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Domingo 25
Noviembre 2012
Santa
Catalina de Alejandría
__DIA
330__SEMANA 48 __
En el Sinaí
el recuerdo de santa Catalina casi ha eclipsado el de Moisés, y el antiquísimo
monasterio ortodoxo de esta región que lleva el nombre de la santa, cuyas
reliquias se veneran allí. Nada de ello
es obstáculo para que Catalina no haya existido jamás, o al menos eso dicen los
sabios hagiógrafos, que atribuyen su historia a un tardío relato de fines
edificantes. Es posible, no hay pruebas
históricas de que existiera nuestra Catalina, pero es una de las santas que más
hondo ha calado en la sensibilidad religiosa de Oriente y de Occidente. En su
vida, popularizada por ingenuos pormenores como el de la rueda en que sufrió
tormento, y cuyas cuchillas acabaron hiriendo a los verdugos - la rueda
Catalina que ha pasado al lenguaje moderno - hay el testimonio valiente de la
verdad que culmina en el martirio, cuando el mártir se hace etimológicamente
testigo. Pero tal vez lo más atrayente
del personaje, según lo describe su pasión, no es tanto la muerte a manos de
infames sicarios, sino su ansiosa búsqueda de la verdad en el ambiente blando y
cosmopolita, corrompido y ecléctico de la Alejandría de su época. Catalina,
cuya verdad histórica se pone en duda, fue en su leyenda una apasionada e
incansable buscadora de verdades.
Insatisfecha con las ideas comúnmente admitidas, fluctuantes,
acomodaticias, un poco de Platón, unas gotas de panteísmo, algo de misticismo
barato, los Evangelios adaptados, residuos de la enseñanza pagana, todo bien
aderezado, estudia, investiga, y una vez bautizada confunde en un debate
público a los teólogos a la moda y muere por lo que cree. Si Catalina no existió, hubiera debido
existir entonces y ahora, sin conformarse con la mezcla impura que casi todos
dan por buena, y pagar con su vida la proclamada Verdad.
Oremos
Tú, Señor,
que nos alegras hoy con la fiesta anual de Santa Catalina de Alejandría,
concédenos la ayuda de sus méritos, ya que has querido iluminarnos con el
ejemplo de su virginidad y de su fortaleza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo. Dios eterno y omnipotente, que
conservaste invencible a Santa Catalina en la virginidad y en el martirio por
tu pueblo, concédenos que, por su intercesión, fortalezcamos nuestra fe y
constancia y hay que podamos trabajar incesantemente por la unidad de tu
Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
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