viernes, 21 de noviembre de 2014

San Rufo Roma ,San Gelasio I , papa ___ Y OTROS _

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viernes 21 Noviembre 2014

San Rufo Roma


San Rufo, santo del NT.
Conmemoración de san Rufo, de quien el bienaventurado apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, dice que fue un elegido del Señor.
Carta a los Romanos 16,13: «Saludad a Rufo, el escogido del Señor; y a su madre, que lo es también mía.»

Ésta es toda la mención de Rufo que tenemos, y que motiva el evocarlo en el Martirologio. En el mismo pasaje el Apóstol menciona unas 25 personas más también de forma elogiosa y cariñosa, pero no todas han pasado al Martirologio, ¿por qué Rufo sí? Ya he comentado en otras hagiografías correspondientes a personajes del siglo I, cómo en los siglos II y III se puso en marcha algo que podríamos llamar «mentalidad armonizadora», que encontraba relaciones de personajes basada en lo que nosotros diríamos «evidencia circunstancial», pero que permitía que todo ese mundo del siglo I, que con la incorporación plena de los gentiles a la Iglesia, la ampliación del campo de evangelización, y en general el surgimiento de nuevos problemas para la Iglesia que no estaban contenidos en los evangelios, había quedado un poco desdibujado y desconocido.

Así, este Rufo de Romanos 16,13, fue identificado, por sólo la coincidencia del nombre, que es más bien común, con el Rufo mencionado en Marcos 15,21: «Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz.» Marcos se consideraba (y se considera en general aun hoy) escrito en Roma, o vinculado a la comunidad de Roma, y como Rufo era mencionado en la Carta de san Pablo a los Romanos... tenía que ser el mismo. Que alguien sea mencionado una vez, es ocasional, pero que lo sea dos, ya casi podemos hablar de un integrante de la familia. Y así esos personajes tan alejados y desconocidos, se volvían para el lector alguien de quien se podía hablar.

Lamentablemente la crítica histórica no avala que el capítulo 16 de la Carta a los Romanos forme parte integrante de la Carta a los Romanos desde su origen. En algunos manuscritos antiguos no está, pero el argumento más decisivo es que ese fragmento contiene muchísimos saludos de Pablo a gente que vive en una comunidad que Pablo no conoce personalmente, lo que es de por sí bastante extraño. la hipótesis habitual es que el capítulo 16 fue en su origen una esquela separada con la que san Pablo encomendaba a la diaconisa Febe a una iglesia que no era la originaria de ella (Cencreas, en Corinto); esa iglesia podría haber sido Éfeso (sobre este punto hay mucho desacuerdo). Rufo sería un miembro conocido de esa comunidad.

Por supuesto, eso no quita la justicia de recordar a Rufo, ya que el elogio, «escogido del Señor», que hace de él Pablo, es suficiente recomendación, y de paso recordar junto con él a todos esos casi anónimos miembros de las primitivas comunidades cristianas, que con su osadía de romper con los moldes religiosos establecidos para su época, abrieron el camino a la fe que nosotros profesamos.


 J. Fitzmyer en su escrito sobre Romanos, en la pág. 200ss, incluido en el Comentario Bíblico San Jerónimo, tomo IV; en el «Nuevo Comentario...», el mismo autor vuelve a tratar el punto, aunque con menos amplitud (pág 417); en el Cuaderno Bíblico nº 65, pág. 57ss. se trata la cuestión de la carta independiente, aceptando la hipótesis de Éfeso como destinatario.




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viernes 21 Noviembre 2014
San Agapio de Cesarea
 
San Agapiomártir
En Cesarea de Palestina, san Agapio, mártir, que puesto con frecuencia bajo suplicios, pero enviado cada vez a mayores pruebas, en presencia del mismo emperador Maximino, durante los juegos del anfiteatro, fue entregado a un oso para que lo devorara, y como aún quedó con vida, al día siguiente le ataron piedras a los pies y lo echaron al mar.
En el calendario anterior se celebraba conjuntamente a tres mártires de Gaza: Timoteo, Tecla y Agapio. En el martirologio actual Timoteo se inscribe el 19 de agosto, Agapio en su propio 'dies natalis', 21 de noviembre, y santa Tecla de Gaza ya no tiene inscripción (ninguna de las otras santa Tecla del Martirologio es la de Gaza). Dado que la brevísima noticia del Butler-Guinea (19 de agosto) se refería a los tres juntos, la conservamos aquí para las fechas de Timoteo y Agapio. Se ha quitado las escasas referencias a santa Tecla de Gaza.

En el segundo año de la cruel y violenta persecución de Diocleciano, Urbano, el gobernador de Palestina, recibió órdenes de proceder contra los cristianos de su provincia. San Timoteo, que confesó valientemente la fe, fue brutalmente azotado; los verdugos le desgarraron después los costados con garfios y, finalmente, le quemaron a fuego lento, en Gaza. El mismo juez condenó a san Agapio a ser devorado por las fieras, pero se le retuvo durante dos años en la prisión. Después, salió a hacer frente a las fieras en el anfiteatro de Cesarea, junto con un criminal común, un esclavo que había asesinado a su amo. Como las bestias no mataron inmediatamente al criminal, el juez le perdonó y ofreció clemencia a Agapio, con tal de que ofreciese sacrificios a los dioses. El mártir se negó a ello y fue inmediatamente arrojado a un oso; pero la fiera no le hizo daño alguno. Entonces Agapio fue nuevamente conducido a la prisión y, al año siguiente, fue arrojado al mar.

Eusebio, en De mart. Palestinae, 3, narra estos martirio, y su testimonio tiene autoridad. Por otra parte, existen pruebas del culto que se tributaba a Timoteo, ya que se construyó en Gaza una basílica para sus reliquias. No se percibe con claridad por qué fue quitada Tecla de la inscripción, cuando la autoridad sobre su existencia histórica, el relato de Eusebio, es similar a la de los otros dos; quizás se trate solamente de una omisión, que será en algún momento subsanada.


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI






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viernes 21 Noviembre 2014
San Gelasio I
, papa


Junto a la basílica de San Pedro, en Roma, san Gelasio I, papa, esclarecido por su doctrina y santidad, el cual, para que la autoridad imperial no perjudicara la unidad de la Iglesia, aclaró a fondo las características propias de las dos potestades y su mutua independencia. Movido por su caridad sin medida y las necesidades de los indigentes, murió en la más extrema pobreza.
Felix II y su secretario y sucesor Gelasio, el santo que hoy celebramos, son los papas a quienes tocó abrir esa larga, fecunda, compleja, llena de contrastes, etapa de la Iglesia y del mundo que llamamos Edad Media; mal nombre para un período de casi 1000 años que no se limitó simplemente a «estar en medio», sino que fue realización de novedades y semillero de ideas y perspectivas que fructificarían después. Pienso en los monasterios, universidades, en la Europa unificada que promovía la circulación de sabios, en los comienzos de la educación que se irá extendiendo con el tiempo a todos, y un largo etc. Una de esas realizaciónes complejas, y por tanto contradictorias y sometidas al claroscuro de la valoración, fue la conquista de un carácter institucional fuerte de la Iglesia frente al Imperio, la formulación del «principio de los dos poderes» que dominará la vida medieval (y que para muchos, lamentablemente, es la unica fórmula posible de relación Iglesia-Estado). San Gelasio es el papa del «principio de los dos poderes», formulado así en carta al emperador Anastasio (491-518):

«Dos son los poderes por los que se rige principalmente el mundo: el de los obispos y el de los reyes. De los dos, es tanto mayor el de los obispos, cuanto que ellos tienen que dar cuenta ante el tríbunal de Dios de todos los hombres, incluso de los reyes. Vuestra piadosa majestad no tendrá más remedio que admitir que nadie, en ningún momento ni con ningún pretexto humano, podrá atentar jamás contra la misión absolutamente única del hombre al que el mandato del mismo Cristo ha puesto a la cabeza de todos y al que la Santa Iglesia reconoce como su jefe. Lo que se apoya en el sólido fundamento del derecho divino puede, ciertamente, ser atacado por la insolencia de los hombres, pero nunca, sea cual sea el poder de donde procedan tales ataques, podrá ser vencido». (Epístola VIII, MPL059,40-41, traducción de JM León)1.

Si no conociéramos nada de la historia de la Iglesia, ¿podríamos imaginar leyendo este texto que hace menos de 200 años la Iglesia todavía luchaba por su vida, por salir de las catacumbas y respirar un poco de libertad de movimientos? Pero ésta no es la mayor realización de su pontificado; en tan sólo cuatro años que duró, resultó ser un período muy prolífico entre documentos, cartas, decretos, que ocupan largas páginas de las colecciones documentales de la antigüedad cristiana (como el Migne), la mayoría de las cuales han podido ser refrendados por la crítica como auténticos.

A san Gelasio debemos el transmitirnos una lista oficial de los libros bíblicos; documento de importancia fundamental, porque aunque hay cánones bíblicos más antiguos, hay poco que pueda considerarse refrendado por la suma autoridad. Esta lista se mostró con posterioridad proveniente del papa san Dámaso, un siglo antes, sin embargo sigue siendo cierto que debemos a Gelasio su transmisión (se le sigue llamando el «Canon gelasiano»). Y junto con ello una lista de los escritos de los que se consideraban en ese momento «Padres de la Iglesia» (luego, naturalmente, la lista se amplió, ya que la era patrística termina un siglo más tarde), así como una lista de los escritos que la Iglesia considera «apócrifos», en especial aquellos que considera heréticos y perniciosos. Todo esto ya con la plena percepción del principio que él mismo enuncia con completa claridad: la Sede Romana es realmente la sede que rige al resto de la Iglesia, por encima de las «sedes hermanas» de Constantinopla o Antioquía.

Ahora bien, en la fría enumeración de los avances y logros de su pontificado, puede quedarnos a oscuras lo principal para esta hagiografía, y es que no llegó a ser proclamado santo por ser un buen administrador, que lo fue, ni un prolífico escritor, que también lo fue, ni por consolidar como nadie antes la autoridad de la sede romana o por luchar denodadamente contra la herejía, lo que también es cierto, sino porque todo ello estuvo guiado por una vida de profunda piedad y caridad; es ésa la fuente que alimenta la fuerza de un pontificado breve e intenso, y que podemos resumir en estas palabras:
«Gelasio es ante todo notable por su espíritu de oración, penitencia y estudio. Tenía gran deleite en acompañarse de monjes y fue un verdadero padre de los pobres, que murió con las manos vacías a causa de su generosa caridad.» 2


 Jean Mathieu-Rosay, Rialp, Madrid, 1990, pp. 83-84; buena y breve síntesis.  John F.X. Murphy en la Catholic Encyclopedia. Los documentos del pontificado en la edición Migne pueden bajarse enteros (en latín) de Documenta Catholica Omnia, mientras que en Denzinger puede encontrarse en español los decretos más importantes de su pontificado.
Notas:
1: El principio central dice: «
Duo quippe sunt, imperator Auguste, quibus principaliter mundus hic regitur: actoritas sacra pontificum et regalis potestas.»: «pues son dos, Augusto Emperador, por quienes es regido este mundo: la sagrada aautoridad de los 'pontífices' y la potestad real...». Es muy importante tener en cuenta que Gelacio habla aquí de 'pontifices' (en plural), y que por tanto, para el lenguaje de su época, se refiere a los obispos, no al 'summus pontifex', que sería el Obispo de Roma; están por tanto mal traducidas las versiones que circulan por aquí y allí y que dicen «dos son los poderes....: el del Pontífice y el del Emperador», esa traducción supone una interpretación muy posterior del concepto de «pontífice». Ahora bien, hecha esta aclaración, también debe tenerse presente que el concepto que Gelasio expresa es sólo a medias novedoso, mucho menos de lo que nos parece a nosotros. En efecto, «pontifex» es un título pagano, es el título y función de los sacerdotes en la religión romana, por tanto en ese punto Gelasio no hace sino acogerse a la interpretación romano-clásica del poder; la gran novedad no está en «repartir» el poder entre la esfera espiritual y la política, sino en presentar abiertamente, y nada menos que ante el emperador, que los sucesores auténticos de los «pontifices» del Imperio Romano son los «episcopi» cristianos; sucesión que ya se daba de hecho, pero que este texto de Gelasio consolida -o ayuda a consolidar- de derecho.

2:
Catholic Encyclopedia, edición New AdventPope St. Gelasius I



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