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__08 ENERO 2.013 __
PORDENONE / St Lorenzo Giustiniani And Other Saints
El beato Juan XXIII, que fue patriarca de Venecia al igual que Lorenzo, tomó a
éste como ejemplo de buen gobierno y modelo para su pontificado. Nació en
Venecia el 1 de julio de 1381 al inicio del Renacimiento. Sus padres pertenecían
a la nobleza. Bernardo, su progenitor, falleció siendo Lorenzo un niño, y su
madre se ocupó de la educación de él y de sus hermanos. Muy bien lo hizo
Querina, llenando el acontecer de sus hijos con sumas muestras de piedad. En
Lorenzo vio plasmados signos preclaros de virtud que eran ya atisbos de la
santidad a la que tempranamente se sintió llamado. Con todo, la buena madre
pensó en casarlo convenientemente, aunque los planes de Lorenzo eran
diametralmente opuestos.
Alrededor de sus 20 años perseguía con celo todo lo que condujera a la
ciencia y amor de Dios. Gran penitente se caracterizaba por sus severas
mortificaciones efectuadas en un estado de oración continua, al punto que su
madre temía por su salud. Lorenzo se trasladó a san Giorgio in Alga, donde un
tío suyo era canónigo, y sus sabios consejos le dieron luz para discernir entre
la oferta del mundo y su renuncia al mismo por amor a Dios. Afrontó
valientemente la propuesta que le hizo su tío de sopesar ambas
opciones: «¿Tengo el valor de despreciar estos deleites para aceptar una
vida de penitencia y mortificación?». Mirando al crucifijo, no tuvo
dudas: «Tú, ¡oh Señor! eres mi esperanza. En Ti encontraré el árbol de la
fortaleza y el consuelo».
En Alga tuvo la fortuna de hallar a otros jóvenes, pertenecientes también a
la nobleza, con los que compartió sus ideales y forma ejemplar de vida. Uno de
ellos sería el futuro pontífice Eugenio IV. En 1404 fundaron la Congregación de
san Giorgio de canónigos seculares. El joven, nacido en buena cuna, tomó el
hatillo y se dispuso a recorrer de punta a punta la ciudad, pidiendo limosna
para los pobres, sin excluir las puertas de su casa materna. Puso todo su
esfuerzo en derrocar sus hábitos como el de la autojustificación y disculpa
cuando era reconvenido por algo que juzgaba injusto; para ello se mordía los
labios, hasta que venció su tendencia. Sería modélico también por su humildad.
Fue un gran predicador y confesor. Entre otros favores, como el éxtasis, tuvo el
don de lágrimas que no podía contener cuando oficiaba la Santa Misa. Sabedor de
sus virtudes, Gregorio XII le encomendó el priorato de san Agustín de Vicenza a
cuyo frente estuvo hasta 1409 fecha en la que fue elegido prior de la
Congregación que había fundado. En 1423 dio heroico testimonio prestando auxilio
y consuelo a los damnificados por la epidemia de peste. Al año siguiente fue
designado general de su Orden.
En 1443 fue nombrado arzobispo de Castello por el papa Eugenio IV y continuó
dando ejemplo de piedad y de caridad, asistiendo de forma particular a los
pobres, amén de emprender una fecunda reforma. En 1451 Nicolás V lo nombró
patriarca de Venecia (a su pesar, porque hubiese deseado no ejercer un cargo
para el que no se sentía dotado) y en su ejercicio pastoral prosiguió con la
misma característica: austeridad de vida sellada por la caridad, paciencia,
sabiduría y celo apostólico. Ni se arredró por las acusaciones y críticas que
recibió, ni aceptó halagos de ningún tipo. La gente en masa iba a escucharle, a
pedirle consejo, y él dispensaba a manos llenas bienes materiales (más bien en
especies, para que no malgastaran el dinero), y espirituales.
Fueron años intensos de oración, trabajo y estudio. Escribió diversos
tratados de ascesis, el último «Los grados de perfección» a sus 74 años. Al
concluirlo le asaltó una grave enfermedad, y se negó a admitir un trato
especial: «¿Disponéis ese lecho de plumas para mí?». Y al saber que así
era, replicó: «¡No! Eso no debe ser así ... Mi Señor fue recostado sobre un
madero duro y basto. ¿No recordáis que san Martín, en sus últimos momentos,
afirmó que un cristiano debe morir envuelto en telas burdas y sobre un lecho de
cenizas?». Y tendido sobre un jergón de paja, bendijo a la multitud que se
acercó a visitarle. Falleció el 8 de enero de 1456. Fue canonizado por Alejandro
VIII el 16 de octubre de 1690.
Oremos
Señor, tú que colocaste a San Lorenzo
Giustiniani en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el
ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también
nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el
amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo
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