jueves, 6 de noviembre de 2014

Mártires del siglo XX en España , Mártires Indochina..___Y__ OTROS.

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jueves 06 Noviembre 2014
Mártires  Indochina

Indudablemente hay muchos detalles legendarios en las relaciones de los martirios de la primitiva Iglesia, según han llegado a nuestras manos. Al leer la multitud de tormentos y la brutal crueldad que en ellos se manifiesta, recibimos la impresión de que todo aquello es pura invención de los escritores medievales. Sin embargo, en los tiempos modernos y casi en nuestros días, comprobados con multitud de testimonios completamente seguros y verídicos, se han repetido innumerables excesos de crueldad en los mártires de Indochina, de mediados del siglo XIX.
De ello se deduce que los instintos de crueldad son ingénitos en la naturaleza humana, y en los momentos de apasionamiento salen al exterior en la forma más brutal y repugnante; recordemos, aún en nuestros días, los extremos de crueldad y barbarie cometidos por los comunistas con multitud de católicos. Indirectamente, esto prueba con toda suficiencia que no hay que rechazar tan fácilmente aquellas actas de mártires solamente por el motivo de lo inverosímil que resulta la multitud y la crueldad de los tormentos.
El día de hoy se celebra de un modo especial la conmemoráción de los Beatos Jerónimo Hermosilla y sus dos compañeros mártires, pertenecientes a la Orden de Predicadores, sacrificados por Cristo en 1861 en la región del Tonkín. Pero, al mismo tiempo, se celebra la fiesta de otros mártires de Indochina que dieron su sangre por Cristo durante estos años de la más horrible persecución. Algunos fueron beatificados en 1900, 1906 y 1907, y recientemente otros veinticinco fueron elevados a los altares por Pío XII en 1951.
He aquí algunos datos más importantes de los principales entre ellos.
El Beato Jerónimo Hermosilla, insigne dominico y misionero español, era vicario apostólico en el oriente del Tonkin, y al estallar la persecución fue apresado por el mandarín Nguyen. Pero, habiendo logrado escapar de la prisión, continuó en secreto su actividad apostólica entre los naturales, hasta que, por la traición de un soldado, fue encarcelado de nuevo juntamente con otros dos misioneros dominicos, los Beatos Valentín Berrio-Ochoa, vicario general del Tonkín central, y Pedro Almato. Berrio-Ochoa era vasco de nacimiento y de noble familia; pero, habiendo ésta venido a menos, se dedicó algún tiempo al oficio de carpintero-ebanista hasta que ingresó en el seminario y luego en la Orden de Santo Domingo. En 1856 vió al fin realizadas sus ansias de ir a la Indochina, donde, nombrado bien pronto vicario general, llevaba una vida oculta en medio de los mayores peligros a causa de la persecución, cuando fue descubierto por un apóstata.
El padre Almato era catalán, que hacía seis años realizaba una ímproba labor en la misión dominicana del Tonkín, a pesar del deplorable estado de su salud. El padre Hermosillo intentó pasar a la China juntamente con el padre Almato; pero era ya tarde.
Apresados, pues, los tres insignes misioneros de la Orden dominicana, dieron generosamente su sangre por Cristo, siendo decapitados. Es interesante, a este propósito, el plan que, según consta por muchos documentos fidedignos, seguían aquellos sanguinarios enemigos del cristianismo. Como se dice en una de sus proclamas, "todos los cristianos deben ser concentrados en las poblaciones no cristianas, las mujeres separadas de sus esposos y los niños de sus padres. Las pueblos cristianos deben ser destruidos, y sus propiedades distribuidas entre otros. Todo cristiano debe ser marcado en su frente con la expresión falsa religión".
Entre los más insignes mártires de esta persecución, debe ser considerado el Beato Teófanes Vénard, de origen francés, quien ya en su juventud había soñado en el martirio, que al fin sufrió en Tonkín a los treinta y un años de edad, víctima, él y sus compañeros, de las más horribles crueldades, tan típicas de esta persecución.
Ordenado de subdiácono en 1850, entró en el colegio de las Misiones Extranjeras 'e París, y poco después escribía a una hermana suya estas conmovedoras palabras: "Conocía perfectamente el dolor que mi decisión causaría a toda mi familia y particularmente a ti, mi querida pequeña. ¿Pero no pensáis que también a mí me ha costado lágrimas de sangre el dar este paso y el causaros esta pena? ¿Quién ha tenido más cariño que yo a la casa paterna y a la vida familiar? Toda mi felicidad aquí abajo estaba concentrada en ella. Pero Dios, que nos ha unido a todos con los lazos del más tierno afecto, ha querido separarme para sí".
Su salud delicadísima retrasó su ordenación sacerdotal; pero, apenas realizada ésta en 1852, partió Teófanes para Hong-Konk, y después de dedicarse quince meses al aprendizaje de la lengua, pasó en 1854 al Tonkín. Más de cinco años trabajó con un celo incansable, luchando a la vez con su mala salud y con los horrores de la más implacable persecución. Hasta qué punto llegó la crueldad de los perseguidores, se expresa en estas palabras que escribía él mismo: "Se ha dado la orden de aprisionar a todos los cristianos y de martirizarlos por el sistema denominado lang-tri, consistente en una tortura lenta, cortándoles primero los pies hasta los tobillos; luego hasta las rodillas; luego los dedos, luego hasta los antebrazos y siguiendo de este modo hasta que no les quede más que un tronco enteramente mutilado".
Son interesantes los datos que comunica sobre los sufrimientos a que se veían sometidos y la situación desesperada en que se encontraban, todo lo cual es la más elocuente prueba del elevado espíritu que a todos les animaba. "Tres misioneros, dice, entre los cuales hay un obispo, yacen ya uno al lado de otro, día y noche, en un espacio de una vara y media cuadrada. No tenemos más luz ni más aire para respirar que tres agujeros del grosor de un dedo, practicados en la. pared, que nuestra anciana sirvienta se ve obligada a ocultar por medio de unos manojos de leña tirados por fuera."
En noviembre de 1860 fue apresado y metido durante dos meses en una caja, semejante al calabozo descrito anteriormente. Pero él se industrió para escribir desde allí: "Estos días los he pasado tranquilamente. Todos los que me rodean son respetuosos conmigo y me quieren... No he sido sometido a tortura, como mis hermanos. Sin embargo, debido a la brutalidad del verdugo, al ser decapitado, se cometió con él un espectáculo horripilante, después de lo cual, según lo describe uno de los testigos, "una gran turba de gente se abalanzó sobre el cadáver con el fin de empapar lienzos de lino y pañuelos de papel en la sangre del mártir". Esto sucedió el 2 de febrero de 1861.
En 1851 y 1852 fueron decapitados otros dos misioneros de las Misiones Extranjeras de París, los Beatos Auqusto Schöffler y Juan Luis Bonnard. Schöffler, al estallar la persecución el año 1851, fue apresado y tuvo que sufrir horriblemente en la cárcel, con el gran marco de madera que la agarrotaba el cuello y los pesados grillos que apresaban sus miembros, además de la suciedad y de la compañía que lo rodeaba.
Entre los demás mártires de esta horrible persecución, citemos al Beato Esteban Teodoro Guénot, quien por su dignidad de obispo y sus relevantes méritos merece ser destacado de un modo especial.
Ingresado en el seminario de Misiones Extranjeras de París, llegó, en 1829, a Annam. Dedicado de lleno al trabajo misionero, al estallar en este territorio la persecución en 1833, se refugió en Siam junto con algunos seminaristas indígenas; pero, no obstante todas las contrariedades que se sucedieron, se acreditó de tal modo por su intrepidez y abrasado celo, que en 1835 fue consagrado obispo auxiliar de Mgr. Taberd. Entretanto continuaba la persecución devastando las cristiandades del Annam; sin embargo, Mgr. Guénot se arriesgó a entrar en aquel territorio, procurando desde sus escondrijos sostener a los cristianos indígenas e instruir y alentar a los catequistas.
Quince años duró este trabajo agotador de Mgr. Guénot, con el cual logró organizar tres vicariatos apostólicos separados en la Cochinchina, cada uno de los cuales servido por unos veinte sacerdotes, siendo así que al llegar no había más que una docena para todo el territorio. A los veinticinco años de episcopado, durante los cuales no había cesado la persecución, se desencadenó una nueva racha de fanatismo en la provincia de Binh-Dinh, que hasta entonces había gozado de una relativa paz.
En estas circunstancias, el obispo Guénot se ocultó en la casa de un cristiano, donde tuvo que sufrir horriblemente, hasta que, exhausto de fuerzas, fue apresado por los emisarios del mandarín. Arrojado en un estrecho calabozo, donde apenas podía respirar, fue conducido luego al lugar principal del distrito, donde al poco tiempo murió en la cárcel por efecto de tantos sufrimientos. Su muerte ocurrió el 14 de noviembre de 1862. Dos años antes habían sufrido el martirio otros dos obispos.
Los veinticinco mártires del Tonkín, beatificados en 1951 por el papa Pío XII, sufrieron el martirio entre 1857 y 1862 durante la persecución de Yu-Duk. A su cabeza van los obispos españoles Beatos José Sanjurjo y Melchor Sampedro. Poco antes de morir por Cristo, escribía el primero: "Estoy sin casa, sin libros, sin ropa. No tengo nada. Pero estoy tranquilo y soy feliz por verme digno de parecerme un poco a Nuestro Señor, que dijo que el Hijo del hombre no tenia dónde reclinar su cabeza". Los demás eran indigenas indochinos, y excepto cuatro, todos eran laicos.
El ejemplo de tan heroicos mártires, tan próximos a nosotros, es particularmente apto para alentar a los cristianos de nuestros días en medio de los combates que nos exija el cumplimiento de nuestros deberes profesionales y religiosos.


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jueves 06 Noviembre 2014

Mártires del siglo XX en España



 XX en España

En el aniversario de la beatificación en 2007 del grupo de 498 mártires de España en época de la Guerra Civil, se conmemoran litúrgicamente en esta fecha todos los mártires, santos y beatos, que dieron en España, en el siglo XX, su testimonio de fe.
Esta celebración es propia de la Iglesia española; por tratarse de una celebración de carácter exclusivamente local, figura al final de la lista del 6 de noviembre.
Aunque la fecha hace alusión a la beatificación realizada en Roma en 2007 de 498 mártires, litúrgicamente agrupa a todos los mártires de la misma persecución que no son celebrados en otra fecha, lo que hace que de los 1523 mártires elevados a los altares entre 1987 y 2013, la mayor parte (más de mil), sean conmemorados hoy.
Homilía del Card. Amato, SDB
l. La Iglesia española celebra hoy la beatificación de quinientos veintidós hijos mártires, profetas desarmados de la caridad de Cristo. Es un extraordinario evento de gracia, que quita toda tristeza y llena de júbilo a la comunidad cristiana. Hoy recordamos con gratitud su sacrificio, que es la manifestación concreta de la civilización del amor predicada por Jesús: «Ahora -dice el libro del Apocalipsis de San Juan- se cumple la salvación, la fuerza y el reino de nuestro Dios y la potencia de su Cristo» (Ap 12, 10). Los mártires no se han avergonzado del Evangelio, sino que han permanecido fieles a Cristo, que dice: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Quien quiera salvar la propia vida, la perderá, pero quien pierda la propia vida por mí, la salvará» (Lc 9, 23-24). Sepultados con Cristo en la muerte, con Él viven por la fe en la fuerza de Dios (cf. Col 2, 12).
España es una tierra bendecida por la sangre de los mártires. Si nos limitamos a los testigos heroicos de la fe, víctimas de la persecución religiosa de los años 30 del siglo pasado, la Iglesia en catorce distintas ceremonias ha beatificado más de mil. La primera, en 1987, fue la beatificación de tres Carmelitas descalzas de Guadalajara. Entre las ceremonias más numerosas recordamos la del 11 de marzo de 2001, con doscientos treinta y tres mártires; la del 28 de octubre de 2007, con cuatrocientos noventa y ocho mártires, entre los cuales los obispos de Ciudad Real y de Cuenca; y la celebrada en la catedral de la Almudena de Madrid, el 17 de diciembre de 2011, con veintitrés testigos de la fe.
Hoy, aquí en Tarragona, el Papa Francisco beatifica quinientos veintidós mártires, que «vertieron su sangre para dar testimonio del Señor Jesús» (Carta Apostólica). Es la ceremonia de beatificación más grande que ha habido en tierra española. Este último grupo incluye tres obispos: ­Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén; Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lleida y Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar de Tarragona, y además numerosos sacerdotes, seminaristas, consagrados y consagradas, jóvenes y ancianos, padres y madres de familia. Son todos víctimas inocentes que soportaron cárceles, torturas, procesos injustos, humillaciones y suplicios indescriptibles. Es un ejército inmenso de bautizados que, con el vestido blanco de la caridad, siguieron a Cristo hasta el Calvario para resucitar con Él en la gloria de la Jerusalén celestial.

2. En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, detruyendo parte de vuestro precioso patrimonio artístico. El Papa Pío XI, con la encíclica Dilectissima nobis, del 3 de junio de 1933, denunció enérgicamente esta libertina política antirreligiosa.
Recordemos de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes.
En aquel periodo, mientras se encontraba en el exilio, Don Luigi Sturzo, diplomático y sacerdote católico italiano, en un artículo de 1933, publicado en el periódico El Matì de Barcelona, escribía con intuición profética que las modernas ideologías son verdaderas religiones idolátricas, que exigen altares y víctimas, sobre todo víctimas, miles, e incluso millones. Y añadía que el aumento aberrante de la violencia hacía que las víctimas fueran con mucho más numerosas que en las antiguas persecuciones romanas.(1)

3. Queridos hermanos, ante la respuesta valiente y unánime de estos mártires, sobre todo de muchísimos sacerdotes y seminaristas, me he preguntado muchas veces: ¿cómo se explica su fuerza sobrehumana de preferir la muerte antes que renegar la propia fe en Dios? Además de la eficacia de la gracia divina, la respuesta hay que buscarla en una buena preparación al sacerdocio. En los años previos a la persecución, en los seminarios y en las casas de formación los jóvenes eran informados claramente sobre el peligro mortal en el que se encontraban. Eran preparados espiritualmente para afrontar incluso la muerte por su vocación. Era una verdadera pedagogía martirial, que hizo a los jóvenes fuertes e incluso gozosos en su testimonio supremo.

4. Ahora planteémonos una pregunta: ¿por qué la Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con culto público, para que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales en toda España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación.
La celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la humanidad necesita paz, fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami. Con su mansedumbre los mártires desactivaron las armas homicidas de los tiranos y de los verdugos, venciendo al mal con el bien. Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra.

5. y ahora una segunda pregunta: ¿por qué la beatificación de los mártires de muchas diócesis españolas adviene aquí en Tarragona?
Hay dos motivos. Ante todo el grupo más numeroso de los mártires es el de esta antiquísima diócesis española, con ciento cuarenta y siete mártires, incluido el obispo auxiliar Manuel Borrás Ferré y los jóvenes seminaristas Joan Montpeó Masip, de veinte años, y Josep Gassol Montseny de veintidós.
El segundo motivo nos viene del hecho de que, en los pnmeros siglos cristianos, aquí en Tarragona, ecclesia Pauli, sedes Fructuosi, patria martyrum, tuvo lugar el martirio del obispo Fructuoso y de sus dos diáconos, Augurio y Eulogio, quemados vivos en el 259 d.C. en el anfiteatro romano de la ciudad.
Recordemos brevemente el martirio de estos dos primeros testigos tarraconenses, porque repropone la dinámica esencial de toda persecución, que, por una parte, muestra la arbitrariedad de las acusaciones y la atrocidad de las torturas, y, por otra, la fortaleza sobrehumana de los mártires en el aceptar la pasión y la muerte con serenidad y con el perdón en los labios.
Tarragona, sede de una floreciente comunidad cristiana, en el siglo III d.C. fue objeto de una violenta persecución, por obra del emperador Valeriano. Fueron víctimas de ella el obispo Fructuoso y los diáconos Augurio y Eulogio. De su martirio tenemos las Actas, que nos transmiten los protocolos notariales del proceso, del interrogatorio, de las respuestas, de la condena y de la ejecución(2). La captura de Fructuoso y de sus diáconos tuvo lugar la mañana del domingo del 16 de enero del 259. Llevado a la cárcel, Fructuoso rezaba continuamente y daba gracias al Señor por la gracia del martirio. Además, también allí continuó su obra de pastor y de evangelizador, confortando a los fieles, bautizando y proclamando el Evangelio a los paganos. Después de algunos días, el 21 de enero, los tres fueron convocados por el cónsul Emiliano para el interrogatorio. Fructuoso y los dos diáconos se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, reafirmando su fidelidad a Cristo. Los tres fueron entonces condenados a ser quemados vivos. Llevados al anfiteatro, el santo Obispo gritó con fuerza que la Iglesia no quedaría nunca sin pastor y que Dios mantendría la promesa de protegerla en el futuro.

6. ¿Qué mensaje nos ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble mensaje. Ante todo nos invitan a perdonar. El Papa Francisco recientemente nos ha recordado que «el gozo de Dios es perdonar!… Aquí está todo el Evangelio, todo el Cristianismo! No es sentimiento, no es “buenismo”! Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor colma los vacíos, la vorágine negativa que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y este es el gozo de Dios!»(3)
Estamos llamados pues al gozo del perdón, a eliminar de la mente y del corazón la tristeza del rencor y del odio. Jesús decía «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre celestial» (Lc 6, 36). Conviene hacer un examen concreto, ahora, sobre nuestra voluntad de perdón. El Papa Francisco sugiere: «Cada uno piense en una persona con la que no esté bien, con la que se haya enfadado, a la que no quiera. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, recemos por esta persona y seamos misericordiosos con esta persona».(4)
La celebración de hoy sea pues la fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido, el triunfo del Señor de la paz.

7. De aquí surge un segundo mensaje: el de la conversión del corazón a la bondad y a la misericordia. Todos estamos invitados a convertirnos al bien, no sólo quien se declara cristiano sino también quien no lo es. La Iglesia invita también a los perseguidores a no temer la conversión, a no tener miedo del bien, a rechazar el mal. El Señor es padre bueno que perdona y acoge con los brazos abiertos a sus hijos alejados por los caminos del mal y del pecado.
Todos -buenos y malos- necesitamos la conversión. Todos estamos llamados a convertirnos a la paz, a la fraternidad, al respeto de la libertad del otro, a la serenidad en las relaciones humanas. Así han actuado nuestros mártires, así han obrado los santos, que -como dice el Papa Francisco- ­siguen «el camino de la conversión, el camino de la humildad, del amor, del corazón, el camino de la belleza».(5)
Es un mensaje que concierne sobre todo a los jóvenes, llamados a vivir con fidelidad y gozo la vida cristiana. Pero hay que ir contra corriente: «Ir contra corriente hace bien al corazón, pero es necesario el coraje y Jesús nos da este coraje! No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que den miedo si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le damos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto sucede sobretodo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a nuestro pecado.»(6)
Así se han comportado los mártires, jóvenes y ancianos, Sí, también jóvenes como, por ejemplo, los seminaristas de las diócesis de Tarragona y de Jaén y el laico de veintiún años, de la diócesis de Jaén. No han tenido miedo de la muerte, porque su mirada estaba proyectada hacia el cielo, hacia el gozo de la eternidad sin fin en la caridad de Dios. Si les faltó la misericordia de los hombres, estuvo presente y sobreabundante la misericordia de Dios.
Perdón y conversión son los dones que los mártires nos hacen a todos. El perdón lleva la paz a los corazones, la conversión crea fraternidad con los demás.
Nuestros Mártires, mensajeros de la vida y no de la muerte, sean nuestros intercesores por una existencia de paz y fraternidad. Será este el fruto precioso de esta celebración en el año de la fe.
María, Regina Martyrum, siga siendo la potente Auxiliadora de los cristianos.
Amén.
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Notas:
1 Luigi Sturzo, Miscellanea londinese, vol. Il, Anni 1931-1933, Bologna 1967, p. 286. El artículo fue publicado en El Mati de Barcelona, el 19 de dicembre de 1933.
2 Véase el opúsculo, muy bien documentado, de Pedro Battle Y Huguet, Santos Fructuoso Obispo de Tarragona y Augurio y Eulogio diáconos. Las Actas de su Martirio, Tarragona 1959. Estas Actas fueron conocidas incluso fuera de la iglesia tarraconense; por ejemplo, el poeta español Aurelio Prudencio, hizo una transcripción detallada y fiel en el himno VI de su Peri Stephanon o Libro de las Coronas. El mismo san Agustín, en el sermón en el día de la fiesta de estos santos, comenta el texto.
3 Papa Francisco, Angelus del 15 de septiembre de 2013.
4 Ib.
5 Papa Francisco, Meditación del 19 de abril de 2013.
6 Papa Francisco, Homilía del 28 de abril de 2013.



Listas de los mártires:


Los 498 mártires beatificados en 2007:

Obispos: Cruz Laplana y Laguna, Narciso de Estenaga y Echevarria
Presbíteros diocesanos: Agrícola Rodríguez García de los Huertos, Bartolomé Rodríguez Soria, Domingo Sánchez Lázaro, Enrique Vidaurreta Palma, Félix González Bustos, Fernando Español Berdié, Fortunato Arias Sánchez, Francisco López-Gasco Fernández-Largo, Joaquín de la Madrid Arespacochaga, José María Cánovas Martínez, José Polo Benito, Julio Melgar Salgado, Justino Alarcón Vera, Justo Arévalo Mora, Liberio González Nombela, Mamerto Carchano Carchano, Miguel Beato Sánchez, Pedro Buitrago Morales, Ricardo Pla Espí, Rigoberto Aquilino de Anta y de Barrio, Saturnino Ortega Montealegre, Miguel Abdón Senén Díaz Sánchez, Juan Duarte Martín (Diácono)
Misioneros de los SS Corazones: Francesc Mayol Oliver, Miquel Pons Ramis, Pau Noguera Trías, Simò Reynés Solivellas
Carmelitas Descalzos: Alfonso Arimany Ferrer (Alfonso del Sagrado Corazón de María), Antonio Bonet Seró (Antonio María de Jesús), Antonio Bosch Verdura (Jorge de San José), Clemente López Yagüe (Clemente de los Sagrados Corazones), Daniel Mora Nine (Daniel de la Sagrada Pasión), Esteban Cuevas Casquero (Eliseo de Jesús Crucificado), Eufrasio Barredo Fernández (Eufrasio del Niño Jesús), Gregorio Sánchez Sancho (Tirso de Jesús María), Jaime Balcells Grau (Gabriel de la Anunciación), Jaime Gascón Bordas (Jaime de Santa Teresa), José Casas Juliá (Joaquín de San José), José Grijalvo Medel (Ramón de la Virgen del Carmen), José Guillamí Rodó (Romualdo de Santa Catalina), José Luis Collado Oliver (Plácido del Niño Jesús), José María Masip Tamarit (Marcelo de Santa Ana), José Mata Luis (Constancio de San José), José Tristany Pujol (Lucas de San José), Juan Páfila Monlláo (Juan José de Jesús Crucificado), Luis Gómez de Pablo (Félix de la Virgen del Carmen), Luis Minguell Ferrer (Luis María de la Virgen de la Merced), Mariano Alarcón Ruiz (José Mariano de los Ángeles), Melchor Martín Monge (Melchor del Niño Jesús), Nazario Del Valle González (Nazario del Sagrado Corazón), Ovidio Fernández Arenillas (Eusebio del Niño Jesús), Pedro de Alcántara Fortón y de Cascajares (Pedro Tomás de la Virgen del Pilar), Pedro Jiménez Vallejo (Pedro José de los Sagrados Corazones de Jesús y María), Pedro Ramón Rodríguez Calle (Hermilo de San Eliseo), Perfecto Domínguez Monge (Perfecto de la Virgen del Carmen), Ricardo Farré Masip (Eduardo del Niño Jesús), Tomás Mateos Sánchez (José Agustín del Santísimo Sacramento), Vicente Álamo Jiménez (José María de la Virgen Dolorosa)
Carmelitas de la Antigua Observancia: Ángel María Prat Hostench (Ángel María), Ángel Presta Batlle (Ángel María), Antonio Ayet Canós (Ludovico María), Eliseo María Maneus Besalduch (Eliseo María), Fernando María Llovera Puigsech (Fernando María), Gabriel Escoto Ruiz (José María), Ginés Garre Egea (Elías María), José Luis Raga Nadal (EufrosinoMaría), José Solé Rovira (Andrés Corsino María), Juan María Puigmitjá Rubió (Juan María), Juan Prat Colldecarrera (Pedro Tomás María), Luis Fontdecava Quiroga (Eliseo María), Manuel Serrano Buj (Eduardo María), María de Puiggraciós Josefa Francisca Badía Flaquer (María del Patrocinio de San José), Miguel María Soler Sala (Miguel María), Pedro Dorca Coromina (Anastasio María), Pedro Ferrer Marín (Pedro María)
Orden de Hermanos Menores Franciscanos: Alfonso Sánchez Hernández-Ranera, Anastasio González Rodríguez, Andrés MajadasMálaga, Ángel Remigio Hernández-Ranera de Diego (Ángel), Antonio RodrigoAntón, Benigno Prieto del Pozo, Catalina Caldés Socías (Catalina del Carmen), Domingo Alonso de Frutos, Federico Herrera Bermejo, Félix Echevarría Gorostiaga, Felix Gómez-Pinto Piñero, Felix Maroto Moreno, Francisco Carlés González (Francisco Jesús), José Álvarez Rodríguez, José De VegaPedraza, José Mariano Azurmendi de Larrínaga Mugarza (José María), Julián Navío Colado, León Zarragua Iturrízaga (Miguel), Luis Echevarría Gorostiaga, Marcelino Ovejero Gómez, Martín Lozano Tello, Miquela Rullàn Ribot (Miquela del Sacramento), Perfecto Carrascosa Santos (Perfecto del Santísimo Sacramento), Ramón TejadoLibrado, Ruperto Sáez de Ibarra López de Arcaute (Antonio), Santiago Maté Calzada, Saturnino Río Rojo, Simón Miguel Rodríguez, Valentín Díez Serna, Vicente MajadasMálaga, Víctor Chumillas Fernández
Dominicos: Abilio Sáiz López, Abraham Furones Furones (Luis), Adelfa Soro (Adelfa Soro de Nuestra Señora del Rosario), Alfredo Fanjul Acebal, Amado Cubeñas Diego-Madrazo, Antonia Adrover Martí (María Rosa), Antonio Varona Ortega, Bernardino Irurzun Otermín, Buenaventura García Paredes, Buenaventura Sauleda Paulís (Josefina), Celestino José Alonso Villar, Cipriano Alguacil Torredenaida, Cristóbal Iturriaga-Echevarría Irazoia, Eduardo González Santo Domingo, Eleuterio Marne Mansilla, Eliseo Miguel Largo, Enrique Cañal Gómez, Enrique Izquierdo Palacios, Estanislao García Obeso, Eugenio Andrés Amo, Felix Alonso Muñiz, Francisco Fernández Escosura, Germán Caballero Atienza, Gregorio Díez Pérez, Higinio Roldán Iriberri, Inocencio García Díez, Isabelino Carmona Fernández, Isidro Ordóñez Díez, Jacinto García Riesco, Jesús Villaverde Andrés, José Delgado Pérez, José Gafo Muñiz, José Luis Palacio Muñiz, José Manuel Julián Mauro Gutiérrez Ceballos (Manuel), José María García Tabar, José María Laguía Puerto, José María López Carrillo, José María López Tascón, José María Palacio Montes, José Menéndez García, José Prieto Fuentes, José Santoja Pinsach, Juan Crespo Calleja, Juan Herrero Arroyo, Juan Mendibelzúa Ocerín, Juan Peña Ruiz (Vicente), Leoncio Arce Urrutia, Luciano Hernández Ramírez (Reginaldo), Manuel Álvarez Álvarez, Manuel Moreno Martínez, Manuel Santiago Santiago, María del Carmen Zaragoza y Zaragoza, Maximino Fernández Marinas, Miguel Menéndez García, Miguel Rodríguez González, Nicasio Romo Rubio, Otilia Alonso González (Otilia Alonso de Santa Rosa de Lima), Pedro Ibañez Alonso, Pedro Luis Luis, Ramona Fossas Románs (Ramona Fossas de Santo Domingo de Guzmán), Ramona Perramón Vila (Ramona Perramón del Dulce ombre de María), Reginalda Picas Planas, Rosa Jutglar Gallart, Santiago Franco Mayo, Santiago Vega Ponce (Pedro), Teófilo Montes Calvo, Teresa Prats Martí (Teresa Prats de San Vicente Ferrer), Vicente Álvarez Cienfuegos, Vicente Rodríguez Fernández, Víctor García Ceballos, Victoriano Santos Ibáñez Alonso (Victoriano), Vidal Luis Gómara
Agustinos: Agustín Renedo Martino, Alfredo Fernando Fariña Castro (José Agustín), Anastasio Díez García, Ángel Pérez Santos, Antolín Astorga Díez, Antonio María Arriaga Anduiza, Arturo García de la Fuente, Avelino Blas Rodríguez Alonso (Avelino), Balbino Villarroel Villarroel, Benito Alcalde González, Benito Garnelo Álvarez, Benito Rodríguez González, Benito Velasco Velasco, Bernardino Álvarez Melcón, Bernardino Calle Franco, Cipriano Polo García, Claudio Julián García San Román, Conrado Rodríguez Gutiérrez, Constantino Malumbres Francés, Dámaso Arconada Merino, Diego Hompanera París, Dionisio Terceño Vicente, Emilio Camino Noval, Enrique Bernardino Francisco Serra Chorro, Epifanio Gómez Álvaro, Esteban García Suárez, Eugenio Cernuda Febrero, Felipe Barba Chamorro, Florencio Alonso Ruiz, Fortunato Merino Vegas, Francisco Fuente Puebla, Francisco Marcos del Río, Froilán Lanero Villadangos, Gabino Olaso Zabala, Gerardo Gil Leal, Gerardo Pascual Mata, Heliodoro Merino Merino, Isidro Mediavilla Campo, Jacinto Martínez Ayuela, Jesús Largo Manrique, Joaquín García Ferrero, José Antonio Pérez García, José Aurelio Calleja del Hierro, José Dalmau Regás, José Gando Uña, José Gutiérrez Arranz, José Joaquín Esnaola Urteaga, José López Piteira, José Noriega González, José Peque Iglesias, Juan Baldajos Pérez, Juan Monedero Fernández, Juan Pérez Rodríguez, Juan Sánchez Sánchez, Julián Zarco Cuevas, Julio Marcos Rodríguez, Julio María Fincias, Leoncio Lope García, Lorenzo Arribas Palacio, Luciano Ramos Villafruela, Lucinio Ruiz Valtierra, Luis Abia Melendro, Luis Blanco Álvarez, Luis Gutiérrez Calvo, Luis Suárez-Valdés Díaz de Miranda, Macario Sánchez López, Manuel Álvarez Rego de Seves, Manuel Formigo Giráldez, Marcos Guerrero Prieto, Marcos Pérez Andrés, Mariano Revilla Rico, Matías Espeso Cuevas, Máximo Valle García, Melchor Martínez Antuña, Miguel Cerezal Calvo, Miguel Iturrarán Laucirica, Miguel Sanromán Fernández, Nemesio Díez Fernández, Nemesio García Rubio, Nicolás de Mier Francisco, Pedro Alonso Fernández, Pedro de la Varga Delgado, Pedro José Carvajal Pereda, Pedro Martínez Ramos, Pedro Simón Ferrero, Primitivo Sandín Miñambres, Ramiro Alonso López, Ricardo Marcos Reguero, Román Martín Mata, Sabino Rodrigo Fierro, Samuel Pajares García, Senén García González, Severiano Montes Fernández, Tomás Sánchez López, Ubaldo Revilla Rodríguez, Víctor Cuesta Villalba, Víctor Gaitero González, Vidal Ruiz Vallejo
Trinitarios: José Vicente Ormaechea y Apoitia (José de Jesús y María), Juan Francisco Joya y Corralero (Juan de La Virgen de Castellar), Juan Otazuay Madariaga (Juan de Jesús y María), Luis de Erdoiza y Zamallora (Luis de San Miguel de los Santos), María Francisca Espejo y Martos (Francisca de la Encarnación), Melchor Rodríguez Villastrigo (Melchor del Espíritu Santo), Prudencio Gueréquiz y Guezuraga (Prudencio de la Cruz), Santiago AltolaguirreAltolaguirre (Mariano de San José), Santiago Arriaga y Arrien (Santiago de Jesús), Segundo García Cabezas (Segundo de Santa Teresa)
Salesianos de Don Bosco: Anastasio Garzón González, Andrés Gómez Sáez, Andrés Jiménez Galera, Antonio Cid Rodríguez, Antonio Dionisio Torrero Luque, Antonio Enrique Canut Isús, Antonio Mohedano Larriva, Antonio Pancorbo López, Antonio Rodríguez Blanco, Antonio Tomás Fernández Camacho, Carmelo Pérez Rodríguez, Dionisio Ullívarri Barajuán, Emilio Arce Díez, Enrique Sáiz Aparicio, Esteban Cobo Sanz, Esteban García García, Esteban Vázquez Alonso, Federico Cobo Sanz, Félix González Tejedor, Félix Paco Escartín, Florencio Rodríguez Güemes, Francisco Edreira Mosquera, Francisco José Martín López de Arroyave, Francisco Míguez Fernández, Germán Martín Martín, Heliodoro Ramos García, Higinio De Mata Díez, Honorio Hernández Martín, José Blanco Salgado, José Limón Limón, José María Celaya Badiola, José Villanova Tormo, Juan Codera Marqués, Juan Lorenzo Larragueta Garay, Juan Luis Hernández Medina, Justo Juanes Santos, Luis Martínez Alvarellos, Manuel Borrajo Míguez, Manuel Fernández Ferro, Manuel Gómez Contioso, Manuel Martín Pérez, Mateo Garolera Masferrer, Miguel Lasaga Carazo, Miguel Pascual Molina de la Torre, Nicolás de la Torre Merino, Pablo Caballero López, Pablo Gracia Sánchez, Pascual De Castro Herrera, Pedro Artolozaga Mellique, Pío Conde Conde, Rafael Rodríguez Mesa, Ramón Eirín Mayo, Sabino Hernández Laso, Salvador Fernández Pérez, Teódulo González Fernández, Tomás Alonso Sanjuán, Tomás Gil de la Cal, Valentín Gil Arribas, Victoriano Fernández Reinoso, Virgilio Edreira Mosquera
Marianistas: Florencio Arnáiz Cejudo, Joaquín Ochoa Salazar, Miguel Léibar Garay, Sabino Ayastuy Errasti
Congregacion de Religiosas Adoratrices: Aúrea González Fernández (Herlinda), Belarmina Pérez Martínez (Belarmina de Jesús), Concepción Iglesias del Campo (Cecilia), Concepción Vázquez Áreas (Ruperta), Dionisia Rodríguez de Anta (Sulpicia del Buen Pastor), Emilia Echeverría Fernández (Máxima de San José), Felipa Gutiérrez Garay (Felipa), Josefa Boix Riera (Josefa de Jesús), Juana Francisca Pérez de Labeaga García (Blasa de María), Lucía González García (Lucila María de Jesús), Luisa Pérez Adriá (Luisa de la Eucaristía), Magdalena Pérez (Magdalena), Manuela Arriola Uranga (Manuela del Sagrado Corazón), María Dolores Hernández Santorcuato (María Dolores de la Santísima Trinidad), María Dolores Monzón Rosales (María Dolores de Jesús Sacrificado), María García Ferreiro (María de la Presentación), María Prima Ipiña Malzárraga (María Prima de Jesús), María Zenona Aranzábal Barrutia (Borja de Jesús), Mercedes Tuní Ustech (Ángeles), Purificación Martínez Vera (Purificación de María), Rosa López Brochier (Rosaura de María), Sinforosa Díaz Fernández (Sinforosa de la Sagrada Familia), Teresa Vives y Missé (Casta de Jesús)
Carmelitas de la Caridad de Verdruna: Apolonia Lizárraga y Ochoa deZabalegui (Apolonia del Santísimo Sacramento)
Congregación de la Misión. Paúles: Francisca Pons Sardá (Gabriela de San Juan de la Cruz), María Roqueta Serra (María del Refugio de San Angelo), Teresa Subirá Sanjaume (Esperanza de la Cruz), Vicenta Achurra Gogenola (Daniela de San Bernabé)
Hijos del Inmaculado Corazón de María. Claretianos: Carmen Fradera Ferragut, Magdalena Fradera Ferragut, Rosa Fradera Ferragut (Rosa de Jesús)
Hermanos Maristas: Ángel Roba Osorno (Licarión), Aniceto Falgueras Casellas (Anselmo), Antonio Badía Andalé (Hermógenes), Antonio Roig (Antolín), Carlos Brengaret Pujol (Carlos Rafael), Feliciano Ayúcar Eraso (Ramón Alberto), Felipe Ruiz Peña (Gil Felipe), Félix Ayúcar Eraso (Félix León), Fermín Latienda Azpilicueta (Felipe José), Fernando Suñer Estrach (Epifanio), Florentino Redondo Insausti (Leopoldo José), Fortunato Ruiz Peña (Fortunato Andrés), Gregorio Faci Molins (José Carmelo), Isidro Serrano Fabón (Martiniano), Jaime Morella Bruguera (Jaime Ramón), Jerónimo Messegué Ribera (Leónides), Jesús Menchón Franco (Juan de Mata), José Ambrós Dejuán (Víctor Conrado), José Blanch Roca (Victorino José), José Cesari Mercadal (Dionisio Martín), José Miguel Elola Arruti (Vito José), José Mir Pons (Prisciliano), Juan Núñez (Vivencio), Juan Pelfort Planell (Juan Crisóstomo), Juan Tubau (Gaudencio Juan), Julio García Galarza (Frumencio), Leocadio Rodríguez Nieto (Miguel Ireneo), Leoncio Pérez Gómez (Porfirio), Lucio Izquierdo López (Ángel Andrés), Lucio Zudaire Aramendía (Teódulo), Mariano Alonso Fuente (Laurentino), Néstor Vivar Valdivielso (Alberto María), Nicolás Pereda Revuelta (José Federico), Nicolás Ran Goñi (Ismael), Pedro Ciordia Hernández (Baudilio), Pedro Sitjes Puig (Laureano Carlos), Plácido Juan José Fábrega Julià (Bernardo), Ramón Mill (Vulfrano), Santiago Sáiz Martínez (Santiago María), Santos Escudero Miguel (Santos), Segismundo Hidalgo Martínez (Gabriel Eduardo), Serafín Zugaldía Lacruz (Santiago), tr>Casimiro Riba Pi (Bernabé), Trifón Nicasio Lacunza Unzu (Virgilio), Víctor Gutiérrez Gómez (Lino Fernando), Victoriano Gómez Gutiérrez (Silvio), Victoriano Martínez Martín (Isaías María)
Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasallanos): Agustín Pedro Calvo (Honorato Alfredo), Antolín Martínez Martínez (Dámaso Luis), Antonio Jaume Secases (Jaime Bertino), Antonio Serra Hortal (Adolfo Jaime), Antonio Tost Llavería (Francisco Magín), Baldomero Margenat (Esiquio José), Cecilio Manrique Arnáiz (Cirilo Pedro), Crisógono Cordero Fernández (Estanislao Víctor), Dalmacio Bellota Pérez (Carlos Jorge), Diodoro López Hernando (Teodosio Rafael), Emilio Martínez de la Pera y Álava (Lorenzo Santiago), Esteban Anuncibay Letona (Ovidio Bertrán), Eudaldo Rodas Saurína (Olegario Ángel), Eugenio Cuesta (Hilarión Eugenio), Eusebio Roldán Vielva (Eusebio Andrés), Félix España Ortiz (Benito Clemente), Francisco Del Valle Villar (León Justino), Francisco Malle (Francisco Alfredo), Francisco Pujol Espinalt (Honesto María), Germán García García (Luciano Pablo), Isidro Muñoz Antolín (Ladislao Luis), Ismael Barrio Marquilla (Celestino Antonio), Jaime Mases Boncompte (Lamberto Carlos), Jaime Puigferrer Mora (Miguel de Jesús), Jesús Juan Otero (Arnoldo Julián), José Bardalet Compte (Benedicto José), José Casas Lluch (Ildefonso Luis), José Enrique Chamayou Auclés (Jacob Samuel), José Figueras Rey (Lorenzo Gabriel), José Llorach Bretó (Crisóstomo), José Luis Carrera Comas (Agapio José), José María Aragonés Mateu (Leonardo José), José Mas Pujolrás (José Benito), José Plana (Emerio José), José Ruiz de la Torre (Cándido Alberto), José Trilla Lastra (Felix José), Joseph-Louis Marcou Pecalvel (Louis de Jésus), Juan Delgado (Hugo Julián), Luis Villanueva Montoya (Eustaquio Luis), Marcos Morón Casas (Indalecio de María), Mariano Anel Andreu (Adolfo Mariano), Martín Anglés Oliveras (Victorio), Mateo Molinos Coloma (Dionisio Luis), Modesto Sáez Manzanares (Hermenegildo Lorenzo), Narciso Serra Rovira (Raimundo Eloy), Nicolás Alberich Lluch (Valeriano Luis), Pedro Juan Álvarez Pérez (Felipe José), Pedro Masó (Edmundo Ángel), Ramón Colom (Leónides), Ramón Palos Gascón (Cayetano José), Remigio Ángel Olalla Aldea (Agapito León), Ruperto García Arce (Florencio Miguel), Salvio Tolosa Alsina (Onofre), Santos López Martínez (Mariano León), Urbano CorralGonzález (Josafat Roque), Valeriano Ruiz Peral (Julio Alfonso), Vicente Alberich Lluch (Eliseo Vicente), Vicente Fernández Castrillo (Vicente Justino)
Seminaristas: Francisco Maqueda López, José Casas Ros
Laicos: Álvaro Santos Cejudo, Bartolomé Blanco Márquez, Juan De Mata Díez, Prudencia Canyelles I Ginestà, Teresa Cejudo Redondo, Vicente Toledano Valenciano, Antero Mateo García, Miguel Peiró Victorí

Los 522 mártires de Tarragona

Obispos: Manuel Basulto Jiménez, Manuel Borrás Ferré, Salvio Huix Miralpeix.
Presbíteros: Agapito Gorgues Manresa, Agustí Ibarra Anguela, Agustín Bermejo Miranda, Alejo Miquel Rosell, Andreu Prats Barrufet, Antoni Pedro Jaime Nogués Martí, Antoni Pedró Minguella, Antoni Prenaferta Soler, Antonio Mateo Salamero, Dalmau Llebaría Tomé, Damián Gómez Jiménez, Eladi Péres Bori, Enric Gispert Domènech, Estanislao Sans Hortoneda, Félix Pérez Portela, Francesc Antonio Mateo  Vidal Sanuy, Francesc Mercader Randé, Francesc Vives Antich, Francesco Company Tarrellas, Francisco López  Navarrete, Francisco Solís Pedrajas, Fulgencio Martínez  García, Isidre Fabregas Gils, Isidre Torres Balsells, Jaume Sanromá Solé, Jaume Tarragó Iglesias, Jerónimo Ramiro Luis Fabregas Camí, Joan Farriol Sabaté, Joan Roca Vilardell, Joan Rofes Sancho, Joan Salvador José Gibert Galofré, Joan Tomás Gibert, Joan Vernet Masip, Joaquín Balcells Bosch, Jocundo Juan José Bonet Mercadé, José Badía Minguella, José García Librán, José Jordán y Blecua, José Antonio Moro Briz, José Nadal y Guiu, Josep Bru Boronat, Josep Bru Ralduá, Josep Civit Timoneda, Josep Colom Alsina, Josep Gomis Martorell, Josep Guardiet Pujol, Josep Juan Salvador Garriga Ferrer, Josep Mª Panadés Tarré, Josep Mañé March, Josep Mª Salvador Antonio Sancho Toda, Josep Masquef Ferrer, Josep Mestre Escoda, Josep Padrell Navarro, Josep Roselló Sans, Juan Bautista Ceró Cedó, Juan Mesonero Huerta, Lluís Domingo Mariné, Lluís Janer Riba, Lluis Sans Viñas, Magín Albaigés Escoda, Magín Isidro Roque Civit Roda, Miquel Grau Antolí, Miquel Juan Antonio Saludes Ciuret, Miquel Luis Bernardo Vilatimó Costa, Miquel Rué Gené, Narcís Tomás Juan Feliu Costa, Juan Huguet Cardona, Pablo Figuerola Rovira, Pablo Salvador Ramón Bertrán Mercadé, Pablo Segalá Solé, Pau Gili Pedrós, Virgili Monfá, Pau Ramón Francisco, Pau Roselló Borgueres, Pedro Sánchez Barba, Pere Luis Juan Farrés Valls, Pere Rofes Llauradó, Pius Salvans Corominas, Rafael Martí Figueras, Ramón Artiga Aragonés, Ramón Martí Amenós, Sebastià Tarragó Cabré, Tomás Capdevila Miquel.
Seminaristas: Joan Montpeó Masip, Josep Gassol Montseny, Manuel Aranda Espejo.
Sacerdotes Operarios del Sagrado Corazón: Amadeo Monge Altés, Cristobal Baqués Almirall, Joaquín Jovaní Marín, José Manuel Claramonte Agut, José Mª Tarín Curto, José Piquer Arnáu, José Pla Arasa, José Prats Sanjuán, Juan Vallés Anguera, Lorenzo Insa Celma, Mateo Despons Tena, Miguel Amaro Ramírez, Sebastián Segarra Barberá, Tomás Cubells Miguel, Vicente Jovaní Ávila.
Hermanos de las Escuelas Cristianas: Adalberto Juan, Agapito Modesto, Agustín María, Alberto Joaquín, Alejandro Antonio, Alejandro Juan, Alejo Andrés, Alfeo Bernabé, Anastasio Lucas, Anastasio Pedro, Andrés Sergio, Ángel Amado, Ángel Gregorio, Anselmo Pablo, Anselmo Félix, Antonio Gil , Aquilino Javier, Arístides Marcos, Arnoldo Cirilo, Arturo, Augusto María , Benildo José, Benito Juan, Benjamín León, Braulio Carlos, Braulio José, Buenaventura Pío, Claudio José, Clemente Adolfo, Clemente Faustino, Crisólogo, Crisóstomo Albino, Daciano, Daniel Antonio, Eladio Vicente, Eleuterio Román, Elías Paulino, Elmo Miguel, Esteban Vicente, Exuperio, Fausto Luis, Félix Adriano, Floriano Félix, Fulberto Jaime, Gilberto de Jesús, Honorio Sebastián, Hugo Bernabé, Ireneo Jacinto, Ismael Ricardo, Jacinto Jorge, Javier Eliseo, Jenaro, José Alfonso, Juan Pablo, Junián Alberto, Justino Gabriel, Leoncio Joaquín, Luis Alberto, Luis Victorio, Magín Pedro, Marciano Pascual, Mariano Pablo, Mario Félix, Nicolás Adriano, Norberto José, Orencio Luis, Oseas, Pablo de la Cruz, Rafael José, Rogaciano, Sinfronio, Sixto Andrés, Vidal Ernesto, Virginio Pedro.
Hermanos Maristas: Abdón, Adrián, Alipio José, Anacleto Luis, Andrés José, Ángel Hipólito, Aquilino, Aureliano, Benedicto Andrés, Benedicto José, Benigno José, Berardo José, Bruno José, Camerino, Cipriano José, Columbanus Paul, Crisanto, Domingo Ciriaco, Eduardo María, Egberto, Eloy José, Emiliano José, Euquerio, Evencio, Fabián, Feliciano, Felipe Neri, Félix Amancio, Félix Lorenzo, Fernando María, Gaspar, Guzmán, Herminio Pascual, Javier Benito, Jean Marie, Jerónimo, Jorge Camilo, Jorge Luis, José Ceferino, José de Arimatea, José Teófilo, Julián José, Julián Marcelino, Julio Fermín, Justo Pastor, León Argimiro, Ligorio Pedro, Luciano, Luis Alfonso, Luis Damián, Luis Daniel, Luis Fermín, Marino, Millán, Narciso, Néstor Eugenio, Pablo Daniel, Pedro, Pedro Jerónimo, Roque, Severino, Teófilo Martín, Teógenes, Timoteo José, Valente José, Victorico María.
Benedictinos: Ambrosio María Busquets Creixell, Ángel Fuertes Boira, Ángel María Rodamilans Canals, Anselmo Palau Sin, Aurelio Boix Cosials, Bernardo Vendrell Olivella, Domingo Caballé Bru, Domingo González Millán, Emiliano María Guilá Ximénes, Eugenio María Erausquín Aramburu, Fernando Salinas Romeo, Francisco María Sánchez, Fulgencio Albareda Ramoneda, Hildebrando María Casanovas Vilá, Honorato Suárez Riu, Ildefonso Civil Castellví, Ildefonso Fernández Muñiz, José María Fontseré Masdéu, José María Jordá Jordá, Juan Roca Boch, Leandro Cuesta Andrés, León Alesanco Maestro, Lorenzo Ibáñez Caballero, Lorenzo Santolaria Ester, Lorenzo Sobrevía Cañardo, Luis Palacios Lozano, Mariano Sierra Almázor, Mauro Palazuelos Maruri, Narciso María Vilar Espona, Odilio María Costa Canal, Pedro Vallmitjana Abarca, Plácido María Felíu Soler, Raimundo Lladós Salud, Ramiro Sanz de Galdeano Mañeru, Roberto Grau Bullich, Rosendo Donamaría Valencia, Santiago Pardo López, Vicente Burrel Enjuanes.
Capuchinos: Alejandro de Sobradillo, Alejo de Terradillos, Ambrosio de Santibáñez, Andrés de Palazuelo, Ángel de Cañete la Real, Arcángel de Valdavida, Aurelio de Ocejo, Berardo de Visantoña, Carlos de Alcubilla, Carmelo de Coloma, Crispín de Cuevas de San Marcos, Diego de Guadilla, Domitilo de Ayoó, Eloy de Orihuela, Eusebio de Saludes, Eustaquio de Villalquite, Fernando de Santiago de Compostela, Gabriel de Aróstegui, Gil del Puerto de Santa María, Gregorio de la Mata, Honorio de Orihuela, Ignacio de Galdácano, Ildefonso de Armellada, José de Chauchina, José María de Manila, Juan Crisóstomo de Gata de Gorgos, Luis de Valencina, Miguel de Grajal, Norberto Cembranos de Villalquite, Pacífico de Ronda, Primitivo de Villamizar, Ramiro de Sobradillo, Saturnino de Bilbao.
Hijas de la Caridad: Andrea Calle González, Carmen Rodríguez Barazal, Concepción Pérez Giral, Dolores Úrsula Caro Martín, Estefanía Irisarri Irigaray, Estefanía Saldaña Mayoral, Gaudencia Benavides Herrero, Isidora Izquierdo García, Joaquina Rey Aguirre, Josefa Gironés Arteta, Josefa Laborra Goyeneche, Josefa Martínez Pérez, Juana Pérez Abascal, Lorenza Díaz Bolaños, Mª Asunción Mayoral Peña, Mª del Rosario Ciércoles y Gascón, Mª Luisa Bermúdez Ruiz, María del Pilar Nalda Franco, María Dolores Barroso Villaseñor, María Severina Díaz-Pardo Gauna, Martina Vázquez Gordo, Melchora Adoración Cortés Bueno, Micaela Hernán Martínez, Modesta Moro Briz, Pilar Isabel Sánchez Suárez, Ramona Cao Fernández, Victoria Arregui Guinea.
Hermanos de San Juan de Dios: Avelino Martínez de Arenzana Candela, Baltasar Del Charco Horques, Cristóbal Pérez del Barrio, Cruz Ibáñez López, Estanislao de Jesús Peña Ojea, Feliciano Martínez Granero, Gaudencio Íñiguez de Heredia Alzola, Gumersindo Sanz Sanz, Honorio Ballesteros Rodríguez, Jaime Oscar Valdés, José Miguel Peñarroya Dolz, Juan José Orayen Aizcorbe, Leandro José Aloy Domenech, Leoncio Rosell Laboria, Leopoldo de Francisco Pío, Luís Beltrán Solá Jiménez, Matías Morín Ramos, Mauricio Íñiguez de Heredia Alzola, Publio Fernández González, Raimundo García Moreno, Salustiano Alonso Antonio, Segundo Pastor García, Silvestre Pérez Laguna, Trinidad Andrés Lanas.
Claretianos: Abelardo García Palacios, Andrés Felíu Bartomeu, Ángel López Martínez, Ángel Pérez Murillo, Antonio Capdevilla Balcells, Pablo Castellá Barberá, Antonio Lasa Vidaurreta, Antonio Orrego Fuentes, Cándido Catalán Lasala, Claudio López Martínez, Federico Vila Bartrolí, Antonio Vilamassana Carulla, Felipe González de Heredia Barahona, Gabriel Barriopedro Tejedor, Jaime Mir Vime, Jesús Aníbal Gómez Gómez, José María Ruiz Cano, Melecio Pardo Llorente, Otilio del Amo Palomino, Primitivo Berrocoso Maillo, Sebastián Balcells Tonijuan, Tomás Cordero Cordero, Vicente Robles Gómez.
Carmelitas de la Antigua Observancia: Adalberto María Vicente Muñoz, Alberto María Marco Alemán, Ángel María Reguilón Lobato, Ángel María Sánchez Rodríguez, Antonio María Martín Povea, Aurelio María García Antón, Bartolomé Fanti María Andrés Vecilla, Carmelo María Moyano Linares, Daniel María García Antón, Eliseo María Camargo Montes, Eliseo María Durán Cintas, Francisco María Pérez Pérez, Jaime María Carretero Rojas, José María González Delgado, José María Mateos Carballido, José María Ruiz Cardeñosa, Pedro Velasco Narbona, Ramón María Pérez Sousa, Silvano María Villanueva González.
Hijos de la Sagrada Familia: Antonio Mascaró Colomina, Eduardo Cabanach Majem, Fermín Martorell Vies, Francisco Llach Candell, Jaime Llach Candell, Jaume Puig Mirosa, José Vila Barri, Juan Cuscó Oliver, Juan Franquesa Costa, Narciso Sitjà Basté, Pedro Roca Toscas, Pedro Ruiz Ortega, Pedro Sadurní Raventós, Pedro Verdaguer Saurina, Ramón Cabanach Majem, Ramón Llach Candell, Ramón Oromí Sullà, Roberto Montserrat Beliart, Segismundo Sagalés Vilà.
Mercedarios: Amancio Marín Mínguez, Antonio González Penín, Antonio Lahoz Gan, Enrique Morante Chic, Francisco Gargallo Gascón, Francisco Llagostera Bonet, Francisco Mitjá Mitjá, Jaime Codina Casellas, Jesús Massanet Flaquer, José Reñé Prenafeta, José Trallero Lou, Lorenzo Moreno Nicolás, Manuel Sancho Aguilar, Mariano Alcalá Pérez, Mariano Pina Turón, Pedro Esteban Hernández, Serapio Sanz Iranzo, Tomás Campo Marín, Tomás Carbonell Miquel.
Paúles: Amado García Sánchez, Andrés Avelino Gutiérrez Moral, Antonio Carmaniú y Mercader, Fortunato Velasco Tobar, Gregorio Cermeño Barceló, Ireneo Rodríguez González, Leoncio Pérez Nebreda, Luis Aguirre Bilbao, Narciso Pascual Pascual, Pelayo José Granado Prieto, Ricardo Atanes Castro, Salustiano González Crespo, Tomás Pallarés Ibáñez, Vicente Vilumbrales Fuente.
Carmelitas descalzos: Ángel de San José, Bartolomé de la Pasión, Carlos de Jesús María, Damián de la Santísima Trinidad, Elipio de Santa Teresa, Francisco de la Asunción, José Cecilio de Jesús María, Juan de Jesús, Pedro de San Elías, Silverio de San Luis Gonzaga, Vicente de la Cruz.
Mínimas: Asunción, De Santa Margarita de Alacoque de San Ramón, Enriqueta, Filomena de San Francisco de Paula, Josefa del Purísimo Corazón de María, María de Jesús, María de las Mercedes, María de Montserrat, Trinidad.
Redentoristas: Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, José Javier Gorosterratzu Jaunarena, Julián Pozo y Ruiz de Samaniego, Miguel Goñi Áriz, Pedro Romero Espejo, Victoriano (Víctor) Calvo Lozano.
Trinitarios: Antonio de Jesús y María Salútregui, Buenaventura de Santa Catalina Gabika-, Esteban de San José Barrenechea Arriaga, Francisco de San Lorenzo Euba y Gorroño, Hermenegildo de la Asunción Iza y Aregita, Plácido de Jesús Camino Fernández.
Religiosos de los Sagrados Corazones: Eladio López Ramos, Gonzalo Barrón Nanclares, Isidro Íñiguez de Ciriano Abechuco, Mario Ros Ezcurra, Teófilo Fernández de Legaria Goñi.
Siervas de María: Agustina Peña Rodríguez, Aurelia Arambarri Fuente, Aurora López González, Daría Andiarena Sagaseta.
Hermanos Carmelitas de la enseñanza: Buenaventura Toldrá Rodón, Isidro Tarsá Guibets, Julio Alameda Camarero, Luis Domingo Oliva.
Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor: Gertrudis, Isabel, María Asumpta.
Dominicos: José María González Solís, Raimundo Joaquín Castaño González.
Franciscanos: Antonio Faúndez López, Buenaventura Muñoz Martínez.
Hijos de la Divina Providencia (orionistas): Antonio Isidoro Arrué Peiró, Ricardo Gil Barcelón.
Calasancias: Victoria Valverde González.
Jerónimos: Manuel de la Sagrada Familia.
Laicos: Dolores Broseta Boner, José Gorostazu Labayen, José Mª Povatos Ruiz, Julián Aguilar Martín, Lucrecia García Solanas, Ramón Emiliano Hortelano Gómez, Sebastián Llorens Telarroja.




Oh Dios, que enviaste a tu Hijo, para que muriendo y resucitando nos diese su Espíritu de amor.

Nuestros hermanos, mártires del siglo XX en España, mantuvieron su adhesión a Jesucristo de manera tan radical y plena que les permitiste derramar su sangre por Él.

Danos la gracia y la alegría de la conversión para asumir las exigencias de la fe; ayúdanos, por su intercesión, y por la de María, Reina de los mártires, a ser siempre artífices de reconciliación en la sociedad y a promover una viva comunión entre los miembros de tu Iglesia en España; enséñanos a comprometernos, con nuestros pastores, en la nueva evangelización haciendo de nuestras vidas testimonios eficaces del amor a Ti y a los hermanos.

Te lo pedimos por Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


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jueves 06 Noviembre 2014
San Severo Barcelona

San Severo de Barcelona, obispo y mártir 
En Barcelona, ciudad de Hispania, san Severo, obispo, que, según la tradición, obtuvo la corona del martirio.
Ya hacia 1772 escribía Flórez en su monumental «España Sagrada»: «Muy controvertido anda todo lo que pertenece á San Severo : pues no solo discrepan los Autores sobre el tiempo, si fue el de los Gentiles, si de los Godos; si padeció por pública, ó particular persecución; si fue uno, si huvo dos, etc. sino que en nuestros dias ha salido a luz la novedad de que no huvo en Barcelona Obispo San Severo, pues el celebrado aquí solo fue Obispo en Ravena, mal creido de Barcelona» (pág 51 op.cit.bibl.).

Flórez descarta con mucho nervio la identificación entre el san Severo de Ravena (del 1 de febrero) y el de Barcelona, por la principal razón de que el de Barcelona ha sido desde siempre venerado como mártir, y los textos que a él se refieren lo mencionan siempre como mártir. Y es precisamente a esto a lo que se reduce la totalidad de lo que tenemos de histórico respecto de nuestro santo: hay un genuino culto antiguo que lo reconoce como obispo y mártir de Barcelona. El santo aparece mencionado en muchos listados de obispos, se veneran sus reliquias, tanto en san Cugat Del Vallés como en la catedral de Barcelona, adonde fueron trasladadas en la primera mitad del siglo XV, y se conservan diferentes redacciones de los oficios litúrgicos del santo.

Pero allí tenemos también el límite de lo que podemos decir sobre él: todo ese material (que es abundante), no va más atrás del siglo IX, acaso VIII, pero no más. Es verdad que la leyenda del santo nos habla de la época de Diocleciano; sin embargo, esa referencia, en un mártir, no deja de tener algo de convencional: al ser la persecución más conocida, cuando de alguno no se sabía la persecución, siempre quedaba el recurso a que hubiera sido «sub Diocletiano». Lo cierto es que nuestro santo es tan persistentemente venerado como mártir, como completamente desconocida es la persecución en la que pudo haber muerto. Y decir eso es decir que no sabemos en qué época vivió: si atendemos a las leyendas, inicios del siglo IV (Diocleciano), si atendemos a algunos listados episcopales, 354, pero no es ésa ya época de persecuciones, y además parece una fecha contaminada por la confusión entre el Severo de Barcelona y el de Ravena; y si, por fin, atendemos al tiempo en que aparecen las referencias históricas al santo, debemos confesar que no hay ningún motivo para situarlo más atrás del siglo VII, que es lo que hace la última edición del Martirologio al colocarlo tras Callinizo y los mártires del Jerusalén de la primera mitad del siglo VII.

Los oficios litúrgicos antiguos conocidos, y especialmente un himno de Vísperas que se conserva, hablan del martirio con clavos clavados en la sien, a veces se dice tres, aunque algunos han llegado a hablar de dieciocho. Según menciona Villanueva en su «Viage Literario» (t. XVIII, pág. 30), el entonces Arzobispo de Barcelona, Don Francisco Clemente Capera, manda en 1429 suprimir de los oficios la referencia a «dos o más clavos», y dejar sólo uno, así como a quitar del himno de Segundas Vísperas referido la comparación entre la pasión de Severo y la de Cristo. Lamentablemente, carecemos de más datos para hablar de las circunstancias concretas del martirio. Bien sabemos, de todos modos, que en aquellas épocas se aplicaba el nombre de mártir no sólo al que moría en defensa explícita de la fe, sino incluso a aquellos que morían en cumplimiento de una tarea que tuviera relación con ella, como es el caso de muchos obispos muertos por razones político-morales (porque hayan denunciado un abuso de poder u otros motivos semejantes) y que han pasado a la hagiografía como mártires, ya que la muerte se produjo como consecuencia de las exigencias de la fe, aunque ella no hubiera sido la causante directa. La falta de un marco claramente persecutorio en el tiempo y lugar de san Severo hace pensar en esta hipótesis.

Las leyendas abundan, naturalmente, en detalles, no por inverosímiles o simplemente fantásticos, menos transmitidos y repetidos. Citaremos una sección de la historia tradicional, sólo para que se entienda la iconografía del santo, vinculada, como suele ser, a los aspectos más legendarios de su vida y martirio:br>Al tener noticias [de la persecución] el santo obispo Severo juzgó que era conveniente ocultarse, y llegó al Castro Octaviano (el actual San Cugat). Al llegar san Severo a la entrada del lugar, vio a un hortelano, de nombre Medir o Emeterio, que estaba sembrando habas en su campo, y, reconociéndolo como cristiano, después de haberlo alentado a la constancia en la fe en medio de la persecución, le advirtió que, si venían en busca del obispo, les dijera claramente que había pasado por allí.
Entretanto, fueron los soldados en su busca, con la orden expresa y terminante de acabar con él. Llegaron, pues, a la entrada del Castro Octaviano, y se encontraron con el hortelano poco después de la conversación que con él había tenido Severo. Pero en ese breve intervalo, Dios había obrado un gran prodigio, pues las habas sembradas por el hortelano habían crecido rápidamente y estaban ya en flor. Al preguntarle, pues, los soldados si había visto al obispo Severo,
respondióles que, en efecto, había pasado por allí. Pero, al insistir ellos sobre el tiempo en que esto había sucedido, repuso que cuando estaba sembrando las habas. Esta respuesta excitó la furia de los soldados, pues viendo las habas ya en flor, juzgaron que aquel hombre se burlaba de ellos. Así, pues, lo prendieron y se lo llevaron consigo al Castro Octaviano, donde poco después acompañó a su obispo en el martirio. La escena puede verse en el mural actual pintado en la iglesia de San Severo, en Barcelona, que reproducimos.

Para terminar, unos versos del himno de II Vísperas del siglo IX, del oficio del santo:






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jueves 06 Noviembre 2014
Beato José López Piteira

Beato José López
Piteira

«Joven cubano de ascendencia española. Un agustino que pudo haberse liberado de la muerte que pendía sobre él por su condición religiosa, pero eligió derramar su sangre por Cristo siendo mártir en la guerra española de 1936»

 La divina Providencia quiso que este joven, primer beato cubano, defendiendo su fe en Cristo viniese a derramar su sangre en España, la tierra de sus antepasados, aunque llevó clavada en su corazón hasta su postrer aliento la isla caribeña que le vio nacer. Pero un apóstol es ciudadano del mundo, un vastísimo territorio que se conquista palmo a palmo entregándolo todo, como Cristo exige en el evangelio, de modo que cualquier lugar al que se vea conducido en aras de la voluntad divina se convierte en un destino amado e irrenunciable. Y esto que José tuvo presente en todo momento, unido a la gracia divina que le alumbró, hizo que no tambalease lo más mínimo justamente cuando se enfrentó a la muerte brutal que otros le impusieron. No es tan mundialmente conocido como otros mártires, pero forma parte por derecho propio de quienes supieron hacer frente con toda valentía a ese cruel instante que se cernía sobre ellos, y que generosamente dieron su vida dejando tras de sí un admirable legado de amor.


Un día de primeros del siglo XX su humilde familia abandonó la noble tierra gallega para ganarse el sustento, como hicieron tantos compatriotas. Allí quedaron, bajo la custodia de los abuelos, dos de sus hijos, de los que se despedirían con inmenso dolor. En su equipaje portaban la fe heredada de sus padres como un preciado tesoro que habrían de transmitir a su numerosa prole. José nació en
Jatibonico, Cuba, el 2 de febrero de 1912. Fue el quinto de los hijos que vinieron al mundo en ese hogar creado por Emilio y Lucinda, y segundo de los varones; después nacerían cinco vástagos más.

En plena niñez, poco antes de cumplir sus cinco primeros años de vida, José regresó junto a sus progenitores a España. Aunque apenas existen datos de su infancia, debió ser uno de esos niños que no crean problemas. Cursó estudios en régimen de internado con los benedictinos de Santa María de San
Clodio, del municipio de Leiro, Orense, dando así sus primeros pasos hacia la vida religiosa. A buen seguro que sus padres habrían puesto grandes esperanzas en él. Finalizados sus estudios, se integró con los agustinos de Leganés, Madrid. Profesó con ellos en 1929, y prosiguió su formación en el monasterio de san Lorenzo del Escorial. Se han destacado las cualidades que apreciaron en él en esa época de su vida subrayando su «carácter bondadoso y tratable, entusiasta y observante».

Y efectivamente no sería mal religioso cuando un año antes de convertirse en sacerdote, momento que aguardaba gozoso, ya estaba decidido su futuro como vicario apostólico de
Hai Phòng, en Vietnam. Sus superiores habían vislumbrado en él las cualidades y virtudes que iban configurándole como un gran apóstol. No llegó a partir y tampoco pudo recibir el sacramento del orden. Sus sueños se truncaron violentamente al ser apresado el 6 de agosto de 1936 junto a sus hermanos religiosos en medio de la fratricida contienda española. El antiguo colegio madrileño de San Antón, que había sido propiedad de los padres escolapios, donde tantos alumnos fraguaron y compartieron su fe –entre otros Fernando Rielo, fundador de los misioneros y misioneras identes–, convertido entonces en cárcel, fue el escenario donde se desenvolvieron los preámbulos del particular calvario de José.

Cuando llegaron a buen puerto las gestiones realizadas por sus atribulados familiares ante las autoridades cubanas, en un gesto de valentía y coherencia, el beato declinó la oferta de su liberación. Y su temple apostólico, lleno de caridad, se puso de manifiesto en su inquebrantable voluntad de dar hasta el final los mismos pasos de sus hermanos de comunidad: 
«Están aquí todos ustedes que han sido mis educadores, mis maestros y mis superiores, ¿qué voy a hacer yo en la ciudad? ¡Prefiero seguir la suerte de todos, y sea lo que Dios quiera!». Así lo determinó, con rotundidad, dispuesto a cumplir la voluntad divina. Los rostros de sus superiores y formadores le contemplaban conmovidos. Y con ellos compartió numerosos sufrimientos en cerca de cuatro meses marcados por las privaciones y la angustia, hasta que entregó su alma a Dios en Paracuellos del Jarama, Madrid.

Fue ajusticiado el 30 de noviembre de 1936, junto a otros 50 religiosos agustinos, exclamando: 
«¡Viva Cristo Rey!», al tiempo que renovaba el supremo acto de perdón aprendido del Redentor hacia quienes le privaban de su vida; así le franqueaban las puertas del cielo. Tenía 24 años. Fue beatificado el 28 de octubre de 2007, junto a junto a 497 mártires de la persecución, por el cardenal Saraiva, como Delegado de Benedicto XVI.






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jueves 06 Noviembre 2014
San Leonardo Noblac
 
San Leonardo, eremita
En Noblac, cerca de Limoges, en Aquitania, san Leonardo, ermitaño.
La primera información sobre su existencia data del siglo XI, en las «historias» de Ademar de Chabannes, escrito alrededor de 1028, donde habla del traslado, en 1017, de sus reliquias. Pocos años después de 1030, se puso en circulación una anónima «Vita Sancti Leonardi», con la descripción de nueve milagros atribuidos a él. Según los estudiosos posteriores de la hagiografía esta 'Vita' es legendaria, pero sigue siendo el más antiguo testimonio, y aun es posible sacar datos de ella.

Leonardo nació en Galia en tiempos del emperador Anastasio I (491-518), sus padres eran nobles francos amigos del rey Clodoveo (481-511), que quiso ser el padrino en el bautismo. De joven se negó a alistarse en el ejército, como era costumbre en los nobles francos, y marchó de discípulo de san Remigio, arzobispo de Reims (438-530), el gran evangelizador de los francos, que había convertido y bautizado el rey Clodoveo. El santo obispo había obtenido del convertido rey el privilegio de poder exigir la liberación de presos, e incluso Leonardo, movido por el gran fervor de la caridad, solicitó y obtuvo el mismo favor, liberando así un gran número de desgraciados prisioneros, víctimas de las bárbaras guerras de aquellos tiempos.

Su fama de santidad se difundió mucho y Clodoveo le ofreció la dignidad de obispo, que Leonardo rechazó, retirándose como ermitaño, primero a San Maximino en Micy, luego a Limoges. Se cuenta que atravesando el bosque de Pavum, cerca de Limoges, donde se había establecido, lo llamaron para rescatar a la reina Clotilde, que acompañaba al rey Clodoveo en una cacería y que había sido sorprendida por los dolores de parto; Leonardo, con su oraciones, le consigue superar el dolor y dar a luz a un hermoso bebé. En agradecimiento Clodoveo le dio parte del bosque para construir un monasterio, que el propio Leonardo delimitó montado en un burro.

El santo ermitaño construyó un oratorio en honor de la Virgen, dedicando un altar a su maestro, san Remigio, muerto hacía tiempo en fama de santidad. Un pozo cavado por él, milagrosamente se llenó de agua y llamó al lugar «Nobiliacum» en memoria de la donación de Clodoveo, rey nobilísimo. Las regiones ya cristianizadas de Alemania, Aquitania, Inglaterra, se llenaron de noticias de la fama que rodeaba el santo ermitaño, de Micy a Orleans, acudían a Nobilac enfermos de todo tipo, que con sólo verlo quedaban curados; pero especialmente el santo libraba a los prisioneros de guerra (recuérdese que en esos siglos la detención se utilizaba para cobrar el rescate). Los prisioneros dondequiera que lo invocaran, podía ver que las cadenas se rompían, los candados se abrían, los guardias se distraían, y estos desgraciados recuperaban su libertad, y se apresuraban a darle las gracias, y muchos permanecían con él.

Algunos familiares del santo ermitaño se asentaron alrededor del monasterio con sus familias, dando a luz a un pueblo, que luego tomará su nombre. Murió en un año descvonocido, hacia mediados del siglo VI, pero después del 530, año de la muerte de su mentor, san Remigio. En el siglo XI, el culto comenzó a extenderse por Europa Central, se erigieron en su honor varios cientos de las iglesias y capillas, y su nombre se incluyó en la toponimia y el folclore. Fue especialmente venerado en la época de las cruzadas y cuenta entre sus devotos al príncipe Bohemundo de Antioquía (Bohemundo de Hauteville, 1050-1111, hijo de Roberto Guiscardo), hecho prisionero por los infieles en 1100 durante la Primera Cruzada, y liberado en 1103; él atribuyó su liberación a la invocación del santo, y cuando regresó a Europa donó, como exvoto, a la capilla de Saint-Léonard-de-Noblat unas cadenas de plata similares a las que lo habían atado.

En el arte se lo representa casi siempre con las cadenas, símbolo de su protección especial para los que están injustamente presos, y por ese motivo pictórico es también patrono de los fabricantes de cadenas, broches, hebillas, etc. Se lo invoca también para partos difíciles, dolores de cabeza y enfermedades de los niños.


fuente: Santi e Beati
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Es uno de los santos más populares de Europa central. En efecto; dice un estudioso que en su honor se erigieron no menos de seiscientas iglesias y capillas, y su nombre aparece frecuentemente en la toponomástica y en el folclor.
El mismo estudioso añade que él «despertó una devoción particular en tiempos de las cruzadas, y entre los devotos se cuenta el príncipe Boemundo de Antioquía que, hecho prisionero por los infieles en 1100, atribuyó su liberación en 1103 al santo, y, de regreso a Europa, donó al santuario de Saint-Léonard-de-Noblac, como ex voto, unas cadenas de plata parecidas a las que él había llevado durante su cautiverio». San Leonardo de Noblac (o de Limoges) es un santo «descubierto» a principios del siglo XI, y a ese período remontan las primeras biografías, que después inspiraron el culto hacia él.
Leonardo nació en Galia en tiempos del emperador Anastasio, es decir, entre el 491 y el 518. Como sus padres, a más de nobles, eran amigos de Clodoveo, el gran jefe de los Francos, éste quiso servir de padrino en el bautismo del niño. Cuando ya era joven, Leonardo no quiso seguir la carrera de las armas y prefirió ponerse al servicio de San Remigio, que era obispo de Reims.   Como San Remigio, sirviéndose de la amistad con el rey, había obtenido el privilegio de poder conceder la libertad a todos los prisioneros que encontrara, también Leonardo pidió y obtuvo un poder semejante, que ejerció muchas veces.
El rey quiso concederle algo más: la dignidad episcopal. Pero Leonardo, que no aspiraba a glorias humanas, prefirió retirarse primero a San Maximino en Micy, y después a un lugar cercano a Limoges, en el centro de un bosque llamado Pavum.   Un día su soledad se vio interrumpida por la llegada de Clodoveo que iba a cacería junto con todo su séquito. Con el rey iba también la reina, a quien precisamente en ese momento le   vinieron los dolores del parto.
Las oraciones y los cuidados de San Leonardo hicieron que el parto saliera muy bien, y entonces el rey hizo con el santo un pacto muy particular: le obsequiaría, para construir un monasterio, todo el territorio que pudiera recorrer a lomo de un burro. Alrededor del oratorio en honor de María Santísima habría surgido una nueva ciudad.





 

Oremos

Tú, Señor, que nos has dado un modelo de perfección evangélica en la vida ejemplar de San Leonardo de
Noblac, concédenos, en medio de los acontecimientos de este mundo, que sepamos adherirnos, con todo nuestro corazón, a los bienes de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.





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