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Jueves 13 Marzo 2014
Beata Dulce Lopes Pontes
María Rita de Souza Brito Lopes Pontes nació en Salvador de
Bahía, Brasil, el 26 de mayo de 1914. Era la segunda de cinco hermanos. Su
progenitor, Augusto, era dentista y profesor de la facultad de Odontología. Su
madre, Dulce María, murió a los 26 años después de dar a luz a la benjamina.
Entonces, la futura beata tenía 6. Su padre iba a estar a su lado siempre,
animándola y ayudándola en sus iniciativas apostólicas hasta el fin de sus
días. Él mismo fue impulsor de importantes obras de acción social. De tres de
los hijos habidos en el matrimonio, Augusto, Dulce y María Rita, se hicieron
cargo sus tías. Los tres hermanos tomaron la primera comunión en 1922. Cinco
años más tarde, en plena adolescencia, Dulce sintió cómo se despertaba su
interés por la vida religiosa. Se adentró en lugares deprimidos de la ciudad
junto a una de sus tías y, a partir de entonces, la marginalidad y pobreza que
vio a su alrededor le conmovieron poderosamente. Tanto que ya no pudo
apartarlas de su mente. Introdujo en sus acciones cotidianas la ayuda a quienes
sufrían múltiples carencias, dándole prioridad. Y para ello convirtió el sótano
de su casa en un lugar asistencial, que fue sumamente apreciado por los que no
tenían recursos para afrontar sus difíciles jornadas. Hacía todo lo que podía
para paliar tan graves deficiencias. Les proporcionaba alimentos, ropa,
medicinas…
En 1932, después de haber cursado estudios en la Escuela
Normal de Bahía, profesó como terciaria franciscana. Se vinculó a este carisma
conducida por su director espiritual, el P. Hildebrando Kruthaup, ofm. Tomó el
nombre de Lucía. Pero al año siguiene ingresó en el Instituto de lasHermanas
Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. De esta orden le
habían hablado en el convento de Nuestra Señora del Destierro en 1929. Y al
realizar los votos en agosto de 1934, eligió el nombre de Dulce, en honor a su
madre. Modelo para su vida fue Teresa de Lisieux. Estaba convencida de que
debía imitar su conducta: «Creo que soy como el pequeño amor de mi pequeño corazón,
que por más amor que tenga es poco para un Dios tan grande […]. A ejemplo de
santa Teresita, creo que deben ser agradables al Niño Jesús todos los actos
pequeños de amor por menores que sean». Durante tres meses del año 1934 realizó
una intensa actividad apostólica. Fue destinada a Salvador, y en el Hospital
Español desempeñó diversos oficios, desde enfermera a portera, y también
sacristana. Hizo un curso que la capacitó para la farmacia. Además, impartió
clases en el colegio de Santa Bernadete, y trabajó con los obreros de
Itapagipe. Con la firme convicción de que «el amor supera todos los obstáculos,
todos los sacrificios», no halló barreras para un apostolado admirable, fecundo
y eficaz. Luchó en todo momento sin desfallecer por el bien de los desfavorecidos.
Si se pudiera hablar en términos de curriculum, el suyo es impresionante: la
fundación de las Hijas de María Siervas de los Pobres, colegios, bibliotecas,
uniones obreras católicas, albergues, el colegio San Antonio para hijos de los
trabajadores residentes en el barrio de Massaranduba, en Salvador, en el que
también se dio formación a los adultos, etc., además de una extraordinaria red
hospitalaria, y todo ello hallándose con su capacidad respiratoria al 30%
durante los 30 últimos años de su vida. Era, sin duda, la gracia de Dios que la
fortalecía y dilataba sus posibilidades de forma constante, sosteniéndola por
encima de las penalidades y problemas que se le presentaron.
El origen del St. Anthony’s Hospital, que inauguró con 150
camas en 1959, fue el fruto de su tesón, ya que tras poner en marcha el
sindicato de trabajadores de San Francisco, en Bahía, se dedicó a recoger a
personas enfermas y a darles cobijo en una isla de Salvador de Bahía, en casas
que nadie habitaba. Cuando la obligaron a desalojarlas, echó mano de sus
arrestos, que le sobraban, y las trasladó a un antiguo mercado de pescado,
hasta que los expulsaron de allí. Sin perder jamás la confianza en Dios,
condujo al gallinero de su convento a 70 personas enfermas. Después de su apertura,
este hospital llegó a contabilizar 3.000 pacientes diarios. Sus numerosas
fundaciones se hallan aglutinadas bajo el nombre de Obras Sociales «Hermana
Dulce». En 1979 el cardenal arzobispo de Salvador, Brandão Vilela, le pidió que
abriese fundación en Alagados.
El reconocimiento por su asombrosa labor propició que en 1988
fuese presentada como candidata al Premio Nobel de la Paz. Tuvo el consuelo de
encontrarse con el beato Juan Pablo II en dos ocasiones. La primera en julio de
1980, y la segunda en octubre de 1991, cuando se hallaba en el hospital donde
permaneció 16 meses. El pontífice, que tan bien conocía el dolor en carne
propia, hizo notar: «Este es el sufrimiento de los inocentes. Igual al de
Jesús». Dulce fue una religiosa fidelísima a su regla en momentos en los que en
su congregación había quienes propugnaban que aquélla se mitigara. Una mujer de
oración, sacrificada y penitente, que difundió entre los pobres, los operarios
y los enfermos su amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada. Murió en
el convento de San Antonio el 13 de marzo de 1992. El sepelio, realizado en
medio de la consternación de la gente que la consideraba Madre de los pobres y
ángel bueno de Brasil, fue una explosión de gratitud. Conducida en un coche de
bomberos, fue escoltada por los cadetes de la policía militar y seguida por una
imponente procesión de 6 km. Así homenajeaban a la que ya había entrado de
forma triunfante en la gloria. Su cuerpo permanece incorrupto. Fue beatificada
en Salvador de Bahía por el cardenal Geraldo Majella Agnelo, en representación
de Benedicto XVI, el 22 de mayo de 2011.
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