Sábado 19 Abril 2014
Sábado Santo - En la noche: Santa Vigilia Pascual
Sábado Santo
Durante el Sábado Santo la iglesia permanece junto al sepulcro
del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos, y se
abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa, quedando desnudo el altar
hasta que, después de la solemne Vigilia se inauguren los gozos de la Pascua.
Vigilia pascual en la noche santa - Ciclo A
Lecturas del Antiguo Testamento
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 1, 1-2, 2
Al principio, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era
algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se
cernía sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.
Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a
la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el
primer día.
Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para
que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió. Dios hizo el
firmamento, y éste separó las aguas que están debajo de él, de las que están
encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el segundo día.
Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están
bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme». Y así sucedió. Dios llamó Tierra
al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno.
Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla, y
árboles frutales que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su
semilla adentro». Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da
semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su
semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el tercer día.
Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para
distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los
años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la
tierra». Y así sucedió. Dios hizo los dos grandes astros -el astro mayor para
presidir el día y el menor para presidir la noche- y también hizo las
estrellas. Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para
presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio
que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.
Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres
vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo».
Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes
que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con
alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo, diciendo: «Sean
fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se
multipliquen sobre la tierra». Así hubo una tarde y una mañana: este fue el
quinto día.
Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres
vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie». Y así
sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas
clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie.
Y Dios vio que esto era bueno.
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra
semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el
ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el
suelo.» Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó
varón y mujer.
Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos, multiplíquense,
llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo
y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra.» Y continuó diciendo:
«Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los
árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas
la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes
que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde.» Y así
sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo
una tarde y una mañana: este fue el sexto día.
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres
que hay en ellos.
El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó
de hacer la obra que había emprendido.
Salmo 104(103), 1-2a. 5-6. 10. 12-14ab. 24. 35
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
y te envuelves con un manto de luz.
Afirmaste la tierra sobre sus cimientos:
¡no se moverá jamás!
El océano la cubría como un manto,
las aguas tapaban las montañas.
Haces brotar fuentes en los valles,
y corren sus aguas por las quebradas.
Las aves del cielo habitan junto a ellas
y hacen oír su canto entre las ramas.
Desde lo alto riegas las montañas,
y la tierra se sacia con el fruto de tus obras.
Haces brotar la hierba para el ganado
y las plantas que el hombre cultiva.
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría,
la tierra está llena de tus criaturas!
¡Bendice al Señor, alma mía!
Segunda lectura
Libro del Génesis 22,
1-18
Dios puso a prueba a Abraham «¡Abraham!», le dijo.
El respondió: «Aquí estoy.»
Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el
que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto
sobre la montaña que yo te indicaré.»
A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno,
tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la
leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado.
Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus
servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos
adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes.»
Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su
hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y
siguieron caminando los dos juntos.
Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: «¡Padre!»
El respondió: «Sí, hijo mío.»
«Tenemos el fuego y la leña, continuó Isaac, pero ¿dónde está
el cordero para el holocausto?»
«Dios proveerá el cordero para el holocausto», respondió
Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos.
Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham
erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar
encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su
hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!»
«Aquí estoy», respondió él.
Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le
hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni
siquiera a tu hijo único.»
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los
cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció
en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: «El Señor
proveerá», y de allí se origina el siguiente dicho: «En la montaña del Señor se
proveerá.»
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde
el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor- : porque has obrado
de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones
y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que
está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus
enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra,
ya que has obedecido mi voz.»
Salmo 16(15), 5. 8-11
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
Tercera lectura
Libro del Exodo 14,15-31.15,1.
Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con
esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.
Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y
divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.
Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos
entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a
expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros.
Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de
gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros".
El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de
Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se
desplazó también de delante hacia atrás,
interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La
nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche,
de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo
retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y
transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron,
y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras
las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del
Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las
tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión
entre ellos.
Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que
avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel,
porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto".
El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar,
para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus
guerreros".
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar
volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se
encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los
guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar
para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.
Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco
del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los
egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del
mar,
y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto.
El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor
del Señor:
Libro del Exodo 15,1b-2.3-4.5-6.17-18.
"Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él
hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi
Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.
El Señor es un guerrero, su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor
de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.
El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo
del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor,
aniquila al enemigo.
Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el
lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus
manos.
¡El Señor reina eternamente!".
Cuarta lectura
Libro de Isaías 54, 5-14
Tu esposo es aquel que te hizo: su nombre es Señor de los
ejércitos; tu redentor es el Santo de Israel: él se llama «Dios de toda la
tierra.»
Sí, como a una esposa abandonada y afligida te ha llamado el
Señor: «¿Acaso se puede despreciar a la esposa de la juventud?», dice el Señor.
Por un breve instante te dejé abandonada, pero con gran ternura te uniré conmigo;
en un arrebato de indignación, te oculté mi rostro por un instante, pero me
compadecí de ti con amor eterno, dice tu redentor, el Señor.
Me sucederá como en los días de Noé, cuando juré que las aguas
de Noé no inundarían de nuevo la tierra: así he jurado no irritarme más contra
ti ni amenazarte nunca más. Aunque se aparten las montañas y vacilen las
colinas, mi amor no se apartará de ti, mi alianza de paz no vacilará, dice el
Señor, que se compadeció de ti.
¡Oprimida, atormentada, sin consuelo! ¡Mira! Por piedras, te
pondré turquesas y por cimientos, zafiros; haré tus almenas de rubíes, tus
puertas de cristal y todo tu contorno de piedras preciosas. Todos tus hijos
serán discípulos del Señor, y será grande la paz de tus hijos. Estarás
afianzada en la justicia, lejos de la opresión, porque nada temerás, lejos del
temor, porque no te alcanzará.
Salmo 30(29), 2. 4-6. 11-12a. 13b
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!
Quinta lectura
Libro de Isaías 55, 1-11
Así habla el Señor:
¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga
dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar,
tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus
ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se
deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo
haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David. Yo
lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones. Tú
llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá
hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te
glorifica.
¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo
mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso,
sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro
Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son
los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor -. Como
el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis
pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no
vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho
germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede
con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que
realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.
Salmo Is 12, 2-6
Este es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Ustedes sacarán agua con alegría
de las fuentes de la salvación.
Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel!
Sexta lectura
Libro de Baruc 3, 9-15.32-4, 4
Escucha, Israel, los mandamientos de vida; presta atención
para aprender a discernir. ¿Por qué, Israel, estás en un país de enemigos y has
envejecido en una tierra extranjera? ¿Por qué te has contaminado con los
muertos, contándote entre los que bajan al Abismo? ¡Tú has abandonado la fuente
de la sabiduría! Si hubieras seguido el camino de Dios, vivirías en paz para
siempre.
Aprende dónde está el discernimiento, dónde está la fuerza y
dónde la inteligencia, para conocer al mismo tiempo dónde está la longevidad y
la vida, dónde la luz de los ojos y la paz.
¿Quién ha encontrado el lugar de la Sabiduría, quién ha
penetrado en sus tesoros? Pero el que todo lo sabe, la conoce, la penetró con
su inteligencia; el que formó la tierra para siempre, y la llenó de animales
cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella sale, la llama, y ella obedece
temblando. Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia: él las
llama, y ellas responden: «Aquí estamos», y brillan alegremente para aquel que
las creó.
¡Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta al lado de él! El
penetró todos los caminos de la ciencia y se la dio a Jacob, su servidor, y a
Israel, su predilecto. Después de esto apareció sobre la tierra, y vivió entre
los hombres.
La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios, y la Ley
que subsiste eternamente: los que la retienen, alcanzarán la vida, pero los que
la abandonan, morirán.
Vuélvete, Jacob, y tómala, camina hacia el resplandor, atraído
por su luz. No cedas a otro tu gloria, ni tus privilegios a un pueblo
extranjero. Felices de nosotros, Israel, porque se nos dio a conocer lo que
agrada a Dios.
Salmo 19(18), 8-11
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.
Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.
Séptima lectura
Libro de Ezequiel 36, 17a. 18-28
La palabra del Señor me llegó en estos términos.
Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su
propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones. Entonces derramé mi
furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los
ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos
se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y
al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre,
haciendo que se dijera de ellos: «Son el pueblo del Señor, pero han tenido que
salir de su país.» Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo
de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido.
Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor: Yo no
obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo
Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo
santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por
ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando
manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.
Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre
todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y
ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos
sus ídolos.
Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu
nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de
carne.
Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis
preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra
que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
Salmo 42(41), 3. 5bcd; 42, 3-4
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?
¡Cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza,
en el júbilo de la fiesta!
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.
Lecturas del Nuevo Testamento
Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-11.
Hermanos:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en
Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para
que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos
una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte
semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con
él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser
esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos
con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque
la muerte ya no tiene poder sobre él.
Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que
vive, vive para Dios.
Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos
para Dios en Cristo Jesús.
Salmo 118(117), 1-2. 16-17. 22-23
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Evangelio según San Mateo 28, 1-10.
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana,
María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se
produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo
rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de
un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los
guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes
buscan a Jesús, el Crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan
a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos:
"Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea:
allí lo verán". Esto es lo que tenía que decirles.»
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron
rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo:
«Alégrense.» Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante
de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea,
y allí me verán.»
OOOOOOOOOOOOOOOOO
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