Sábado 26
Abril 2014
Nació en
Kotuchna, en la Silesia polaca, el 27 de septiembre de 1898. Fue el quinto de
nueve hermanos que recibieron de sus padres, Stanislaw, un honrado trabajador
forestal, y de Franciszka, la madre, una sólida formación en la fe. En familia
se rezaba el rosario y se compartía la devoción a María ante un pequeño altar
que presidía el hogar. El matrimonio fue bendecido por Dios con varias
vocaciones a la vida religiosa entre sus vástagos, uno de ellos Estanislao.
Éste, sensibilizado por lo que acontecía en su entorno, era enormemente
receptivo hacia todo aquello que reportase un bien. Sería la base sobre la que
Dios iba a trabajar. La semilla ya había germinado y crecería frondosa en una
excelente tierra. Puso en su camino a un hermano perteneciente a la Sociedad
del Verbo Divino (SVD) de Nysa que distribuía las revistas misioneras y la
literatura polaca. Y lo que podía haber quedado en una acción ordinaria, a la
que apenas se presta atención aunque solo fuese por la costumbre, en su caso
adquirió tintes nuevos. La presencia de esta persona y la actividad que llevaba
a cabo fue tan sumamente importante para él que, influenciado por ello, se
sintió atraído casi a la par por la vida misionera y por la literatura.
Bien es
verdad que tuvo la fortuna de tener cerca a un gran sacerdote. Era el coadjutor
de Mikolow, P. Michatz. Llevado por su afán apostólico, al darse cuenta de que
el joven tenía vocación, le prestó su ayuda para que pudiera ingresar en el
seminario menor de la SVD de Nysa. Sin embargo, la guerra impidió que pudiese
culminar los estudios. No le quedó más remedio que servir en el frente. Fue
telefonista y telegrafista en el cuartel de Szczecin hasta la primavera de
1919. Como tantas familias, la suya también quedó herida por la barbarie. Su
hermano mayor fue una de sus víctimas. Al volver Estanislao retomó el camino
que había quedado cercenado por la contienda. Prosiguió sus estudios, hizo el
noviciado en Mödling y profesó como religioso de la SVD. Era una persona algo
introvertida. Pero sus formadores apreciaron su sentido del deber, el rigor que
se imponía, así como la humildad y la fidelidad que le hacían acreedor de
confianza. Fue ordenado sacerdote en 1927. Gozaba de buena salud, y
explícitamente lo hizo notar en el escrito que presentó sometiéndolo al juicio
de sus superiores junto a una lista de países lejanos a los que podría partir
si lo consideraban oportuno. Ellos tuvieron muy en cuenta lo que dijo. Pero en
el otoño de 1928 lo trasladaron a Górna Grupa. Hay consejos que jamás se
olvidan. La emocionante despedida de su madre fue: «hijo, permanece fiel al
camino que elegiste». Así lo hizo.
Sus
cualidades literarias y soltura en el dominio de la lengua le hacían apto para
la docencia. Pero él se inclinó a la creación literaria más que a la enseñanza,
todo ello sin descuidar la labor misionera y pastoral. En la responsabilidad
que le encomendaron: llevar como ecónomo una residencia de 300 personas, fue
sumamente eficaz, al punto de que al año siguiente pusieron bajo su tutela la
economía regional de la Orden. Sucesivamente fue el redactor de las revistas
«El Pequeño Misionero» y «El Tesoro Familiar». En 1937 dio un salto cualitativo
y él mismo fundó la revista «El Mensajero del Corazón de Jesús», que puso bajo
el amparo de san José, por el que experimentaba gran devoción y al que no
dudaba en encomendar cualquier necesidad que surgía. Así, al Santo Patriarca atribuía
haber podido erigir el edificio que albergaba la imprenta equipándola
convenientemente. Su actividad imparable dio también como fruto la publicación
de artículos de temática teológica y pedagógica con trasfondo espiritual. Se
convirtió en fértil autor de relatos, novelas y obras teatrales, todas ellas
sumamente instructivas. Tenían único objetivo: «colaborar con Jesús en la
salvación de las almas».
La tarea
que llevaba a cabo guardaba estrecho paralelismo con el ejercicio de su misión
pastoral que desplegaba con todos, especialmente con los seminaristas que
hallaron en él un confesor ideal. Su fidelidad, junto a un carácter
disciplinado y servicial, ponían de relieve su madurez espiritual. Cuando
estalló la guerra en 1939, valerosamente se enfrentó a la Gestapo en defensa de
los débiles. En un primer momento se salvó de una más que segura represalia, lo
cual atribuyó a san José. Pero no pudo impedir que destruyeran lo que con tanta
ilusión había puesto en pie: la imprenta. Sufrió viendo cómo arrasaron lo que
hallaron al paso. Perdieron entonces todo lo que tenían para sustento de la
gran comunidad. La tragedia, que no hizo más que comenzar, continuó in
crescendo, con el arresto de los sacerdotes y la confiscación de los bienes. De
nuevo san José le ayudó a encontrar una salida, que fue momentánea, para poder
alimentar a todos, hasta que fueron detenidos en febrero de 1940 y conducidos
de Stutthof a Sachesenhausen. Estanislao, que había disfrutado de excelente
salud, confinado en el bloque 29 destinado a los tuberculosos, enfermó a fuerza
de tantas carencias, inclemencias meteorológicas y el trato vejatorio e
inhumano que no cesaron de infligirles a todos ellos. Tan solo el Jueves Santo
de ese año pudieron celebrar la Eucaristía y recibir la comunión de forma
clandestina. El organismo del beato, cada vez más debilitado, entró en una
aguda fase de deterioro ante la pasividad de los vigilantes que, por si fuera
poco, se encarnizaron con él. Le obligaban a realizar trabajos forzados en
claro intento de llevarlo a la muerte. Lo recluyeron en un retrete donde estuvo
tres días, y vio que su fin se acercaba: «Esto ya no durará mucho. Estoy muy
debilitado. ¡Dios mío, cómo quisiera regresar a Górna Grupa. Pero Dios por lo
visto tiene otros planes. Que se cumpla su voluntad». El 26 de abril de ese
año, el jefe de la barraca se dirigió a él. Con manifiesta brutalidad, espetó:
«Ya no tienes por qué vivir» al tiempo que le aplastaba el pecho y la garganta
con el pie. Juan Pablo II lo beatificó el 13 de junio de 1999.
Queridos
hermanos: Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que,
cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre
de Cristo, dichosos vosotros: porque el Espíritu de gloria, el Espíritu de
Dios; reposa sobre vosotros. 1 Pe 4, 13-14
Santo(s)
del día
San
Rafael Arnaíz Barón
Beato
Estanislao Kubista
Santa
Franca Piacenza
Beata
Comensoli
San Pedro
de Rates
San María
Arnaiz Baron
San
Basilio Amasea
San Pedro
Braga
San
Clarencio
San
Lucidio
San
Ricardo Sacerdote
Santa
Exuperancia
San Vidal
Besancon
Santa
Alda
Santa
Valentina Iprés
Beato
Domingo
San
Pascasio Radberto
San Anacleto
Papa
Beato
Padern
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