viernes
21 Noviembre 2014
Presentación de santa María Virgen
Memoria de la Presentación
de santa María Virgen. Al día siguiente de la dedicación de la basílica de
Santa María la Nueva, construida junto al muro del antiguo templo de Jerusalén,
se celebra la dedicación que de sí misma hizo a Dios la futura Madre del Señor,
movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su Concepción
Inmaculada.
«Los
meses se sucedían para la niña. Y, cuando llegó a la edad de dos años, Joaquín
dijo: Llevémosla al templo del Señor, para cumplir la promesa que le hemos
hecho, no sea que [Dios] nos la reclame, y rechace nuestra ofrenda. Y Ana
respondió: Esperemos al tercer año, a fin de que la niña no nos eche de menos.
Y Joaquín repuso: Esperemos.
Y, cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el Gran Sacerdote recibió a la niña, y, abrazándola, la bendijo, y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel.
E hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó.
Y sus padres salieron del templo llenos de admiración, y glorificando al Omnipotente, porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos de un ángel.
Y, cuando llegó a la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y hagamos lo que te revele el Señor.
Y el Gran Sacerdote, poniéndose su traje de doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada...»
Y, cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el Gran Sacerdote recibió a la niña, y, abrazándola, la bendijo, y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel.
E hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó.
Y sus padres salieron del templo llenos de admiración, y glorificando al Omnipotente, porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos de un ángel.
Y, cuando llegó a la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y hagamos lo que te revele el Señor.
Y el Gran Sacerdote, poniéndose su traje de doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada...»
De esta manera cuenta el
llamado «Protoevangelio de Santiago» (caps. 7-8)
-un escrito cristiano del siglo II, perteneciente al grupo de los llamados
«apócrifos»- la «presentación de María en el templo», tradición piadosa en la
que se inspira la escena que conmemoramos hoy.
¿Fue presentada María en el
Templo de Jerusalén? Seguramente, como todo hijo e hija era presentado a Dios y
se ofrecía por él/ella un tributo a Dios, tanto para agradecer el buen
nacimiento como para invocar protección sobre el vástago. Ahora bien, en qué
consistía en concreto el rito de «presentación», no han quedado testimonios, y
desde luego que la presentación de María tal cual la cuenta el «Protoevangelio de Santiago» es
legendaria. Sin embargo se hace eco de la fe profunda de la Iglesia ya desde
sus primeros instantes: aunque en su familia y en su pueblo no lo hayan visto,
María venía siendo «preparada» como nueva Arca de la nueva Alianza desde toda
la eternidad; y eso es a lo que la leyenda, en definitiva, apunta: a poner en
evidencia que el papel de María en la historia de la salvación no es casual ni
azaroso, ni tampoco el fruto de una decisión momentánea. Así como habrá
sorprendido a María verse envuelta por el anuncio angélico, así también es
cierto que toda su vida era un recto y firme encaminarse hacia una fidelidad
plena y absoluta, hacia una completa disposición a quien la había elegido desde
toda la eternidad para que se realizara en ella un misterio que recién
terminará de comprender -como Iglesia y como figura de la Iglesia que ella
misma es- con la luz del Espíritu Santo en Pentecostés.
Un hermoso detalle de la
escena que me gustaría destacar es que María se alimenta «de manos de un
ángel»; no podemos dejar de recordar la expresión del salmo 77: «y el hombre
comió pan de ángeles», que aunque se refiere al maná, el cristianismo lo ha entendido
desde siempre como figura de la Eucaristía; María sería así la primera en comer
del «pan de angeles» que traerá su Hijo.
Por más que, desde luego,
todos estos pensamientos sobre María sean muy simbólicos, muy poéticos y muy
agradables, no debemos sin embargo olvidar que no tenemos ninguna clase de
fuente fidedigna para conocer la prehistoria de Jesús (e incluso muchos aspectos
de su historia cotidiana); por ello el nuevo Martirologio quiere dejar bien
explícito que el motivo de esta fiesta se relaciona más con una realidad
cultual y de la vida concreta cristiana que con leyendas piadosas: es en
definitiva la fiesta de la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva,
de Jerusalén, realizada el 20 de noviembre del año 543. Como fiesta litúrgica
no es muy antigua, ni en Occidente ni en Oriente, donde tuvo su origen, quizás
hacia el siglo X. En Occidente se celebraba con cierta solemnidad en el siglo
XI en Inglaterra, pero después cayó de nuevo en el olvido, y a finales del
siglo XIV se volvió a conmemorar en la Iglesia latina, hasta que en 1585 el
papa Sixto V la inscribió en el calendario general.
Los Evangelios
Apócrifos,
edición de Edmundo González Blanco,
ed Hispamerica (re.) 1985. Cfr.
Butler-Guinea, tomo IV,
pág. 394,
y su amplia bibliografía.
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