viernes, 3 de mayo de 2013

--MAYO 2 2.013

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San Atanasio


 Atanasio significa: Inmortal.

Es el arzobispo que fue desterrado cinco veces por defender la  religión. En la misa de su fiesta se lee el evangelio que trae esta recomendación de Jesús: "Cuando los destierren de una ciudad, váyanse a otra. Les aseguro que no se acabarán las ciudades de su país antes de que venga el Hijo del Hombre. El discípulo no  es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido, también a Uds. los perseguirán".
San Atanasio nació en Alejandría, Egipto, hacia el año  297. Siendo todavía un niño en el año 311, presenció el martirio de su obispo Pedro de  Alejandría y de otros cristiano, muertos en la persecución que hicieron los paganos. Luego supo con alegría que el año 313 el emperador Constantino declaraba la libertad   religiosa para los cristianos, y se acababa la persecución.
De joven conoció al gran penitente San Antonio Abad  y la amistad con tan famosos santo le         fue de inmenso provecho durante toda su vida.
Con grandes cualidades para la oratoria y una brillante inteligencia, se dedicó a prepararse para el sacerdocio, y siendo diácono fue escogido  como secretario de Alejandro, arzobispo de Alejandría. En esta joven edad de 23 años escribió su primero libro acerca de la Encarnación de Jesucristo.
Por aquél tiempo apareció en Alejandría un hereje llamado Arrio, que enseñaba que Jesucristo no era Dios. (Si Jesucristo no fuera Dios, nuestra religión sería vana, pues estaríamos adorando a un hombre. Y un hombre no le resuelve los problemas a nade. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre).
Atanasio de dedicó a combatir al hereje Arrio y obtuvo que  su arzobispo reuniera a los obispos de la nación y a muchos sacerdotes y en un Concilio Nacional condenaron a Arrio y le prohibieron enseñar sus errores.
Pero Arrio era un hombre terrible y se dedicó a propagar  su herejía por países, y muchos que deseaban vivir una vida más fácil y que sabían  que si Cristo no era Dios no había entonces porqué obedecerle ni seguir sus leyes, se  dedicaron a propagar su dañosa herejía. Entonces se reunieron los obispos del mundo, en el Primer Concilio, el Concilio de Nicea, el año 325, y condenaron a Arrio y decretaron que debía ser derrotado. San Atanasio asistió a ese Concilio como Secretario de su obispo Alejandro y fue su consejero en las discusiones.
Y sucedió que Eusebio de Nicomedia, un hombre muy influyente en el gobierno, convenció al emperador Constantino de que Arrio debía ser  admitido otra vez en la Iglesia Católica. Constantino escribió a San Atanasio pidiéndole que admitiera al hereje, y el santo le respondió que jamás podía él aceptar como católico a quien se atrevía a negar que Jesucristo es Dios. Y entonces el  emperador desterró a Atanasio, hacia Tréveris, ciudad de Alemania. Allá estuvo dos años desterrado, e hizo muy buena amistad con San Maximino el obispo de esa ciudad.
Al morir Constantino, su sucesor dio permiso para que  volvieran a sus ciudades los que estaban desterrados, y Atanasio volvió a Alejandría,  siendo recibido por el pueblo con grandes demostraciones de alegría. Pero los arrianos y  otros enemigos de la verdadera religión le inventaron muchas calumnias y eligieron a un  falso arzobispo e hicieron que Atanasio tuviera que irse de la nación por ocho años. Se  fue a Roma y allá el Sumo Pontífice se declaró a su favor. (Una de las calumnias que le inventaban era que él había matado a un obispo, y presentaban el brazo cortado del tal obispo. San Atanasio supo dónde tenían escondido al obispo aquel y se fue y se lo trajo y cuando ya lo iban a condenar por ese homicidio les presentó al tal muerto, bien vivo y  muy lleno de salud y con ambos brazos).
El emperador Cosntante, que era arriano, expulsó a la  fuerza otra vez a Atanasio, porque defendía que Cristo sí es Dios. Y el santo tuvo que  estarse escondido seis años entre los monjes del desierto. En estos años escribió sus mejores obras y llegó a una gran santidad.
Al morir Constante, volvió Atanasio a Alejandría, pero poco después subió al trono un apóstata, renegado, llamado Juliano y lo desterró también. (Cuando la policía de Juliano lo iba persiguiendo por el Río Nilo, el santo que iba disfrazado de campesino hizo devolver su embarcación, y al encontrarse con los perseguidores, éstos le preguntaron: "¿Ha pasado por aquí Atanasio? ¿Estará muy lejos?". Y él les respondió: "Sí, pasó hace poco rato y no está lejos". Los otros siguieron río arriba, y no lograron reconocerlo). Al morir Juliano, ya pudo volver el obispo otra vez a Alejandría.
Y llegó un nuevo emperador, Valente, el cual decretó otra vez que Atanasio debía ser desterrado. El santo se refugió en una casa de las afueras de la ciudad, cerca del sepulcro de su padre, y allí estuvo escondido por cuatro meses, durante los cuales escribió una biografía que se ha hecho famosa: La Vida de San Antonio  Abad. Pero luego el emperador, por miedo a que en Alejandría estallara alguna revolución, porque los católicos estaban cansados de tanto ver perseguir a su arzobispo, decretó que podía volver otra vez a la ciudad. Y en los últimos siete años ya nadie lo  volvió a desterrar. Había estado desterrado por 17 años, en sus 5 destierros.
San Atanasio fue el obispo más famoso de su siglo. Tuvo que vivir en una época sumamente difícil y combatir a enemigos muy peligrosos y  traicioneros que pretendían quitarle a la religión católica una verdad fundamental que es la que enseña que Jesucristo sí es Dios. En sus 45 años de sacerdocio no dejó nunca  de predicar en favor de Jesucristo. Por eso se dice que después de los apóstoles en la antigüedad quizá ninguno contribuyó más que Atanasio a hacer amar a Jesucristo.
Dice un obispo de su tiempo: "Cuando murió el obispo  Alejandro, el pueblo se reunió en el templo durante tres días y gritaba que deseaba por obispo a Atanasio porque les parecía el más santo de los candidatos a obispo". Es que ya desde joven tenía fama de ser santo. Su vida fue un calvario: cinco reyes lo desterraron, pero jamás ninguno logró conseguir que dejara de proclamar que Cristo sí es Dios y que la divinidad de Jesús es la razón de nuestra esperanza.
Atanasio fue el campeón de la libertad de la iglesia  frente a los poderes civiles que pretendían meterse en lo religioso que a ellos no les pertenece. Tenía temple de luchador, y se enfrentaba sin miedo a cuantos trataban de  negar las verdades de la religión católica. Pero a la vez cumplía lo que decía Jesús: "Sean prudentes como serpientes", y cuando veía que sus adversarios le tenían  trampas preparadas, huía muy a tiempo antes de caer en sus garras. Algunas de sus fugas  fueron espectaculares. Cuando ya los enemigos se imaginaban que caería en sus garras, él  aparecía en otros sitios muy distantes escribiendo y hablando en favor de Cristo y previniendo a los creyentes para que no se dejaran engañar de los herejes.
Hablaba un lenguaje totalmente claro y franco y no iba con rodeos cuando había que defender la verdadera fe. Al pan lo llamaba pan y al vino, vino, gustara o no gustara a los enemigos de la religión.
Cuando Dios le señala a una persona un oficio muy especial en su Iglesia le concede una personalidad apropiada para el oficio que va a tener que desempeñar. A Atanasio le concedió un temperamento heroico y a la vez le fue alimentando su gran personalidad permitiéndole que en cada destierro lograr ir al desierto o a otros sitios alejados a meditar, a rezar, a estudiar y a prepararse para sus futuros combates.
De uno de sus perseguidores, Juliano el apóstata, se dice que le preguntó por burla a un carpintero católico: "¿Qué está haciendo en el cielo su jefe el Carpintero de Nazareth?". Y que el creyente le respondió: "Está fabricando ataúdes para los que se oponen a su santa religión". Y se cuenta también que Juliano al morir atravesado en una batalla, se arrancó la flecha que lo hería y murió mirando al cielo y diciendo: "Venciste Galileo". En cambio San Atanasio al terminar su existencia pudo exclamar gozoso: mi vida fue un calvario. Me persiguieron pero no pudieron conmigo. Te acompañé en esta vida en tu Pasión Dolorosa, ahora espero acompañarte en tu gloria en la Vida Eterna.
Murió el 2 de mayo del año 373, a los 76 años.



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Dijo Jesús: "A quien se declare a mi favor ante la gente de este mundo, yo me declararé a su favor ante mi Padre Celestial y sus ángeles".



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Santo(s) del día


San Atanasio
San José María Rubio
San Atanasio Alejandría
Santa Mafalda
Santa Wiborada
San Exuperio (S. II)
San Félix Sevilla
San Videmial
San Segundo Avila
San Germán Amiéns
San Simplicio Cataluña
San Valentín Génova
Santa Guivorada


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San José María Rubio





José María Rubio Rubio y Peralta nació en Dalías (Almería) el día 22 de julio de 1864, el mayor de doce hermanos del matrimonio compuesto por don Francisco y doña Mercedes, campesinos. De él dijo su abuelo materno, don Eugenio: “Yo me moriré, pero el que viva verá que este niño será un hombre importante y que valdrá mucho para Dios”.

En su pueblo natal acudió a la escuela y después de las clases le gustaba leer las vidas de santos. Con diez años un canónigo, José María, tío suyo, le hizo estudiar en un Instituto de Bachillerato en la capital pero, viendo que tenía vocación sacerdotal, lo envió al seminario diocesano de Almería.

En 1879 se trasladó al seminario de San Cecilio en Granada, donde terminó los estudios filosóficos, los cuatro de teología y dos de derecho canónico, siendo alumno aventajado de otro canónigo, don Joaquín Torres, quien al pasar a Madrid, se llevó consigo a José María.

En 1887 lo inscribió en el Seminario diocesano de la Inmaculada y de San Dámaso, de Madrid, que entonces estaba en la calle de La Pasa, y el 24 de septiembre de este mismo año fue ordenado sacerdote incardinado en esta diócesis. Celebró su primera Misa el 8 de octubre siguiente en la entonces catedral de San Isidro, en la capilla de la Virgen del Buen Consejo.

El 1 de noviembre de 1887 fue nombrado coadjutor de la parroquia de Chinchón (Madrid), donde en tan solo nueve meses ya empezó a tener fama de santo, mientras continuaba con dos cursos facultativos de Teología en el Seminario para obtener en 1888 la Licenciatura en Teología en Toledo. También allí obtuvo la Licenciatura en Derecho Canónico en 1897. Antes del amanecer ya estaba en la Iglesia orando y dedicaba largas horas a la catequesis de niños. Impresionaba a todos por su austeridad y pobreza y por su caridad con los más pobres.

El 24 de septiembre de 1889 fue trasladado de administrador parroquial a Estremera (Madrid) caracterizándose en su apostolado parroquial por compaginar su vida de oración con la atención a los pobres y enfermos, dando cuanto tenía a los demás. Se dejó convencer para presentarse a unas oposiciones de canónigo en Madrid, que perdió, y a consecuencia de eso fue nombrado profesor de Latín, Filosofía y Teología pastoral en el Seminario madrileño y por ello tuvo que trasladarse a la capital de España.

Fue nombrado notario del obispado y más tarde encargado del registro. Se le designó también capellán de las religiosas Bernardas y como tal permaneció durante trece años; este cargo le facilitaba entregarse a un intenso apostolado que sería la característica principal de toda su vida: atendía a muchísimas personas en el sacramento de la penitencia como excelente confesor, daba catequesis a niñas pobres, en las “escuelas dominicales”, se dedicaba a los “traperos”, “parados” y a los llamados “golfos” y a la vez dirigía continuamente tandas de ejercicios espirituales. Pasaba muchas noches en oración. Quienes le veían celebrar la Misa decían: “Parece que habla con alguien”. En 1904 peregrinó a Roma y Tierra Santa. Le impresionaron para siempre las dos visitas. De Roma, el Papa Pío X, las catacumbas y la tumbas de Pedro y Pablo y de Jerusalén, el Santo Sepulcro y el Calvario.

Siendo sacerdote diocesano secular, tenía una gran admiración por la Compañía de Jesús. Se llamaba a sí mismo “jesuita de afición”. Toda su vida se centraba en “cumplir la voluntad de Dios”. Y el 11 de octubre de 1906 entró en el noviciado de la Compañía de Jesús de Granada. Hizo sus primeros votos el 12 de octubre de 1908 y permaneció otro año en Granada para profundizar en sus estudios teológicos mientras a la vez predicaba misiones populares y daba tandas de ejercicios espirituales.

Seguidamente trabajó en obras apostólicas en la residencia jesuítica de Sevilla, dirigiendo la Congregación mariana de jóvenes, la Comunión reparadora de los militares, el Apostolado de la Oración, las Conferencias de San Vicente de Paúl y una escuela vespertina para obreros. Atendía también el confesionario de la iglesia y la predicación a los miembros de la Adoración nocturna. Era exigente pero siempre con dulzura. “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”, decía con gracia. En septiembre de ese año se trasladó a Manresa (Barcelona) para su “tercer año de probación” desde donde fue destinado a Madrid y aquí, el 2 de febrero de 1917 emitió sus votos perpetuos.

Desde entonces Madrid fue el campo de su intenso apostolado. Vivía en la residencia jesuítica de la calle de La Flor y era buscado y requerido por todo el mundo. Con sotana y roquete, la cabeza ligeramente inclinada, destellaba tal bondad que atraída sobrenaturalmente. Aunque no hablaba retóricamente como otros oradores, sin embargo sus sermones atraían a la gente y convencía porque vivía lo que predicaba. Repetía como lema: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Organizó, predicó y atendió personalmente a distintas misiones populares en pueblos pequeños de Madrid. Vivió una temporada de escrúpulos pero eso no le impidió dedicarse a promover obras de apostolado que hicieran bien a cuanta más gente pudiera, por eso su fama de santidad era extraordinaria en todo el Madrid de su tiempo. Intentó fundar “los discípulos de San Juan” e incluso fue sometido a un registro policial acusado de crear un nuevo instituto religioso. Cuando los superiores le prohibieron esta actividad, lo aceptó de tan buena forma diciendo: “No busco más que cumplir la santísima voluntad de Dios”. Cuando le removieron de su cargo de Director de las Marías de los Sagrarios y de un Boletín del Sagrado Corazón, manifestó: “Debo ser tonto. No me cuesta obedecer”.

Mientras tanto, había que permanecer más de tres horas en la fila para confesarse con él. Atendía a todos por igual y por orden, lo mismo a marquesas que a pobres. Gozaba de dones místicos e incluso de gracias especiales sobrenaturales, como el don de profecía y de videncia. Comprobaron estar a la vez y a la misma hora en el confesionario y visitando a un enfermo.

Escuchaba íntimamente llamadas de socorro a distancia y hasta el aviso de una madre fallecida para ir a atender a su hijo incrédulo. Un día de carnaval, un grupo de comparsa le había preparado una trampa, llamándolo a una casa de citas para administrar los últimos sacramentos a un enfermo. Uno de ellos, en la cama se hacía pasar por moribundo para que se rieran los demás y dar ocasión de fotografiar al Padre Rubio en esta ocasión “ridícula”. Al entrar él en el prostíbulo con intención de atender al enfermo, descubrió que estaba realmente muerto. Fue tal la impresión que dos de aquel grupo se hicieron religiosos poco después.

Ejerció su ministerio pastoral con una dimensión social en los suburbios más pobres de Madrid, singularmente en el de La Ventilla, donde los movimientos revolucionarios encendían a la clase obrera. Fundó escuelas, predicó la Palabra de Dios y fue formador de muchos cristianos que morirían mártires durante la persecución religiosa en España.

Su testamento, en una charla a las “Marías de los Sagrarios”, fue el de exhortar a realizar una “liga secreta” de personas que vivieran la perfección en medio del mundo, promoviendo así una forma de consagración que más tarde se concretaría en los institutos seculares. Presintió su propia muerte y hasta llegó a despedirse de sus amigos. A finales de abril de 1929, viéndolo debilitado por su intenso trabajo y por su dolorosa enfermedad, los superiores lo transfirieron al noviciado de Aranjuez para que reposara. Allí, después de haber roto por humildad sus apuntes espirituales, decía: “Señor, si quieres llevarme ahora, estoy preparado”. “Abandono, abandono”. A los tres días después de su llegada, el 2 de mayo de 1929, en una butaca dijo: “Ahora me voy” y expiró por una angina de pecho. En todo Madrid no se hablaba de otra cosa: “¡Ha muerto un santo!”. Miles de personas asistieron a su funeral y entierro. Sus restos fueron inhumados en el cementerio del mismo noviciado, pero en 1953 fueron trasladados a la nueva Casa Profesa de Madrid.

Fue beatificado en Roma por el Papa Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985, sus reliquias están en una Casa de la Compañía, en el claustro junto a la iglesia parroquial del Sagrado Corazón y San Francisco de Borja, Maldonado, nº 1, y su memoria litúrgica se viene celebrando el 4 de mayo.








TEXTOS  DEL PADRE JOSÉ MARÍA RUBIO, S.J.

<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Mi deseo es  santificarme donde y como el Señor disponga, y eso queréis también nuestra madre y vosotros. Por mi  parte, estoy dispuesto a lo que él quiera de mí y nada más. Si me quiere en  Madrid, bien; y si me quiere a vuestro lado, muy bien; y si me quisiera de otro  modo de vida más perfecto y más seguro, pues muy bien.



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Lo mejor, lo  más provechoso, lo más consolador será lo que Dios quiera, y a la hora de la muerte el mayor  consuelo vuestro y mío será el pensamiento de haber cumplido la voluntad  santísima de Dios...



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Yo no me  muevo sino por cumplir lo que sea gusto de Dios.



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Es posible  en este destierro comunicarse con Dios infinito... Yo sé que quien esto no creyere no lo verá por  experiencia, porque es muy amigo de que no pongan tasa a sus obras.



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->La verdadera  unión se puede muy bien alcanzar con el favor de Nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos en procurarla.  Con no tener voluntad, sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios.

<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Contemplad  la humanidad santa de Jesucristo y, mediante ella, subid a la divinidad. Meditad las virtudes de  Jesucristo y desead practicarlas; y no sólo esto, sino trabajad para conseguirlas.  Habréis vaciado primero el corazón y después os habréis llenado de Dios, y Dios  obrará en vosotros maravillas.

<!--[if !vml]--><!--[endif]-->¿Cómo vamos a  poder pensar en otra cosa si, aunque no queramos, tropezaremos con Él en todo? ¿No ve que lo llena  todo y en todo está trabajando por usted y por mí?

<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Vivir la  presencia de Dios como lámpara encendida.



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->No fuerce la  máquina. No admite violencias esta práctica (la de la oración) toda sobrenatural. Ha de ser obra de la gracia.



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Te encargo  que siempre tengas como base de tu conducta el cumplir fielmente la ley de Dios y los mandamientos de la  Santa Iglesia nuestra madre. Procura que en tu casa se rece en familia y que  tus hijos vean a sus padres practicar la religión, no a medias, sino en  todas las cosas. Es la mejor herencia que puedes dejarles. De todo lo mucho que  nosotros debemos a nuestros padres, cuya vida conserve el Señor muchos años, el  mayor beneficio ha sido educarnos cristianamente y Dios les premiará este bien  que nos han hecho. Procurad rezar el Rosario a la Virgen y no olvides que  quien a Dios tiene nada le falta, sin hacer caso de cómo piensan otros, pues  bien sabes que hay muchas cabezas destornilladas.



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Éste es el  camino en las horas amargas. ¿Qué hace el Divino Corazón en su aflicción y amargura? Retirarse a orar. Y  añade: “Quedaos aquí vosotros y procurad orar conmigo, no os durmáis, estad  vigilantes y haced oración aquí, como yo voy a hacerla en mayor soledad y  recogimiento”. Apartado ya de ellos y solo por su Eterno Padre, se pone de rodillas y,  como hombre, adora con profunda reverencia a la majestad de Dios Padre, y  colocada la frente en el suelo, entra de lleno en la oración, prolongándola hasta  una hora...



<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Al  final de la vida nos queda la santidad.

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San Atanasio Alejandría






San Atanasio de Alejandría
Obispo y Doctor de la Iglesia   Nació en Alejandría el año 295 y fue colaborador y sucesor del obispo Alejandro a quien acompañó en el Concilio de Nicea.
Peleó valerosamente contra los arrianos, lo que le acarreó incontables sufrimientos, entre ellos varias penas de destierro.  
Escribió excelentes obras apologéticas y expositivas de la fe.
Murió el año 373.







Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que suscitaste a San Atanasio como preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, haz que nosotros, iluminados por sus enseñanzas y ayudados por sus ejemplos, crezcamos en tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




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Santa Mafalda





Etimológicamente significa “fuerte en el combate”. Es igual que  Matilde (portugués).
Es muy interesante para un país que haya personas como Mafalda que  logren llevar a religiosos franciscanos y dominicos para que, con su  oración, su predicación y su labor evangélica, eleven el nivel cultural y  religioso de esa nación.
Eso fue, principalmente lo que llevó a cabo Mafalda. Portugal vivía  los días aciagos de la invasión de los árabes. Para librarse de ellos,  nada mejor que aunar las fuerzas . Por eso ella se casó con el rey  Enrique I de Castilla, algo más joven que ella.
El Papa Inocencio III, que seguía el quid de la cuestión lo más cerca  posible, impidió el matrimonio, ya que Enrique y Mafalda eran  parientes.
Roma se metió en los asuntos políticos y sociales de Portugal que se  separó del de Castilla y León en tiempos de Alfonso-Enrique.
Todos estos líos hicieron que Malfalda tomase la determinación de  meterse en un monasterio.
Y justamente cuando elige esto como lo mejor de su vida, se va a  encontrar con algo inesperado.
Estando en oración y haciendo penitencia, vio más claras las cosas de  su exreino. Lo que le interesa ahora es la reforma de las monjas  cistercienses (año 1222).
Se dio cuenta de que la disciplina estaba relajada. Necesitaba su  espíritu emprendedor hacer cosas nuevas que redundasen para el bien del  reino de los cielos.
Creó hospicios y dio trabajo a todo el que quería cultivar los campos  abandonados por causa de las guerras.
Tan sólo dejó el monasterio para ir en peregrinación a Oporto. En uno  de estos viajes religiosos, cayó enferma y murió en 1257.







Oremos

Tú, Señor, que concediste a Santa Mafalda el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de esta Santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.




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Santa Wiborada






Nacida en el siglo IX en Klingna, Aargau.  Miembro de  la nobleza Suavia.
Su hermano Hatto fue sacerdote y preboste de  la iglesia de San Magno.
Widoroba convirtió su casa en un  hospital para la gente pobre que le llevaba su hermano.
En  un peregrinaje a Roma, ingresó al monasterio Benedictino de San  Gallo, donde trabajó como encuadernadora, ocupándose de bordar y ornar  las telas destinadas a cubrir los numerosos y suntuosos manuscritos  que poseía este monasterio.
Luego de unos años su vida anacoreta  retirandose del monasterio para vivir cerca de la una iglesia  que atendia su hermano.
Famosa por su austeridad y su don  de profesía.  Una de las profesías más famosas fue  en la que se anticipó a la invasión hungara a  la región, lo que permitió escapar a los monjes y  religiosas de San Gallo y San Magno, pero ella se  nego a abandonar su celda.
Tan pronto como los bárbaros  partieron,  Wiborada fue encontrada muerta en su celda, destrozada la cabeza  por tres golpes de hacha y bañada en sangre.   Era el año 926.
Fue canonizada por el Papa Clemente II  en el año 1047, siendo la primera mujer oficialmente canonizada  por el Vaticano.








Oremos

Tú, señor, que nos alegras hoy con la fiesta anual de Santa Wiborada, concédenos iluminarnos con el ejemplo de su virginidad y de su fortaleza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




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San Exuperio (S. II)


Santos Exuperio, Zoé, su mujer, Ciriaco y Teódulo, sus hijos, s. II






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San Félix Sevilla



San Félix, diácono y mártir, Sevilla.






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San Videmial



Santos Videmial, Eugenio y Long¡nos, obispos y mártires, Africa, 489.





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San Segundo Avila



San Segundo, Avila, s. I.




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San Germán Amiéns




San Germán, obispo y mártir de Amiéns (Francia), s. V.






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San Simplicio Cataluña



Santos Simplicio y Ambrosio, mártires, Cataluña.




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San Valentín Génova



San Valentín, obispo de Génova, 325.





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Santa Guivorada



Santa Guivorada o Weib-Rath, reclusa y mártir. Había nacido en el seno de una familia noble de Suabia, pero desde su juventud dejó todos los halagos del mundo para encerrarse en una celda cercana a la iglesia de la gran abadia de San Galo, en Suiza.
Allí su vida fue rezar, leer, hilar, hacer hostias para las misas que se celebraban en el monasterio y repartir entre los que llamaban a la ventana de su encierro las limosnas que le daban sus devotos.
Los mismos monjes iban con frecuencia a encomendarse en sus oraciones y a pedir sus consejos en las cosas de la vida espiritual.
En 925, habiendo invadido los húngaros la región de San Galo, llegaron hasta la celda de la reclusa, y furiosos porque no pudieron robar nada en ella, se ensañaron contra la pobre penitente, quitándole la vida.






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