue sepultada allí. En 1862, el Papa Pío IX confirmó su culto local como patrona de los pobres campesinos y siervos asalariados.

Biografía originalmente publicada en alemán por H. Guarinoni en 1646, hay otros materiales más antiguos, según nos informa Rader en Bavaria Sancta, así como otros investigadores. La narración de Guarinoni, traducida al latín, aparece en Acta Sanctorum, septiembre, vol. IV, acompañada de numerosos prolegómenos y curiosas ilustraciones sobre el culto a santa Notburga.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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