Obispo († 1044) Se le conoce como abad del
monasterio de san Cosme y san Damián, en Roma. El Papa Juan XVIII lo hace
obispo de Ostia y luego lo eleva al cardenalato, pasando a ser Bibliotecario
Apostólico, puesto que mantuvo durante cuatro papados. En la primera mitad
del siglo XI, como Legado papal ante las Cortes de Burgos y Pamplona.
Tuvo que ver su envío desde Roma con las
cuestiones relativas a la organización eclesiástica de España en una coyuntura
en la que se hacía necesaria la determinación de los límites de las diócesis
que era origen y fuente de numerosos conflictos y no sólo por interferencias de
jurisdicción episcopal, sino también por la pertenencia a distintos soberanos.
Gregorio no olvidó nunca lo principal de su
persona, el ejercicio del ministerio sacerdotal. Predicó en Calahorra y Logroño
entre otras poblaciones de la Rioja y Navarra, destacando en sus pláticas la
necesidad de conversión y penitencia.
Parece ser que esta fue la ocasión en que
santo Domingo de la Calzada vivió algún tiempo en su compañía. Agotado y
enfermo se retiró a Logroño donde murió alrededor del año 1044; pero su cuerpo
se venera en la iglesia de san Gregorio de Pinave, entre Viana y
Logroño.
Oremos
Confesamos, Señor todopoderoso, que sólo tú
eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la
intercesión de San Gregorio Ostiense venga en nuestra ayuda para que de tal
forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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jueves 09 Mayo 2013
Profeta Isaías
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No todos los Profetas nos dejaron sus visiones
en forma de escritos. De Elías y Eliseo, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos
narran los libros históricos del Antiguo Testamento, principalmente los libros
de Samuel y de los Reyes.
Entre los vates cuyos escritos poseemos es, sin
duda, el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue llamado al
duro cargo de profeta en el año 738 a.C., y cuya muerte ocurrió probablemente
bajo el rey Manasés (693-639). Según una antigua tradición judía, murió aserrado
por la mitad, a manos de verdugos de este impío rey. En 442 d. C. su restos
fueron transportados a Contantinopla. La Iglesia celebre su memoria el 6 de
julio.
Isaías es el primero de los Profetas del Antiguo Testamento, desde
luego por lo acabado de su lenguaje que representa el siglo de oro de la
literatura hebrea, mas sobre todo por la importancia de los vaticinios que se
refieren al pueblo de Israel, a los pueblos paganos y a los tiempos mesiánicos y
escatológicos. Ningún oto profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y
nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de
manera que San Jerónimo no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los
Profetas".
Distínguense en el Libro de Isaías un Prólogo (cap. 1) y dos
partes principales. La primera (cap. 2 a 35) es una colección de profecías,
exhortaciones y amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro
asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1 a 12, 6), oráculos
contra las naciones paganas (13, 1 a 23, 18); profecías escatológicas (24, 1 a
27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1 a 33, 24), y la promesa de
salvación de Israel (34, 1 a 35, 10). Entre los profetas descuellan las
consignadas en los capítulos 7 a 12. Fueron pronunciadas en tiempo de Acaz y
tienen por tema la encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son también
llamadas El Libro de Emmanuel.
Entre la primera y segunda parte media un
trozo de cuatro capítulos (36 - 39), que forma algo así como un bosquejo
histórico.
El capítulo 40 da cominezo a la parte segunda del libro (cap.
40 a 66), que trae veintisiete discursos, cuyo fin inmediato es consolar con las
promesas divinas a los que iban a ser desterrados a Babilonia, como expresa El
Eclesiástico (48, 27 s.).
Fuera de eso, su objeto principal es anunciar
el misterio de la Redención y de la salud mesiánica, a la cual precede la pasión
del siervo de Dios, que se describe proféticamente con la más sorprendente
claridad.
No es de extrañar que la crítica racionalista haya atacado la
auntenticidad de esta segunda parte, atribuyéndola a otro autor posterior al
cautiverio babilónico. Contra tal teoría, que se apoya casi exclusivamente en
criterios internos y linguísticos, se levanta no sólo la tradición judía, cuyo
primer testigo es Jesús, hijo de Sirac, (Ecli. 48, 25 ss.), sino también toda la
tradición cristiana.
Para la interpretación del profeta Isaías y de todos
los profetas hay que tener presente el decreto de la Pontificia Comisión
Bíblica, del 29 de junio de 1908, que establece los siguientes
principios:
1. No es lícito considerar las profecías como productos de la
historiografía post eventum, es decir, compuestos después de los acontecimientos
que se pretende vaticinar.
2. La opinión de que Isaías y los demás
Profetas sólo anunciaron cosas fáciles de conjeturar, no se compagina con las
profecías, especialmente con las mesiánicas y escatológicas; ni con la opinión
general de los Santos Padres.
3. No se puede admitir que los Profetas
debieran hablar siempre en forma inteligible, y que por esto la segunda parte
del libro, en la cual el profeta consuela a las futuras generaciones, como si
viviese en medio de ellas, no pueda tener por autor a Isaías.
4. La
prueba filológica, sacada del lenguaje y estilo, para combatir la identidad del
autor del libro de Isaías, no es de tal índole que obligue a reconocer la
pluralidad de autores.
El creyente que lea este divino libro con espíritu
de oración, no tardará en descubrir que las profecías no son simples anuncios,
sino que contienen ricas enseñanzas de vida espiritual, preciosas para anunciar
nuestra fe y esperanzas.
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Himno
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¡Columnas de la Iglesia, piedras vivas! ¡Profetas de
Dios, grito del Verbo! Benditos vuestros pies, porque han llegado para anunciar
la paz al mundo entero.
De
pié en la encrucijada de la vida, del hombre peregrino y de los pueblos, llevais
agua de Dios a los cansados, hambre de Dios lleváis a los
hambrientos.
De
puerta en puerta va vuestro mensaje, que es verdad y es amor y es Evangelio. No
temáis, pecadores, que sus manos son caricias de paz y consuelo.
Gracias, Señor, que el pan de tu palabra nos llega por
tu amor, pan verdadero; gracias, Señor, que el pan de vida nueva nos llega por
tu amor, partido y tierno. Amén
Cristo ha constituído a unos, apóstoles; a otros
profetas, a otros, evangelistas; a otros pastores y doctores, para el
perfeccionamiento de los fieles, en función de su ministerio, y para la
edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe
y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo
en su plenitud. (Ef. 4, 11-13 )
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jueves 09 Mayo 2013
San Pacomio Egipto
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(287-347) nació en el Alto Egipto, en el seno
de una familia pagana que vivía de acuerdo con los usos y costumbres de la
sociedad del Imperio Romano. A la edad de 20 años, San Pacomio fue enrolado
contra su voluntad en el ejército. Sin embargo, su carácter independiente y su
fuerte personalidad le crean conflictos con sus superiores, y eventualmente es
encarcelado. En prisión el joven soldado conoce a un grupo de cristianos que
había sido arrestado, y le impresiona vivamente su caridad y su tranquilidad de
espíritu. Al ser liberado, San Pacomio se integra a una comunidad cristiana
al sur de Egipto, en la actual Kasr-es-Sayad, donde recibe el bautismo. Ahí
descubre que su verdadera vocación es llevar una vida ascética, y decide
peregrinar en soledad. En 320, en Tabennisi, la actual Dandara, en la orilla
derecha del Nilo, San Pacomio fundó un monasterio, del cual se convirtió en su
primer abad. La leyenda cuenta que el sitio le fue señalado por un ángel, que
también le transmitió la rígida regla que habría de seguir la orden. Al ir
juntándosele adeptos, la fama del monasterio se propagó rápidamente, y el
monasterio creció. En aquella época, la idea de una comunidad de monjes era
nueva, pues hasta entonces se acostumbraba el retiro solitario de los
ermitaños. Al morir, San Pacomio dejó un legado de nueve monasterios para
varones, con una población de 9000 monjes, así como dos conventos para mujeres.
Todos ellos eran autosuficientes, pues producían lo necesario para subsistir sin
necesidad de contacto con el mundo exterior. SAN PACOMIO nos enseña que la
fortaleza de carácter es un don ejemplar que puede ser
transmitido.
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jueves 09 Mayo 2013
Beato Juan Wágner
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Beato Juan Wágner, cartujo en Utingen, y luego solitario,
por un permiso especial del papa Inocencio VIII, en uno de los más altos picos
de Suiza, el monte Pilato, 1516.
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