martes 17 Febrero 2015
Los siete Santos Fundadores
de la Orden de los Siervos de la Virgen María
Los siete santos Fundadores de la Orden de los Siervos de la Virgen María: Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricovero y Alejo, todos mercaderes de Florencia, que se retiraron de común acuerdo al monte Senario para servir a la Santísima Virgen María, y fundaron para ello una Orden bajo la Regla de san Agustín. Son conmemorados en este día, en el que falleció, ya centenario, el último de ellos, Alejo.
En un período de dos años, siete jóvenes florentinos –miembros de las familias más importantes de la ciudad- se asociaron a la Confraternidad de la Santísima Virgen –popularmente conocidos como los "Ludesi" o los alabadores-, en una época en que Florencia estaba acosada por alborotos políticos y perturbada por la herejía.
Pese a algunas dificultades, los jóvenes, por revelación divina, decidieron alejarse del mundo y tras conseguir la aprobación del Obispo, se mudaron a una casa llamada "La Carmazia", en las afueras de la ciudad, donde decidieron llevar una vida de penitencia y oración, pero los continuos visitantes florentinos comenzaron a distraerlos y así decidieron retirarse a las laderas desiertas del Monte Senario, donde construyeron un sencilla Iglesia y una ermita, en la que llevaban un vida austeridades casi increíbles. Sin embargo, tras una nueva visión de la Virgen en oración profunda, los jóvenes –por indicación de Nuestra Señora- decidieron formar la orden de Siervos de María, vistiendo un hábito negro y siguiendo la regla de San Agustín.
A partir de 1240, fueron conocidos como Siervos de María o Servitas, quienes rápidamente extendieron su labor apostólica por toda Florencia, llegando a fundar varios conventos e iglesias.
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que al premiar a los Santos nos ofreces una prueba de tu gran amor hacia los hombres, te pedimos que la intercesión y el ejemplo de los santos nos sirvan de ayuda para seguir mas fielmente a Jesucristo, tu hijo. Que vive y reina contigo.
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martes 17 Febrero 2015
Nació en Padua, Italia, en el seno de la adinerada familia Belludi, a finales del siglo XII o al inicio del XIII. Fue un hombre profundo y sencillo, excelente predicador que poseía una vasta cultura. En 1220 fue cuando se produjo su decisivo encuentro con san Francisco. La presencia en la ciudad del Poverello tenía carácter apostólico. Era una escala que se produjo tras su paso por Oriente y aprovechó su estancia en Padua para fundar un convento cerca de Venecia, que se erigió al lado de la iglesia de Santa María de Arcella. Fue un lugar emblemático, lleno de historia. En el hospicio para los frailes que lo atendían, el santo de Asís, al igual que hizo con una integrante de las Damas Pobres de santa Clara, la beata Elena Enselmini, impuso a Lucas el hábito que le convertía en miembro de la orden de los Frailes Menores. Todo parece indicar que su amor por el sacerdocio se lo debió a Francisco que apreció en él las virtudes y disposición requeridas para ello.
Lucas convivió durante siete años, que se caracterizaron por una intensa labor apostólica, oración y penitencia, junto a esa primera comunidad que habitó el convento. Allí escribió los Sermones, que eran fruto de su reflexión y profundas vivencias. La divina providencia quiso que en esa época se encontrara con Antonio. Éste había regresado a Italia en 1227 después de haber predicado en el sur de Francia. Pentecostés de ese año había tenido un peso significativo en la vida de este gran santo capuchino, ya que fue designado Ministro provincial del norte de Italia. Lucas estuvo presente en ese capítulo general realizado en La Porciúncula, y ya no se separaría de él. De modo que, ambos, Antonio y él, llevaron el mismo camino, convirtiéndose en el brazo derecho de aquél. Le acompañó a todas partes, y fue testigo de su predicación ante el pontífice Gregorio IX en la cuaresma de 1227. Tres años más tarde, siempre unidos en el mismo espíritu, llegaron a la ciudad de Asís en la que se celebró nuevo capítulo general. Fueron instantes plagados de emociones y vivencias espirituales compartidos con numerosos frailes que se hallaban presentes en el traslado del cuerpo de san Francisco. Sus restos se encontraban en la iglesia de san Jorge y descansarían a partir de entonces en la basílica construida en la colina del Paraíso.
La salud de Antonio andaba entonces bastante maltrecha. Su fama de santidad le precedía y las noticias sobre los hechos prodigiosos que se obraban en su presencia habían traspasado fronteras. Nobles y plebeyos se lo disputaban. Al regreso de Asís, el conde Tiso lo acogió en Camposampiero. Lucas, que siempre estaba al lado de Antonio, previniendo su fin dispuso su traslado a Padua. Y fue en Arcella donde le acompañó y le asistió permaneciendo junto a él hasta que exhaló su último aliento el 13 de junio de 1231. El estrecho lazo que vinculó a ambos propiciaría su denominación de «Lucas de san Antonio». Después de la muerte de éste, Lucas fue elegido Ministro provincial en distintas ocasiones. En esa época, el temido Ezzelino II, que ejercía un poder autoritario en la región y oprimía a la Iglesia, tuvo noticias de su valentía porque no dudó en enfrentarse a su lugarteniente Ansedisio denunciando los constantes abusos, crueldades y tropelías del gobernante. El resultado fue el destierro y el embargo de las posesiones de su familia. Lucas prosiguió trabajando, redactando los Sermones de Antonio que publicó. Además, escribió sus propios Sermones Dominicales junto a diversas obras que en su mayoría aún permanecen inéditas. Testigo privilegiado de las virtudes del santo de Padua, fue promotor de su causa (Antonio fue canonizado a los once meses de su fallecimiento por Gregorio IX) y estuvo también al frente de la construcción de su basílica en esta ciudad. Entonces era provincial y en el transcurso de su misión fue artífice de nuevos conventos. Este hombre humilde y caritativo murió en el hospicio de la Arcella (Padua) el 17 de febrero de 1286. Se dio la circunstancia de que su cuerpo fue enterrado en el mismo sepulcro que inicialmente había acogido el de Antonio, sepultura que se halla en la basílica erigida en su honor. En 1971 sus restos se trasladaron a otra tumba ubicada en el mismo templo. Su culto fue aprobado el 18 de mayo de 1927 por Pío XI.
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martes 17 Febrero 2015
Santos Teódulo y Julián
Mártires. Teódulo, hombre sabio y piadoso, ocupaba un puesto de importancia en la casa de Firmiliano, gobernador de Palestina, quien le tenía gran estima. Habiendo sido testigo de la fortaleza y paciencia de los 5 egipcios martirizados, Teódulo acudió a la prisión para alentar a los que se preparaban a sufrir martirio semejante.
Al saber esto, Firmiliano se irritó sobremanera contra su protegido, le reprochó amargamente su actitud y le condenó a ser sacrificado, sin haber querido oír su defensa. Teódulo recibió con alegría la sentencia y sufrió con gozo una forma de tormento que le asemejaba a su Salvador y le llevaría a reunirse con él.
Julián, que participó en el triunfo del santo, no era más que un catecúmeno. Los fieles le estimaban mucho por su carácter ejemplar y tan pronto supo de la ejecución de los 5 egipcios, acudió al lugar del martirio donde abrazó y besó los cadáveres. Los guardias lo tomaron prisionero al momento y lo llevaron ante el gobernador, quien al ver la firmeza de su fe, no perdió tiempo en interrogatorios y lo condenó a la hoguera. Julián dio gracias a Dios por el honor de morir por su causa y le ofreció su vida en sacrificio.
Oremos
Señor y Dios nuestro, que nos da constancia en la fe y la fortaleza en la debilidad, concédenos, por el ejemplo y los méritos de los santos Téodulo y Julián, participar en la muerte y resurrección de tu Hijo para que también gocemos contigo, en compañía de tus mártires, de la plena alegría de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.
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Santo(s) del día
Santos Fundadores Siervos de la Virgen María
Beato Lucas Belludi
San Téodulo Julián
San Eutropio de Toledo
San Teodoro de Amasea
San Mesrob de Armenia
San Bonoso de Tréveris
San Flaviano de Constantinopla
San Fintán de Irlanda
San Constable de La Cava
San Silvino de Auchy
San Fian de Lindisfarne
Beato Matías Shóbara
San Evermodo de Ratzeburg
Beato Lucas Belludi
San Pedro Yu Chong-nyul
Beato Antonio Lesczewicz
San Benito Cerdeña
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