viernes
26 Diciembre 2014
Santa Vicenta María López y
Vicuña
Santa Vicenta María López Vicuña, virgen y fundadora
En Madrid, en España, santa
Vicenta María López Vicuña, virgen, que fundó y propagó el Instituto de Hijas
de María Inmaculada, para que cuidaran del cuerpo y del alma de las jóvenes
que, por razón del servicio doméstico, se encontraban alejadas de sus familias.
Fragmento dedicado a la
santa en la homilía de la misa de canonización, por SS el papa Pablo VI, el 25
de mayo de 1975. Puede leerse el texto
completo en
el sitio del Vaticano. En Butler-Guinea (Tomo IV, pág.
622-23) hay una biografía breve, con los datos sustanciales.
Vicenta María López y
Vicuña nació en las nobles y cristianas tierras de Navarra, el día 24 de marzo
de 1847, para morir en los umbrales de este siglo. Trascurrió una juventud
serena, durante la cual fueron madurando en ella los frutos de una esmerada educación
cristiana, en la que dejó huellas inconfundibles el ambiente familiar: la
madre, un tío sacerdote, una tía religiosa. ¡Oh! Nunca ponderaremos bastante la
importancia formativa del núcleo familiar; esa labor ejemplar, insustituible,
de siembra y cultivo de conocimientos y virtudes. Y Dios bendice con
predilección a las familias auténticamente cristianas; son ellas, por su parte,
la mejor cantera de vocaciones para el servicio de la Iglesia. En España
tenéis, a este respecto, una tradición espléndida, gloriosa, fecunda. Os
recordamos esto ahora, amadísimos hijos, porque abrigamos la esperanza de que
el Año Santo se distinga también por un despertar de las vocaciones, por «un
incremento numérico de aquellos que sirven a la Iglesia con particular dedicación
de su vida, es decir, de los sacerdotes y religiosos» (Apostolorum Limina, IV).
Nuestra Santa es muy joven
aún, cuando oye en sus adentros la llamada divina. No fue una decisión fácil de
realizar. Con sencillez v dulzura, con sacrificio y caridad logra verse
liberada de la perspectiva que le ofrece una vida en el mundo tranquila, acomodada,
halagadora. En la fiesta de la Santísima Trinidad de 1876 recibe el hábito
religioso junto con dos compañeras; nace así la congregación de las Religiosas
de María Inmaculada; una familia que tiene por misión la santificación personal
de sus miembros y la ayuda a las jóvenes que trabajan fuera de sus propios
hogares. A esas jóvenes, rodeadas con frecuencia de no pequeñas dificultades y
peligros, Vicenta María entrega su vida entera. Al poner en la balanza el
futuro de su vocación, podrá decir: «¡Las chicas han vencido!». Y a ellas se
dará sin reservas, para hacerles encontrar un hogar acogedor, donde hallen una
voz amiga, la palabra alentadora v desinteresada, el calor de un corazón, donde
descubran la riqueza inmensa humano-divina de sus vidas, el secreto de los
valores perennes, de la paz interior y donde, a la vez, aprendan a promoverse
integralmente, para hacerse cada vez más dignas ante Dios y realizarse mejor
como jóvenes.
¡De qué maravillosas
intuiciones es capaz quien ama de veras! ¡Qué fina pedagogía sabe aplicar quien
habla ese lenguaje sublime que se aprende en el corazón de Cristo! Nuestra
Santa tenía ya una experiencia personal en este apostolado específico. Sus mismos
familiares de Madrid la habían puesto en contacto con esa clase trabajadora,
tan necesitada. El deseo de entregarse a Dios hace lo demás. Ella misma siente
en su alma la exigencia insaciable de renuncia genuina, deliberada, amorosa,
que se le pide al discípulo de Cristo «para gloria de Dios más palpable. Más
pobreza. Más mortificación de mis naturales inclinaciones. Mucho peligro de
sufrir desprecios. ¡Cuántos la vituperarán! Continuo esfuerzo, continuo
sacrificio. Necesidad de la época». Son éstos precisamente los motivos que la
impulsan a hacer la fundación, según ella misma ha dejado escrito (Cfr.
Escritos de la fundadora, Cuaderno t. f. 80 r. O. c. 124-130). A pesar de su
muerte prematura, a los cuarenta y tres años, no sin sufrimientos físicos y
sobre todo morales -¡la cruz es la compañera inseparable de los Santos!-, la
madre Vicuña vio aprobada su Obra por la Santa Sede; tenía ya casas repartidas
por España y estaba ilusionada con fundar en Buenos Aires. La congregación se
abría así a todos los horizontes de la Iglesia, como lo está hoy con numerosas
comunidades esparcidas por Europa, América, Africa y Asia.
Recordamos bien cuando fue
beatificada por nuestro venerable predecesor Pío XII en el anterior Año Santo.
Y en este Año Santo, que coincide además con el Año Internacional de la Mujer,
podríamos preguntarnos: ¿qué mensaje trae Santa Vicenta María para la Iglesia y
para el mundo de nuestro tiempo? Al iniciar el ciclo de beatificaciones de este
Año Santo con María Eugenia Milleret decíamos que «la santidad, buscada en todos los estados de
vida, es la promoción más original y más llamativa a Ia que pueden aspirar y
acceder las mujeres». Santa Vicenta María ha sentido, imperioso, el reclamo de
la caridad hecha servicio, algo que le está invitando a prodigar su atención
hacia la mujer, sobre todo la joven, necesitada de cuidados religiosos, de asistencia
social, de la auténtica sublimación cristiana, en una palabra, de promoción en
el sentido más completo y elevado del término. Una tarea que, con las diversas
modalidades que van presentando los tiempos, constituye también una exigencia
importante del mundo actual. El carisma de la fundadora tiene así en nuestra
época una vivencia singular.
fuente: Vaticano
OOOOOOOOOO
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