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ENERO 28 2.013
El pecado contra el Espíritu
Santo
¿Por qué la blasfemia contra
el Espíritu Santo es imperdonable? ¿En qué sentido hay que entender esta
blasfemia? Santo Tomás de Aquino responde que se trata de un pecado “irremisible
por su misma naturaleza porque excluye los elementos gracias a los cuales se
concede la remisión de los pecados”. Según tal exégesis, esta blasfemia no
consiste, propiamente, en decir palabras ofensivas contra el Espíritu Santo,
sino que consiste en no querer recibir la salvación que Dios ofrece al hombre a
través del Espíritu Santo que actúa en virtud del sacrificio de la cruz. Si el
hombre rechaza la “manifestación del pecado” que viene del Espíritu Santo (Jn
16,8) y que tiene un carácter salvífico, rechaza, al mismo tiempo, la “venida”
del Paráclito (Jn 16,7), “venida” que tiene lugar en el misterio de Pascua, en
unión con el poder redentor de la Sangre de Cristo, Sangre que “purifica la
conciencia de las obras muertas” (Heb 9,14).
Sabemos que el fruto de
una tal purificación es la remisión de los pecados. En consecuencia, quien
rechaza al Espíritu y la Sangre (cf 1Jn 5,8) permanece en las “obras muertas”,
en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste, precisamente, en
el rechazo radical de esta remisión de la cual él es el dispensador íntimo, y
que presupone la verdadera conversión que él opera en la conciencia. Si Jesús
dice que el pecado contra el Espíritu Santo no puede ser perdonado ni en este
mundo ni en el otro es porque esta “no-remisión” está ligada, como a su causa, a
la “no-penitencia”, es decir, al rechazo radical de convertirse...
La
blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre que
presume y reivindica el “derecho” a perseverar en el mal –en el pecado,
cualquiera que sea su forma- y por ahí mismo rechaza la Redención. El hombre
permanece encerrado en el pecado, haciendo, pues, por su parte, imposible la
conversión y, por consiguiente, también la remisión de los pecados, la cual él
no juzga esencial ni importante para su vida. En este caso, hay una situación de
ruina espiritual, porque la blasfemia contra el Espíritu Santo no permite al
hombre salir de la cárcel en la cual él mismo se ha encerrado.
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