viernes
29 Agosto 2014
San Mederico de Neustria
San Mederico, abad
En París, en Neustria, san Mederico, presbítero y abad de Autun, que vivió en una celda
cercana a la ciudad.
San Mederico nació en Autun en el siglo VII. Desde
joven comprendió que el fin de la vida humana es la salvación y la
santificación. Así pues, ingresó a temprana edad en un monasterio,
probablemente en el de San Martín de Autun.
En él había cincuenta y cuatro austeros monjes, cuya fervorosa vida regular era
la edificación de toda la región. En tan buena compañía, Mederico progresó en la virtud y la
escrupulosa observancia de la regla. Elegido abad muy contra su voluntad,
precedió con el ejemplo a sus súbditos, ya que era el primero en el
cumplimiento del deber. La fama de su santidad atrajo sobre él las miradas de
los hombres. Pronto empezaron a acudir gentes de todas partes a consultarle.
Como ello le acarrease demasiadas distracciones y tentaciones de vanidad, el
santo renunció a su cargo y se retiró durante algún tiempo al bosque, a unos
cinco kilómetros de Autun. Arrancaba el sustento a
la tierra con el sudor de su frente y encontraba sus delicias en una soledad
que le permitía consagrarse enteramente a la contemplación y al trabajo. Pero
el pueblo no tardó en descubrir su retiro y una enfermedad le obligó a retornar
al monasterio. Ahí pasó algún tiempo, edificando y ayudando a sus hermanos a
progresar en la virtud. Ya anciano, abandonó nuevamente el monasterio para
hacer una peregrinación al santuario de San Germán de Autun, en París. Se estableció
en la ciudad, con un compañero llamado Frodulfo, en una pequeña celda contigua a la capilla de San Pedro, en
el norte de la ciudad. Al cabo de dos años y nueve meses de una penosa
enfermedad, que soportó con admirable paciencia, murió apaciblemente el año
700.
En Mabillon y en Acta Sanctorum,
agosto, vol. VI, hay una biografía latina, bastante sobria por lo que se
refiere a los milagros del santo. Cuadro de Simon
Vouet, 1640, en la iglesia de
París dedicada al santo (Saint Merri):
el santo libera en París a unos prisioneros.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston,
SI
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viernes
29 Agosto 2014
Santa Sabina de Roma
Santa Sabina
En Roma, conmemoración de
santa Sabina, cuya iglesia titular construida en el monte Aventino recibe su nombre, digno de
veneración.
La «Pasión de Santa
Sabina», compuesta en el siglo VI y totalmente carente de valor histórico,
afirma que la santa, que era viuda, se había convertido al cristianismo gracias
a su criada siria, Serapia. Esta fue martirizada por orden de Adriano, el 29 de
julio y su ama la siguió en el martirio un mes después. Se dice que esta santa
Sabina era la titular de la famosa iglesia del Aventino que lleva su nombre. Pero,
a decir verdad, ni siquiera estamos ciertos de que dicha mártir haya existido
realmente. La iglesia que acabamos de mencionar llevaba originalmente el nombre
de «Titulus Sabinae» y sólo más tarde recibió
el de «Titulus Sanctae Sabinae». No es, pues, imposible
que en este caso, como en algunos otros, la celebración anual del que construyó
la iglesia se haya confundido más tarde con la del santo a cuyo nombre estaba
dedicada. De eso a la invención de una leyenda apropiada no hay más que un
paso.
El Martirologio actual no
conmemora a Serapia, ni convalida la leyenda, sino que se limita a evocar el
carácter venerable de la titular de un templo romano tan tradicional. La fecha
que da el santoral no corresponde a la supuesta pasión (que de ser histórica
habría ocurrido en el siglo II) sino a la erección de la titularidad de la
basílica como «Santa Sabina».
Delehaye, en Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 475-476, discute el
caso de santa Sabina y cita las opiniones divergentes de De Rossi, J. P. Kirsch, Lanzoni y otros. La pasión de la
santa puede verse en Acta Sanctorum, agosto, vol. VI. Art. del Butler con
adaptación. La imagen muestra el interior actual de la tradicional basílica.
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viernes
29 Agosto 2014
San Hipacio Constantinopla
Santos Hipacio, obispo, y Andrés, mártires mandados quemar vivos por el emperador León Isáurico por negarse a obedecer sus decretos, en los que mandaba destruir las imágenes, Constantinopla, 735.
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viernes
29 Agosto 2014
Santa María de la Cruz (Juana) Jugan
Santa María de la Cruz Jugan, virgen y fundadora
Cerca de Renes, en Francia, santa María
de la Cruz (Juana) Jugan, virgen, que fundó la
Congregación de las Hermanitas de los Pobres para pedir limosna para los
necesitados y para Dios, pero injustamente alejada de la dirección del
Instituto, pasó el resto de su vida en la oración y en la humildad.
Nació el 25 de octubre de
1792. Su padre era un honrado pescador en las costas de Terranova y un día el
mar bravío lo engulló. Ella tenía cuatro años. Después fue de gran ayuda para
su madre, que debía alimentar a todos los hijos; cuidaba un rebaño mientras
rezaba y mantenía viva la presencia de Dios en su corazón. En 1810 obtuvo
empleo como ayudante de cocina en casa de la vizcondesa de la Chouë. A los 18 años la cortejó
un marinero. No quiso comprometerse entonces y al cumplir los 24 el enamorado
insistió. Su madre juzgaba que el matrimonio sería ventajoso, pero a Juana le
movía esta poderosa convicción: «Dios me quiere para Él. Él me guarda para
una obra que no es aún conocida...». En 1816 participó en una «Misión». Y en medio de la oración
brotó el afán de consagrarse a Dios y de asistir a los pobres por amor a Él,
vinculada a la Tercera Orden del Corazón de la Madre Admirable, obra de san
Juan Eudes. Comenzó a trabajar como
ayudante de enfermería en el hospital «du Rosais»
de Saint-Servan, hasta que en 1823 cayó
enferma por causa de gran fatiga. Pero ya había hecho acopio de una excelente
formación que iba a ayudarle en su misión, y mostrado gran sensibilidad para
comprender y paliar el dolor ajeno. Convivió con Marie Lecoq doce años. Compartían el
mismo ideal: misa diaria, oración, visitas a los pobres de la parroquia, y la
formación catequética a los niños. Ella ayudó a Juana a restablecerse.
Lecoq murió en 1835. Pocos años
más tarde, la santa alquiló una vivienda junto a François Aubert, que era conocida suya.
Inició la fundación en el invierno de 1839 con la acogida de una anciana viuda,
pobre, ciega y enferma de la que tenía referencia directa. La ubicó en su
dormitorio portándola en sus brazos, y ella se mudó al granero. Las siguientes
integrantes fueron Virginia, una joven de 17 años, que sanó gracias a sus
cuidados, y otra persona mayor, soltera, que había servido gratuitamente a un
matrimonio sin recursos y que no tenía a donde ir. La demanda crecía y pronto
escaseó el espacio. Abnegada, generosa, llena de piedad y misericordia por los
pobres desvalidos, los buscaba en barrios marginales y en toda clase de
tugurios. En 1840 pusieron en marcha una asociación caritativa junto al vicario
del lugar, Augusto Le Pailleur; éste sería su cruz.
François tuvo en cuenta su avanzada edad, y prefirió quedarse en la
retaguardia. Esta mujer, Juana y Magdalena Bourges,
otra enferma cobijada en casa que la fundadora auxilió, fueron las primeras
integrantes de las Hermanitas de los Pobres.
Para alimentar a tantas
personas recogidas y a falta de ingresos, mendigaban. Lo habían hecho antes las
ancianas, pero pidieron a Juana que las sustituyera. Y ella aceptó animada por
un religioso de san Juan de Dios. Tuvo que vencerse y hacer un ímprobo esfuerzo,
pero salió a la calle y plantó cara muchos desplantes y chanzas. Sufrió las
inclemencias meteorológicas y la penalidad de los largos trayectos. Tenía dotes
para la colecta, y obtenía no solo dinero sino también ayuda en especies. Un
día le dieron una bofetada, y ella respondió mansamente: «Gracias;
eso es para mí. ¡Pero ahora deme algo para mis pobres, por favor!». Una persona que poseía
cuantiosos bienes juzgó que era suficiente con la notable cantidad que le
entregó; no llevó bien que Juana volviese de nuevo en otra ocasión y la trató
sin miramiento. Pero ella no se arredró. Le recordó que precisaban comer todos
los días. El hombre, impresionado, se avergonzó y se convirtió en uno de sus
benefactores. La santa también infundía el amor al trabajo a los ancianos, que
ayudaban con lo que sabían hacer para costear los gastos.
En 1843 fue unánimemente
reelegida superiora por sus compañeras. En 1845 la Academia Francesa le
concedió el premio Montyon por su labor humanitaria;
el dinero que le dieron lo invirtió en reparar un techo. También la logia
masónica premió su labor con una medalla de oro que fundió para hacer un cáliz.
Su fama crecía, aunque ella no la buscara. Sin embargo Le Pailleur tenía aspiraciones que no
discurrían por el camino evangélico. Su intención era manejar a su antojo la
fundación y pensando que no podría intervenir en ella si Juana estaba al
frente, poco tiempo después de la elección, dando por inválida su designación,
la relegó a la colecta sin más atribuciones. Como siempre, un santo obra
milagros en la adversidad y arrebata las gracias con su virtud. Juana, que no
perseguía el poder, obedeció y asumió con mansedumbre la decisión y las
humillaciones que siguieron después, incluido el trato prepotente y altivo de
la nueva y joven superiora.
Enviada a Rennes a
mendigar, fundó allí en 1846 y luego abrió casas en distintos puntos del sur de
Francia. Devotísima de san José, logró que los ancianos se encomendaran a él, y
obtuvieran lo que pedían. En 1852 Le Pailleur, que le prohibió también pedir limosna, la envió a la casa
fundadora. Allí permaneció cerca de tres décadas realizando tareas domésticas,
completamente postergada, íntima y profundamente unida a Cristo, amando a los
pobres, en quienes le veía: «No olviden nunca que el
pobre es nuestro Señor».
Desde el anonimato se ocupó de mantener en pie la Orden, impulsándola,
gozándose íntimamente en su sencillez de los frutos que se cosechaban. ¡Qué
corazón tan grande! Con sus propios matices, es la noble y conmovedora historia
que late en las fundaciones porque quienes las impulsaron murieron día a día a
sí mismos buscando únicamente la gloria de Dios. La obra fue aprobada por León
XIII en marzo de 1879. El 29 de agosto de ese año ella murió en silencio, como
hizo en las décadas de humano ostracismo mientras que su espíritu iba
inundándose con la luz divina. Muchas de las hermanas supieron después que era
la fundadora. Juan Pablo II la beatificó el 3 de octubre de 1982. Benedicto XVI
la canonizó el 11 de octubre de 2009.
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Santo(s) del día
Santa
María de la Cruz (Juana) Jugan
Santa Cándida Roma
San Niceas de Antioquía
San Hipacio Constantinopla
San Eutimio Perusa
San Adelfo de Metz
San Mederico de Neustria
San Sebo de Inglaterra
Santa Basila Esmirna
Santa Verona Ludovico
San Osorio Gutierrez
Santa Basila de Sirmio
Santa Sabina de Roma
San Víctor de Nantes
Beato Juan de Perugia
Beata Bronislava de Cracovia
Beato Ricardo Herst
Beato Luis Vulfilocio Huppy
Beato Constantino Fernández Álvarez
Beato Francisco Monzón Romeo
Beato Domingo Jedrzejewski
Beata Sancha Szymkowiak
Beata Teresa Bracco
Beata Eufrasia del Sagrado Corazón
Santa Cándida Roma
San Niceas de Antioquía
San Hipacio Constantinopla
San Eutimio Perusa
San Adelfo de Metz
San Mederico de Neustria
San Sebo de Inglaterra
Santa Basila Esmirna
Santa Verona Ludovico
San Osorio Gutierrez
Santa Basila de Sirmio
Santa Sabina de Roma
San Víctor de Nantes
Beato Juan de Perugia
Beata Bronislava de Cracovia
Beato Ricardo Herst
Beato Luis Vulfilocio Huppy
Beato Constantino Fernández Álvarez
Beato Francisco Monzón Romeo
Beato Domingo Jedrzejewski
Beata Sancha Szymkowiak
Beata Teresa Bracco
Beata Eufrasia del Sagrado Corazón
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