viernes, 7 de noviembre de 2014

Beato Vicente Grossi, MARÍA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

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viernes 07 Noviembre 2014
Beato Vicente Grossi

 


Vicente Grossi es uno de esos sacerdotes que han dado gloria a Dios y a la Iglesia con un ejemplar celo apostólico y encomiable creatividad. Nació el 9 de marzo de 1845 en la localidad italiana de
Pizzighettone, perteneciente a Cremona en la región de Lombardía. Fue uno de los siete hijos, el penúltimo, del humilde hogar formado por Baldassarre Grossi y Maddalena Cappellini. Nuevamente fue una figura femenina, la de su madre, como le ha sucedido a otros santos y beatos, quien tuvo un peso capital en su vida. Ella se ocupó de inculcarle el amor a la oración educándole en la fe cristiana, aunque su padre, trabajador y honesto, también fue para él modelo de integridad en la vida. Supo aprovechar el tiempo del que disponía para entregarlo a los demás. El ambiente en el que creció le serviría después en su misión.

Era muy joven cuando se sintió llamado al sacerdocio, pero su progenitor juzgó oportuno que difiriese su ingreso en el seminario. En cierto modo, y aunque también pesaban necesidades familiares que requerían su presencia, aquél quiso constatar que no se trataba de una simple idea que bullía en la mente de su hijo, sino que estaba anclada en lo más íntimo de su ser. Así era. El 4 de noviembre de 1864, a sus 19 años, Vicente se convirtió en seminarista en Cremona, y fue ordenado sacerdote en la catedral de la ciudad el 22 de mayo de 1869. Inicialmente, fue vicario en distintas parroquias hasta que en 1873 se le encomendó la de Regona. Diez años más tarde el prelado
Bonomelli puso bajo su responsabilidad la de Vicobellignano porque llegó a ella culminando 1882, y allí permaneció treinta y cuatro años hasta apurar su vida, vida que había sido en realidad de Cristo.

Era una parroquia complicada, bastión del protestantismo; el obispo se lo advirtió y la puso bajo su amparo con la certeza de que haría de ella una fuente de bendiciones. Sabía que si en todas era precisa la presencia de sacerdotes generosos, prudentes, pastores llenos de celo apostólico y de caridad, tenía en el beato una imagen certera de una persona que encarnaba estas virtudes. Por eso le distinguió con su confianza, diciéndole que en un margen de diez años esperaba que hubiese dado un vuelco a la parroquia, contribuyendo a la desaparición del error. Mons.
Bonomelli no se equivocó. Él P. Grossi se ocupaba de los feligreses que amaba entrañablemente. Y ellos también le hacían objeto de su atención; veían en su párroco a un hombre bueno, fiel al Santo Padre, abnegado, austero, obediente a su obispo, con la sabiduría de Dios en sus labios forjada en su oración, y un sentido del humor que ponía de manifiesto su gozo espiritual, con una entrega hacia cada uno de los fieles ciertamente ejemplar. El eje que vertebraba su vida era la santa misa; de ella extraía la fortaleza nutriendo su celo apostólico. A sus parroquianos le alentó un día, diciéndoles: «cuando nuestro corazón está lleno de amor por Dios, no persigue otros amores, ¿entendido? Por tanto, ¡a trabajar!».

Era sencillo en su forma de vida. Baste decir que su equipaje, sumamente ligero, podía componerse de un modesto bolso de viaje con su breviario y un reloj. Tanto los sermones como la propia misa eran fruto de su oración y de una intensa preparación, y eso los fieles lo percibían. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para llevarlos al regazo del Padre; los soñó y los oró en Él y desde Él. Por eso, y porque sabía por propia experiencia lo que significaba la pobreza y la carencia, no solo de los bienes materiales sino también de los espirituales, se dejó guiar por la inspiración, y tomó como punto de despegue para su misión la atención a los jóvenes. Eran el futuro; siempre lo son, y el P. Grossi lo tenía presente.

En su corazón apostólico, también los niños, junto a los jóvenes, ocupaban un lugar preponderante. Vio con claridad evangélica la importancia de contar con un núcleo de formadores en cada parroquia. Fue el germen de su fundación: el Instituto de las Hijas del Oratorio, que inició en 1885 con la ayuda de
Ledovina María Scaglioni y el objetivo de proporcionar orientación moral y religiosa a las niñas que frecuentaban el templo. Las religiosas se dedicaron a colaborar en la pastoral de otras parroquias impartiendo catequesis, apoyadas por una red de jardines de infancia, centros asistenciales y escuelas primarias que poco a poco fueron surgiendo. Las Reglas que el fundador escribió de rodillas ante el sagrario estaban inspiradas en la espiritualidad de san Felipe Neri, el santo de la alegría espiritual. Y ese espíritu dotó a la fundación, que tenía cincelado en su ideario la humildad, la caridad, el gozo en el servicio, así como el sacrificio, a imitación de Cristo.

Este gran sacerdote que tan delicadamente tuteló la vida espiritual, consolando y asistiendo material y humanamente a sus feligreses, poco antes de morir indicó a la maestra de novicias: 
«Procuren no quejarse nunca; buscando, por el contrario, alegrarse cuando las cosas vayan en contra de sus deseos». El 7 de noviembre de 1917 entregó su alma a Dios, a causa de una peritonitis fulminante, diciendo: «El camino está abierto; hay que recorrerlo». Fue beatificado por Pablo VI el 1 de noviembre de 1975. El pontífice destacó en ese acto «la solidez de sus generosas virtudes, ocultas en el silencio, purificadas por el sacrificio y la mortificación, refinadas por la obediencia» afirmando quehabía dejado «un profundo surco en la Iglesia».




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viernes 07 Noviembre 2014
María Medianera




MARÍA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS  
Maternidad espiritual de María La Santísima Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia. (Lumen
Gentium, 61)   María, Mediadora Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Santísima Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.   Porque ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única. La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador.  (Lumen Gentium, 62)   MARIA DISPENSADORA UNIVERSAL DE TODAS LAS GRACIAS "La Santísima Virgen es Dispensadora universal de todas las gracias, tanto por su divina Maternidad: que las obtiene de su Hijo, como por su Maternidad espiritual: que las distribuye entre sus otros hijos, los hombres. Esto lo hace subordinada a Cristo, pero de manera inmediata. Y ello por una específica y singular determinación de la voluntad de Dios, que ha querido otorgar a María esta doble función: ser Corredentora y Dispensadora, con alcance universal y para siempre". (Pío X, Encíclica "Ad diem illum laetissimum" 4 de febrero de 1904)    María es nuestra mediadora, por ella recibimos, ¡Oh Dios mío! Tu misericordia, por ella recibimos al Señor Jesús en nuestras casas. Porque cada uno de nosotros tiene su casa y su castillo, y la Sabiduría llama a las puertas de cada uno; si alguna la abre, entrará y cenará con él.    (SAN BERNARDO, Homilía. En la Asunción de la B. Virgen María, 2, 2) Con todo lo íntimo de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es su voluntad para bien nuestro. Mirando en todo y siempre al bien de los necesitados, consuela nuestro temor, excita nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestra desconfianza y anima nuestra pusilanimidad. (S. BERNARDO, Homilía. En la Natividad de la B. Virgen María, 7).   No le faltaba a Dios, ciertamente, poder para infundirnos la gracia sin valerse de este acueducto, sí Él hubiera querido, pero quiso proveerse de ella por este conducto (SAN BERNARDO, Homilía. En la Natividad de la B. Virgen María, 17)   Aquello poco que desees ofrecer, procura depositarlo en manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de El repulsa (SAN BERNARDO, Homilía en la Natividad de la B. Virgen María, 18).   Ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre todas las mujeres, pues se ve claramente el papel que desempeña en la obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de este Mediador, y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María (SAN BERNARDO, Homilía para el domingo infraoctava de la Asunción, 2).   María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar (SAN ALFONSO María DE LIGORIO, Visitas al Santísimo Sacramento, 25)   Siempre que tengamos que pedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la pureza)   Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de nuestra Madre Santa María (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Amigos de Dios, 280)




Oremos 
Señor, por el misterioso designio de tu amor, has querido que la Virgen María fuese madre del autor de la gracia y estuviese asociada a él en el misterio de la redención humana; que ella nos alcance con profusión tus dones y nos conduzca hasta el puerto de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.







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