jueves 19
Junio 2014
San
Romualdo Camaldulenses
Fundador
de los Camaldulenses. Año 1027.
La muerte de un pariente
suyo a manos de su propio padre durante un duelo, hizo que el joven escapase
horrorizado, y se internase en un monasterio cercano, donde permaneció por tres
años en la más absoluta austeridad y fervor. El anuncio
del Evangelio fue uno de sus más grande sueños, y contando con el
permiso del Papa, decidió partir a Hungría para iniciar su misión
evangelizadora. Una terrible enfermedad impide su viaje, San Romualdo, se da
cuenta que el Padre Celestial no lo quería para esa misión. Por
treinta años, el santo fundó numerosas ermitas y monasterio por toda Italia. El
monasterio más famosos es el de Camáldoli, fundado alrededor del año
1012, y donde impuso reglas aún más severas que la de San Benito, dando inicio
a una nueva congregación llamada Camaldulense, en la cual unió la vida
cenobítica con la eremítica. Luego de permanecer algunos años en Camáldole, retornó a sus viajes
apostólicos. Pero la muerte lo sorprendió mientras estaba visitando la región
de Val-di-Castro, falleciendo el 19 de junio de 1027.
- - -
Romualdo significa:
glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald: gobernar).
En un siglo en el que la
relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable
que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la
soledad y a la penitencia, San Romualdo.
San Romualdo nació en
Ravena (Italia) en el año 950. Era hijo de los duques que gobernaban esa
ciudad.
Educado según las
costumbres mundanas, su vida fue durante varios años bastante descuidada,
dejándose arrastrar hacia los placeres y siendo víctima y esclavo de sus
pasiones. Sin embargo de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y
serios remordimientos de conciencia, a los que seguían buenos deseos de
enmendarse y propósito de volverse mejor. A veces cuando se internaba de
cacería en los montes, exclamaba:"Dichosos los ermitaños que se alejan del
mundo a estas soledades, donde las malas costumbres y los malos ejemplos no los
esclavizan".
Su padre era un hombre de
mundo, muy agresivo, y un día desafió a pelear en duelo con un enemigo. Y se
llevó de testigo a su hijo Romualdo. Y sucedió que el papá mató al adversario.
Horrorizado ante este triste espectáculo, Romualdo huyó a la soledad de una
montaña y allá se encontró con un monasterio de benedictinos, y estuvo tres
años rezando y haciendo penitencia. El superior del convento no quería
recibirlo de monje porque tenía miedo de las venganzas del padre del joven, el
Duque de Ravena. Pero el Sr. Arzobispo hizo de intermediario y Romualdo fue
admitido como un monje
benedictino.
Y le sucedió entonces al
joven monje que se dedicó con tan grande fervor a orar y hacer penitencia, que
los demás religiosos que eran bastante
relajados, se sentían muy mal
comparando su vida con la de este recién llegado, que hasta se atrevía a
corregirlos por su conducta algo indebida y le pidieron al superior que lo
alejara del convento, porque no se sentían muy bien con él. Y entonces Romualdo
se fue a vivir en la soledad de
una montaña, dedicado sólo a orar, meditar y hacer penitencia.
En la soledad se encontró
con un monje sumamente rudo y áspero, llamado Marino, pero éste con sus modos
fuertes logró que nuestro santo hiciera
muy notorios progresos en su
vida de penitencia en poco tiempo. Y entre Marino y Romualdo lograron dos
notables conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de
Venecia (que más tarde se llamará San Pedro Urseolo) que se fue a dedicarse a la vida de
oración en la soledad; y el mismo papá de Romualdo que arrepentido de su
antigua vida de pecado se fue a reparar sus maldades en un convento. Este Duque
de Ravena después sintió la tentación de salirse del convento y
devolverse al mundo, pero su hijo fue y logró convencerlo, y así se estuvo de
monje hasta su muerte.
Durante 30 años San
Romualdo fue fundando en uno y otro sitio de Italia conventos donde los
pecadores pudieran hacer penitencia de sus pecados, en total soledad, en
silencio completo y apartado del mundo y de sus maldades.
El por su cuenta se
esforzaba por llevar una vida de soledad, penitencia y silencio de manera
impresionante, como penitencia por sus pecados y para obtener la conversión de
los pecadores. Leía y leía vidas de santos y se esmeraba por imitarlos en
aquellas cualidades y virtudes en las que más sobresalió cada uno. Comía
poquísimo y dedicaba muy pocas
horas al sueño. Rezaba y meditaba, hacía penitencia, día y noche.
Y entonces, cuando mayor
paz podía esperar para su alma, llegaron terribles tentaciones de
impureza. La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos
del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a gozar de
los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento,
haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia, era una
inutilidad que de nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y
espantosas, el enemigo del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más
a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus
meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más
horrorosos ataques diabólicos,
exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y al
oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al
alma del santo.
Volvió otra vez al
monasterio de Ravena (del cual lo habían echado por demasiado cumplidor) y
sucedió que vino un rico a darle una gran limosna.
Sabiendo Romualdo que había
otros monasterios mucho más pobres que el de Ravena, fue y les repartió entre
aquellos toda la limosna recibida. Eso hizo que los monjes de aquel monasterio
se le declararan en contra (ya estaban cansados de verlo tan demasiado exacto
en penitencias y oraciones y en silencio) y lo azotaron y lo expulsaron de
allí. Pero sucedió que en esos días llegó a esa ciudad el Emperador Otón III y
conociendo la gran santidad de este monje lo nombró abad, Superior de tal
convento. Los otros tuvieron que obedecerle, pero a los dos años de estar de
superior se dio cuenta que aquellos
señores no lograrían conseguir
el grado de santidad que él aspiraba obtener de sus religiosos y renunció al
cargo y se fue a fundar en otro sitio.
Dios le tenía reservado un
lugar para que fundara una Comunidad como él la deseaba. Un señor llamado Málduli había obsequiado una
finca, en región montañosa y
apartada, llamada campo de Málduli,
y allí fundo el santo su nueva comunidad que se llamó
"Camaldulenses", o sea, religiosos del Campo
de Málduli.
En una visión vio una
escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Desde
entonces cambió el antiguo hábito negro de
sus religiosos, por un hábito
blanco.
San Romualdo hizo numerosos
milagros, pero se esforzaba porque se mantuviera siempre ignorado en nombre del
que los había conseguido del cielo.
Un día un rico al ver que
al hombre de Dios ya anciano le costaba mucho andar de pie, le obsequió
un hermoso caballo, pero el santo lo cambió por un burro, diciendo que
viajando en un asnillo podía imitar mejor a Nuestro Señor.
En el monasterio de la
Camáldula sí obtuvo que sus religiosos observaran la vida religiosa con toda la
exactitud que él siempre había deseado. Y desde el año 1012 existen
monasterios Camaldulenses en diversas regiones del mundo. Observan perpetuo silencio
y dedican bastantes horas del día a la oración y a la meditación. Son
monasterios donde la santidad se enseña, se aprende y se practica.
San Romualdo deseaba mucho
derramar su sangre por defender la religión de Cristo, y sabiendo que en
Hungría mataban a los misioneros dispuso irse para allá a misionar. Pero
cada vez que emprendía el viaje, se enfermaba. Entonces comprendió que la
voluntad de Dios no era que se fuera por allá a buscar martirios, sino que se
hiciera santo allí con sus monjes, orando, meditando, y haciendo penitencia y
enseñando a otros a la santidad.
Veinte años antes el santo
había profetizado la fecha de su muerte. Los últimos años frecuentemente era
arrebatado a un estado tan alto de contemplación que lleno de emoción, e
invadido de amor hacia Dios exclamaba: "Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el
consuelo más grande que existe para tus amigos!". Adonde quiera que
llegaba se construía una celda con un altar y luego se encerraba, impidiendo la
entrada allí de toda persona. Estaba dedicado a orar y a meditar.
La última noche de su
existencia terrenal, fueron dos monjes a visitarlo por que se sentía muy débil.
Después de un rato mandó a los dos
religiosos que se retiraran y
que volvieran a la madrugada a rezar con él los salmos. Ellos salieron,
pero presintiendo que aquel gran santo se pudiera morir muy pronto se quedaron
escondidos detrás de la puerta. Después de un rato se pusieron a escuchar
atentamente y al no percibir adentro ni el más mínimo ruido ni movimiento,
convencidos de lo que podía haber sucedido empujaron la puerta,
encendieron la luz y encontraron el santo cadáver que yacía boca arriba,
después de que su alma había volado al cielo. Era un amigo más que Cristo Jesús
se llevaba a su Reino Celestial.
Todos estos datos los hemos
tomado de la Biografía de San Romualdo, que escribió San Pedro Damián, otro
santo de ese tiempo.
Al recordar los hechos
heroicos de este gran penitente y contemplativo se sienten ganas de repetir las
palabras que decía San Grignon de Monfort: "Ante estos
campeones de la santidad, nosotros somos unos pollos mojados y unos burros
muertos".
Oremos
Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Romualdo anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre según las enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Santo(s)
del día
Santa Juliana Falconieri
Beato Ladislaw Findysz
San Lamberto (+ 304)
Beata Rutan
Santa Oliva Palermo
San Gervasio Protasio
San Ursicinio
San Zósimo Sozópolis
San Gaudencio Arezzo
San Bonifacio (+1009)
San Diosdado
San Inocencio Mans
San Besarión
San Pedro Etiopía
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