Martes 08 Abril 2014
Santa Maria Rosa Julia Billiart
Nació el 12 de julio de 1751 en Cuvilly, Francia. Era hija de
agricultores que poseían también un comercio, y gozaban de una buena posición
económica. Tuvo siete hermanos; ella fue la penúltima. Hizo su primera comunión
a los 9 años, edad infrecuente en la época para recibir este sacramento, pero
el párroco M. Dangicourt tomó la decisión de permitírselo al ver que se sabía
el catecismo de memoria. En ese periodo consagró su castidad. A los 16 años se
puso a trabajar en el campo para ayudar a su familia que había venido a menos.
Se fortalecía en la oración y hacía todo el bien que estaba en sus manos,
visitando a los enfermos. Algunos comenzaron a denominarla «la santa de
Cuvilly». Entrada en la veintena fue testigo de un hecho trágico que marcó su
vida. Se hallaba junto a su padre cuando un desalmado atentó contra él y
falleció de un disparo. No está claro si ella fue herida también o simplemente
quedó presa de un shock traumático. La cuestión es que el impacto fue tal que
perdió por completo la movilidad de sus miembros inferiores. Se enfrentó a la
terrible pérdida y las consecuencias que llevó anejas con admirable fortaleza.
Siguió haciendo su apostolado en tan penosas condiciones de limitación y no se
cansaba de alabar a Dios en sus penalidades, diciendo: «Qu'il est bon le bon
Dieu!» (¡Qué bueno es el buen Dios!). En torno a su lecho se reunían los niños
para recibir el catecismo, bordaba manteles para la parroquia. Y, sobre todo,
rezaba. Allí tuvieron lugar muchos de sus éxtasis. Todos los días le llevaban la
comunión.
La época del Terror que trajo consigo la Revolución francesa y
el régimen de Napoleón hicieron de ella una fugitiva que debía trasladarse de
un lugar a otro. Y es que valerosamente había defendido a su párroco,
suplantado impunemente por otro sacerdote impío, y buscó cobijo para otros
perseguidos. Un grupo que admiraba su virtud, en 1790 se ocupó de ponerla a
salvo transportándola en un carro de heno a Compiègne. Un día manifestó:
«Señor, en la tierra no hay posada para mí. ¿Quieres reservarme un rinconcito
en el paraíso?». Como consecuencia de tantas dificultades y trasiegos, durante
unos meses enmudeció. Únicamente podía hacerse entender mediante gestos
mímicos. Recobró el habla en Amiens, al término de ese trágico periodo, en casa
del vizconde Blin de Borbón. Trabó allí estrecha amistad con Francisca Blin,
vizcondesa de Gézaincourt, un alma caritativa y luego colaboradora, que le
prestó su ayuda. Las personas que se aglutinaron en torno a Julia en ese tiempo
se impregnaron de su espíritu religioso y regidas por su testimonio hicieron
una gran labor apostólica entre la gente del entorno. En 1793 tuvo una visión.
A los pies de una cruz había un grupo de mujeres con vestiduras desconocidas
para ella. Al tiempo en una locución divina se le hizo saber que serían las
hijas que integrarían un Instituto que iba a estar marcado con la cruz.
Durante un tiempo, y como de nuevo estalló la persecución,
convivió con la familia Doria en Bettencourt. Entonces conoció al P. Varin. Con
su apoyo, Francisca y ella fundaron la congregación de Nuestra Señora
(primeramente Instituto) orientada a la formación espiritual de niños y
catequistas. Los quería para Cristo. No había distinción entre las religiosas y
las legas, lo cual constituyó una novedad en la época. Con el primer grupo de
postulantes interesadas abrieron el orfanato y comenzaron a formar a los
catequistas. A Julia se le oía decir: «Hijas mías, pensad cuán pocos sacerdotes
hay actualmente y cuántos niños pobres se debaten en la ignorancia. Tenemos que
luchar por ganarlos para Cristo». En 1804, cuando llevaba veintidós años
paralítica, acudió a una misión popular. El P. Enfantin le pidió que realizara
junto a él una novena que quería efectuar por una intención particular. Al
quinto día, coincidiendo con la festividad del Sagrado Corazón, el sacerdote le
dijo: «Madre, si tiene fe, dé un paso en honor al Sagrado Corazón de Jesús». Lo
hizo y vio que podía caminar. Con otras condiciones de salud, pudo dedicarse a
viajar y extender la obra abriendo nuevos conventos en Namur, Gante y Tournai.
También ayudó a los «Padres de la Fe» en su labor misionera por diversas
localidades hasta que su acción fue vetada por el gobierno. Las fundaciones
florecían cuando llegó la discordia de mano del sacerdote sustituto del P. Varin,
el abad de Sambucy de St. Estève, quien primeramente pretendió reformular las
constituciones, algo a lo que Julia se opuso, por lo cual alejó de ella a
muchas personas y comenzó a sembrar dudas respecto a la Orden. El obispo de
Amiens, Mons. Demandolx, influenciado por el abad, instó a la fundadora a
abandonar la diócesis, y se retiraron al convento de Namur, donde el prelado de
la ciudad Mons. Pisani de la Gaude las acogió. Después, aunque el de Amiens
reclamó su presencia, y Julia intentó reconstruir la fundación, al no hallar
quien la secundase regresó a Namur para siempre. Los últimos años de su vida
siguió fundando nuevas casas y formando a las religiosas. 1816 constituyó el
declive de su salud. Y el 8 de abril de ese año falleció recitando el Magnificat.
Pío X la beatificó el 13 de mayo de 1906. Pablo VI la canonizó el 22 de julio
de 1969.
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a
Santa Maria Rosa Julia Billiart para que manifestara a sus hermanos el camino
que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo,
nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros
hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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Santo(s) del día
Pedro Bienvenido Noailles
Santa Maria Rosa Julia Billiart
San Dionisio (+!80)
San Pompilio Nápoles
Beato Augusto Czartoryski
San Saturnino Verona
San Alberto Hainauit
Beato Herman
Beata Ursulina
Beato Eberardo Neilenburg
OOOOOOOOOOOOOOO
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