martes 02
Diciembre 2014
San
Habacuc (A.T.)
San Habacuc, santo del AT
Conmemoración de san
Habacuc, profeta, el cual, ante la iniquidad y violencia de los hombres,
anunció el juicio de Dios, pero también su misericordia, diciendo: «El justo
vivirá por su fe».
Dicen que cuando el
filósofo Heidegger debía introducir a sus alumnos en el pensamiento de uno de
los grandes filósofos, no comenzaba como solemos hacer, contando a grandes
rasgos la biografía, sino solamente «nació y murió, y escribió... tales y tales
... obras», para que sus alumnos no perdieran de vista que lo que debemos
valorar en un escritor es su escrito, y no las circunstancias personales que lo
llevaron a escribirlo. No sé yo si esta anécdota es cierta o sólo una leyenda
urbana, pero el gran pensador alemán hubiera estado muy a gusto haciendo la
hagiografía de los doce profetas menores, de los cuales apenas podemos decir
«nació, murió, y escribió el libro que lleva su nombre».
De Habacuc sólo puede
deducirse, por indicios internos del libro, que pronunció sus oráculos en
relación a los acontecimientos que ocurrían en Judá entre el 605, victoria de
Nabucodonosor el Grande que se alza con el poder en Oriente Medio, y el primer
asedio de Jerusalén, en 597, diez años antes de la destrucción del templo por
obra del mismo rey. Es, por tanto, contemporáneo de Jeremías. Jerusalén está
sumida en el pecado, en el abandono de la fidelidad a Yahvé, en la idolatría; el
hombre religioso espera la llegada del castigo divino, sabe que no faltará,
pero ¿cómo es posible que Dios castigue el mal de los suyos por medio de
pueblos aun más pecadores que el propio Judá? ¿Qué enigma es éste del mal en la
historia, de un Dios que ni se va del todo, ni termina de aparecer? Habacuc
plantea a Dios, con toda reverencia pero sin concesiones, el misterio del mal
en la historia; su librito, de apenas tres capítulos, contiene las preguntas y,
con la autoridad del propio Yahvé,
lo que puede decir el profeta en Su nombre. Notemos que estamos más de un siglo
antes del libro bíblico que se ha hecho clásico por plantear rigurosamente este
tema, el de Job.
Los tres capítulos de
Habacuc saben a poco, es verdad, una vez hecha la pregunta por el misterio del
mal en la historia, desearíamos que Dios «se suelte a hablar» más largamente de
lo que lo hace, pero a pesar de su brevedad, podemos decir que es un libro
perfectamente estructurado y bellamente escrito, rasgo que -a diferencia de lo
que ocurre en otros libros de la Biblia- se sigue notando incluso en las
traducciones. El libro consta de dos quejas del profeta, seguidas cada una de
ellas de una respuesta -oráculo- por parte de Dios, luego una serie de
invectivas contra los males del mundo, y todo ello cierra con un extenso salmo
que bien pronto se integró en la liturgia, primero judía y luego también en la
cristiana: lo rezamos en las Laudes del viernes de la segunda semana del
salterio.
Sin embargo lo que los
estudiosos coinciden en que podría llamarse el resumen del mensaje profético de
Habacuc está contenido en una sola frase, pero que ha tenido una larga
trayectoria en el mundo de la fe, especialmente la nuestra; en efecto, dice
Habacuc 2,4:
«He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta,
más el justo por su fidelidad vivirá.»
«He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta,
más el justo por su fidelidad vivirá.»
Todos reconocemos en ese
versículo cómo sus palabras han calado hondo en nuestra fe a través de la cita
que hace de ellas san Pablo en Romanos 1,17. Entre Habacuc y san Pablo ha
pasado Cristo, y lo que podía llamar «justo» Habacuc y lo que san Pablo entiende
por «justo» se ha profundizado. Ciertamente que la frase «el justo vivirá por
la fe» en el contexto de la Carta a los Romanos tiene unas resonancias que no
tiene aun en Habacuc, pero eso no implica no reconocer en el profeta una voz
del Antiguo Testamento que ya reclama, claramente, una revelación inaudita de
Dios, algo que venga a «dar vuelta» la historia, tal como dirá en su salmo
final:
Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu obra.
En medio de los años, realízala;
en medio de los años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano destella velando su poder. (3,2-4)
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Santo(s)
del día
San
Habacuc (A.T.)
Santa Bibiana de Roma
San Cromacio de Aquilea
San Pimenio de Roma
San Silverio de Palmarola
Beato Juan Ruysbroeck
Beato Rafael Chylinski
Beato Iván Slezyuk
Beata María Ángela Astorch *
Santa Bibiana de Roma
San Cromacio de Aquilea
San Pimenio de Roma
San Silverio de Palmarola
Beato Juan Ruysbroeck
Beato Rafael Chylinski
Beato Iván Slezyuk
Beata María Ángela Astorch *
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