miércoles, 15 de mayo de 2013

_ MAYO 12 - 2,013

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San Pancracio Roma



Huérfano de 14 años traído a Roma por su tío. Se convirtió a la fe y fue martirizado al día siguiente de su bautismo, rechazando premios y ayudas para el futuro si renegaba de su fe. Luego de dar las gracias a sus verdugos, no dudó en sacrificar su juventud para mantenerse fiel a Cristo. El mismo día fueron martirizados S. Nereus, S. Aquileo.


Murió mártir, decapitado c. 304 en Roma a los quince años.

Nacido en Frigia, provincia romana del Asia Menor. Su padre era un noble pagano llamado Cleonio que falleció cuando el niño tenía siete años. Pancracio fue a vivir con su tío paterno, Dionisio, quien fue un excelente modelo. Se trasladaron a Roma cuando el niño tenía diez años.

Dionisio y Pancracio tienen un criado cristiano que los evangeliza y los pone en contacto con el Papa. Así conocen a fondo el cristianismo y se convierten. Fueron bautizados y recibieron la comunión. Enseguida se despojaron de muchas posesiones en favor de los pobres.


El emperador Diocleciano, decretó una persecución (la última del imperio romano) contra el Cristianismo. Al poco tiempo Pancracio fue denunciado al emperador, quien conocía a su difunto padre.  Le dijeron "El hijo de Cleonio de Frigia se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas entre viles personas; además, blasfema horriblemente contra nuestros dioses".

Diocleciano mando llamar a Pancracio y conversó largo tiempo con el, tratando de persuadirlo a que renunciase a Jesucristo. Al no lograrlo le condenó a muerte. En el lugar del martirio Pancracio se arrodilló, levantó los ojos y las manos al cielo, dando gracias al Señor porque había llegado a ese momento. Le cortaron la cabeza. Por la noche una noble señora, llamada Octavila, hizo recoger su cuerpo, lo embalsamó, lo amortajó con un lienzo precioso e hizo que lo entierren en un sepulcro nuevo, cerca del lugar del martirio.

El Papa Vitaliano envió sus reliquias desde el cementerio de Calepodius en Roma a Inglaterra para evangelizar y para instalar en los altares. San Agustín de Canterbury dedicó la primera Iglesia de Inglaterra a San Pancracio.

Es titular de una Basílica romana. Aquí los que habían sido bautizados el Sábado de Gloria dejaban sus vestidos blancos en el domingo octava de la Resurrección (llamado Dominica in Albis). Era un acto conclusivo de la Pascua. Sobre la tumba de San Pancrasio renovaban el juramento de fidelidad a Jesucristo.  Desde entonces ha sido un santo muy amado, protector de inocentes y de las víctimas de la perjurio.

Patrón contra falsos testimonios, contra perjurio, juramentos, tratados, dolores de cabeza y calambres.





Oremos

Que tu Iglesia, Señor, se alegre al recordar hoy al mártir San Pancracio y que, por su intercesión, vea alejado todo peligro y pueda consagrarse a tu servicio con la verdadera paz del espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Señor Dios misericordioso, con vuestra gracia y para vuestra mayor gloria, y bien de mi alma, acudo a la intercesión de vuestro glorioso mártir, el niño San Pancracio, para alcanzar de vuestra bondad la gracia que especialmente le pido, y con ella y todos los bienes que me convienen para vivir y morir santamente.





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Santo(s) del día


San Pancracio Roma
Santo Domingo de la Calzada
San  Nereo
Beata Juana de Portugal
San Epifanio de Salamina
San Felipe de Agira
Beata Imelda Lambertini
San Leopoldo Mandic
San Dionisio Roma
San Felipe Argircón
San Modoaldo
San Domingo
San Macario Dax
San Remigio
Beata Catalina Páez


   
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domingo 12 Mayo 2013

Santo Domingo de la Calzada


Pertenece a una de las épocas que han contribuido a realzar la Ruta Jacobea. Él mismo forma parte de ella con su persona y quehacer. Dejó su impronta en una de las etapas de este Camino, incansablemente recorrido durante siglos por numerosos peregrinos que acuden a orar ante la tumba del Apóstol Santiago. Fue contemporáneo de los santos Domingo de Silos y Juan de Ortega, testigos de su virtud. Sus padres, Ximeno García y Orodulce lo acogieron con gozo cuando vino al mundo en Vitoria de Rioja, Burgos, España hacia el año 1019. No podían ni imaginar la trascendencia que su retoño iba a tener, pero el impacto de su existencia bendecida con numerosos milagros se ha mantenido viva hasta el día de hoy. Eran dueños de distintas posesiones que pusieron a merced de los demás. Y seguramente la relevancia de lo que vivió en un hogar marcado por el desprendimiento debió insuflar en Domingo una pronta aspiración por la vida religiosa. Desde luego, su etapa de formación durante cuatro años junto a los monjes benedictinos de Nuestra Señora de Valvanera en Logroño, donde llegó hacia 1031, suscitó claro anhelo de formar parte de la comunidad. Allí se había impregnado de la riqueza amasada por estos humildes seguidores de Cristo, curtidos en la oración, en el trabajo y el estudio, conocedores de la ciencia, expertos miniaturistas, artífices de joyas únicas, incunables que continúan poniendo de relieve la fecundidad de la vida monástica y el esplendor de una época que aún perdura. Con ese gran acervo patrimonial tuvo que partir Domingo sin lograr el propósito de convivir junto a los monjes el resto de sus días. Quizá el abad no quiso ensombrecer el futuro de sus padres que habían depositado sus esperanzas en el heredero y menos, siendo que su padre ya había fallecido, incrementar el pesar de Orodulce.Pero Domingo lo intentó de nuevo acudiendo al monasterio de San Millán de la Cogolla, otro de los bastiones espirituales y culturales colindantes. Tampoco allí tuvieron éxito sus pesquisas. Se ve que Dios había elegido para él la vida eremítica, la soledad, la fecunda vía purgante del silencio, al menos durante un tiempo, ya que sus planes iban más allá. Y se retiró a la Ayuela o Fayuela, un pequeño monte rodeado de encinas cercano al enclave de lo que se conoce como Domingo de la Calzada, para dar gloria al Altísimo. Su morada fue una ermita derruida en torno a la cual cultivó la fértil tierra para abastecerse de lo preciso sin depender de la limosna. Era digno heredero de la genuina tradición eremítica y vivió como tal hasta el año 1039. Se sitúa esa fecha como la del inicio de su colaboración con el obispo de Ostia, Gregorio, que se había traslado a la localidad de Calahorra con un legado papal a efecto de ayudar a la gente a deshacerse de una insidiosa plaga de langosta que invadía sus campos. Fue él quién le ordenó sacerdote. Ambos construyeron un puente de madera para atravesar el río Oja pensando, sobre todo, en paliar las dificultades de acceso que hallaban los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela.El prelado falleció en 1044 y Domingo siguió trabajando de manera incansable en solitario. Cuando el río varió su cauce y el puente primitivo dejó de ser viable, inició la compleja tarea de sustituirlo por uno de piedra. Destinó sus bienes a esta importante construcción amén de practicar la limosna para contribuir a los cuantiosos gastos que conllevaban materiales y mano de obra. A finales de 1046 culminó esta obra de ingeniería, un espléndido puente con 24 ojos sobre el río Oja, que facilitaba el constante trasiego de romeros. Aún existe en la actualidad. Pero su aportación a la Ruta Jacobea no había hecho más que comenzar. Después la incrementó con nuevas infraestructuras: albergues, una ermita que puso bajo advocación de Santa María, un hospital para auxilio de los peregrinos... Y la creación de calzadas. Junto a Juan de Ortega varió el primitivo acceso romano desplazándolo hacia el sur en bien de los caminantes y así consolidó el tránsito por Nájera y Redecilla del Camino. Por esta acción, la localidad se conoce como Santo Domingo «de la Calzada». Contó con el apoyo de nobles y del monarca Alfonso VI de Castilla. Éste supo valorar la importancia del Camino de Santiago (Itinerario Cultural Europeo desde 1998), a todos los niveles. Contribuía al progreso y, además, fue decisivo para implantar el castellano en ese privilegiado entorno. Domingo atrajo allí el patrimonio cultural que acompaña a esta vía, porque la huella de la Ruta se aprecia en el esplendoroso románico que la circunda y en otras artes que florecieron a su paso junto a la arquitectura: música, pintura, escultura, etc. así como otros bienes inmateriales, costumbres, lenguas, pensamiento...Se le atribuyen incontables milagros. Uno de los más populares puede que sea el acaecido en el siglo XIV en un mesón. Habría sido protagonizado por un matrimonio que transitaba hacia Santiago de Compostela junto a su hijo. Prendada de él la hija del posadero, y viendo que no era correspondida, fraguó su venganza introduciendo en el zurrón del muchacho un objeto de plata. Luego lo denunció, un delito por el que fue condenado a morir ahorcado. Pero no perdió la vida, como constataron sus padres al día siguiente. El joven explicó que la debía a Domingo que le libró del asfixiante cordel. El corregidor fue informado del suceso por los felices progenitores del muchacho. En ese momento tenía frente a sí un plato con un gallo y una gallina asados y se disponía a dar cuenta de las viandas. Así que no se le ocurrió otra comparación que la de las aves respondiendo escéptico al matrimonio que su hijo estaba tan vivo como ellas. Y al momento cacarearon testificando así la autenticidad del milagro. De ahí el dicho:«Santo Domingo de la Calzada donde cantó la gallina después de asada»Domingo murió el 12 de mayo de 1109. Aunque no existe constancia de su fecha de canonización, en el Martirologio de 1584 ya aparecía inscrito como santo.





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domingo 12 Mayo 2013

San  Nereo



Santos Nereo y Aquiles 

Mártires (s. I )  Son dos mártires que desde muy antiguo recibieron culto en la iglesia de Roma.

Probablemente fueron martirizados en la persecución de Diocleciano.

Sus sepulcros se conservan en las catacumbas romanas de la Via Ardentina. Fueron militares de profesión.

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Han llegado hasta nosotros unas actas tardías del martirio de los santos Nereo y Aquiles. Debieron escribirse hacia finales del siglo V, y de las mismas se conservan dos recensiones, una griega y otra latina.

 El valor histórico de estas actas es muy dudoso; se trata más bien de una novela que agrupa alrededor de Flavia Domitila a una serie de personajes conocidos por la arqueología, y de cuya existencia no puede en modo alguno dudarse. Suele ser el éxito de todas las leyendas partir de lo cierto para montar un relato fabuloso.

 Mombritius, un renacentista del siglo XV, fue quien dio primero a luz estas actas en 1479. De él las tomó Surio para sus Vitae Sanctorum; de Surio pasaron a los Bolandos en 1680 y de allí corrieron por los "años cristianos" populares. Estudios críticos emprendidos el pasado siglo han conseguido cribar lo que hay de leyenda y de historia en la vida de estos santos mártires.

 Veamos primero qué nos dicen las referidas actas.

 Flavia Domitila, sobrina del emperador Domiciano, tuvo por servidores a Nereo y Aquiles, que habían sido convertidos por San Pedro, los cuales la persuadieron a rechazar las promesas de matrimonio que la hiciera Aureliano, hijo del cónsul, animándola a abrazar la virginidad.

 El papa Clemente, sobrino del cónsul Clemente, recibió los votos de Domitila y le dio el velo de virgen.

 Furioso Aureliano por la repulsa de la que había solicitado por esposa, acusa a Domitila y a sus servidores de cristianos, y son desterrados a la isla Ponciana, la cual encuentran pervertida por Furio y Prisco, discípulos ambos de Simón el Mago.

 Los Santos ruegan a Marcelo, hijo del prefecto urbano Marcos, discípulo de San Pedro, que narre la historia de su maestro y la defección de Simón el Mago.

 Mientras que llega Marcelo crece el furor de Aureliano al ver que no puede vencer la resistencia de Nereo y Aquiles y los envía a Terracina, donde el procónsul Menio Rufo los condena a muerte. Auspicio, su discípulo, y padre nutricio de Domitila, transporta sus cuerpos al cementerio propiedad de ésta, en un arenario de la vía Ardentina, junto al sepulcro de Petronila, pretendida hija de San Pedro.

 Entretanto Domitila continúa su resistencia, logrando convertir a sus hermanas de leche Eufrosina y Teodora, animándolas a abrazar la virginidad. Luxurio, hermano de Aureliano, las ordena sacrificar a los dioses, y ante su negativa las encierra en su habitación de Terracina, prendiéndole fuego. Mueren las santas vírgenes, pero sus cuerpos quedan intactos y son enterrados por el diácono Cesáreo en un sarcófago nuevo. Este último martirio ocurre en tiempos del emperador Trajano.

 Las actas saben aprovechar toda la rica literatura apócrifa del siglo I: Actas de San Pedro y San Pablo, actas orientales de San Lino, noticias topográficas y aún seguramente tradiciones romanas que perduraban.

 Nos encontramos frente a un caso de leyenda hagiográfica característica, basado en el prurito de glorificar a un personaje —Flavia Domitila— y alrededor del mismo juntar y relacionar otros mártires de los que se tienen escasas noticias.

 Con los mártires del siglo I la historia ha sido parca, pues de la persecución neroniana descrita por Tácito, escritor profano, como nombres seguros sólo han llegado hasta nosotros los de San Pedro y San Pablo; los demás quedan en el anonimato.

 Ya Baronio, que tanta parte tuvo en la restauración del culto de San Nereo y Aquiles, y fue quien influyó para que su fiesta se desgajara de la de Santa Flavia Domitila, del 7 de mayo, incluyéndola en los nuevos calendarios litúrgicos postridentinos en la fecha de hoy, tiene una frase llena de dudas para las mencionadas actas: fide non integra.

 Y Tillemont piensa que debieron ser redactadas por algún maniqueo enemigo del matrimonio, pues los diálogos entre Nereo y Domitila, aparte de lo inverosímiles y con frecuencia tan crudos al describir el matrimonio, los trabajos de la gestación y los dolores del alumbramiento, son más un alegato contra las nupcias que una defensa de la virginidad.

 Sin embargo, las actas no son las únicas fuentes históricas que poseemos.

 Existe, en primer lugar, el culto antiquísimo, atestiguado por los más respetables martirológios, por los libros litúrgicos y por los monumentos.

 No podemos determinar la época en que los dos Santos sufrieron el martirio, tal vez en el siglo I, hacia el año 95, en la persecución de Domiciano,. En la de Nerón, algo anterior, no parece probable, por la razón antes dicha. Más razones habría para probar que hubieran muerto en la persecución de Trajano, al tiempo de la propia Domitila.

 Dos cosas hay ciertas: el hecho de su martirio y el lugar de su sepulcro. Nereo y Aquiles, que las actas llaman eunucos, con terminología y mentalidad de las cortes bizantinas del siglo V, y las lecciones del Breviario tienen por hermanos, eran simplemente soldados según las noticias del papa San Dámaso, cuando se construyó la basílica de Santa Petronila, mártir, junto a cuyo sepulcro fueron enterrados los dos Santos.

 Su martirio estaba representado en dos columnitas que debieron servir para el teguriun o baldaquino que cubría el altar, y en una de las cuales aparece esculpido el martirio de Aquiles y su nombre (Acilleus), viéndose a un personaje junto a un poste con las manos atadas a la espalda, el cual recibe del verdugo el golpe fatal. De la otra columna queda solamente un fragmento, y se aprecia algo del bajorrelieve, cuya reconstrucción permite suponer que se trata de la escena equivalente a San Nereo, aunque falte el nombre.

 Nos quedan, por fin, unos dísticos de San Dámaso que este Papa, tan devoto del culto de los mártires, dedicó a Nereo y Aquiles. Pequeños fragmentos del epitafio damasiano fueron descubiertos por Rossi, el investigador de las catacumbas, y la totalidad del elogio fue reconstruida a base de las copias que nos legaron los antiguos peregrinos, que lo vieron íntegro, y a través de los manuscritos medievales ha llegado hasta nosotros.

 Dice así el elogio martirial de San Dámaso:

 "Nereo y Aquiles, mártires”.

 "Se habían inscrito en la milicia y ejercitaban su cruel oficio, atentos a las órdenes del tirano, y prontos a ejecutarlas, constreñidos por el miedo.

 “¡Milagro de la fe! De repente dejan su cruel oficio, se convierten, abandonan el campamento impío de su criminal jefe, tiran los escudos, las armaduras, los dardos ensangrentados y, confesando la fe de Cristo, se alegran de alcanzar mayores triunfos.”

 "Tened noticia por Dámaso a qué alturas puede llegar la gloria de Cristo."

 El epitafio de San Dámaso es bastante impreciso. Unas veces la carencia de datos exactos, otras la estrechez de los metros, y su afán de recurrir a frases hechas, lo cierto es que San Dámaso aporta escasas noticias al historiador. Tal vez porque un elogio epigráfico no es la ficha biográfica de una enciclopedia moderna.

 Los datos ciertos que el Papa español nos proporciona son la condición militar de los mártires, que pertenecían a la guardia pretoriana del emperador, si el término “tirano" ha de aplicarse a alguno de los césares antes mencionados: Nerón, Domiciano o Trajano.

 Que el dicho tirano, abusando de su poder, obligaba a sus soldados a ejercer el oficio de verdugos, ejecutando sus crueles órdenes, que deben referirse a penas capitales.

 Que ambos soldados, al convertirse, abandonan su profesión, y al confesar la fe de Cristo alcanzan honroso martirio.

 ¿Cuál pudo ser la relación de ambos mártires con la familia imperial de los Flavios, aparte de ser enterrados en la propiedad familiar que ellos usaban de cementerio (cementerio de Domitila) y que cedieron a la comunidad cristiana del siglo I? A ciencia cierta no la sabemos.

 ¿Habrían sido, ciertamente, convertidos por San Pedro o San Pablo? Las relaciones de los dos apóstoles con la guardia imperial fueron muy intensas, y en la epístola a los romanos (16, 15) aparece un Nereo. Si fueron enterrados en el hipogeo de los Flavios, cuando todavía el cementerio de la vía Ardentina era propiedad particular, no cabe duda que las actas, dentro de su fondo novelesco, nos proporcionan noticias de interés, y tampoco pueden desecharse todos sus datos. Sí, que la Petronila mártir, junto a cuyo sepulcro fueron enterrados Nereo y Aquiles, no es hija de San Pedro, pues se llamaba Aurelia y el cognomen Petro (de una de las ramas de los Flavios) dio lugar al equívoco. Pudieron ser desterrados a la isla Poncia Nereo y Aquiles, pudieron huir a la misma y encontrarse allí con Flavia Domitila, y animarla en su desgracia, o tal vez pudieron ser adscritos a su servicio, cuando, al hacerse pública su situación de cristianos, entre que se solventaba su caso, bueno era dejarles juntos y que se ayudasen en el destierro de la isla.

 Lo cierto es que hay indicios seguros para suponer relaciones indiscutibles entre este grupo de santos. Y tratándose de relatos tan venerables por su antigüedad, hemos de proceder con cautela y tratar con respeto las referencias que nos ofrece el pasado.

El culto de los Santos Nereo y Aquiles es antiquísimo, localizado junto al sepulcro de Aurelia Petronila, en el cementerio de la vía Ardentina. La tumba y la basílica subterránea que llevan su nombre fueron levantadas por el papa Siricio en 390.

Anteriormente esta basílica llevaba el título de Fasciola, que hacia el siglo VIII se empezó a perder, para conservarse el de los santos mártires. En el siglo XIII fue restaurada, pero nuevamente sufrió el abandono al despoblarse aquella región romana en la Edad Media, y entonces el papa Gregorio IX transportó a la iglesia de San Adriano, en el foro, las reliquias de los mártires. El papa Sixto IV, en la fiebre del primer Renacimiento, vuelve a restaurar la basílica, que un siglo después necesitaba nuevamente de urgente reparación, la cual llevó a cabo el propio cardenal Baronio al solicitarla como su título cardenalicio. A la misma devolvió las reliquias, recabando con este motivo que su fiesta se celebrase el 12 de mayo.

En la primitiva basílica de San Nereo y San Aquiles pronunció San Gregorio Magno su homilía 38 sobre la curación del hijo del régulo, que todavía rezábamos en el breviario los sacerdotes antes de la reciente simplificación de rúbricas, en que la condición litúrgica de semidoble de estos mártires ha pasado a la categoría de "simple". Desde luego este evangelio contiene una alusión a la difusión del cristianismo entre los miembros de la casa imperial de los Flavios. Las palabras "Y creyó él y toda su casa" no dejarían de producir profunda impresión dichas por el diácono bajo las bóvedas terrosas del cementerio de la vía Ardentina, donde se guardaban las tumbas de Nereo y Aquiles, de Flavio Clemente, de Flavio Sabino y de otros familiares de Domiciano.








Oremos

Señor, ya que nos has dado a conocer el valiente testimonio que dieron de tu Hijo los santos Nereo y Aquiles, haz que sintamos también en nuestra vida la fraternal intercesión de estos santos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




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domingo 12 Mayo 2013

Beata Juana de Portugal


Juana de Avis y Coimbra, llamada la Príncesa Santa, (Lisboa, 6 de febrero de 1452 - Aveiro, 12 de mayo de 1490) fue una Infanta de Portugal, hija mayor del rey Alfonso V el Africano y de su mujer Isabel de Coimbra.

Dado el cariño de su pueblo, a pesar de que al nacer su hermano Juan perdió el título de princesa pasando a ser infanta de Portugal, la llamaban la infanta princesa Juana.

Fue regente de su padre en 1471. Muchos príncipes europeos la pidieron en matrimonio, pero ella los rechazó a todos. De fuerte vocación religiosa, tomo los hábitos el 25 de enero de 1475, en el Monasterio de Jesús, en Aveiro.

Tras su muerte se la veneró espontáneamente como santa, y debido a las múltiples curaciones y milagros que se le atribuyeron, su culto como beata fue confirmado por el Papa Inocencio XII, el 4 de abril de 1693.

Nació en Lisboa, el 16 de Febrero de 1452; murió en Aveiro, el 12 de Mayo de 1490; la hija de Alfonso V, Rey de Portugal, y su esposa Isabel.

Ella sobresalía principalmente por el coraje y la persistencia con que se opuso a todos los intentos de su padre y hermano de hacer que se casara. Ella había decidido desde la infancia ser la esposa de Cristo y, cuando fuese posible convertirse en religiosa; pero siendo la siguiente heredera del trono, lo cual era por defecto un asunto de hombres, su deseo era particularmente intolerable para su familia y su país. Juana era muy hermosa y su mano fue pedida por varios príncipes. Una vez, en la ausencia de su padre, ella tuvo que encargarse del reino, y en ese oficio se dice haber demostrado gran capacidad.

Después de muchas luchas, ella entró en una casa Dominica llamada Convento de Jesús, en Aveiro, donde las reglas eran severas y estrictamente guardadas. Por un tiempo, fue obligada por razones políticas, a dejar el convento y volver a la Corte. No obstante, finalmente, aceptó los votos, y su vida en el convento fue muy penitencial, santa y tan heroicamente humilde, que murió con el olor de la santidad, y los milagros siguieron a su fallecimiento.

El 31 de diciembre de 1692 Inocente XII confirmó su culto beatificándola.








Oremos

El célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor, lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma. 1 Co 7, 32





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domingo 12 Mayo 2013

San Epifanio de Salamina





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San Felipe de Agira




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domingo 12 Mayo 2013

Beata Imelda Lambertini








Su padre fue Egano de Lambertini, hombre de gran caridad para con los pobres y religiosos, y su madre, Castora de Galluzzi. De familias nobles (ambos eran condes) y modelos de piedad y virtudes cristianas. De esta familia salieron insignes personajes eclesiásticos, como Próspero Lambertini, futuro papa Benedicto XIV. Egano, de fe robusta, y Castora, de tierna piedad. En este ambiente nace Imelda dei Lambetini, en 1322 en Bolonia. El nombre "I-mel-da" significa en latín Ve-da-miel.

El Señor concede a ciertas almas predestinadas una mayor gracia desde el principio. Al profeta Jeremías y a Juan Bautista los santificó antes de nacer. Lo mismo se afirma de Santo Domingo de Guzmán y de San Vicente Ferrer. El Señor derramó en el corazón de Imelda bendiciones y virtudes desde su infancia, lo que a todos llenaba de asombro. De gran candor, humildad, obediencia y piedad, sus cercanos notaban que era todo amor para Dios y para los que la trataban.

Era ferviente devota de Santa Inés de Roma, una niña que murió mártir a los 13 años de edad en Roma el año 304, y tuvo varias visiones con ella. Igual que a Inés, a solo Jesús amaba y era habitual verla en una especie de éxtasis que daba a su rostro un destello angelical.



A los 9 años de edad fue recibida en el monasterio de las Hermanas Dominicas en Valdipietra, cerca de Bolonia, como religiosa. A causa de su edad no había hecho la primera comunión, pero su deseo más ferviente era recibirla. Al año siguiente, vigilia de la Ascensión, Dios obró un prodigio especial. Mientras las religiosas daban gracias a Dios después de la comunión, apareció entre resplandores en el aire, una hostia consagrada que fue descendiendo y se fijó delante de la santa a la altura de su frente y allí permaneció. Las religiosas, testigos del milagro, llaman al sacerdote, quien reconociendo la voluntad de Dios, toma reverente la hostia y la coloca en la lengua de aquella niña. Apenas comulgó, Imelda cruzó sobre su corazón las manos como abrazando al Señor, cerró sus ojos y quedó como dormida en los brazos de Jesús. Mucho rato después, cuando la priora fue a buscarla la encontró muerta pero aún arrodillada ante el altar. Era el 12 de mayo de 1333. Fue sepultada en el mismo convento donde murió.



La fama de este prodigio se extendió por todos lados y su culto se fue extendiendo. Muchos milagros se cuentan desde entonces. Años después, Próspero Lambertini, siendo Arzobispo de Bolonia, embelleció el convento de las Dominicas y en su más bello altar colocó el cuerpo de su santa pariente.

Debido a posteriores invasiones en Italia, con saqueos de iglesias y conventos, el cuerpo de la santa fue trasladado a la iglesia de San Segismundo, donde se halla expuesto a la veneración de los fieles.

Su culto público fue aprobado por León XII el 20 de diciembre de 1826. Por voluntad de San Pío X, Imelda es Patrona y modelo de los niños de Primera Comunión. También se le ha nombrado "Abogada de la Infancia".








Oremos

Tú, Señor, que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón, por intercesión de la Beata Imelda Lambertini, concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.





 




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domingo 12 Mayo 2013

San Leopoldo Mandic









































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domingo 12 Mayo 2013


Beata Catalina Páez




Beata Catalina Páez de Cardona, llamada por Santa Teresa "la santa penitente", aya de Carlos V, 1577.
Hija espiritual de San Pedro de Alcántara, abandonó la corte y se retiró a un eremitorio, donde hizo durante tres años extraordinarias penitencias.
Después, en medio de graves enfermedades, pasó otros siete años en una gruta, cerca de un monasterio de carmelitas descalzas.





 
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