domingo 01 Junio 2014
Ascensión del Señor
El acontecimiento
Esta solemnidad ha sido trasladada al
domingo 7º de Pascua desde su día originario, el jueves de la 6º semana de
Pascua, cuando se cumplen los cuarenta días después de la resurrección,
conforme al relato de san Lucas en su Evangelio y en los Hechos de los
Apóstoles; pero sigue conservando el simbolismo de la cuarentena: como el
Pueblo de Dios anduvo cuarenta días en su Éxodo del desierto hasta llegar a la
tierra prometida, así Jesús cumple su Exodo pascual en cuarenta
días de apariciones y enseñanzas hasta ir al Padre. La Ascensión es un momento
más del único misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y
expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza
humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte
y sepultura.
Al contemplar la ascensión de su
Señor a la gloria del Padre, los discípulos quedaron asombrados, porque no
entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, y miraban hacia lo alto.
Intervienen dos hombres vestidos de blanco, es una teofanía, la misma de los
dos hombres que Lucas describe en el sepulcro (24,4). En ellos la Iglesia Madre
judeo-cristiana veía acertadamente la forma simbólica de la divina
presencia del Padre, que son Cristo y el Espíritu. Las palabras de los dos
hombres son fundamentales: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le
habéis visto marcharse (Hechos 1,11). En un exceso de amor semejante al que le
llevó al sacrificio, el Señor volverá para tomar a los suyos y para estar con
ellos para siempre; y se mostrará como imagen perfecta de Dios, como icono
transformante por obra del Espíritu, para volvernos semejantes a él, para
contemplarlo tal como él es (1 Juan 3,1-12). Contemplando en la liturgia el
icono del Señor - sobre todo en la Eucaristía - intuimos el rostro de Dios tal
como es y como lo veremos eternamente. Y lo invocamos para que venga ahora y
siempre.
En el relato de este misterio según
el Evangelio de san Mateo (28,19-20), el Señor envía a los discípulos a
proclamar y a realizar la salvación, según el triple ministerio de la Iglesia:
pastoral, litúrgico y magisterial: Id y haced discípulos de todos los pueblos
(por el anuncio profético y el gobierno pastoral, formando y desarrollando la
vida de la Iglesia), bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo (aplicándoles la salvación, introduciendo sacramentalmente en la
Iglesia); y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (mediante el
magisterio apostólico y la vida en la caridad, el gran mandato). Se está
cumpliendo el plan de Dios, y la salvación, anunciada primero a Israel, es
proclamada a todos los pueblos. En esta obra de conversión universal, por larga
y laboriosa que pueda ser, el Resucitado estará vivo y operante en medio de los
suyos: Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
El misterio
La lectura apostólica que propone la
Iglesia interpreta perfectamente el acontecimiento de la Ascensión del Señor,
adentrándonos en el misterio del ingreso del resucitado en el santuario
celeste. Ahora podemos decir con el canto del Santo que los cielos y la tierra
están llenos de la gloria de Dios (En Isaías 6,3 sólo se nombraba a la tierra).
Ahora, con la ascensión de la humanidad del Hijo de Dios, conmemorada en el
misterio litúrgico, sobre la que reposa la gloria del Padre, adorada por los
ángeles, también nosotros somos unidos por la gracia a esta alabanza eterna, en
el cielo y en la tierra. Estamos en el penúltimo momento del misterio pascual,
antes de la donación del Espíritu Santo al cumplirse los días de la
cincuentena, el Pentecostés.
La vida cristiana
Las oraciones de esta solemnidad
piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana,
orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas. Esta es
la vida en la Iglesia , comprometida en la acción y constante en la contemplación.
Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos los
hombres; resucitando de entre los muertos envió a su Espíritu vivificador sobre
sus discípulos y por él constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia, como
sacramento universal de salvación; estando sentado a la derecha del Padre, sin
cesar actúa en el mundo para conducir a los hombres a su Iglesia y por Ella
unirlos a sí más estrechamente y, alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre,
hacerlos partícipes de su vida gloriosa. Instruidos por la fe acerca del
sentido de nuestra vida temporal, al mismo tiempo, con la esperanza de los
bienes futuros, llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el
mundo y labramos nuestra salvación (Vaticano II, Lumen gentium 48).
OOOOOOOOOOOOOOOOOO
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