Viernes 11 Abril 2014
Santa Gema Galgani
Sus 25 años de vida estuvieron marcados en su mayoría por
fenómenos místicos ante los cuales hubo disparidades, incomprensiones y
numerosos desprecios. Nació en Borgonuovo de Capannori, Italia el 12 marzo de
1878. Era la cuarta de ocho hermanos y la primera niña que alegraba el hogar.
Su madre no quería bautizarla con el nombre de Gemma, que fue sugerido por un
tío de la pequeña, porque en el martirologio no existían ascendentes de ninguna
mujer canonizada que se hubiera llamado así. El párroco Olivio Dinelli con
inspirado juicio alegó: «Muchas gemas hay en el cielo; esperemos que también
ella sea un día otra Gemma del paraíso». Cuando tenía un mes de vida la familia
se trasladó a Lucca, donde la santa pasó el resto de su existencia. A los 4
años oraba tiernamente a María, amor que le inculcó Aurelia, su madre, junto a
la devoción por Jesús crucificado: «De lo primero que me acuerdo es que mi
mamá, cuando yo era pequeñita, acostumbraba a tomarme a menudo en brazos y,
llorando... me enseñaba un crucifijo y me decía que había muerto en la Cruz por
los hombres». La catequesis materna dio sus frutos sembrando en el corazón de
Gemma una pasión desbordante por Cristo: «Jesús; yo quiero llegar con mi voz
hasta los últimos confines del universo para alcanzar a todos los pecadores y
gritarles que entren todos dentro de tu Corazón». Intuyendo Aurelia su
inminente muerte, quiso que preparasen a la niña para la confirmación. Y
mientras la recibía entendió que Jesús le pedía el sacrificio de verse privada
de su madre.
Aurelia murió el 17 de septiembre de 1885 a los 39 años. Gemma
tenía 7 y se refugió en la Virgen: «Al perder a mi madre terrena me entregué a
la Madre del cielo. Postrada ante su imagen, le dije: ‘¡María!, ya no tengo
madre en la tierra; se tú desde el cielo mi Madre’». Por fortuna, tuvo la
certeza de que Ella le amparaba porque su personal calvario no había hecho más
que empezar. A los 9 años inició sus estudios en el colegio de Santa Zita
fundado por la beata Elena Guerra. Por esa época, al conocer la Pasión de
Cristo sintió un dolor que le desgarraba por dentro acompañado de fiebre alta.
El 17 de junio de 1887, festividad del Sagrado Corazón, determinó ser
religiosa, sentimiento unido a «un ardiente anhelo de padecer y de ayudar a
Jesús a sobrellevar la cruz». Se cumpliría con creces este deseo. En 1894
pereció Gino, el primogénito de la familia, al que ella amaba de forma
singular. En 1896 fue intervenida de una lesión en el pie, que se efectuó sin
anestesia, debiendo soportar inmenso dolor, y el 25 de diciembre de ese año
privadamente consagró a Dios su castidad. En 1897 falleció su padre Enrico, que
había sido farmacéutico, y con su deceso llegó un periodo de sinsabores al
hogar de los Galgani. Perdieron todo y los hermanos se separaron. Gemma fue
acogida por unos tíos y pasó por un breve y convulso periodo. Relegó las
prácticas religiosas y las reemplazó por diversiones. Pero el sufrimiento la
perseguía. Y sin darle apenas tregua a los 20 años se le presentó una osteítis
en las vértebras lumbares que la dejó imposibilitada para caminar. Los dolores
en la cabeza eran insoportables, la enfermedad avanzaba y los médicos la
desahuciaron. Aunque se había propuesto llevar la cruz, no ocultó su
contrariedad: «le dije a Jesús que no rezaría más si no me curaba. Y le
pregunté qué pretendía teniéndome así. El ángel de la guarda me respondió: ‘Si
Jesús te aflige en el cuerpo es para purificarte cada vez más en el espíritu’».
Sanó con la mediación de santa Margarita María Alacoque. La cortejaron dos
caballeros que se prendaron de su belleza, pero no tuvieron nada que hacer.
Dios era su único dueño. En los círculos del vecindario la conocían como «la
jovencita de la gracia».
El año 1899 fue crucial. El 8 de junio se le manifestaron por
vez primera los estigmas de la Pasión. Serían ostensibles en numerosas
ocasiones cuando oraba, momento en que sudaba sangre. Meses más tarde, en el
transcurso de una misión, conoció a los padres pasionistas. Entonces sintió que
Cristo le decía: «Tu serás una hija predilecta de mi Corazón». Estos religiosos
la condujeron a la familia Gianni, cuya ayuda fue decisiva para afrontar lo que
iba a sobrevenirle. Había caído en sus manos la vida de san Gabriel de la
Dolorosa, escrita por el P. Germán de San Estanislao, C.P., que sería su
director espiritual, y a partir de entonces su vida dio un giro radical. Las
visiones, éxtasis y vaticinios comenzaron a sucederse mientras su salud
empeoraba. Su virtud traspasaba la morada y los hechos inexplicables formaban
parte de su día a día. Los estigmas invariablemente se le reproducían del
jueves al viernes. Para que no viesen sus llagas usaba guantes negros y se
ataviaba con un discreto vestido del mismo color. Aún así, no pudo evitar que
estos favores saltaran a la calle. Y la misma gente que antes la admiró, se
burlaba de ella y la tildaban de histérica y farsante. También el obispo Mons.
Volpi, que fue su confesor, tuvo sus dudas. Paralelamente, los científicos no
hallaban explicación a los hechos que le acontecían. El P. Germán la sostuvo
espiritualmente ante la exigencia de pruebas y el arrecio de las dificultades.
Gemma sobrellevaba su dolor en silencio. Por su mediación, se obraban grandes
conversiones. Con todo, en su trayectoria espiritual hubo muchas incursiones
violentas del diablo. En 1901 su director le indicó que redactase su biografía:
«El cuaderno de mis pecados». En ella se percibe su profundo sentido victimal:
se había ofrendado en holocausto por los pecadores. Instada por Cristo a fundar
un monasterio para los pasionistas en Lucca, en 1901 enfermó gravemente. En el
último periodo de su vida la oscuridad y la angustia por sus pecados le pesaron
como una losa. Murió el Sábado Santo, 11 de abril de 1903, en medio de
espantosos dolores que ofreció con carácter expiatorio. Ese año Pío X autorizó
la erección del monasterio. Pío XI la beatificó el 14 de mayo de 1933. Pío XII
la canonizó el 2 de mayo de 1940.
Oración compuesta por Santa Gemma
Aquí me tenéis postrada a vuestros Pies Santísimos, mi querido
Jesús, para manifestaros en cada instante
mi reconocimiento y gratitud por tantos y tan continuos
favores como me habéis otorgado y que todavía queréis concederme.
Cuántas veces os he invocado, ¡oh Jesús!, me habéis dejado
siempre satisfecha;
he recurrido a menudo a vos, y siempre me habéis consolado .
¿Cómo podré expresaros mis sentimientos amado Jesús? Os doy
gracias ... pero otra gracia quiero de Vos.
¡Oh, Dios mío! , si es de vuestro agrado ...(Aquí se
manifiesta la gracia que se desea conseguir).
Si no fuerais Todopoderoso no os haría esta súplica.¡Oh
Jesús!, tened piedad de mí. Hágase en todo vuestra santísima Voluntad.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.(Con licencia eclesiástica)
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Santo(s) del día
Santa Gema Galgani
San Estanislao
Cracovia
San Antipas
San Domnion Salona
San Felipe Gortina
San Eustorgio
Nicomedia
San Isaac Espoleto
San Barsanufo
Beato Tecelino
Beato Ulrico
San Algerico
San Guthlac
Beato Rainerio
Santa Godeberta
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