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MIÉRCOLES 19
DICIEMBRE 2012
__ DÍA 354 __
SEMANA 51 __
San Anastasio I
Atanasio significa: Inmortal.
Es el arzobispo que fue desterrado cinco veces por defender
la religión. En la misa de su fiesta se
lee el evangelio que trae esta recomendación de Jesús: "Cuando los
destierren de una ciudad, váyanse a otra. Les aseguro que no se acabarán las
ciudades de su país antes de que venga el Hijo del Hombre. El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han
perseguido, también a Uds. los perseguirán".
San Atanasio nació en Alejandría, Egipto, hacia el año 297. Siendo todavía un niño en el año 311,
presenció el martirio de su obispo Pedro de
Alejandría y de otros cristiano, muertos en la persecución que hicieron
los paganos. Luego supo con alegría que el año 313 el emperador Constantino
declaraba la libertad religiosa para
los cristianos, y se acababa la persecución.
De joven conoció al gran penitente San Antonio Abad y la amistad con tan famosos santo le fue de inmenso provecho durante toda
su vida.
Con grandes cualidades para la oratoria y una brillante
inteligencia, se dedicó a prepararse para el sacerdocio, y siendo diácono fue
escogido como secretario de Alejandro,
arzobispo de Alejandría. En esta joven edad de 23 años escribió su primero
libro acerca de la Encarnación de Jesucristo.
Por aquél tiempo apareció en Alejandría un hereje llamado
Arrio, que enseñaba que Jesucristo no era Dios. (Si Jesucristo no fuera Dios,
nuestra religión sería vana, pues estaríamos adorando a un hombre. Y un hombre
no le resuelve los problemas a nade. Jesús es verdadero Dios y verdadero
hombre).
Atanasio de dedicó a combatir al hereje Arrio y obtuvo
que su arzobispo reuniera a los obispos
de la nación y a muchos sacerdotes y en un Concilio Nacional condenaron a Arrio
y le prohibieron enseñar sus errores.
Pero Arrio era un hombre terrible y se dedicó a propagar su herejía por países, y muchos que deseaban
vivir una vida más fácil y que sabían
que si Cristo no era Dios no había entonces porqué obedecerle ni seguir
sus leyes, se dedicaron a propagar su
dañosa herejía. Entonces se reunieron los obispos del mundo, en el Primer
Concilio, el Concilio de Nicea, el año 325, y condenaron a Arrio y decretaron
que debía ser derrotado. San Atanasio asistió a ese Concilio como Secretario de
su obispo Alejandro y fue su consejero en las discusiones.
Y sucedió que Eusebio de Nicomedia, un hombre muy influyente
en el gobierno, convenció al emperador Constantino de que Arrio debía ser admitido otra vez en la Iglesia Católica.
Constantino escribió a San Atanasio pidiéndole que admitiera al hereje, y el
santo le respondió que jamás podía él aceptar como católico a quien se atrevía
a negar que Jesucristo es Dios. Y entonces el
emperador desterró a Atanasio, hacia Tréveris, ciudad de Alemania. Allá
estuvo dos años desterrado, e hizo muy buena amistad con San Maximino el obispo
de esa ciudad.
Al morir Constantino, su sucesor dio permiso para que volvieran a sus ciudades los que estaban
desterrados, y Atanasio volvió a Alejandría,
siendo recibido por el pueblo con grandes demostraciones de alegría.
Pero los arrianos y otros enemigos de la
verdadera religión le inventaron muchas calumnias y eligieron a un falso arzobispo e hicieron que Atanasio
tuviera que irse de la nación por ocho años. Se
fue a Roma y allá el Sumo Pontífice se declaró a su favor. (Una de las
calumnias que le inventaban era que él había matado a un obispo, y presentaban
el brazo cortado del tal obispo. San Atanasio supo dónde tenían escondido al
obispo aquel y se fue y se lo trajo y cuando ya lo iban a condenar por ese
homicidio les presentó al tal muerto, bien vivo y muy lleno de salud y con ambos brazos).
El emperador Cosntante, que era arriano, expulsó a la fuerza otra vez a Atanasio, porque defendía
que Cristo sí es Dios. Y el santo tuvo que
estarse escondido seis años entre los monjes del desierto. En estos años
escribió sus mejores obras y llegó a una gran santidad.
Al morir Constante, volvió Atanasio a Alejandría, pero poco
después subió al trono un apóstata, renegado, llamado Juliano y lo desterró
también. (Cuando la policía de Juliano lo iba persiguiendo por el Río Nilo, el
santo que iba disfrazado de campesino hizo devolver su embarcación, y al
encontrarse con los perseguidores, éstos le preguntaron: "¿Ha pasado por
aquí Atanasio? ¿Estará muy lejos?". Y él les respondió: "Sí, pasó hace
poco rato y no está lejos". Los otros siguieron río arriba, y no lograron
reconocerlo). Al morir Juliano, ya pudo volver el obispo otra vez a Alejandría.
Y llegó un nuevo emperador, Valente, el cual decretó otra vez
que Atanasio debía ser desterrado. El santo se refugió en una casa de las
afueras de la ciudad, cerca del sepulcro de su padre, y allí estuvo escondido
por cuatro meses, durante los cuales escribió una biografía que se ha hecho
famosa: La Vida de San Antonio Abad. Pero
luego el emperador, por miedo a que en Alejandría estallara alguna revolución,
porque los católicos estaban cansados de tanto ver perseguir a su arzobispo,
decretó que podía volver otra vez a la ciudad. Y en los últimos siete años ya
nadie lo volvió a desterrar. Había
estado desterrado por 17 años, en sus 5 destierros.
San Atanasio fue el obispo más famoso de su siglo. Tuvo que
vivir en una época sumamente difícil y combatir a enemigos muy peligrosos
y traicioneros que pretendían quitarle a
la religión católica una verdad fundamental que es la que enseña que Jesucristo
sí es Dios. En sus 45 años de sacerdocio no dejó nunca de predicar en favor de Jesucristo. Por eso
se dice que después de los apóstoles en la antigüedad quizá ninguno contribuyó
más que Atanasio a hacer amar a Jesucristo.
Dice un obispo de su tiempo: "Cuando murió el
obispo Alejandro, el pueblo se reunió en
el templo durante tres días y gritaba que deseaba por obispo a Atanasio porque
les parecía el más santo de los candidatos a obispo". Es que ya desde
joven tenía fama de ser santo. Su vida fue un calvario: cinco reyes lo
desterraron, pero jamás ninguno logró conseguir que dejara de proclamar que
Cristo sí es Dios y que la divinidad de Jesús es la razón de nuestra esperanza.
Atanasio fue el campeón de la libertad de la iglesia frente a los poderes civiles que pretendían
meterse en lo religioso que a ellos no les pertenece. Tenía temple de luchador,
y se enfrentaba sin miedo a cuantos trataban de
negar las verdades de la religión católica. Pero a la vez cumplía lo que
decía Jesús: "Sean prudentes como serpientes", y cuando veía que sus
adversarios le tenían trampas
preparadas, huía muy a tiempo antes de caer en sus garras. Algunas de sus fugas fueron espectaculares. Cuando ya los enemigos
se imaginaban que caería en sus garras, él
aparecía en otros sitios muy distantes escribiendo y hablando en favor
de Cristo y previniendo a los creyentes para que no se dejaran engañar de los
herejes.
Hablaba un lenguaje totalmente claro y franco y no iba con
rodeos cuando había que defender la verdadera fe. Al pan lo llamaba pan y al
vino, vino, gustara o no gustara a los enemigos de la religión.
Cuando Dios le señala a una persona un oficio muy especial en
su Iglesia le concede una personalidad apropiada para el oficio que va a tener
que desempeñar. A Atanasio le concedió un temperamento heroico y a la vez le
fue alimentando su gran personalidad permitiéndole que en cada destierro lograr
ir al desierto o a otros sitios alejados a meditar, a rezar, a estudiar y a
prepararse para sus futuros combates.
De uno de sus perseguidores, Juliano el apóstata, se dice que
le preguntó por burla a un carpintero católico: "¿Qué está haciendo en el
cielo su jefe el Carpintero de Nazareth?". Y que el creyente le respondió:
"Está fabricando ataúdes para los que se oponen a su santa religión".
Y se cuenta también que Juliano al morir atravesado en una batalla, se arrancó
la flecha que lo hería y murió mirando al cielo y diciendo: "Venciste
Galileo". En cambio San Atanasio al terminar su existencia pudo exclamar
gozoso: mi vida fue un calvario. Me persiguieron pero no pudieron conmigo. Te
acompañé en esta vida en tu Pasión Dolorosa, ahora espero acompañarte en tu
gloria en la Vida Eterna.
Murió el 2 de mayo del año 373, a los 76 años.
Que el Señor nos conceda muchos Anastasio valeroso y santos
que sepan defender nuestra santa religión.
Dijo Jesús: "A quien se declare a mi favor ante la gente
de este mundo, yo me declararé a su favor ante mi Padre Celestial y sus
ángeles".
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