viernes
19 Diciembre 2014
Beato Guillermo de Fenolis, religioso
En la cartuja de Casotto, en el Piamonte, beato
Guillermo de Fenolis, religioso, que antes
había sido ermitaño.
El beato Guillermo Fenoglio, nacido en Garessio (provincia de Cuneo,
Italia) en 1065, murió probablemente en 1120, en la Cartuja de Valcasotto. Es por lo menos
sorprendente que un simple «converso cartujo» (es decir, un «hermano laico»)
haya disfrutado de tanta fama, no sólo en su región, sino en media Europa, de
tal modo que ha sido con frecuencia representado en pinturas y esculturas, tal
vez más veces que otros santos mucho más «famosos» pero de iconografía pobre o
inexistente. Esto no puede explicarse sólo por su fama de «santo de los
milagros burlones» (quita y pone la pata de una mula, disputa con el diablo la
construcción de un puente, etc.): Guillermo es una personalidad fuerte, casi
magnética, que atrae a la gente por su testimonio de vida, su simplicidad, y
por supuesto por la ola de hechos milagrosos que ocurren después de su muerte.
Cuando a los 20 años hace su entrada en la Cartuja de Cassotto, ya tiene realizado un
intenso camino a la perfección y a la profunda unión con Dios.
Se le pide que organice la
comida para el monasterio, allí va, pidiendo limosna en las fincas y pueblos de
la zona, yendo incluso hasta Mondovi
y Albenga. Es el blanco favorito de
los bandidos que poblaban las calles y que más de una vez le quitan todo lo que
ha conseguido. Guillermo entra en crisis, y se queja al Prior, que entre serio
y burlón le invita a defenderse «incluso con la pata de la mula». El humilde
cartujo, que de la obediencia ha hecho meta de su vida, en la siguiente
oportunidad en que lo atacan los bandidos, «en virtud de la obediencia» toma la
pata de la mula, y la empuña contra los atacantes como un original garrote, que
se dan a la fuga aterrorizados por ese gesto. Guillermo pone la pata del animal
en su lugar y vuelve a la Cartuja, pero en la prisa la coloca boca abajo, de
modo que la mula cojea lamentablemente. El prior se da cuenta, y para verificar
qué hay de cierto en lo que se cuenta de los prodigios de Guillermo, lo regaña
por su descuido y le ordena que ponga la pata como debe ser, y así, delante del
prior y los hermanos y pidiendo disculpas por su error, quita con toda
naturalidad de nuevo la pata y la coloca correctamente. Todo esto, por
supuesto, sin que el animal pierda sangre ni rebuzne de dolor. De este hecho se
ha apoderado la hagiografía del beato, a quien representa siempre empuñando la
pata; e incluso en la cartuja de Pavia se lo llama en broma el «santo del
jamón».
Cuando Guillermo muere,
alrededor de su tumba ocurren milagros, la gente acude, y el monasterio es un
torbellino (incluso llueven donativos, como atestigua un regalo exvoto de
1224). Para que la llegada de peregrinos no perturbe demasiado la vida de la Cartuja,
a menudo trasladan su cuerpo, milagrosamente conservado incorrupto durante tres
siglos, pero periódicamente vuelve a su lugar original. En plena era
napoleónica, por temor a una profanación, esconden el cuerpo en una pared del
monasterio, tan bien guardado que nunca más se volvió a encontrar. SS. Pío XI,
el 29 de marzo de 1860, aprueba el culto de Guillermo, oficializando con el
título de beato una veneración que la gente desde siempre le había tenido.
fuente: Santi e Beati
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