miércoles, 13 de agosto de 2014

13 AGOSTO

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miércoles 13 Agosto 2014
San Estanilao de Kostka S.J.



 San Estanilao de Kostka S.J.
Estanislao significa: "Gloria y honor de su grupo".
(Lao= gloria y honor.
Estanis= grupo)
Patrono de novicios y uno de los patronos de Polonia.
Fiesta: 13 agosto
Nació en 1550 y murió cuando era novicio en el año 1568.
Le preguntaron qué hay que hacer para demostrarle a la Virgen que la amamos, y respondió: "Ofrecerle pequeños homenajes, pero no dejar nunca de ofrecérselos".
-Adaptado de la Vida de los Santos de Butler:
El Martirologio Romano, al conmemorar la muerte de San Estanislao de Kostka, afirma con razón que, "con la inocencia de su vida, alcanzó en poco tiempo la perfección de una larga existencia".
Estanislao era el segundo hijo de Juan Kostka, senador de Polonia, y de Margarita Kryska. Nació en el castillo de Rostkovo, en 1550. Hizo sus primeros estudios en su casa bajo la dirección de Juan Bilinsky, junto con su hermano mayor, Pablo. A los catorce años, Estanislao ingresó en el colegio de los jesuitas de Viena. Acostumbraba consagrar a la oración y al estudio todo el tiempo que podía y la rudeza del lenguaje le molestaba en extremo. Cuando había en su casa huéspedes indiscretos, el padre de Estanislao les decía: "No relatéis vuestros cuentos delante de Estanislao". En el internado del colegio de Viena el recogimiento y devoción de la vida y la oración del joven sorprendieron a todos. Ocho meses después de la llegada de Estanislao a Viena, el emperador Maximiliano II quitó a los jesuitas la casa que Fernando I les había prestado para el internado, comenzando una larga serie de abusos contra la Compañía de Jesús.
Pablo Kostka, dos años mayor que Estanislao, era un joven alegre y amante de las diversiones, que consiguió el permiso de Bilinsky para hospedarse en casa de unos luteranos. Como esa perspectiva desagradaba a Estanislao, Pablo se burló de su recogimiento y devoción. En cierta ocasión, cansado de los malos tratos de su hermano, Estanislao profirió la gran amenaza que hacen todos los niños: "Acabaré por escaparme para no volver y tú tendrás que dar cuentas a papá y mamá". Estanislao comulgaba todos los domingos y días de fiesta y ayunaba siempre la víspera del día en que iba a comulgar. Cuando no estaba en la iglesia o en el colegio, se hallaba en su cuarto, entregado al estudio o a la oración. Se vestía modestamente, practicaba la mortificación corporal y detestaba las clases de baile. La antipatía de Pablo por su hermano aumentó paulatinamente. Por otra parte, Bilinsky, aunque era un hombre razonable, no profesaba a Estanislao un afecto particular.
Cierto día, Estanislao cayó enfermo y pidió el viático, pero el luterano, en cuya casa habitaba, no permitió que el Santísimo Sacramento entrase en ella. Entonces, San Estanislao, muy afligido, se encomendó fervorasamente a Santa Bárbara, a cuya cofradía pertenecía, y tuvo una visión en la que dos ángeles le trajeron la comunión.
Se cuenta también que se le apareció la Santísima Virgen en otra ocasión y le dijo que aún no había llegado la hora de su muerte y que debía ingresar en la Compañía de Jesús. Estanislao, que ya antes había pensado en hacerlo, pidió la admisión en cuanto recuperó la salud. El P. Maggi, provincial de Viena, no quiso admitirle por temor de indisponer a su padre contra la Compañía. Entonces, Estanislao decidió ir a pie a Roma, si fuera necesario, para solicitar la admisión al P. General en persona. Así pues, caminó a Augsburgo y luego a Dilinga, con el objeto de entrevistarse, primero, con San Pedro Canisio, provincial en Alemania superior. Para ese viaje de casi 500 kilómetros, se vistió pobremente. En cuanto su hermano y Bilinsky descubrieron su fuga, salieron a perseguirle, pero no consiguieron reconocerle, por razones que varían según los autores. San Pedro Canisio le acogió amablemente y le puso a servir a los estudiantes en el comedor y a hacer la limpieza de sus aposentos; el joven cumplió su cometido con tal reverencia y humildad, que los estudiantes quedaron asombrados, aunque no lo conocían. Al cabo de tres semanas, San Pedro Canisio le envió a Roma con dos compañeros. En la Ciudad Eterna Estanislao se entrevistó con San Francisco de Borja y le expuso el objeto de su viaje. San Francisco de Borja accedió a su petición y le admitió en el noviciado, en 1567, a los diecisiete años de edad. Entre tanto, Estanislao había recibido una dura carta de su padre, en la que éste le amenazaba con hacer expulsar de Polonia a los jesuitas y le reprendía por haber tomado una "sotana despreciable y haber abrazado una profesión indigna de su alcurnia". Estanislao respondió en términos filiales, pero manifestó su firme decisión de servir a Dios en la vocación a la que El le había llamado. Después, dejando el asunto en manos de Dios, se dedicó tranquilamente al cumplimiento de sus deberes.

San Estanislao
Kostka
Según el P. Fazio, maestro de novicios de Estanislao, el objetivo principal del santo fue santificarse perfectamente en la vida ordinaria. El único límite de su mortificación era la obediencia a su director espiritual. Aunque exageraba sus faltas con no fingida sencillez, lo cierto es que llevó en el noviciado una vida de oración constante. Su amor a Jesucristo en el Santísimo Sacramento era tan ardiente que, cuando entraba en la iglesia, su rostro se encendía; además, con frecuencia era arrebatado en éxtasis durante la misa y después de la comunión. Pero aquel novicio modelo sólo estaba destinado a vivir nueve meses. En efecto, el calor del verano romano le hizo mucho daño y le produjo frecuentes desvanecimientos, de suerte que el joven comprendió que moriría pronto. El día de la fiesta de la dedicación de Santa María la Mayor, el 15 de agosto de 1568, hablando con el P. Manuel de Sa sobre la Asunción de la Santísima Virgen, Estanislao le dijo: "¡Qué día tan feliz debió ser para todos los santos aquél en que María entró en el cielo! Quizá ellos lo celebran con especial gozo, como lo hacemos nosotros en la tierra. Espero que estaré entre ellos en su próxima celebración". Por el momento, nadie dio importancia a esas palabras, cuyo verdadero sentido se reveló diez días más tarde. El día de la fiesta de San Lorenzo, Estanislao se sintió mal. Dos días después, cuando le sacaron de la cama para trasladarle a un lecho más confortable, hizo la señal de la cruz sobre él y dijo que nunca volvería a levantarse. El P. Fazio se rió paternalmente y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿abandonáis toda esperanza por una enfermedad tan leve?" Estanislao replicó: "Cierto que soy un hombre de poca fe, pero la enfermedad no es leve y ella me matará". Al amanecer del día de la Asunción, el joven susurró al oído del P. Ruiz la noticia de que contemplaba a la Santísima Virgen rodeada por los ángeles. Después murió apaciblemente a los 18 años de edad, en 1568.
Al cabo de un mes, Pablo de Kostka llegó a Roma con instrucciones de su padre para que Estanislao volviese a toda costa a Polonia. Bajo la impresión de la noticia de la muerte de su hermano, Pablo comprendió lo mal que se había portado con él y fue uno de los principales testigos en el proceso de beatificación. Otro de los testigos fue Bilinsky, quien afirmó entre otras cosas: "Pablo jamás dijo una palabra amable a su bendito hermano. Tanto él como yo teníamos completa conciencia de la santidad de todos los actos de Estanislao". Pablo vivió devorado por los remordimientos hasta el fin y, a los sesenta años, pidió ser admitido en la Compañía de Jesús. San Estanislao fue canonizado en 1726 y se le venera como patrono menor de Polonia.
Por su intercesión se obtuvieron numerosos milagros, y el Santo Padre lo canonizó y lo declaró patrono de los novicios y de los que se preparan para el sacerdocio.
Bibliografía:
Butler, Vida de los Santos
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un santo para cada día
Sálesman, Eliecer - VIDAS DE SANTOS # 3 O


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miércoles 13 Agosto 2014


San Benildo Romançon



San Benildo Romançonreligioso
En el lugar de
Sangues, cerca de Puy-en-Vélay, también en Francia, san Benildo (Pedro) Romançon, del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó su vida a la formación de los jóvenes.
En la fértil llanura de
Limagne, que forma parte del departamento francés de Puy-de-Dóme, hay una pequeña ciudad llamada Thuret. En la hermosa iglesia románica de dicha población, que data del siglo XII, fue bautizado el día mismo de su nacimiento, 13 de junio de 1805, Pedro Romançon, segundo hijo de un matrimonio acomodado del lugar. El niño hizo su primera comunión doce años más tarde y al mismo tiempo fue confirmado por el obispo de Clermont. Pero ya antes, desde los seis años, Pedro había empezado a frecuentar la escuela, donde se distinguió por su piedad e inteligencia. Un día, cuando se hallaba en Clermont con su padre, quedó fascinado al ver a un monje vestido con hábito negro y con una capa que flotaba al viento. Su padre le explicó que era un miembro de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundada en Reims por san Juan Bautista de la Salle para la educación de la juventud, especialmente de los más pobres. Tal respuesta impresionó a Pedro, quien algún tiempo más tarde confesó a sus padres que quería ingresar en la congregación. Estos no se opusieron a las tímidas insinuaciones de Pedro, que poco a poco fueron haciéndose más insistentes y, cuando los hermanos de las escuelas cristianas abrieron un colegio en Riom, le enviaron ahí a terminar sus estudios.

Pedro se sintió desde el primer día como en su casa y, a los catorce años, pidió ser admitido como aspirante en la congregación. Sin embargo, aunque gozaba de excelente reputación en el colegio, se le rechazó por ser joven. Pedro tuvo, pues, que esperar dos años más y entonces obtuvo la admisión. Para probar la vocación de Pedro, su padre le amenazó con decapitarle si abandonaba la casa paterna. El joven replicó plácidamente: «Si quieres hacerlo, hazlo. Con ello sólo cambiaré los bienes terrenos por los eternos». Finalmente. en el otoño de 1820, partió al noviciado de Clermont-Ferrand, con la bendición de sus padres. En el año que siguió, su vocación se confirmó de tal suerte. que su director no tuvo reparo en decir: «Este hermano tan joven serán un día una de las glorias de nuestra congregación». Al tomar el hábito, Pedro había recibido el nombre de
Benilde (el autor de este artículo no consiguió descubrir ningún santo de ese nombre. Pero el Martirologio Romano menciona el 15 de junio a una mujer martirizada por los moros de Córdoba, llamada Benildis o Benilda).

Cuando terminó el noviciado, sus superiores le enviaron al colegio de
Riom a hacer sus primeras armas en el arte de la enseñanza. En los años siguientes, le encontramos en diversas casas de la congregación, ejerciendo, además del oficio de maestro, el de cocinero y otros más. Apenas dos años después de su profesión, fue nombrado superior del colegio de Billom en Puy-de-Dóme. Uno de sus discípulos afirmó más tarde: «El hermano Benilde era bueno como un ángel y tenía cara de santo. Era un magnífico profesor, un tanto estricto, pero siempre justo. Solía preocuparse especialmente de los menos aplicados y nos alentaba al trabajo. Sus discípulos hacían buen papel y conocían al dedillo el catecismo».

El hermano
Benilde desempeñó con tal acierto su cargo que, en 1841, cuando tenía treinta y seis años, fue enviado a fundar y dirigir un nuevo colegio en Saugues (Alto Loira). Allí iba pasar el resto de su vida. La ciudad recibió con entusiasmo a los hermanos y no tardó en rogarles que inaugurasen también una serie de cursos nocturnos para adultos. Dichos cursos fueron todo un éxito, y el gobierno condecoró por ellos al hermano Benilde con una medalla de plata. Pero sin duda que el santo habría apreciado aún más la alta opinión en que le tenían sus discípulos. Todavía se conservan los testimonios de algunos de ellos; son tan detallados, que uno de los discípulos hace notar que «el santo director» solía mandar que se abrieran las ventanas mientras daba la clase. El hermano Benilde se distinguió sobre todo como profesor de religión. Como él mismo escribió: «Mi vida es para el apostolado. Si por negligencia mía estos niños no llegan a ser lo que deben, la habré desperdiciado. Si muero enseñando el catecismo, moriré en mi verdadero medio». A ese trabajo se había preparado con su vida personal y con un estudio serio de la teología y las materias con ella relacionadas. Más de un testigo hace notar que los discípulos solían escucharle embebidos y que les parecía que el tiempo pasaba demasiado de prisa. El hermano Benilde terminaba siempre sus clases con unas palabras de exhortación que brotaban del fondo de su corazón: «El querido hermano Benilde hablaba con tal calor de las verdades eternas, que jamás he podido olvidar lo que nos decía. Sus palabras nos llegaban al fondo del alma y eran un motivo de remordimiento cuando obrábamos mal». Pero no sólo se ganó el aprecio de sus discípulos, sino también el de los padres de éstos, de las hermanas presentandinas, que dirigían la escuela de niñas y del clero de la región. Uno de los vicarios de la parroquia escribió: «El hermano Benilde no sólo adoraba a Dios como un ángel cuando iba a la iglesia a hacer oración, sino siempre y en todas partes, aun cuando cultivaba sus verduras en el huerto».

El cariño entusiasta que el santo profesaba a su congregación era una de sus características. En una ocasión en que se hallaba en dificultades, exclamó: «No abandonaría la congregación, aunque me viese reducido a comer cáscaras de patatas. Demasiado bien sé cuán bondadoso ha sido Dios al llamarme a su servicio en ella». Jamás perdía la oportunidad de alentar a un posible candidato, pero no se valía para ello de consideraciones humanas: «¿Qué buscaba el candidato? ¿Una vida cómoda? La vida en el colegio de
Saugues no lo era ciertamente. ¿Las alabanzas de las gentes? Los hermanos llevaban una existencia retirada y oculta. Pero si lo que quería era su santificación personal y trabajar humilde y útilmente en la viña del Señor, entonces ...» Un sacerdote que estuvo en la casa madre de los Hermanos de las escuelas cristianas en París, cinco años después de la muerte del hermano Benilde, encontró a treinta y dos novicios de Saugues y sus alrededores y casi todos habían sido discípulos de Benilde.

En 1855, el hermano
Benilde escribió a uno de sus colegas: «He contraído una enfermedad que me tiene, por el momento, casi todo el tiempo en cama. Estoy tan fatigado, tan exhausto, que apenas puedo hablar. Cada día puede ser el último». Sin embargo, el hermano Benilde vivió seis años más, hasta que contrajo una dolorosa enfermedad reumática. Sus superiores le enviaron varias veces a hacer curas en Bagnols-les-Bains. El párroco del lugar afirmaba que las visitas del beato a la población equivalían a una misión. En enero de 1862, se agravó el estado del hermano Benilde. La víspera del domingo de la Trinidad, insistió en acudir a la capilla al día siguiente para la renovación actual de los votos y se despidió de sus discípulos, diciendo: «Sé que pedís por mí y os lo agradezco, pero mi salud no va a mejorar. Dios me llama a Sí y, si es misericordioso conmigo, podéis estar seguros de que pediré por vosotros en el cielo». Hacia el 30 de julio, el santo se arrastró una vez más hasta la capilla. «Es la última vez -dijo a su acompañante-; pronto me llevaréis en hombros». Dos semanas más tarde, el 13 de agosto de 1862, el hermano Benilde falleció, rodeado de sus hermanos.

El entierro se llevó a cabo el día de la Asunción. Aunque la parroquia de
Saugues era grande, ese día estaba llena a reventar. La sepultura del santo se transformó inmediatamente en sitio de peregrinación. En 1884, se puso en la nueva lápida: décedé en odeur de sainteté (muerto en olor de santidad). No faltó quien murmurase de ello. No así el canónigo Raveyre, antiguo vicario de la parroquia, el cual afirmó: «No me extrañaría que la Iglesia le elevase un día al honor de los altares». Tenía razón. En 1896, se inició el proceso en Le Puy, en 1948, se llevó a cabo en Roma la beatificación de Benilde Romançon, y en 1967 tuvo lugar su canonización.

Ver Le
Vénérable Frére Bénilde (1928); y G. Rigault, Un instituteur sur les autels (1947).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




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miércoles 13 Agosto 2014
Santos Ponciano e Hipólito




Santos Ponciano e Hipólito, mártires
Santos mártires Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, que, deportados al mismo tiempo a Cerdeña, ambos afrontaron allí una condena común y fueron ceñidos, según la tradición, con una única corona. Sus cuerpos, finalmente, fueron trasladados a Roma, el primero al cementerio de Calixto, y el segundo al cementerio de la vía Tiburtina.
El mártir que la Iglesia conmemora en este día junto con el papa san Ponciano, era un sacerdote romano -quizás de origen griego- llamado Hipólito, que vivió a principios del siglo III. Era un hombre muy erudito y el más destacado de los escritores teológicos de los primeros tiempos de la Iglesia de Roma. La lengua que usaba en sus escritos era el griego. Tal vez había sido discípulo de san Ireneo, y San Jerónimo le calificó de «varón muy santo y elocuente». Hipólito acusó al papa san Ceferino de haberse mostrado negligente en descubrir y denunciar la herejía. Cuando san Calixto I fue elegido papa, Hipólito se retiró de la comunión con la Iglesia romana y se opuso al Sumo Pontífice. Un núcleo reducido pero influyente de cristianos romanos lo eligieron obispo, por lo que resultó ser el primer antipapa de la historia. El cisma de Hipólito continuó durante los pontificados de Urbano I y de Ponciano.

Durante la persecución de Maximino, fue desterrado a Cerdeña junto con el papa san Ponciano, el año 235 y consta que allí Ponciano renunció a su episcopado para que los romanos pudieran elegir sucesor. Presumiblemente Hipólito hizo lo mismo; lo cierto es que en el exilio se reconcilió con la Iglesia y murió mártir en aquella isla insalubre a causa de los malos tratos que recibió. Su cuerpo fue, más tarde, transladado al cementerio de la Vía Tiburtina.

Prudencio, basándose en una interpretación equivocada de la inscripción del papa san Dámaso, confunde a san Hipólito con otro mártir del mismo nombre y afirma que murió descoyuntado por un tiro de caballos salvajes en la desembocadura del Tíber. En un himno refiere que siempre había sido curado de sus enfermedades de cuerpo y alma cuando había ido a pedir auxilio a la tumba de san Hipólito y agradece a Cristo las gracias que le ha concedido por la intercesión del mártir. El mismo autor asegura que la tumba de san Hipólito era un sitio de peregrinación, frecuentado no sólo por los habitantes de Roma, sino por los cristianos de sitios muy remotos, sobre todo el día de la fiesta del mártir: «La gente se precipita desde la madrugada al santuario. Toda la juventud pasa por ahí. La multitud va y viene hasta la caída del sol, besando las letras resplandecientes de la inscripción, derramando especias y regando la tumba con sus lágrimas. Y cuando llega la fiesta del santo, al año siguiente, la multitud acude de nuevo celosamente ... y los anchos campos apenas pueden contener el gozo del pueblo». Otra prueba de la gran veneración en que los fieles tenían a san Hipólito, es que su nombre figura en el canon de la misa ambrosiana de Milán.

En 1551, se descubrió en el cementerio de san Hipólito, en el camino de Tívoli, una estatua de mármol del siglo III que representa al santo sentado en una cátedra; las tablas para calcular la Pascua y la lista de las obras de san Hipólito están grabadas en ambos lados de la cátedra. La estatua se halla actualmente en el Museo de Letrán.

De san Ponciano sabemos mucho menos que de su compañero de martirio. Era probablemente romano, y sucedió a san Urbano I en la sede de Roma hacia el año 230. Convocó en Roma el sínodo que confirmó la condenación pronunciada en Alejandría de ciertas doctrinas que se atribuían a Orígenes. Cuando estalló la persecución de Maximino, el papa fue desterrado a la isla de Cerdeña, calificada de «insalubre», probablemente por razón de las minas que había en ella. Allí renunció al pontificado; pero no sabemos si vivió aún mucho tiempo, ni cómo murió. Según la tradición, pereció apaleado.

Algunos años más tarde, el papa san Fabián trasladó los restos de Ponciano al cementerio de san Calixto, en Roma, donde se descubrió su epitafio original, en 1909. En la Depositio Martyrum, del siglo IV, se asocia el nombre de san Ponciano con el de san Hipólito y se designa el 13 de agosto como día de la conmemoración: «Idas Aug. Ypoliti in Tiburtina et Pontiani in Callisti

Artículos del Butler-Guinea correspondientes a san Hipólito (13 de agosto) y san Ponciano (19 de noviembre en el antiguo calendario), unidos y modificados. Los estudios sobre san Hipólito, desde el descubrimiento en 1851 de los «Philosophoumena», han avanzado de década en década; puede verse un resumen biográfico esencialmente coincidente con el que dimos, en QuastenPatrología I, pero lo más simportante allí es recorrer las obras que se le atribuyen y que se conservan.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




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   Santo(s) del día


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