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miércoles 05 Marzo 2014
San Adrián (s. III)
San Adrián. Este último era un centurión romano, de la milicia
imperial, en la época del emperador Maximiano, a finales del siglo III. En una
ocasión, mientras custodiaba a 33 cautivos cristianos condenados al martirio,
estos lo convirtieron a su fe cuando él les preguntó qué recompensa esperaban
obtener por el castigo que estaban a punto de sufrir. "La gloria de
Dios", fue la convincente respuesta.
Adrián los dejó libres y, desde luego, fue apresado por órden
del propio emperador. Lo torturaron para que confesara dónde estaban los
prisioneros, pero Adrián resistió. Ante su negativa, hicieron traer a su
esposa, Natalia, para que presenciara el suplicio. Ella, que era cristiana en
secreto desde hacía algún tiempo, en lugar de presionarlo para que confesara, le
dio ánimos para resistir, para que no pensara el mundo terrenal, sino en la
gloria divina.
Los torturadores, entonces, cortaron las manos del centurión,
que murió desangrado. Su esposa escondió una de sus manos entre la ropa y huyó,
al poco tiempo, junto a otros cristianos en un barco, llevando sólo la mano de
su esposo. Pero en mitad de la travesía, una terrible tormenta dejó la nave a
la deriva.
Entonces la mano de Adrián tomó el timón y llevó a los
fugitivos a un sitio seguro. Luego, Natalia llevó la mano al lugar donde estaba
enterrado el mártir, la puso junto al cuerpo y murió abrazada al esposo.
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que diste a los santos mártires
Adriano y Nataliala valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo:
concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos
que no dudaron en morir por tí, nosotros sepamos también ser fuertes,
confesando tu nombre con nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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