sábado 27
Diciembre 2014
Fiesta
de san Esteban, protomártir
San Esteban, el Protomártir, diácono y mártir
Fiesta de san Esteban,
protomártir, varón lleno de fe y de Espiritu Santo, que fue el primero
de los siete diáconos que los apóstoles eligieron como cooperadores de su
ministerio, y también fue el primero de los discípulos del Señor que en
Jerusalén derramó su sangre, dando testimonio de Cristo Jesús al afirmar que
veía al Señor sentado en la gloria a la derecha del Padre, al ser lapidado
mientras oraba por los perseguidores.
La Biblia es tan
consecuentemente «antibiografista» que de ninguno de sus
personajes -incluido Jesús- nos cuenta ni un trazo que no sea estrictamente en
función de lo que va a relatar sobre él, y así nos quedamos habitualmente con
el deseo de saber un poco más: edad, procedencia, etc. San Esteban no podía ser
una excepción, y a pesar de la enorme importancia que tuvieron los hechos
relacionados con él en la primera Iglesia, apenas si se nos presenta en Hechos
6,5 y ya quedamos abocados a la situación de su martirio y las consecuencias
para la comunidad cristiana.
Su nombre, Stephanos, es griego (significa
«Corona»), y también están relacionadas con «los griegos» las funciones que
cumplirá, tanto él como sus seis compañeros diáconos. El relato dirá que en la
Iglesia «los helenistas» se quejaron contra «los hebreos» (Hech 6,1); lamentablemente, ya
no tenemos forma de saber a qué se referían con exactitud las dos categorías,
pero, aunque hay otras, la hipótesis más plausible sigue siendo la habitual:
«los hebreos» designaría a los judeo-cristianos
«tradicionales», típicamente de Jerusalén (aunque Pablo es «hebreo, hijo de
hebreos», Flp 3,5, y no es de
Jerusalén), caracterizados metonímicamente porque sabían hebreo (quizás leían
la Biblia en hebreo normalmente, o rezaban las oraciones en hebreo, o hablaban
mayoritariamente arameo, que para quien no conociera la diferencia le podía
sonar como hebreo); mientras que los «helenistas» serían judeo-cristianos de habla
griega, no gentiles ni procedentes de la gentilidad, a lo sumo judíos de la
diáspora. Los siete nombres, el de Esteban y los demás, son todos griegos.
Cuando comienza el pasaje da la impresión de que tan solo se va a dividir la
comunidad en dos, al menos a los efectos administrativos, pero lo que en
realidad ocurre es algo bien distinto: por un lado estos «siete hombres de
buena fama» no se dedican sólo al «servicio de la mesa» sino que tienen
funciones de predicación como «los Doce», que las vemos claramente en Esteban y
Felipe (el diácono); por el otro, hay un reacomodamiento en el conjunto de las
«funciones jerárquicas», y estos «diakonoi» (es decir, servidores) no
serán un parche ni un añadido para sufragar las necesidades de un sector de la
comunidad, sino que de a poco tendrán relación con toda la Iglesia.
Lo cierto es que acto
seguido, inmediatamente después de la escena de la elección, vemos a Esteban en
plena acción apostólica: hace milagros, polemiza, predica. No tarda en aparecer
la acusación: «le hemos oído decir que Jesús, ese Nazoreo, destruiría este Lugar y
cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido». (Hech 6,14); sólo en parte se
trata de una calumnia, porque efectivamente la predicación de Esteban era
abiertamente antitemplo, como tenemos ocasión de
leerlo por nosotros mismos en Hechos 7,2-53; la calumnia no está en el hecho de
que él predicara contra el templo, sino en que él pretendiera la abolición de
la religión tradicional: la primitiva Iglesia se sentía en completa continuidad
con el judaísmo y de ninguna manera podía aceptar la acusación de pretender
«cambiar de raíz» la fe judía; aunque unas décadas después, ya en la generación
de san Lucas, no en la de san Esteban, ese panorama se había modificado, y la
Iglesia tomado más conciencia de su autonomía y originalidad respecto de la fe
judía.
Naturalmente, la
predicación de Esteban no fue registrada por taquígrafos, sino que sobre la
base de testimonios orales Lucas recibió el contenido, y dio -al igual que en
los demás casos de discursos que hay en gran variedad en Hechos- forma
literaria a esa predicación, de modo que quedara no sólo como recuerdo de lo
predicado por Esteban, sino como modelo de predicación para toda la Iglesia. Es
un discurso, entonces, que vale la pena leer con minuciosidad, porque nos
muestra no sólo un conjunto de ideas propias de los comienzos de la fe, sino un
modo concreto de cómo la Iglesia desarrolló su forma de recibir lo que llamamos
el Antiguo Testamento (y que para ese momento eran simplemente «Las
Escrituras»); el discurso de Esteban sólo secundariamente tiene un valor
«arqueológico», para que sepamos «lo que dijo», lo principal es su valor como
modelo de acercamiento al Antiguo Testamento: enseña a «leer» la historia -los
hechos que ocurren en la historia, en este caso, la historia del pueblo de
Israel- como anticipo, como siempre encaminada hacia la revelación del reinado
de Dios.
Y sobreviene la lapidación
-castigo de la blasfemia, y ejemplo para los demás- que, al igual que el
discurso es modelo de recepción del AT, es modelo de martirio cristiano, con
todos aquellos elementos que no faltarán en la «Passio» de los mártires, tal como se nos
recopilarán luego en las historias martiriales hasta nuestros días: la valentía
e intrepidez que provienen, no de sí mismo sino del Espíritu Santo, la
presencia de Cristo (visión, voz, consuelo, ángeles, etc), en el momento de la
tortura, y sobre todo un elemento fundamental que hace del mártir el imitador
perfecto de Jesús: el perdón a los verdugos. Y como todo martirio, da mucho
fruto, e incluso lo da inmediatamente: ya en Hechos 11,19 se nos dirá que «los
que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de
Esteban, llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía...» Todo es
ocasión para el crecimiento de la Iglesia.
La cuestión de las
reliquias merece un tratamiento propio, ya que el 3 de diciembre del 415, unos
350 años después de la lapidación, un sacerdote de Gámala de Palestina encontró las
reliquias de Esteban, junto con las de Nicodemo, Gamaliel (el rabino, que la leyenda
supone que se convirtió y murió mártir), y Abib, hijo de Nicodemo. Acorde con las
costumbres de la hagiografía antigua, no bastó con que el sacerdote
«encontrara» (si es que es cierto) las reliquias, sino que en torno a ese hecho
se fue tejiendo una leyenda, que pudo haberla iniciado él mismo. Supuestamente,
al mismo tiempo Luciano y un monje, Migesio, tuvieron un sueño, o quizás una
visión, en el que se le aparecía Gamaliel, vestido litúrgicamente,
se presentaba comno el maestro de san Pablo, y
reprochaba que él y sus compañeros, Esteban, Nicodemo y Abib, hubieran sido enterrados
sin honores. Les indicaba el lugar de las reliquias y les instaba a que fueran
descubiertas y veneradas. Con el acuerdo del obispo de Jerusalén se procede a la excavación y
descubrimiento de las venerandas reliquias, que son trasladadas solemnemente el
26 de diciembre a la iglesia de Sión, en Jerusalén; otra parte queda con el
sacerdote Luciano, que a su vez reparte entre sus conocidos. Ocurre entonces
una primera dispersión, pero en el siglo XIII, los cruzados traen esas
reliquias a Occidente, y a partir de allí la dispersión es total: un brazo de
Esteban en Roma, en San Ivo alla
Sapienza, otro brazo de Esteban en
San Luis de los Franceses, y otros brazo de Esteban (!) en Santa Cecilia; el
cráneo en San Pablo extramuros, y muchos más fragmentos en Venecia,
Constantinopla, Nápoles, Besançon, Ancona, Ravena, etc. Llegaron a ser tan
famosas, y tan detallada la leyenda del descubrimiento, que tuvieron una fiesta
litúrgica propia; efectivamente, además de celebrarse el 26 de diciembre al
mártir, el 3 de agosto se celebraba la «Inventio Sancti Stephani» («inventio» en latín significa
descubrimiento), aunque se pierde en la noche de los datos el motivo por el
cual se celebraba el 3 de agosto en vez del 3 de diciembre, que hubiera sido
más lógico. Esta fiesta fue suprimida por un breve de SS Juan XXIII en 1960,
poco antes de que la atinada reforma litúrgica del Concilio Vaticano II
barriera con muchos otros abusos en las celebraciones de los santos.
La celebración de Esteban
el día 26 de diciembre es antiquísima. El protomártir forma parte de los «comites Christi», es decir los
«escoltas de Cristo», que se celebran junto con la Natividad: Juan
(identificado tradicionalmente con el Discípulo Amado del cuarto evangelio),
los santos inocentes, y el propio Esteban.
OOOOOOOOOOOOOOOOOOO
No hay comentarios:
Publicar un comentario