Queridos hermanos y hermanas:
Hoy quisiera hablar de un personaje del
occidente latino verdaderamente extraordinario: el monje Rabano Mauro. Junto a
hombres como Isidoro de Sevilla, Beda el Venerable, Ambrosio Auperto, de los que
ya he hablado en catequesis precedentes, supo durante los siglos de la Alta Edad
Media mantener el contacto con la gran cultura de los antiguos sabios y de los
padres cristianos. Recordado con frecuencia como "praeceptor Germaniae" [maestro
de Alemania, ndt.], Rabano Mauro tuvo una fecundidad extraordinaria. Con su
capacidad de trabajo totalmente excepcional fue quizás el que más contribuyó a
mantener viva la cultura teológica, exegética y espiritual a la que recurrirían
los siglos sucesivos. A él hacen referencia grandes personajes pertenecientes al
mundo de los monjes, como Pedro Damián, Pedro el Venerable y Bernardo de
Claraval, así como un número cada vez más consistente de "clérigos" del clero
secular, que en los siglos XII y XIII dieron vida a uno de los florecimientos
más hermosos y fecundos del pensamiento humano.
Nacido en Maguncia, alrededor del año 780,
Rabano entró cuando todavía era muy joven en el monasterio: se le añadió el
nombre de Mauro en referencia precisamente al joven Mauro, que según el segundo
libro de los Diálogos de San Gregorio Magno, había sido entregado, cuando
todavía era un niño por sus mismos padres, nobles romanos, al abad Benito de
Nursia. Esta introducción precoz de Rabano como "puer oblatus" en el mundo
monástico benedictino, y los frutos que sacó para su crecimiento humano,
cultural y espiritual abrieron posibilidades interesantísimas no sólo para la
vida de los monjes, sino también para toda la sociedad de su tiempo, normalmente
llamada "carolingia". Hablando de ellos, o quizá de sí mismo, Rabano Mauro
escribe: "Hay algunos que han tenido la suerte de haber sido introducidos en el
conocimiento de las Escrituras desde la tierna infancia ('a cunabulis suis') y
se han alimentado tan bien de la comida que les ha ofrecido la santa Iglesia que
pueden ser promovidos, con la educación adecuada, a las más elevadas órdenes
sagradas" (PL 107, col 419BC).
La extraordinaria cultura por la que se
distinguía Rabano Mauro llamó muy pronto la atención de los grandes de su
tiempo. Se convirtió en consejero de príncipes. Se comprometió para garantizar
la unidad del Imperio y, a un nivel cultural más amplio, nunca negó a quien le
preguntaba una respuesta ponderada, que se inspiraba preferentemente en la
Biblia y en los textos de los santos padres. A pesar de que fue elegido primero
abad del famoso monasterio de Fulda y después arzobispo de la ciudad natal,
Maguncia, no dejó sus estudios, demostrando con el ejemplo de su vida que se
puede estar al mismo tiempo a disposición de los demás, sin privarse por este
motivo de un adecuado tiempo de reflexión, estudio y meditación. De este modo,
Rabano Mauro se convirtió en exegeta, filósofo, poeta, pastor y hombre de Dios.
Las diócesis de Fulda, Maguncia, Limburgo, y Breslavia le veneran como santo o
beato. Sus obras llenan seis volúmenes de la "Patrología Latina" de Migne.
Probablemente compuso uno de los himnos más bellos y conocidos de la Iglesia
latina, el "Veni Creator Spiritus", síntesis extraordinaria de pneumatología
cristiana. El primer compromiso teológico de Rabano se expreso, de hecho, en
forma de poesía y tuvo como tema el misterio de la santa Cruz en una obra
titulada "De laudibus Sanctae Crucis", concebida para proponer no sólo
contenidos conceptuales, sino también alicientes exquisitamente artísticos,
utilizando tanto la forma poética como la forma pictórica dentro del mismo
código manuscrito. Proponiendo iconográficamente entre las líneas de su escrito
la imagen de Cristo crucificado, escribe: "Esta es la imagen del Salvador que,
con la posición de sus miembros, hace que sea sagrada para nosotros la dulcísima
y queridísima forma de la Curz para que, creyendo en su nombre y obedeciendo a
sus mandamientos, podamos obtener la vida eterna gracias a su pasión. Por eso,
cada vez que elevamos la mirada a la Cruz, recordamos a Aquél que sufrió por
nosotros para arrancarnos del poder de las tinieblas, aceptando la muerte para
hacernos herederos de la vida eterna" (Lib. 1, Fig. 1, PL 107 col 151
C).
Este método de armonizar todas las artes, la
inteligencia, el corazón y los sentidos, que procedía de Oriente, sería
sumamente desarrollado en Occidente, alcanzando cumbres inalcanzables en los
códices miniados de la Biblia y en otras obras de fe y de arte, que florecieron
en Europa hasta la invención de la prensa e incluso después. En todo caso,
demuestra que Rabano Mauro tenía una conciencia extraordinaria de la necesidad
de involucrar, en la experiencia de fe, no sólo la mente y el corazón, sino
también los sentidos a través de esos otros aspectos del gusto estético y de la
sensibilidad humana que llevan al hombre a disfrutar de la verdad con todo su
ser, "espíritu, alma y cuerpo". Esto es importante: la fe no es sólo
pensamiento, toca a todo el ser. Dado que Dios se hizo hombre en carne y hueso y
entró en el mundo sensible, nosotros tenemos que tratar de encontrar a Dios con
todas las dimensiones de nuestro ser. De este modo, la realidad de Dios, a
través de la fe, penetra en nuestro ser y lo transforma. Por este motivo, Rabano
Mauro concentró su atención sobre todo en la Liturgia, como síntesis de todas
las dimensiones de nuestra percepción de la realidad. Esta intuición de Rabano
Mauro le hace extraordinariamente actual. Dejó también los famosos "Carmina",
propuestos para ser utilizados sobre todo en las celebraciones litúrgicas. De
hecho, el interés de Rabano por la liturgia se daba totalmente por
sobreentendido dado que ante todo era un monje. Él sin embargo, no se dedicaba
al arte de la poesía como fin en sí mismos, sino que utilizaba el arte y
cualquier otro tipo de conocimiento para profundizar en la Palabra de Dios. Por
ello, trató con el máximo empeño y rigor de introducir a sus contemporáneos,
pero sobre todo a los ministros (obispos, presbíteros y diáconos), en la
comprensión del significado profundamente teológico y espiritual de todos los
elementos de la celebración litúrgica.
De este modo, trató de comprender y presentar
a los demás los significados teológicos escondidos en los ritos, recurriendo a
la Biblia y a la tradición de los padres. No dudaba en citar, por honestidad y
para dar mayor peso a sus explicaciones, las fuentes patrísticas a las que debía
su saber. Se servía de ellas con libertad y discernimiento atento, continuando
el desarrollo del pensamiento patrístico. Al final de la "Primera Epístola"
dirigida a un corepíscopo de la diócesis de Maguncia, por ejemplo, tras haber
respondido a peticiones de aclaración sobre el comportamiento que hay que tener
en el ejercicio de la responsabilidad pastoral, escribe: "Te hemos escrito todo
esto tal y como lo hemos deducido de las Sagradas Escrituras y de los cánones de
los padres. Ahora bien, tú, santísimo hombre, toma tus decisiones como mejor te
parezca, caso por caso, tratando de moderar tu evaluación de tal manera que se
garantice en todo la discreción, pues ella es la madre de todas las virtudes"
("Epistulae", I, PL 112, col 1510 C). De este modo se ve la continuidad de la fe
cristiana, que tiene sus inicios en la Palabra de Dios: ésta, sin embargo,
siempre está viva, se desarrolla y se expresa de nuevas maneras, siempre en
coherencia con toda la construcción, con todo el edificio de la fe.
Dado que la Palabra de Dios es parte
integrante de la celebración litúrgica, Rabano Mauro se dedicó a esta última con
el máximo empeño durante toda su existencia. Redactó explicaciones exegéticas
apropiadas casi para todos los libros bíblicos del Antiguo y del Nuevo
Testamento con un objetivo claramente pastoral, que justificaba con palabras
como éstas: "He escrito esto... sintetizando explicaciones y propuestas de otros
muchos para ofrecer un servicio al pobre lector que no puede tener a disposición
muchos libros, pero también para ayudar a quienes en muchos argumentos no logran
profundizar en la comprensión de los significados descubiertos por los padres"
("Commentariorum in Matthaeum praefatio", PL 107, col. 727D). De hecho, al
comentar los textos bíblicos recurría enormemente a los padres antiguos, con
predilección especial por Jerónimo, Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno.
Su aguda sensibilidad pastoral le llevó
después a afrontar uno de los problemas que más interesaban a los fieles y a los
ministros sagrados de su tiempo: el de la Penitencia. Compiló "Penitenciarios"
--así los llamaba-- en los que, según la sensibilidad de la época se enumeraban
los pecados y las penas correspondientes, utilizando en la medida de lo posible
motivaciones tomadas de la Biblia, de las decisiones de los concilios, y de los
decretos de los papas. De estos textos se sirvieron también los "carolingios" en
su intento de reforma de la Iglesia y de la sociedad. A este mismo objetivo
pastoral respondían obras como "De disciplina ecclesiastica" y "De institutione
clericorum" en los que, citando sobre todo a Agustín, Rabano explicaba a
personas sencillas y al clero de su misma diócesis los elementos fundamentales
de la fe cristiana: eran una especie de pequeños catecismos.
Quisiera concluir la presentación de este gran
"hombre de la Iglesia" citando algunas palabras suyas en las que se refleja su
convicción de fondo: "Quien descuida la contemplación, se priva de la visión de
la luz de Dios; quien se deja llevar por las preocupaciones y permite que sus
pensamientos queden arrollados por el tumulto de las cosas del mundo se condena
a la absoluta imposibilidad de penetrar en los secretos del Dios invisible"
(Lib. I, PL 112, col. 1263A). Creo que Rabano Mauro nos dirige hoy estas
palabras: en el trabajo, con sus ritmos frenéticos, y en las vacaciones, tenemos
que reservar momentos para Dios. Abrirle nuestra vida dirigiéndole un
pensamiento, una reflexión, una breve oración, y sobre todo no tenemos que
olvidar el domingo como el día del Señor, el día de la liturgia, para percibir
en la belleza de nuestras iglesias, de la música sacra y de la Palabra de Dios,
la belleza misma de Dios, dejándole entrar en nuestro ser. Sólo así nuestra vida
se hace grande, se hace vida de verdad.
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]
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