lunes 25
Agosto 2014
San Eusebio de Roma
Santos Eusebio, Ponciano, Vicente y Peregrino,mártires
En Roma, en el sexto
miliario de la vía Aurelia, sepultura de los santos Eusebio, Ponciano, Vicente
y Peregrino, mártires.
Las noticias tradicionales
dicen que estos cuatro santos vivieron en Roma en tiempos del emperador Cómodo
(180-192). Se convirtieron a Cristo y distribuyeron sus bienes entre los
pobres; y cuando el Emperador exigió actos públicos de culto a los dioses romanos,
los cuatro no sólo se negaron, sino que intensificaron su difusión de la fe.
Con su predicación convirtieron a un senador, Julio, quien también repartió sus
bienes entre los pobres; pero el juez Vitelio
lo condenó a muerte. El grupo de Eusebio recogió el cuerpo de Julio y le dio
sepultura, pero el juez Vitelio se cebó con ellos, los
hizo arrestar y someter a crueles tormentos; luego de algunos hechos habituales
en este género de historias, fueron muertos a golpes de látigo con puntas de
plomo. Sus cuerpos fueron sepultados en la sexta milla de la Vía Aurelia.
Las actas no merecen un
especial crédito, ya que reproducen de manera esquemática los «hechos» que
pueden rastrearse en todos los martirios antiguos, los reales y los
legendarios. Sin embargo el culto antiguo parece suficientemente establecido,
es decir que, más allá de que no conozcamos (como en muchos otros casos) los
detalles concretos, es posible afirmar que la existencia y el martirio de estos
cuatro santos está fuera de duda. Su pasión nos llega por el martirologio de Adón y de Usuardo. Hay noticias de que en
1196 las reliquias de los mártires fueron puestas bajo el altar mayor de la
basílica de San Lorenzo in Lucina; algunas de Eusebio y Ponciano fueron también
llevadas a Francia; y en el siglo X algunas de Ponciano solo habían sido llevadas
a Lucca, a la iglesia que lleva su nombre.
La memoria de estos
mártires había sido retirada del Martirologio Romano por dudosa, por lo que en
muchos santorales de los últimos años no se la encontrará; sin embargo la
última revisión del 2004 los volvió a incluir.
Antonio Borrelli en Santi e Beati. Las actas se encuentran
en Acta Sanctorum, agosto, vol. V, pág. 11ss.
OOOOOOOOOOOOOO
lunes 25
Agosto 2014
San José de Calasanz
San José de Calasanz, presbítero y fundador
San José de Calasanz,
presbítero, que promovió escuelas populares para la formación de los niños y
adolescentes en el amor y en la sabiduría del Evangelio, y fundó en Roma la
Orden de Clérigos Regulares de las Escuelas Pías (escolapios).
José era el menor de los
cinco hijos de Pedro Calasanz y María Gastón. Nació en 1556, en el castillo de
su padre, cerca de Peralta de la Sal, en Aragón. Estudió humanidades en Estadilla, donde sus compañeros se
burlaban continuamente de su virtud y de su fidelidad en el cumplimiento de sus
deberes religiosos. Su padre deseaba que fuese militar; pero José tenía otros
planes y logró persuadirle de que le dejase ir a estudiar en la Universidad de
Lérida, donde se doctoró en leyes antes de trasladarse a Valencia. Se cuenta
que salió de ahí para huír de una joven pariente
suya, que le sometió a una tentación semejante a la que muchos siglos antes
había sufrido otro José en la corte del faraón. En la Universidad de Alcalá
prosiguió sus estudios de teología y, en 1583, fue ordenado sacerdote, a los veintiocho
años de edad. Pronto se extendió la fama de la sabiduría y bondad del P. José;
más tarde, el obispo de Urgel le nombró vicario general
de la provincia de Trempe. Tuvo ahí mucho éxito que
aumentó cuando fue enviado a la región de la diócesis más próxima a los
Pirineos, es decir, a Andorra, de la que el obispo de Urgel era a la vez «Pastor y
Soberano», un título que conserva hasta la actualidad. Esa región solitaria e
inaccesible se hallaba en un estado lamentable de decadencia moral y religiosa.
San José visitó hasta el último rincón, tratando de renovar en el clero el
sentido de sus responsabilidades y obligaciones. Después volvió a Trempe, donde estuvo hasta que
fue nombrado vicario general de toda la diócesis. Pero desde tiempo atrás, José
se sentía llamado a una tarea muy diferente. Así pues, resolvió renunciar u su
oficio y beneficios, repartió su patrimonio entre sus hermanas y los pobres
(guardando para sí lo necesario) y dotó varias instituciones de caridad. En
1592, salió de España con rumbo a Roma.
En la Ciudad Eterna
encontró a un antiguo amigo de Alcalá, Ascanio
Colonna, que era ya cardenal. El
santo estuvo cinco años bajo la protección de los Colonna. Durante la peste de 1595,
se distinguió por su generosidad y valor, porfiando con su amigo Camilo de Lelis por ver quién de los
dos se entregaba más ardientemente al cuidado de los enfermos y moribundos. Sin
embargo, José no perdía de vista el proyecto que le había movido a ir a Roma, a
saber: el problema de la instrucción de los niños huérfanos y abandonados, que
tan urgentemente necesitaban que alguien se ocupase de ellos. Para entonces, el
santo ya se había hecho miembro de la cofradía de la Doctrina Cristiana, que
tenía por finalidad instruir a los niños y a los adultos los domingos y días de
fiesta. En esa forma, el P. José pudo ver con sus propios ojos la miseria e
ignorancia en que vivían los niños. Pronto se convenció de que no bastaba con
ofrecer un poco de instrucción una vez por semana y de que hacía falta
establecer escuelas gratuitas. Empezó, pues, por persuadir a los directores de
las escuelas parroquiales de que admitiesen gratuitamente a algunos alumnos
pobres, pero resultaba imposible resolver el problema, sin elevar los salarios
de los profesores, y el Senado Romano se negó a proporcionar fondos para ello.
El santo acudió a los jesuitas y a los dominicos, pero los miembros de ambas
órdenes estaban ya tan cargados de trabajo, que no podían soñar en ampliar aún
más sus actividades. El P. José llegó a la conclusión de que Dios quería que él
se ocupase personalmente del problema y tratase de resolverlo solo. El párroco
de Santa Dorotea, Antonio Brendani, puso a disposición del santo dos habitaciones y sus propios
servicios; otros dos sacerdotes se ofrecieron a colaborar en la empresa y, en
noviembre de 1597, se inauguró una escuela gratuita.
Al cabo de una semana,
había ya cien alumnos y el número creció rápidamente. El fundador hubo de
comprometerse a pagar profesores escogidos entre los clérigos que carecían de
beneficio. En 1599, San José consiguió una nueva casa para la escuela y obtuvo del
cardenal Ascanio Colonna permiso para vivir en ella
con los otros profesores. José actuaba como superior de la pequeña comunidad.
En los dos años siguientes, el número de alumnos llegó a setecientos y, en
1602, la escuela tuvo que mudarse de nuevo a una casa más espaciosa, contigua a
la iglesia de Sant'Andrea della Valle. Un día en que el P.
José colgaba una campana en el patio, se cayó de la escalera y se rompió una
pierna: a resultas del accidente quedó cojo y sufrió durante el resto de su
vida. Clemente VIII hizo un préstamo a la escuela y los personajes de importancia
empezaron a enviar a sus hijos a ella, lo cual provocó violentas críticas de
parte de los profesores de las escuelas parroquiales y de algunas otras
personas. Cuando las acusaciones llegaron a oídos del Pontífice, éste pidió a
los cardenales Antoniani y Baronio que visitasen la escuela
por sorpresa. Así se hizo y los informes de los prelados fueron tan buenos, que
Clemente VIII tomó la escuela bajo su protección. La visita volvió a repetirse
en circunstancias semejantes durante el pontificado de Paulo V, quien duplicó
la pensión de la escuela. Pero esas dificultades no eran más que el comienzo de
las persecuciones de que San José de Calasanz sería objeto durante toda su
vida. No obstante, continuó el crecimiento y prosperidad de la obra. En 1611,
el santo compró para la escuela un «palazzo»
próximo a la iglesia de San Pantaleón. Había ya cerca de mil alumnos, entre los
que se contaba cierto número de judíos, a quienes el santo abría las puertas y
trataba con suma bondad. Poco a poco se inauguraron otras escuelas; en 1621, la
Santa Sede aprobó la nueva congregación religiosa de enseñanza, y san José fue
nombrado superior general. Las preocupaciones del superiorato no apartaron al
santo de la más estricta observancia ni del cuidado de los menesterosos, de los
enfermos y de todos aquellos a quienes podía prestar alguna ayuda. Por
entonces, llegó a Roma con su esposa un inglés llamado Tomás Cocket, quien había quedado fuera
de la ley en Inglaterra por haber abjurado del protestantismo. El santo le
ayudó cuanto pudo, y el Papa, siguiendo su ejemplo, asignó una pensión a los
refugiados. La congregación se extendió en los diez años siguientes en Italia y
en el Imperio.
En 1630, ingresó en la
congregación en Nápoles un sacerdote de unos cuarenta años de edad, llamado
Mario Sozzi, quien hizo la profesión a
su debido tiempo. Durante varios años, la perversa conducta de dicho sacerdote
fue una rémora para sus hermanos. Habiendo conseguido cierta influencia en el
Santo Oficio, el P. Sozzi se las ingenió para
obtener el puesto de provincial de los Clérigos Regulares de las Escuelas
Cristianas en Toscana, con poderes extraordinarios e independencia total del
superior general. Su gobierno de la provincia, caprichoso y malévolo, puso en
mala situación al P. José ante las autoridades romanas. No contento con ello,
el P. Sozzi le denunció al Santo
Oficio. El cardenal Cesarini, protector de la
congregación, mandó confiscar todas las cartas y papeles del P. Sozzi para reivindicar al santo;
pero entre los papeles del P. Sozzi
había algunos documentos del Santo Oficio, el cual, incitado por Sozzi, le mandó arrestar y
conducir por las calles de Roma como un malhechor. San José compareció ante los
asesores, y sólo se salvó de la prisión gracias a la intevención del cardenal Cesarini. Pero el P. Sozzi quedó impune y siguió
buscando la manera de apoderarse del gobierno de la congregación, haciendo
valer que el santo estaba ya muy anciano y achacoso para gobernar. Finalmente,
logró que el P. José fuese suspendido del generalato y que se nombrase un visitador
apostólico que le era favorable. El P. Sozzi
y el visitador se apoderaron prácticamente del mando y sometieron al fundador
al trato más injusto y humillante que se pueda imaginar. El desorden que
reinaba en la congregación era tal, que los súbditos leales no conseguían
convencer de la verdad a las autoridades eclesiásticas.
A fines de 1643, murió el
P. Sozzi y le sucedió en el
gobierno el P. Cherubini, quien siguió la misma
política. San José soportó esas pruebas con maravillosa paciencia, urgiendo a
sus hermanos a obedecer a la autoridad «de facto». En cierta ocasión, llegó
hasta ofrecer refugio al P. Cherubini, contra el que se habían rebelado los sacerdotes más
jóvenes, indignados por su conducta. La Santa Sede había nombrado desde hacía
algún tiempo una comisión de cardenales para estudiar el asunto y, en 1645,
restituyó finalmente al santo el puesto de superior general. La noticia llenó
de gozo a la mayor parte de los religiosos; pero los descontentos, apoyados por
una pariente del Papa, apelaron nuevamente al Pontífice. La suerte les
favoreció y, en 1646, un breve de Inocencio X redujo la Congregación de los
Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas a la categoría de simple
asociación sujeta a los obispos de las respectivas diócesis. Así, a los noventa
años de edad, el santo tuvo la pena de ver desmoronarse aparentemente su obra,
por autoridad de la Santa Sede, a la que tanto amaba, y de verse humillado a
los ojos del mundo. Cuando se enteró de la noticia, murmuró simplemente las
palabras de Job: «Dios me lo dio, Dios me lo quitó. ¡Bendito sea!»
El P. Cherubiui fue encargado de la tarea
de redactar las nuevas reglas y constituciones. Pero unos cuantos meses
después, los auditores de la Rota comprobaron los cargos que se habían hecho
contra él de malversación de fondos del Colegio Nazareno, del que era rector. El
P. Cherubini salió de Roma en
desgracia. Volvió al año siguiente, arrepentido del papel que había desempeñado
en la conspiración contra san José y murió en brazos de éste. San José de
Calasanz murió pocos meses después, el 25 de agosto de 1648 y fue sepultado en
la iglesia de San Pantaleón. Tenía entonces noventa y dos años. A nadie escapa
la semejanza de la vida de san José con la de san Alfonso
María de Ligorio. Durante los días
turbulentos de la historia de la fundación de los redentoristas, san Alfonso
solía consolarse leyendo la vida de san José de Calasanz. Este último fue
canonizado en 1767, seis años antes de la muerte de Alban Butler, quien sólo le
consagró un breve artículo. En él le calificaba de «segundo Job, perpetuo
milagro de fortaleza». El cardenal Lambertini, que más tarde fue Papa con el nombre de Benedicto XIV,
empleó la misma comparación ante la Sagrada Congregación de Ritos, en 1728. El
fracaso de la obra de san José fue sólo aparente. La supresión de la
congregación despertó oposición y protestas en varias ciudades; en 1656, se
concedió a los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas la profesión de
votos simples y, en 1669, se aprobó de nuevo la congregación. Los hijos de San
José de Calasanz (comúnmente llamados escolapios) se hallan actualmente
establecidos en varias partes del mundo.
Los biógrafos del santo han
aprovechado bien los documentos de los procesos de beatificación y
canonización. Tal es particularmente el caso de la biografía italiana del siglo
XVIII. Probablemente, la primera biografía detallada fue la que escribió el P. Mussesti (escolapio) para
información del Papa Alejandro VII, menos de veinte años después de la muerte
del santo. De entonces acá, se han publicado numerosas biografías en italiano,
francés, español y alemán. Citaremos entre ellas las de Timon-David (1883), Tommaseo (1898), Casanovas y Sanz (1904) , Heidenreich (1907) , Giovanozzi (1930) y Santoloci (1948) . Véase también Heimbucher, Order und Kongregationen der Kat. Kirche, vol. III, pp. 287-296; y
Pastor, Geschichte der Päpste, sobre todo vol. XI, pp.
431-433.
OOOOOOOOOOOO
Santo(s)
del día
San
José de Calasanz
San Eusebio de Roma
Santa Lucía Virgen
San Ginés Roma
San Ginés Arlés
San Magín de Tarragona
San Geruncio de Santiponce
San Julián de Siria
San Menas de Constantinopla
San Gregorio de Utrecht
Santa Patricia de Nápoles
San Luis IX
San Genesio de Arlés
San Severo de Agde
San Aredio de Attane
Santo Tomás Cantelupe
Beato Pablo Juan Charles
Beata María del Tránsito
Beato Luis Urbano Lanaspa
Beata María Troncatti
Beato Miguel Carvalho
Beata María del Tránsito
OOOOOOOOOOOOOOOOOOO
San Eusebio de Roma
Santa Lucía Virgen
San Ginés Roma
San Ginés Arlés
San Magín de Tarragona
San Geruncio de Santiponce
San Julián de Siria
San Menas de Constantinopla
San Gregorio de Utrecht
Santa Patricia de Nápoles
San Luis IX
San Genesio de Arlés
San Severo de Agde
San Aredio de Attane
Santo Tomás Cantelupe
Beato Pablo Juan Charles
Beata María del Tránsito
Beato Luis Urbano Lanaspa
Beata María Troncatti
Beato Miguel Carvalho
Beata María del Tránsito
OOOOOOOOOOOOOOOOOOO
No hay comentarios:
Publicar un comentario