sábado, 22 de noviembre de 2014

San Pedro Esqueda Ramirez , San Filemón de Colosas, Beato Salvador Lillo ___Y OTRO .

oooooooooooooooooooooooooooooooo


sábado 22 Noviembre 2014

Santa Cecilia de Via Apia




Santa Cecilia, virgen y mártir
Memoria de santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber romano lleva desde antiguo su nombre.
Esta santa, tan a menudo glorificada en las bellas artes y en la poesía, es una de las mártires más veneradas de la antigüedad cristiana. La más antigua referencia histórica a santa Cecilia se encuentra en el «Martyrologio Jeronimiano»; y de él se deduce que su fiesta se celebraba en la iglesia romana en la cuarta centuria, aunque su nombre aparece en fechas diferentes en ese mismo martirologio. La fiesta de la santa mencionada el 22 de noviembre -día en el cual es celebrada en la actualidad-, fue la utilizada en el templo dedicada a ella del barrio del Trastévere, en Roma; por consiguiente, su origen probablemente se remonta a esta iglesia. Las primeras guías medievales (Itineraria) de los sepulcros de los mártires romanos, señalan su tumba en la Via Appia, al lado de la cripta de los obispos romanos del siglo tercero (De Rossi, Roma Sotterranea, I, 180-181). De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las catacumbas de Calixto, en una cripta adjunta a la capilla de la cripta de los papas; un nicho vacío en una de las paredes, que una vez contuvo, probablemente, el sarcófago con los restos de la santa. Entre los frescos posteriores que adornan la pared del sepulcro, aparece dos veces la figura de una mujer ricamente vestida, y el Papa Urbano, quién tuvo una estrecha relación con la santa según las Actas del martirio, aparece una vez. El antiguo templo titular arriba mencionado, se construyó en el siglo cuarto y todavía se conserva en el Trastévere. Este templo estaba ciertamente dedicado en el siglo quinto a la santa enterrada en la Vía Appia; es mencionado en las firmas del Concilio romano de 499 como «titulus sanctæ Cæciliæ» (Mansi, Coll, Conc. VIII, 236). Así como algunos otros antiguos templos cristianos de Roma fueron un regalo de los santos cuyos nombres llevan, puede deducirse que la iglesia romana debe este templo de santa Cecilia a la generosidad de la propia santa; en apoyo de este punto de vista es de notar que la propiedad bajo la cual está construida la parte más antigua de la verdadera catacumba de Calixto, probablemente perteneció, según las investigaciones de De Rossi, a la familia de santa Cecilia (Gens Cæcilia), y pasó a ser, por donación, propiedad de la iglesia romana. En el «Sacramentarium Leonianum», una colección de misas completada hacia el final del siglo quinto, se encuentren al menos cinco misas diferentes en honor de santa Cecilia, lo que testifica la gran veneración a la santa que la Iglesia romana tenía en ese momento.
Las «Actas del Martirio de Santa Cecilia» tienen su origen hacia la mitad del siglo quinto, y han sido transmitidas en numerosos manuscritos, así como traducidas al griego. Fueron asimismo utilizadas en los prefacios de las misas del mencionado «Sacramentarium Leonianum». Ellas nos informan que Cecilia, una virgen de familia senatorial y cristiana desde su infancia, fue dada en matrimonio por sus padres a un noble joven pagano, Valeriano. Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja se retira a la cámara nupcial, Cecilia cuenta a Valeriano que ella está comprometida con un ángel que celosamente guarda su cuerpo, por lo que Valeriano debe tener cuidado de no violar su virginidad. Valeriano desea ver al ángel, y Cecilia lo manda ir a la tercera piedra miliaria de la Via Appia, donde se encontrará con el obispo de Roma, Urbano. Valeriano obedeció, fue bautizado por el papa y regresó a Cecilia hecho cristiano. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue ganado para Cristo. Como celosos hijos de la Fe ambos hermanos distribuyeron ricas limosnas y enterraron los cuerpos de los confesores que habían muerto por Cristo. El prefecto, Turcio Almaquio, los condenó a muerte; el funcionario del prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia, se convirtió y sufrió el martirio con los dos hermanos. Sus restos fueron enterrados en una tumba por Cecilia. Ahora la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Después de una gloriosa profesión de fe, fue condenada a morir asfixiada en el baño de su propia casa. Pero, como permaneciera ilesa en el ardiente cuarto, el prefecto la hizo decapitar allí mismo. El verdugo dejó caer su espada tres veces sin que se separara la cabeza del tronco, y huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Vivió tres días más, hizo disposiciones en favor de los pobres y ordenó que, tras su muerte, su casa fuera dedicada como templo. Urbano la enterró entre los obispos y los confesores, es decir, en la catacumba Calixtina.
El relato como tal carece de valor histórico; es una leyenda piadosa, como tantas otras recopiladas en los siglos quinto y sexto (y que recurren a los mismos moldes y recursos narrativos). Sin embargo la existencia misma de los mencionados mártires, es un hecho histórico fuera de toda duda razonable. La relación entre santa Cecilia y Valeriano, Tiburcio y Máximo, mencionados en las Actas, tienen quizá algún fundamento histórico. Estos tres santos fueron enterrados en las catacumbas de Pretextato en la Via Appia, donde sus tumbas se mencionan en las antiguas guías de peregrinos («Itineraria»).
No conocemos la fecha en que Cecilia sufrió el martirio, ni puede deducirse nada de la mención de Urbano; el autor de las Actas, sin autoridad alguna, simplemente introdujo el conocido nombre de este confesor (enterrado en la catacumba de Pretextato) a causa de la proximidad de su tumba a la de los otros mártires y lo identificó con la del Papa del mismo nombre. A su vez el autor del «Liber Pontificalis» usó las Actas para referenciar a Urbano. Las Actas no ofrecen ninguna otra indicación del tiempo del martirio. Venancio Fortunato (Miscellanea, 1, 20; 8,6) y Adón (Martirologio, 22 noviembre) sitúan el momento de la muerte de la santa en el reinado de Marco Aurelio y Cómodo (aproximadamente el 177), y De Rossi intenta demostrar este dato como el más seguro históricamente. En otras fuentes occidentales de la baja Edad Media y en el Synaxario griego, se sitúa en la persecución de Diocleciano (inicios del s. IV). P.A. Kirsch intentó fijarlo en el tiempo de Alejandro Severo (229-230); Aubé, en la persecución de Decio (249-250); Kellner, en el de Juliano el Apóstata (362). Ninguna de estas opiniones está suficientemente establecida, ni las Actas ni otras fuentes ofrecen la evidencia cronológica requerida. La única indicación temporal segura es la localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la fueron enterrados, probablemente, Urbano y, ciertamente, Ponciano y Antero. La parte más antigua de esta catacumba fecha todos estos eventos al final del siglo segundo; por consiguiente, desde ese momento hasta la mitad del siglo tercero es el período posible para el martirio de santa Cecilia.
Su iglesia en el barrio del Trastévere de Roma fue reconstruida por Pascual I (817-824), en cuya ocasión el papa deseó trasladar allí sus reliquias; al principio, sin embargo, no pudo encontrarlas y creyó que habían sido robadas por los lombardos. En una visión santa Cecilia lo exhorta a continuar la búsqueda porque había estado ya verdaderamente cerca de ella, es decir, de su tumba. Él entonces renovó la investigación y pronto el cuerpo de la mártir, cubierto con costosos adornos de oro y con su ropa empapada en sangre hasta los pies, fue encontrado en la catacumba de Pretextato. Debieron ser llevados allí desde la catacumba de Calixto para salvarlos de los primeros saqueos de los lombardos en las cercanías de Roma. Las reliquias de santa Cecilia, con las de Valeriano, Tiburcio y Máximo, y también las de los papas Urbano y Lucio, fueron exhumadas por el papa Pascual, y enterradas nuevamente, esta vez bajo el altar mayor de santa Cecilia en el Trastévere. Los monjes de un convento fundado en el barrio por el mismo papa, fueron encargados de cantar el oficio diario en esta basílica. La veneración por la santa mártir continuó extendiendose y se le dedicaron numerosas iglesias. Durante la restauración del templo, en el año 1599, el cardenal Sfondrato examinó el altar mayor y encontró debajo el sarcófago con las reliquias que el papa Pascual había trasladado. Excavaciones de fines del siglo XIX, ejecutadas a instancias y a cargo del cardenal Rampolla, descubrieron restos de construcciones romanas, que habían permanecido accesibles.
Las representaciones más antiguas de santa Cecilia la muestran en la actitud usual de los mártires en el arte cristiano de los primeros siglos: o con la corona del martirio en su mano (por ejemplo en San Apolinar la Nueva, en Rávena, en un mosaico del siglo sexto) o en actitud de oración (por ejemplo las dos imágenes, de los siglos sexto y séptimo, de su cripta). En el ábside de su iglesia en el Trastévere todavía se conserva el mosaico hecho bajo el Papa Pascual, en el que es representada con ricos vestidos, como protectora del Papa. Los cuadros medievales de la santa son muy frecuentes; desde los siglos catorce y quince se le asigna un órgano musical como atributo, o se le representa como tocando el órgano, o más tarde otros instrumentos, lo que está relacionado con su carácter de Patrona de la música sacra, tal como fue proclamada por la Academia de Música de Roma en 1584. Sin embargo, la cuestión del patronazgo de la música constituye en sí mismo un debatido problema, y se trata extensamente en este escrito.





  Oremos

Acoge con bondad nuestras súplicas, Señor, y, por intercesión de Santa Cecilia, dígnate escucharnos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.





OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

sábado 22 Noviembre 2014

Beato Elías Torrijo Sánchez






Beatos Elías Torrijo Sánchez y Bertrán Lahoz Moliner, religiosos mártires
En Paterna, en la provincia española de Valencia, beatos Elias (Julián) Torrijo Sánchez y Bertrán (Francisco) Lahoz Moliner, religiosos del Instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas y mártires, los cuales, sostenidos por el ejemplo de Cristo, durante la persecución religiosa merecieron conseguir el premio eterno prometido a los que perseveran.
Francisco Lahoz Moliner, en religión Hno. Bertrán, nació en Campos, Teruel, el 15 de octubre del 1912. Fue bautizado al día siguiente de su nacimiento. Entró en el Aspirantado de Cambrils el 10 de agosto del 1925, proveniente del de Monreal del Campo. Recibió el hábito el 2 de febrero del 1929. Se convirtió primeramente en profesor del Aspirantado, donde se ocupó de los alumnos más necesitados en el aprendizaje, luego encargado de la catequesis de los Novicios. De carácter firme y austero era un trabajador incansable. En el mes de septiembre del 1936, a causa de la persecución religiosa, fue encargado, junto con el hermano Elías Julián, de acompañar a algunos novicios de Valencia a Aragón. Pero fue preso, puesto en una celda de aislamiento, y luego ajusticiado en el campo militar de Benimamet (Picadero de Paterna). Fue sepultado en una fosa común en el cementerio de Valencia.
Julián Torrijo Sánchez, en religión Hno. Elías, nació en Torrijo del Campo, Teruel, el 17 de noviembre de 1900, y fue bautizado al día siguiente. Entró en el Aspirantado de Cambrils el 13 de noviembre de 1916. Recibió el hábito el 11 de febrero de 1917 en Hostalets de Llers (Gerona). Comenzó su apostolado con los niños de Santa Coloma Farnés en 1920. Cambrils, Manlleu, San Hipólito de Voltregá, Condal, y la escuela Nuestra Señora del Carmelo, en Barcelona, fueron sus campos de apostolado. A causa de una enfermedad, tuvo que acudir a Cambrils. Allí le sorprendió la persecución religiosa. Junto con el hermano Bertrán Francisco, fue encargado de acompañar a un grupo de Novicios y Escolásticos aragoneses a sus casas, pero, antes de llegar a Sagunto, fueron interceptados por los milicianos. Y de esa forma no pudieron llegar a Aragón. Identificados como religiosos fueron encarcelados, juzgados sumariamente y luego ejecutados.

Los otros cuatro compañeros de Hermanos de las Escuelas Cristianas que fueron martirizados en relación a los mismos hechos en Benimaclet (Valencia) estan inscriptos el día 23 de octubre.


fuente: Hermanos de las Escuelas Cristianas - La Salle





OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

sábado 22 Noviembre 2014





Beatos Salvador Lillo, Juan, y seis compañeros, mártires
Junto al río Zihun, cerca de la ciudad de Maras, en Cilicia, beatos Salvador Lillo, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, Juan, hijo de Balzi, y otros seis compañeros de familia armenia, mártires, que ante la imposición de los soldados otomanos de renegar de Cristo, por no acceder a traicionar su fe, emigraron al reino eterno atravesados por lanzas. He aquí sus nombres: beatos K`adir, hijo de Xodianin; Cerun, hijo de K`urazi; Vardavar, hijo de Dimbalac; Pablo, hijo de Jeremías; David y Teodoro, hermanos, hijos de David.
Salvador Lilli nació en Capadocia, en la provincia italiana de L'Áquila, el 19 de junio de 1853, en el seno de una familia dedicada al transporte de carbón y leña a Roma. Realizó algunos estudios y, cumplidos los 18 años, ingresó en la orden franciscana, en el noviciado que los Reformados tenían en Nazzano de Roma. En 1871 profesó la regla de san Francisco, y dos años después, debido a la supresión de las órdenes religiosas en Italia, marchó como misionero a Palestina. Fue ordenado sacerdote en 1878, en Belén, y dos años más tarde fue enviado a Marasc, misión de Armenia Menor (Turquía), perteneciente a la Custodia de Tierra Santa. Aquí aprendió las lenguas árabe, turca y armenia, y desarrolló un provechoso apostolado entre los cristianos del lugar, como lo demostraban los confesionarios siempre ocupados y las comuniones frecuentes de los fieles, incluso entre semana. Mantuvo buenas relaciones con las personas más eminentes de la ciudad, católicas, ortodoxas y turcas. Con las limosnas de los bienhechores levantó una nueva capilla; también adquirió un gran campo y muchas herramientas agrícolas para labrarlo.
Hubo en 1890 una epidemia de cólera, y el P. Salvador, que se encontraba sólo en el convento, desarrolló durante cuarenta días una labor incansable de asistencia a los apestados. Unos años más tarde fue destinado como párroco y superior a la misión de Mujuk-Deresi, a siete horas a caballo de Marasc. Allí, en la plenitud de su vida y actividad religiosa, cultural, social y económica, le sorprendió en 1895 una fuerte persecución contra los cristianos armenios, despreciados desde siempre por los musulmanes, por su fidelidad a la fe cristiana. Miles de hombres, mujeres y niños fueron asesinados en toda la región. Los superiores le avisaron que abandonase urgentemente el lugar. Al segundo aviso respondió diciendo que "el pastor no puede abandonar a las ovejas en peligro", de modo que decidió permanecer junto a los armenios perseguidos. Al cabo de un mes, los soldados entraron en la misión a bayoneta calada, y el valiente franciscano, que los recibió con el mayor respeto, resultó herido en una pierna mientras trataba de ayudar a las víctimas. Fue encerrado en una celda del convento, y allí, entre halagos y amenazas, el oficial de los soldados trató de convencerle para que renegara de Cristo y se pasara al Islam.
Pasada una semana, los soldados quemaron la misión y se pusieron en marcha, llevando maniatado y herido a fray Salvador, con otros campesinos, hasta Marasc. En la iglesia, fray Salvador los oyó en confesión y les animó a afrontar el martirio. Reemprendieron la marcha y llegaron al borde de un torrente, cerca de Mujuk-Deresi. Aquí el jefe trató, una vez más, de hacerles renegar de Cristo y abrazar la fe musulmana. Ante la negativa de todos, fueron asesinados allí mismo, a golpe de bayoneta, y sus cuerpos quemados. Era el 22 de noviembre de 1895. El P. Salvador Lilli tenía 42 años. Sus compañeros de martirio, todos armenios, se llamaban Baldji Oghlou Ohannes, Khodianin Oghlou Kadir, Kouradji Oghlou Tzeroum, Dimbalac Oghlou Wartavar, Geremia Oghlou Boghos, David Oghlou David y Toros Oghlou David. De todos ellos, sólo se conoce la edad aproximada de Baldji Oghlou Ohannes (Juan hijo de Balzi), que había nacido hacia 1860. Fueron beatificados por SS Juan Pablo II el 3 de octubre de 1982.



fuente: Frate Francesco



OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
sábado 22 Noviembre 2014




 Santos Filemón y Apia, santos del NT
Conmemoración de san Filemón, en Colosas, de cuyo amor a Cristo Jesús se goza el apóstol san Pablo, y que recibe culto al lado de santa Apia, su esposa.
Conocemos a Filemón por la carta que san Pablo le dirige desde su cautiverio romano, la carta más breve del epistolario paulino, apenas 25 versículos, y de la que la autoría directa del Apóstol no ofrece dudas. Aunque de poca extensión, el escrito es de gran importancia, porque ayudó desde los albores de la relación entre la fe cristiana y las instituciones civiles a tratar de orientarse en el delicado problema de cómo convivir con una institución con la esclavitud, tan contraria al espíritu de nuestra fe. Aun hoy la carta puede ser aplicada a repensar otros problemas, igualmente espinosos, en esa misma relación. Pero el objeto de la conmemoración del martirologio -y de esta hagiografía- no es abordar ese interesante tema, sino trazar una semblanza de Filemón y Apia, lo más amplia posible, a partir de los datos que poseamos.

Y lo primero que debemos reconocer es que esos datos son muy escasos. La carta habla en todo momento a Filemón, pero no se dirige particularmente a él, sino que se presenta dirigida «a nuestro querido amigo y colaborador Filemón, a la hermana Apfia, a nuestro compañero de armas, Arquipo, y a la Iglesia de tu casa» (vv 1-2). Pablo va a tratar un tema humanamente delicado (el delito de Onésimo, su transformación interior por la fe, la actitud justiciera o misericordiosa que pueda tomar Filemón cuando recupere al prófugo), y posiblemente el Apóstol quiere que ese tema se charle en la comunidad, que no sea una decisión exclusiva de Filemón. estamos posiblemente a inicios de los años 60, y las «iglesias» no eran aun edificios consagrados, ni siquiera espacios específicos, sino comunidades familiares o posiblemente vecinales, siguiendo en esto costumbres que venían ya del judaísmo de la gentilidad. Así que Pablo se dirige «a la Iglesia de tu casa». Eso nos indica que se reunían en lo de Filemón, pero no significa, ni puede deducirse de allí, que fuera el «presidente» de esas reuniones, o que tuviera un cargo directivo en la comunidad. En realidad tampoco puede deducirse lo contrario.

A tenor del versículo 19, podemos entender que la conversión de Filemón fue una tarea personal del Apóstol: «Yo mismo, Pablo, lo firmo con mi puño; yo te lo pagaré... Por no recordarte deudas para conmigo, pues tú mismo te me debes». Posiblemente, Filemón era de posición acomodada, no sólo porque pusiera su casa a disposición de la comunidad, sino por la alusión que hace Pablo en el v.5 «tengo noticia de tu caridad y de tu fe para con el Señor Jesús y para bien de todos los santos»; parece un poco aventurado, sin embargo, afirmar que fuera comerciante de lanas, o concretar más que lo que pueda razonablemente surgir de la carta. Todo apunta a Colosas ya que, aunque la Carta a los Colosenses tiene sus propios problemas de autoría y fecha, se nombran algunos personajes en común, e incluso se dice que esa carta (la de Colosenses) va en manos de Tíquico y Onésimo, posiblemente el mismo esclavo objeto de la carta a Filemón; pero hay que reconocer que la carta no da otros elementos para localizar al personaje con más precisión.

Apfia (transcripta en el martirologio en español como Apia) sólo es mencionada en el versículo 2. Tradicionalmente se la supone esposa de Filemón, pero hay que reconocer que no hay demasiada base para afirmarlo, sólo la vaga idea de que las comunidades familiares solían comprender a toda la casa, y mucho más si el convertido era el marido, pero no deja de ser una hipótesis. Mucho más lo es la afirmación, que ya pasa un poco de hipótesis a «peregrina idea», de que Arquipo, el otro mencionado en el encabezado, sea el hijo de ese matrimonio, como se lee en muchos estudios. No hay apoyo alguno para esa identificación.

Aquí acaba, y no es poco tratándose de personajes «secundarios» del Nuevo Testamento, todo lo que podemos decir a ciencia cierta sobre Filemón y Apfia. Más allá del texto comienza la leyenda que, como cualquiera puede imaginar, llega a informarnos de detalles insospechados: Filemón llegó a ser obispo de Colosas, o tal vez de Gaza; en el ministerio fue ayudado estrechamente por Onésimo, y murió mártir, posiblemente en Éfeso, junto con Apfia; los dos esposos enterrados hasta la altura del pecho y apedreados, en tiempos de Nerón, el día de la fiesta de Diana. esta forma de la leyenda era la que traía el Martirologio Romano anterior, pero hay muchas otras variantes. El Martirologio actual no los inscribe como mártires, ni como obispo a Filemón.




OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO



sábado 22 Noviembre 2014


 San Pedro
Esqueda Ramírez, presbítero y mártir







En la ciudad de
Teocaltitlán, en México, san Pedro Esqueda Ramírez, presbítero y mártir, que, por ser sacerdote, durante la Revolución mexicana fue encarcelado y fusilado.

Nació en San Juan de los Lagos, Jalisco el 29 de abril de 1887. Siendo monaguillo e infante del coro, ingresó al seminario auxiliar de San Julián y después de seis años de estudios pasó al conciliar de Guadalajara, donde concluyó su formación eclesiástica. Presbítero desde el 19 de noviembre de 1916, desarrolló su ministerio sacerdotal en San Juan de los Lagos con entera sumisión al párroco buena voluntad y laudable interés.

 

La Sagrada Eucaristía fue el centro de su vida y el eje de su apostolado; para promover el culto organizó la Asociación Cruzada Eucarística. Otro campo preferente de su apostolado fue la catequesis infantil. Cuando se suspendió el culto público, el presbítero
Esqueda se quedó en su pueblo en calidad de encargado interino de la parroquia. Escondiéndose aquí y allá, pudo permanecer en la población. Cuando alguien le recomendó escapar, contestó: “Dios me trajo, Dios sabrá”.

 

La mañana del 18 de noviembre de 1927, el teniente coronel
Santoyo, haciendo gala de crueldad, capturó al presbítero Esqueda; se le incomunicó en la abadía de la colegiata de San Juan de los Lagos, transformada en cuartel. Permaneció cuatro días en una pequeña habitación en tinieblas; el tiempo de su prisión en distintas ocasiones fue flagelado. Sufrió en silencio las molestias y tormentos que precedieron su muerte, entre ellos la fractura de un brazo.

 

El 22 de noviembre el lastimado sacerdote, atado de las manos, fue conducido al lugar del suplicio,
Teocaltitán, del municipio de Jalostotitlán, Jalisco a la salida de la población el teniente coronel Santoyo localizó un árbol de mezquite cuyas ramas servían como depósito o tapanco de pastura. Con la intención de quemar a su víctima, ordenó al clérigo subirse al árbol encima del rastrojo; pero aunque quiso cumplir el mandato, se lo impidió la fractura del brazo derecho. Ante la inutilidad de sus esfuerzos Santoyo lo colmó de injurias y, acto continuó, le vació la carga de su pistola y murió. Manos piadosas sepultaron el cadáver en Teocaltitán. Después sus restos fueron trasladados a San Juan de los Lagos y actualmente se encuentran en el templo parroquial de San Juan Bautista, de dicha ciudad.

 

 


fuente: Conferencia del Episcopado Mexicano

 






oooooooooooooooooooooo

No hay comentarios:

Publicar un comentario