lunes, 15 de diciembre de 2014

Beato Carlos Steeb

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lunes 15 Diciembre 2014
Beato Carlos Steeb


 Beato Carlos
Steebpresbítero y fundador

En Verona, de la región del Véneto, beato Carlos
Steeb, presbítero, nacido en Tubinga, que abrazó la fe católica en Verona y, ordenado sacerdote, fundó el Instituto de Hermanas de la Misericordia, para ayuda de los afligidos, pobres y enfermos.

Nació en 1773 en Tubinga. Su padre, un empresario muy respetado (y también administrador de los bienes del Duque de
Württemberg), lo envía a los dieciséis años a París y a los dieciocho a Verona, para aprender lenguas y práctica comercial. Se trata de un joven reservado y maduro, todo estudio y trabajo. Ferviente protestante, como toda su familia. Sin embargo, lo fascina el mundo vivaz de Verona con su vitalidad cultural y religiosa. Lo atrae el diálogo con algunas grandes figuras, de entre sacerdotes y laicos, y esto lo lleva en septiembre de 1792 a convertirse al catolicismo. Cuatro años después será ordenado sacerdote, con gran amargura de su familia, que lo deshereda (pero a la muerte de su hermana Guillermina los bienes paternos pasarán a él).

 

Es tiempo de guerra entre Napoleón y Austria: las batalla de
Bassano, de Arcole, de Rivoli, y luego las revueltas antifrancesas de 1797 (las «Pascuas Veronesas»). Verona, ya bajo Venecia, por 18 años verá alternarse el dominio francés y el de los Habsburgo. Carlos Steeb vive este tiempo entre enfermerías, hospitales militares y lazaretos, como sacerdote, enfermero e intérprete en tres lenguas. Se mantiene enseñando, no tiene otros trabajos retribuidos. Su «trabajo estable» es el lecho de los sufrientes, en la guerra y la paz, entre quienes vive como un hombre de punta de la «Fraternidad evangélica de sacerdotes y laicos hospitalarios», fundada en 1796 por Pietro Leonardi, con hombres y mujeres. Se contagia el tifus y hace testamento, pero su director espiritual, el P. G.B. Bertolini, le advierte: «No es tu hora, el Señor espera algo grande de ti».

 

Eso grande nació en 1840, en dos pequeñas habitaciones: es el Instituto de Hermanas de la Misericordia, dedicadas a todo sufrimiento y necesidad; nace con el impulso y el apoyo económico suyo, y con el trabajo de la veronesa 
Luisa Poloni, después Madre Vincenza, de la que es confesor (confiesa a toda Verona, este alemán de voz débil). Desde aquellas dos habitaciones, el Instituto inició un viaje que continúa en el tercer milenio, con casas en Europa, América Latina y África. Y él muere después de ver completada la iglesia del Instituto en Verona, donde está depositado su cuerpo. SS Pablo VI lo beatificó en 1975.

fuente: Santi e Beati

 

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«De origen luterano, al convertirse fue repudiado por su familia. Cofundador del Instituto de Hermanas de la Misericordia. Conocido como la mamá y el samaritano de Verona por sus desvelos y ternura con los enfermos»

 Nació en
Tübingen, Alemania, el 18 de diciembre de 1773 en un hogar de prósperos comerciantes de lana. Su familia era luterana y tenía gran influencia y reconocimiento social porque su padre se ocupaba de la administración de las posesiones del duque de Württemberg. Además, su abuelo paterno había ocupado puestos relevantes en la ciudad. Recibió una esmerada educación humanística en su ciudad. Su infancia estuvo marcada por la sucesiva pérdida de sus hermanos, seis de los cuales no sobrevivieron a la infancia, quedándole solo una hermana. A su padre estas pérdidas le afectaron sobremanera. Su madre, una mujer fuerte, influyó en la formación de Carlos. Las desgracias familiares le enseñaron el valor de la paciencia y de la generosidad; hicieron de él una persona indulgente y comprensiva.


Con 16 años fue enviado a estudiar a París, pero la enrarecida situación política que culminó en la Revolución aconsejó su salida del país en 1791 y regresó a su hogar. Al año siguiente se trasladó a Verona con la misma idea que guió su viaje anterior: consolidar el aprendizaje de idiomas e irse introduciendo en el mundo de los negocios textiles, aprovechando las excelentes relaciones de su padre. Su madre, férrea luterana, temía el influjo que podían tener en él los católicos. Y no se equivocó. La providencia había guiado los pasos de Carlos, porque fue allí donde su contacto habitual en foros donde existía una viva presencia eclesial le atrajo al catolicismo.

Hasta entonces, había sido un fiel luterano como toda su familia, pero se encontró con muchas preguntas sobre la fe católica y la protestante. Leyó, reflexionó y tras encomendarse a María y aceptar la dolorosa ruptura que impuso su familia, que rechazó su decisión y le cerró las puertas del hogar por completo, en septiembre de ese mismo año 1792 se convirtió. Quedaba sin recursos económicos, desamparado en un país lejano al suyo. Pero era más fuerte su convicción espiritual y no le faltó la ayuda de amigos religiosos que habían apreciado ya sus muchas virtudes.

Ingresó en el Oratorio de san Felipe
Neri y fue ordenado sacerdote el 8 de septiembre de 1796. Verona era invadida y saqueada por las tropas napoleónicas. Y Carlos, a sus 24 años, influenciado por el testimonio del P. Pietro Leonardi, artífice de la «Fraternidad evangélica de sacerdotes y laicos hospitalarios», se implicó de lleno en acciones caritativas de asistencia y consuelo a enfermos, heridos de guerra, mutilados, moribundos, sin tener en cuenta sus ideologías y bandos en los que luchaban. Además, se volcó con los «sin techo», abandonados y faltos de trabajo para elemental sustento.

Su dominio de lenguas le permitió ser un providencial traductor de emociones y necesidades. Hombres, mujeres, ancianos y niños, los huérfanos, todos sintieron el calor de su ternura y la generosidad que brotaba de él a manos llenas, hasta el borde del agotamiento. Su estrecho contacto con los enfermos hizo que contrajese el tifus, y pensando que llegaba su fin redactó su testamento. Estaba dispuesto a morir. Pero el P. Bertolini, su director espiritual, vaticinó: 
«No es tu hora, el Señor espera algo grande de ti».

Fue profesor de teología en el seminario de Verona y también en colegios de Alemania y de Francia, pero su vocación a paliar las carencias humanas, que tanto sufrimiento reportan, alimentaban sus súplicas a la Santísima Trinidad. Y en torno a 1835 compartió el sueño que tenía de poner en marcha una fundación destinada a la asistencia de los que padecen con una veronesa que dirigía espiritualmente, la beata
Vincenza Luigia Poloni.«Hija mía, el Señor la quiere fundadora de un Instituto de Hermanas de la Misericordia, ninguna dificultad la atemorice o la detenga, para Dios nada es imposible», le dijo. Como le sucedió a Carlos, ella había perdido a nueve de los doce hermanos que nacieron en su hogar, una familia de farmacéuticos, negocio en el que trabajaba. Cuando conoció al beato en 1821 ya pensaba ser religiosa. Así que, alentada por él, y mostrando su plena disponibilidad, se unió a unas cuantas mujeres dispuestas a entregar su vida junto a los que sufren, en los que veían el rostro de Jesucristo, y en 1840 dieron origen a ese Instituto.

A la muerte de su hermana, el P.
Steeb heredó los bienes de la familia, y pudo ayudar económicamente a la fundación, aunque tuvo que afrontar muchos contratiempos y críticas malsanas. Entonces ya se hallaba muy agotado físicamente; estaba enfermo. Siguieron llenando su vida los constantes desvelos por los necesitados, al punto que fue denominado «mamá» de los enfermos por su trato hacia ellos, plagado de ternura. Y de hecho, por esta acción fue galardonado por el emperador de Austria con la Cruz de Oro. También se le ha denominado el «samaritano de Verona»

Fue un gran director espiritual y apóstol ejemplar. No perdió ocasión para animar a los jóvenes en la búsqueda del ideal religioso. La última etapa de su vida atendió a sus hijas, las formó y las acompañó en la senda incomparable de la caridad, prestando servicio junto a ellas con el lema:
«Servir al hombre en humildad, simplicidad, caridad por el solo amor a Dios».Llegó a conocer la expansión del Instituto dentro y fuera del país. Vincenza le antecedió en su ingreso en el cielo, falleciendo el 11 de noviembre de 1855 de forma inesperada con 53 años. Él murió el 15 de diciembre de 1856 a la edad de 83 años dejando a sus hijas este postrer testamento con su bendición: «la unión, la paz, la obediencia, y los enfermos…». Fue beatificado por Pablo VI el 6 de julio de 1975.





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