domingo, 9 de diciembre de 2012

VIRGEN DE LA MERCED,

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Fiesta de la VIRGEN 
        DE LA MERCED,
    Patrona 
     de los presos

Canto: Cuantas veces siendo niño…

Oración inicial: E  E

Madre, quiero ser pobre,
abandonarme en las manos 
del Padre totalmente. 
Darle todo mi ser, 
mi vida mis proyectos 
y mis sueños. 

Madre, quiero seguir tus pasos, 
decir junto a vos 
"Aquí estoy Señor contigo, 
para hacer tu voluntad".
Ayúdame a entregarme 
(Aunque mi entrega 
Me conduzca a la cruz)
 Y a vivir la pobreza 
como protesta ante la injusticia
 y como solidaria entrega 
decidida a Cristo en los demás. 

Madre, 
quiero servir 
junto a vos.
Hay hermanos 
que nos necesitan,
les hace falta compañía, 
una palabra, techo, pan, 
trabajo digno, justicia, 
libertad, igualdad...


Madre, ayúdame a descubrir 
el rostro pobre de tu hijo 
en los chicos de la calle, 
en los indígenas despojados, 
en los marginados y
vagabundos,
en los obreros sin trabajo, 
 en los presos 
sufriendo su pena, 
en los jóvenes drogadictos, 
en los enfermos de Sida
 discriminados, 
en las niñas-jóvenes 
madres solteras
 y en tantos otros 
que a diario claman:
 ¡Dignidad, respeto, fraternidad!


Madre, 
quiero servir junto 
a vos y cantar contigo 
al Dios que libera y da la vida. 
Acompañarte hoy
por este mundo sufrido 
del lado de los que sufren, 
de los que piden, 
de los que esperan 
y de los que trabajan 
por un mundo más humano 
y más hermano asentado
 en la justicia y el amor,
 no en las leyes del mercado.


Madre de los pobres. 
Muéstranos 
el camino del Reino, 
fortalece nuestras opciones,
 acrecienta nuestra esperanza, 
para que nuestras vidas 
sean testimonio 
transparente 
de nuestra fe 
en el Dios de la Vida.
____

Pinceladas históricas 

Lector 1  Hoy, 

en nuestro encuentro de amigos de los sábados, vamos a
tener una sesión especial, diferente. 
Hoy, por un día, no vamos a continuar con
nuestro comentario y estudio de los Hechos de los Apóstoles. Y hay una razón
importante.

 El mes de Septiembre, es el mes que en algunas partes de nuestro
mundo, se dedica a honrar a la Virgen María de la Merced, nuestra protectora, y
de manera especial, mañana, el día 23, día de su fiesta y fiesta mayor para
nuestra ciudad de Barcelona. Incluso, en muchos lugares, su imagen estará
visitando distintos hogares para llevarles su cercanía de Madre. 

Septiembre es también en muchos países sudamericanos el Mes de la
Patria, por lo que podemos aprovechar esta instancia para consagrar a ella
nuestra querida tierra, y por su intercesión podemos pedir a Dios Padre, que de
igual forma sea una tierra de oportunidades para todos.
Pues empezamos con algo de historia de la fiesta, de nuestra fiesta
patronal, que os incluye a vosotros, como presos y a nosotros, como voluntarios.
El nombre de Santa María de la Merced sonó por vez primera a orillas del
Mar Mediterráneo, en el siglo XIII.
  Eran siglos de fe y de lucha. El sur y el levante de la península Ibérica
estaban en poder de los árabes.
 Las aguas del mar Mediterráneo estaban
infestadas de corsarios turcos y sarracenos, que lo mismo abordaban a los
barcos, que desembarcaban en las costas y entraban a sangre y fuego por
campos y caseríos, reduciendo a ceniza los pueblos y cautivando a sus
habitantes.
 La esclavitud llegó a ser un hecho real,
político, social y económico, surgido de las
guerras y de la enemistad religiosa entre
cristianos y mahometanos. 
Cuando Alfonso el
Sabio dio la definición de los cautivos, dijo –en
su castellano antiguo- que eran  "aquellos que
caen en prisión de omes de otra creencia".
 La esclavitud era, pues, un viejo abuso
en la sociedad. 
Los apóstoles, y especialmente
San Pablo, se enfrentaron con ella. 
Par desbaratarla, se habían hecho esfuerzos
generosos, una veces aislada y personalmente,
otras colectivamente, por medio de cofradías,
hermandades y órdenes religiosas, e incluso se
acudió a las gestiones diplomáticas entre los
Estados.

Lector 2 Pero el mal era tan profundo que se requerían modos nuevos y
gentes nuevas para esta campaña de la libertad. Las oraciones subían al cielo con
clamores de esperanza y no eran los cautivos los últimos en implorar el auxilio de
la Providencia, por medio de la Virgen Santísima.
 Por otro lado, almas tan generosas y caritativas como San Pedro Nolasco,
a quien se llamó el Cónsul de la Libertad, no podían contemplar dicha calamidad
social sin sufrir en su corazón y sin echarse a los pies de María, para pedirle el
remedio corporal y espiritual de aquellos cautivos.
  Y,  como  la  caridad  es  activa,  no  se  limitó  sólo  a  la  oración,  sino  que,
impulsado por aliento celestial, vendió cuanto poseía y, valiéndose de su
condición de mercader, empezó a tratar en la compra y el rescate de los 3
cautivos, iniciando de este modo su obra redentora. El favor divino incrementó su
empresa.
 Muy pronto un grupo de jóvenes escogidos por su nobleza y por su fe se
unieron a esta labor. 
Dentro de la misma corte real de Aragón prendió el
chispazo de la caridad y se dieron ánimos a la noble conducta de estos
misioneros de la libertad y, en especial, a su capitán y mentor, Pedro Nolasco.
 Una noche, la que va del 1 al 2 de agosto de
1218, hallándose Pedro en oración, se le apareció la
Santísima Virgen rodeada de ángeles y radiante de
gloria, y no sólo le animó en sus intentos, sino que le
declaró la histórica revelación de su misión mercedaria,
y tal revelación fue la siguiente:
"Que la obra de redimir cautivos, a la cual él
se dedicaba, era muy agradable a Dios, y para
perseverar en ella y engrandecerla y perpetuarla
le transmitía el mandato de fundación de una
Orden religiosa, cuyos miembros imitaran a su
Hijo, Jesucristo, redimiendo a los cristianos
cautivos de infieles, dándose a sí en prenda, si
fuera menester, para completar la obra de libertad
encomendada."
 Con esta aparición, la Virgen vino a dar realidad a
las ardientes aspiraciones de Nolasco, que no eran otras
que la redención y salvación de los cautivos. Ese hecho
maravilloso fijó para siempre el rumbo de su vida, selló con carácter específico su
santidad y lo confirmó en el ejercicio de la caridad, que más tarde lo convertiría
en héroe de esta virtud.
   A las muchas glorias literarias, históricas, políticas, militares y civiles de
que goza la ciudad de Barcelona, suma con especial emblema la de haber sido
escogida por la Virgen para lugar de su aparición, como antes se apareciera en
Zaragoza, como luego lo haría en Lourdes, en Fátima y en otros puntos. 

Lector 3 Diez días más tarde San Pedro Nolasco se decidió a cumplir el
mandato divino, alentado y apoyado por el rey don Jaime el Conquistador y por
el consejero real San Raimundo de Peñafort.  A tal efecto, el día 10 de agosto de
1218, fiesta de San Lorenzo, ante el altar de Santa Eulalia de la iglesia Catedral
de Barcelona, el obispo de la misma, don Berenguer de Palóu, vistió
canónicamente el hábito blanco al Santo y algunos de los jóvenes que con él
trabajaban y quedó fundada la Orden de la Merced.
 La Virgen sonrió desde el cielo,
alegrado su corazón de Madre y de
Corredentora con esta fundación
mercedaria. 
Vio realizado su fiat creador.
Desde entonces María quedó constituida en
madre especial de los nuevos frailes y de
sus hermanos los cautivos y reinaría
poderosa para siempre en el corazón de
cuantos la invocan con el título de la
Merced. 4
  Durante el siglo XIII se llamó a la nueva Orden de la Merced o de Santa
Eulalia, de Santa María de la Merced, o de la Misericordia de los Cautivos, y
actualmente se le dice de la Merced o de las Mercedes. La palabra merced quiso
decir durante la Edad Media misericordia, gracia, limosna, caridad. En este
sentido pudo escribir Alfonso el Sabio: "Sacar a los omes de captivo es cosa que
place mucho a Dios, porque es obra de merced".
  La Virgen de la Merced, al fundar su Orden, echó los cimientos de una obra
en alto grado humanitaria y social. Por ella vino la redención, la esperanza y la
libertad. Por amor de ella, la caridad se hizo sangre, sacrificio y martirio. Con su
apoyo se llevaron a cabo los
mayores heroísmos.
  Pero, entiéndase bien, la
teoría y el hecho de la redención
mercedaria, lo mismo en las
directrices de la Virgen que en la
actuación de Nolasco y los primeros
frailes, que en la tradición de la
Orden, no era simple, neta y
material redención de los cuerpos,
sino una redención consagrada y
misionera.

Lector 4 El redentor mercedario era un sembrador de Cristo entre fieles e
infieles, buscaba almas para Cristo, reintegraba a los perdidos, sostenía a los
débiles, prevenía de la apostasía, combatía al Corán, era apóstol integral y hacía
un cuarto voto de quedar en rehenes por los cautivos y dar su vida por ellos, si
fuese necesario, pero no por un interesado juego comercial, sino cuando
peligraba su fe.
  Por esta redención total, con la primacía del espíritu, fue por lo que hubo
tantos mártires mercedarios. Y bajo este aspecto se ha de entender la historia de
las redenciones mercedarias.
  A lo largo de los siglos, la Orden de la Merced ejecutó centenares de
redenciones colectivas, unas anónimas y olvidadas, otras conocidas y
perfectamente documentadas. El número de los redimidos estuvo subordinado a
mil imponderables y condiciones de tipo social, económico, político y hasta bélico.
Hubo redención en que los frailes de María
de la Merced arrancaron de la esclavitud a
más de cuatrocientas personas entre
clérigos, mujeres, niños, soldados y hombres
de diversa edad.
Cada redención suponía tres etapas:
la de preparación, la ejecutiva y la vuelta al
hogar.
  Antes de pasar por África para
redimir, era menester recaudar limosnas,
predicar por los pueblos, anunciar las
redenciones y reunir los caudales de los
conventos, en donde, a veces, hasta los
cálices y copones se vendieron para hacer
con sus precios, caridad. Mientras tanto eran
nombrados los redentores, cuya elección 5
recaía siempre en frailes dotados de virtud, ciencia y un espíritu inaccesible al
cansancio y al desaliento.
  Su primera diligencia al llegar a Fez, Tetuán, Argel u otro lugar de
redención de la costa africana era visitar los baños donde habitaban los tristes
cautivos. Empezaba la oferta y la demanda. El mercedario llevaba la visita de la
Virgen, consolaba, animaba, oía penas, repartía esperanzas y rompía grilletes. En
no pocas ocasiones se quedó en rehenes, sufrió el martirio, conoció el propio
cautiverio y llegó a la muerte violenta por el odio que los mahometanos tenían a
la religión cristiana.

Lector 5 Los sufrimientos de San Pedro Nolasco, el apaleamiento y el
encarcelamiento de San Ramón Nonato, la crucifixión de San Serapio, la horca de
San Pedro Armengol, que la Virgen milagrosamente suspendió; la decapitación
de San Pedro Pascual y la innumerable historia de víctimas mercedarias son el
precio de sangre y el honor de las redenciones.
Cuando los navíos fletados volvían con su preciosa carga de personas
rescatadas a un puerto español, francés o italiano, el recibimiento era cordial,
espontáneo y apoteósico. Salían a los muelles las comunidades, los consejos, el
pueblo todo. El estandarte de la redención, las cadenas mostradas como exvotos,
los andrajos de los cautivos, los cantos de libertad, las lágrimas de unos y otros,
eran como un himno colosal y fervoroso a la gran Redentora, a María de la
Merced, cuya imagen no faltaba nunca en la procesión que con este motivo se
organizaba.
  Las constituciones de la Orden de la Merced, previendo la situación
precaria de los redimidos, mandaban que se les cuidase, alojase, alimentase,
vistiese y regalase, y que se les proveyera de
reservas, para que volvieran con decencia y
alegría a sus hogares.
 Necesariamente el nombre de Santa
María de la Merced sonaba en los caminos, en
las posadas, sobre los puentes y en las
montañas; en el alma y en los corazones; en
las iglesias y en los hogares. La colosal labor
de la Orden de la Merced venía a ser un
ejercicio obediente de la voluntad de Cristo,
manifestada por la voz de María. Y hacia ella
volaban las oraciones, la gratitud y la
alabanza.
  El culto público de la Virgen de la
Merced puede decirse que comenzó a
tributársele desde la primera iglesia que los
mercedarios tuvieron en 1249. Se sabe que en
1259 su devoción estaba muy extendida por
toda Cataluña, como lo demuestran exvotos,
legados y documentos de aquella época. Muy
pronto se la veneró en toda la península
española, en Francia y en Italia, y al ocurrir los tiempos de los “descubrimientos”
de América, los mercedarios la llevaron a las nuevas tierras, en donde perdura su
devoción con caracteres multitudinarios, pues es la patrona de iglesias, de
pueblos, de obispados y de naciones, tal como al inicio hemos resaltado.
   6
Lector 6 En el año 1255 existía ya la Cofradía de la Merced, con el doble
objeto de dar culto a María y ofrecer colaboración a los redentores mercedarios.
En 1265 aparecieron las primeras monjas mercedarias con Santa María de
Cervellón. En ambos casos el escapulario que vestían era el que, según tradición,
entregó o señaló la Virgen a San Pedro Nolasco.
  Fue voluntad de Dios que todo fuese dado por María. La
Orden de la Merced aplicó esta teoría tanto en su régimen interior
como en su proyección externa. Conocer, amar y servir a María es
la esencia y el vivir del espíritu mercedario. 
 La Virgen de la Merced contribuyó al triunfo y esplendor del
catolicismo por toda la nación y allende los mares; ayudó al
progreso y libertad de las sociedades en lucha con el Islam;
colaboró al bienestar y alegría de miles de familias, que pudieron
abrazar de nuevo a sus miembros arrancados de la dura
esclavitud.
   En el museo de Valencia hay un cuadro de Vicente López en el que varias
figuras agitadas vuelven su rostro a la Virgen de la Merced, como diciendo:
“Vida, dulzura, esperanza nuestra, a ti llamamos...”; mientras la Virgen abre sus
brazos y extiende su manto en gesto de amor y protección, reflejando su dulce
título de Santa María de la Merced. 
El significado del título "Merced" es, ante todo, como hemos dicho,
"misericordia". La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto
significa que recurrimos a ella ante todo con el deseo de  asemejarnos a Jesús
misericordioso.
 ''Misericordia'', está unida con las palabras AMOR Y LIBERTAD, que en
lenguaje mercedario, tal como hemos  viendo y leyendo, señalan aquella
misericordia entrañable del Hijo de Dios por la
humanidad entera. Es su amor, sin duda, la causa
de nuestra liberación. Misericordia es una palabra
rica que significa tener un corazón con el pobre,
con el necesitado, con el cautivo de hoy. 
María, en este contexto, nos sugiere una
mirada al Evangelio, a descubrir a Cristo en el
rostro de cada hermano encarcelado. Ojalá lo
veamos igualmente en nuestro mundo de hoy, en
cada persona necesitada de trascendencia, de
respuestas, de amor redentor.
De este modo, a través de los miembros de
la Nueva Orden, la Virgen Maria, Madre y
Corredentora, Medianera de todas las gracias,
aliviaría a sus hijos cautivos y a todos los que
suspiraban a ella, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. A todos daría la
merced de su favor. La Virgen María, dándose a conocer como La Merced, quiso
manifestar su misericordia hacia ellos por medio de dicha orden dedicada a
atenderlos y liberarlos. Visita y redención es compartir el cautiverio, es
comunicar el amor de Dios y eso es romper cadenas.

Lector 7  La Virgen Maria tendrá desde ahora la advocación de la Merced, o
más bello todavía en plural: Nuestra Señora de las Mercedes, indicando así la
abundancia incontable de sus gracias. ¡Hermoso título y hermoso nombre el de 7
Mercedes! Nuestra Señora de las Mercedes concedería a sus hijos la merced de la
Liberación

La ciudad de Barcelona no sólo se gloría de haber sido escogida por
Nuestra Señora de la Merced como lugar de su aparición , sino que la tiene por
celestial patrona, desde el siglo XIII. 
La talla de la imagen de la Merced que se venera en la  Basílica de la
Merced de Barcelona es del siglo XIV, de estilo entronizado, como las
románicas. En catalán se la denomina "Mare de
Déu de la Mercè", es decir,  Madre de Dios de
la Merced.
San Pedro Nolasco y sus frailes, como ya
hemos ido comentando, que eran muy devotos
de la Virgen María, la tomaron como patrona y
guía. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús,
el liberador de la humanidad y en María Virgen,
la Madre liberadora e ideal de la persona libre.
Los mercedarios querían ser caballeros
de la Virgen María al servicio de su obra
redentora. Por eso la honran como Madre de la
Merced o Virgen Redentora.
El carisma mercedario de liberar, de
socorrer, de consolar a los cautivos sigue
siendo tan necesario hoy en el siglo XXI como ha sido siempre.
A Ella, rezamos todos juntos: 

María, Virgen de la Merced, 
alcánzanos de tu Hijo, misericordia y perdón.

María, Virgen de la Merced, 
libera a tantos millones de oprimidos en el mundo.

María, Virgen de la Merced, 
rompe las cadenas de odios, ambiciones, injusticias.
 
María, Virgen  de la merced,
líbranos de terrorismo, hambrunas, drogas, miserias. Amén.


Canto: 
  Nuestra Señora de las Mercedes 
(Franklin Castro)

Lector 8 Actualidad del carisma   María ofreció todo su ser para que
viviera, Jesús, el Hijo de Dios encarnado. En el cántico del  Magnificat, María
expresa la liberación de Dios. El Papa Juan Pablo II nos enseñó que "María es la
imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad.  8
La Virgen continúa velando desde el cielo por sus hijos cautivos del
pecado. Y nos pide nuestra cooperación. Nosotros debemos dar nuestra vida para
que su Hijo viva en nosotros y así pueda liberar a nuestros hermanos. Ella nos
enseñará como hacerlo. Dios es Padre de Misericordia, María es Madre de
Misericordia. 
Ella refleja la misericordia de Dios, sufriéndolo todo por sus
hijos. Los cristianos debemos también reflejar la misericordia de Dios sufriéndolo
todo por amor.
A continuación, vamos a aprovechar y comentar
un escrito del obispo de Málaga, Antonio Dorado,
dirigido, hace unos años, a los presos del  Centro
Penitenciario de su ciudad. Dice así:
“Con la advocación de la Virgen de la Merced,
nos dice, se nos recuerda que María, nuestra madre,
es patrona de los que trabajan en las cárceles y, sobre
todo, de los internos, de los presos.
La primera idea que podríamos considerar con
ocasión de esta fiesta, es la de que ninguno de
nosotros es completamente libre, que todos estamos
encerrados y limitados. No por rejas y guardias, sino
por nuestros propios miedos, por nuestras cobardías,
por nuestro orgullo o nuestra avaricia, que no nos
dejan ser libres. Por eso, todos debemos celebrar la
fiesta de la Virgen de la Merced con esperanza y
pedirle a la Madre que nos libere de todo lo que nos ata por dentro y por fuera,
que nos «ponga en libertad».
La segunda idea que nos sugiere la fiesta, pensando ya en todos los presos
de las cárceles, es que suele ocurrir que muchos de ellos, tal vez la mayoría, no
son verdaderamente culpables y no se merecen estar encerrados. Es verdad que
cuando oímos o leemos la noticia de algún crimen, sobre todo de los más
atroces, como un acto de terrorismo, un asesinato o una
violación, se nos enciende la sangre 
y deseamos que al
culpable lo encarcelen de por vida o incluso que lo maten.
Todos llevamos en el corazón la antigua ley del talión,
que parece tan justa: quien la hace, que la pague. Pero
no hay mayor injusticia que aplicar la justicia hasta el
extremo y sin distinciones.
La justicia humana es siempre injusta, unas veces
por más y otras veces por menos. No suele tener en
cuenta de qué familia viene ese hombre, cómo lo
educaron o maleducaron sus padres, en qué barrio vivió,
qué modelos de conducta tuvo. 
Que María, nuestra Señora de la Merced, nos enseñe a ser justos con
todos, pero sobre todo a ser misericordiosos y especialmente a todos los que
administran la justicia humana. Porque amor y misericordia es lo que ahora
necesita el mundo. Más que nunca”.9
Lector 9 La condición de las personas privadas de libertad, lo sabéis por
experiencia, es una de las más dolorosas que existen. Y con frecuencia, a la
privación de libertad se añaden entre muchas otras cosas, la distancia familiar y
la pobreza. Por eso no es extraño que Jesús se identificara con los encarcelados y
nos dijera a los que nos llamamos seguidores suyos que, cuantas veces los
visitamos, le visitamos a Él, y son benditos de Dios los que dedican una parte de
su tiempo a acompañar a los presos. 
Porque el amor respetuoso y la cercanía a las personas que sufren es una
puerta que nos introduce en lo más hondo del corazón humano y del corazón de
Dios. Pues el servicio desinteresado y solidario nos descubre esa grandeza del
hombre que hay en cada uno de nosotros, en la que se refleja la imagen de Dios
y brilla su presencia.
El aumento de la delincuencia es un hecho
palpable, que lleva a los ciudadanos a exigir, de una
manera más o menos explicita, mano dura contra
quienes delinquen. Pero el legítimo interés por la
seguridad ciudadana y por el cumplimiento de las
leyes no puede permitir que la conciencia cristiana se
torne insensible ante la ayuda a los encarcelados.   En
especial, para alentar medidas que puedan ayudar a
estas personas a rehabilitarse y rehacer sus vidas, y
para ofrecerles luego posibilidades de reinserción
social, una vez que abandonan la cárcel, cumplida la
condena que los jueces les han impuesto. Aunque no siempre sea fácil armonizar
la compasión y la justicia, hay que tenerlas en cuenta a las dos, porque la
misericordia y el perdón son también elementos imprescindibles para la
convivencia humana. 
En todo caso, todos los voluntarios que trabajan en la pastoral
penitenciaria tienen algo que enseñar a toda la sociedad. A todos nos une el
deseo de un mundo mejor al que se puede llegar empezando por pequeños
cambios en la proximidad de nuestros ámbitos de influencia. Todos tenemos
como espíritu en común el anhelo de un mundo más justo en donde los niveles
de violencia puedan disminuir y los niveles de
interacción e integración con los otros seres humanos
puedan ser más dinámicos, más fraternos y más
solidarios. 
Su voz, avalada por una experiencia de años, en
muchos casos, es un dato que no se debe echar en
olvido cuando se trata este tema, porque todos
anhelamos mejorar la calidad de vida de nuestras
sociedades y creemos que parte de la reducción de la
violencia social se conseguirá a partir del adecuado
tratamiento de aquellas personas que por haber
violado la ley se encuentran privadas de su libertad.
Lector 10 Y terminamos con nuestra reflexión. 
Y lo hacemos, hablando en línea directa con la Madre.
A Ella le decimos: 
Qué dulce es nombrarte, María y no hay placer en el
mundo que pueda compararse al de probar tu ternura.  10
 Si nuestros amigos nos defraudan, en Ti encontramos la amiga fiel que
nunca falla; si el pecado nos domina, Tú permaneces junto a nosotros,
impulsándonos a vencer su servidumbre. 
Si la fortaleza del cuerpo se debilita, tú siempre nos sostienes con
maternal amor; si lloramos, nos acompañas en el dolor; alegres, participas de
nuestras alegrías; pobres y abandonados nos recibes como a hijos tuyos, como
a hijos de tu corazón.
¿Qué haríamos sin ti, Madre nuestra?
 ¿Cómo responder dignamente a tu cariño de Madre?
 Si quieres nuestros corazones, aquí los tienes, prontos a brindarte su
afecto y a manifestártelo en el seguimiento fiel a tu Hijo; si te gusta una
expresión de amor, acepta lo que te tributamos en este día como signo de
nuestra devoción de hijos; si quieres el alma, si quieres la vida, tómala toda
entera, que no permaneceremos tranquilos hasta alcanzar contigo la alegría
plena en la casa del Padre.
Bendita Madre nuestra de la Merced, no nos dejes solos durante
nuestro peregrinar en esta vida. No nos dejes entregados a nuestras débiles
fuerzas, ya que sin ti desfalleceríamos en el camino y en nuestras caídas no
nos sería posible levantarnos.
Madre de todos los presos, obtennos de tu Hijo la fuerza del Espíritu
para que anime y fortalezca nuestra soledad y situación actual.  Madre de la
Merced, acuérdate de nuestras familias que no olvidamos aún en la lejanía y
haz que todos y cada uno de nosotros, te sepamos encontrar como Madre
consoladora en tantos momentos de desolación y desánimo.
Y acabamos todos juntos con la Oración a la Virgen:
Santísima Virgen María de la Merced, 
  madre de los pobres y modelo de los que sufren   
persecución por amor y fidelidad a la Iglesia,
escucha nuestras humildes súplicas por la iglesia
perseguida y por nuestros hermanos pobres a fin
de que no sólo no desmayen en la lucha, 
ni vacilen en la fe, sino que experimenten los
consuelos que reservas a los que perseveran fieles
a las enseñanzas del Evangelio.
Concédenos, Madre, un corazón generoso 
para saber perdonar y para poder trabajar con
firmeza y perseverancia en la construcción de una
civilización nueva donde sea posible vivir con
alegría sirviéndonos mutuamente y amándonos
 como Jesús nos amó.


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