martes, 29 de enero de 2013

_San Pedro Nolasco

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enero  29  2.013

SAN PIETRO NOLASCO FONDATORE DEI MERCEDARI / 


Nació   cerca de Barcelona, España, hacia 1189.
A los 15 años quedó huérfano de padre, y  dueño de grandes posesiones. La madre le colaboró en  todos  sus deseos de hacer el bien y de obtener santidad.
Estando en edad de casarse hizo una   peregrinación a la Virgen de Monserrat y allí se puso a pensar que las vanidades del mundo pasan muy pronto y  no dejan sino insatisfacción y que en cambio lo que se hace  para la vida eterna dura para siempre. Entonces promedió a la  Virgen  mantenerse puro y se le ocurrió una idea que iba a ser  de gran provecho para muchas gentes.
En aquel tiempo la cuestión social más dolorosa era laesclavitud que muchísimos cristianos sufrían de parte  de los  mahometanos. Estos piratas llegaban a tierras donde  había  cristianos y se llevaban a todos los hombres que  encontraban. Las penalidades de los prisioneros cristianos en las tenebrosas cárceles de los mahometanos sobrepasaban lo  imaginable. Y lo más peligroso era que muchos perdían  su fe, y su moralidad se dañaba por completo.
Esto fue lo que movió a Pedro Nolasco a gastar su gran fortuna en libertar al mayor número  posible de esclavos cristianos. Cuando se le presentaba la  ocasión de  gastar una buena cantidad de dinero en obtener la  libertad de algún cautivo recordaba aquella frase de Jesús en el  evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra  donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho  la  corroe. Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay  ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que  las dañe". (Mt. 6,20) Y este pensamiento lo movía a ser muy  generoso en  gastar su dinero en ayudar a los necesitados.
Y sucedió que, según dicen las antiguas narraciones, que una noche (agosto de 1218) se  apareció la  Sma. Virgen a San Pedro Nolasco y al rey Jaime de  Aragón (que era amiguísimo de nuestro santo) y les recomendó que  fundaran una Comunidad de religiosos dedicados a  libertar cristianos que estuvieran esclavos de los mahometanos.
Consultaron al director espiritual  juntos, que era San Raimundo de Peñafort, y éste los  llevó ante el Sr. Obispo de Barcelona, al cual le pareció  muy buena  la idea y la aprobó. Entonces el militar Pedro Nolasco  hizo  ante el obispo sus tres votos o juramentos. de  castidad,  pobreza y obediencia, y añadió un cuarto juramento o  voto: el de dedicar toda su vida a tratar de libertar  cristianos que estuvieran siendo esclavos de los mahometanos. Este  cuarto voto o juramento lo hacían después todos sus  religiosos.
Los antiguos dicen que la Virgen les recomendó: Fundad una asociación con hábito blanco y   puro que sea defensa y muro de la cristiana nación.
San Raimundo predicó con gran entusiasmo en favor de esta nueva Comunidad y fueron muchos los  hombres  de buena voluntad que llegaron a hacerse religiosos.  El  vestido que usaban era una túnica blanca y una cruz  grande en el pecho. San Pedro Nolasco fue nombrado Superior  General de  la Congregación y el Papa Gregorio Nono aprobó esta  nueva Comunidad.
San Pedro Nolasco ayudó al rey Don Jaime a  conquistar para los cristianos la ciudad de Valencia  que  estaba en poder de los mahometanos, y el rey, en   agradecimiento, fundó en esa ciudad varias casas de la Comunidad de los Mercedarios.
El rey Jaime decía que si había logrado  conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Y cada vez que obtenía  algún resonante truinfo lo atribuía a las oraciones de este  santo.
San Pedro hizo viajes por muchos sitios donde los mahometanos tenían prisioneros cristianos,  para conseguir su libertad. Y viajó hasta Argelia, que era  un reino dominado por los enemigos de nuestra santa  religión.  Allá lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad.
Como había sido un buen comerciante, organizó técnicamente por muchas ciudades las colectas  en  favor de los esclavos y con esto obtuvo abundante  dinero con los cuales logró la libertad de muchísimos creyentes.











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_El pecado contra el Espíritu Santo


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ENERO  28  2.013


El pecado contra el Espíritu Santo

    ¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable? ¿En qué sentido hay que entender esta blasfemia? Santo Tomás de Aquino responde que se trata de un pecado “irremisible por su misma naturaleza porque excluye los elementos gracias a los cuales se concede la remisión de los pecados”. Según tal exégesis, esta blasfemia no consiste, propiamente, en decir palabras ofensivas contra el Espíritu Santo, sino que consiste en no querer recibir la salvación que Dios ofrece al hombre a través del Espíritu Santo que actúa en virtud del sacrificio de la cruz. Si el hombre rechaza la “manifestación del pecado” que viene del Espíritu Santo (Jn 16,8) y que tiene un carácter salvífico, rechaza, al mismo tiempo, la “venida” del Paráclito (Jn 16,7), “venida” que tiene lugar en el misterio de Pascua, en unión con el poder redentor de la Sangre de Cristo, Sangre que “purifica la conciencia de las obras muertas” (Heb 9,14).

    Sabemos que el fruto de una tal purificación es la remisión de los pecados. En consecuencia, quien rechaza al Espíritu y la Sangre (cf 1Jn 5,8) permanece en las “obras muertas”, en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste, precisamente, en el rechazo radical de esta remisión de la cual él es el dispensador íntimo, y que presupone la verdadera conversión que él opera en la conciencia. Si Jesús dice que el pecado contra el Espíritu Santo no puede ser perdonado ni en este mundo ni en el otro es porque esta “no-remisión” está ligada, como a su causa, a la “no-penitencia”, es decir, al rechazo radical de convertirse...

    La blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre que presume y reivindica el “derecho” a perseverar en el mal –en el pecado, cualquiera que sea su forma- y por ahí mismo rechaza la Redención. El hombre permanece encerrado en el pecado, haciendo, pues, por su parte, imposible la conversión y, por consiguiente, también la remisión de los pecados, la cual él no juzga esencial ni importante para su vida. En este caso, hay una situación de ruina espiritual, porque la blasfemia contra el Espíritu Santo no permite al hombre salir de la cárcel en la cual él mismo se ha encerrado.








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domingo, 27 de enero de 2013

Señor, Tú me sondeas y me conoces, tienes puestos tus ojos sobre mí.

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Señor, Tú me sondeas y me conoces,
tienes puestos tus ojos sobre mí.

Yahveh, tú me sondeas y conoces;
sabes cuándo me siento y cuándo me levanto,
mi pensamiento calas desde lejos;
esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes,
familiares te son todas mis sendas.
Que no está aún en mi lengua la palabra,
y ya tú, Yahveh, la conoces entera;
me aprietas por detrás y por delante,
y tienes puesta sobre mí tu mano.
Porque tú me has formado,
me has tejido en el vientre de mi madre;
yo te doy gracias por tantas maravillas:
prodigio soy, prodigios son tus obras.
Mi alma conocías cabalmente,
y mis huesos no se te ocultaban,
cuando era yo formado en lo secreto,

tejido en las honduras de la tierra.
Mi embrión tus ojos lo veían;
en tu libro estaban inscritos todos
los días que han sido señalados,
sin que aún existiera uno solo de ellos.



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__SANTOS__



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San Enrique de Ossó y Cervelló





Era natural de Vinebre (Tarragona, España) donde nació el 16 de octubre de 1840. Su madre, que fue la que deseó verlo sacerdote, no pudo cumplir su sueño; murió, víctima del cólera, cuando Enrique era adolescente. El padre consideraba que dada su inteligencia y otras cualidades, debía dedicarse al comercio, como Jaime, el primogénito, pero no se opuso a que ingresara en el seminario de Tortosa. Creció prendado de las vidas de santos que su progenitor le narraba cuando ambos paseaban por la rivera del río. Había confiado a su madre que quería ser maestro, pero el sacerdocio de algún modo ya entraba en sus planes; estaba muy vinculado a la parroquia desde la infancia.

Siendo adolescente, y mientras un tío suyo le enseñaba el arte del comercio en una localidad zaragozana, estuvo a punto de morir. Tanto es así que su primera comunión estuvo vinculada a la unción de enfermos, sacramentos que recibió a la par. Entonces curó tan repentinamente que atribuyeron el hecho a la Virgen del Pilar. Luego la Virgen, bajo la advocación de Montserrat, le concedió muchos favores.
Al perder a su madre, lleno de desconsuelo, revivió su más ferviente anhelo y se encaminó hacia el sacerdocio. Su hermano Jaime, emulando ese deseo maternal, también le animó en el empeño y se ofreció para ayudarle. Pero Enrique ya tenía sobradamente tomada la decisión. De hecho, no había dudado en dejar el trabajo que tenía en Reus, sin conocimiento de su familia, buscando el bien de su espíritu en Montserrat, y huyendo de un ambiente que no se correspondía con sus ideales. En la carta que envió a su padre no dejaba duda respecto a la autenticidad de su resolución: «Mi ausencia le causará tristeza, padre; pero es la gloria de Dios lo que me motiva. Su dolor se transformará en gozo si recuerda que pronto nos encontraremos en el cielo… Dé mi ropa y otras pertenencias a los pobres… la vida es corta y las riquezas no sirven de nada si no las usamos bien».
Ese espíritu de pobreza, unido a la confianza ilimitada en la divina providencia, le acompañó siempre. Fue ordenado en 1867, y a continuación comenzó a impartir clases de matemáticas y de física en el seminario de Tortosa, sin descuidar la catequesis, que fue una de las líneas predilectas de su acción pastoral. De hecho, organizó una escuela de catecismo en
varias parroquias de Tortosa, y redactó la «Guía práctica» para los catequistas.
Los conflictos políticos, con ínfulas liberales y anticatólicas, le obligaron a recluirse con los seminaristas en el palacio episcopal así como en diversos domicilios. De ese modo pudo seguir formándoles. En 1870 creó la «Asociación de congregantes de la Purísima Concepción» pensando en los jóvenes. Desde 1871 llevó a cabo una importante labor
de difusión de la doctrina de pontífices como Pío IX y León XIII. Era un gran devoto de santa Teresa de Jesús. De ella había extraído esta consigna: «Que perezca el mundo antes que ofender a Dios, porque debo más a Dios que a nadie», de la que se apropió cuando se preparaba para el sacerdocio. Mantenía vivas las hondas convicciones de la santa:
«Sólo Dios basta». «Quien a Dios tiene, nada le falta». Oración e imitación de Jesús eran las claves de su acontecer, líneas maestras del plan que se trazó entonces y que no dejó de cumplir después.
En 1872 puso en marcha la publicación de una revista teresiana, que tuvo difusión internacional. Aunque la revolución seguía en su apogeo, impulsó entre las jóvenes una «Congregación mariana» para campesinos, seguida de la Asociación de «Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús». Ésta y el «Rebañito del Niño Jesús», que fundó en 1876, nacieron con la finalidad de contrarrestar la indiferencia religiosa que había calado entre las gentes: «Ser cristianos, auténticos cristianos en el propio ambiente».
En 1874 había publicado su obra «El cuarto de hora de oración», un libro aclamado, reeditado en numerosas ocasiones y traducido a diversos idiomas. Pero fue en 1876 cuando fundó en Tarragona, junto a Teresa Blanch, la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Su objetivo: «Extender el reinado del conocimiento y amor a Jesucristo por todo el
mundo por medio de los apostolados de la oración, enseñanza y sacrificio». La iniciaron ocho mujeres dedicadas a la docencia, y no tardaron en ver reconocida su labor por las autoridades académicas.
Enrique decía: «Educar a un niño es educar a un hombre, y educar a una mujer, es educar una familia». Unos años más tarde fundó la «Hermandad Josefina» que fue integrada por hombres. Junto a esta intensa labor apostólica, dejó escritas entre otras, las «Siete Moradas en el
Corazón de Jesús», redactadas en Roma durante los meses de abril a agosto de 1894.
Fue un gran sacerdote, cercano, abnegado y lleno de fe, un hombre de oración, fidelísimo a la cátedra de Pedro, devoto de Jesús y de María, un valiente y fervoroso apóstol que no cesó de predicar el Evangelio por todos los medios posibles. La última etapa de su vida fue
dolorosa. Le persiguieron las contrariedades y la incomprensión por parte de superiores y personas cercanas. Jamás se le vio quejarse.
A estas pruebas se unieron sus enfermedades. Había dicho: «Pensar, sentir, amar como Cristo Jesús». «Sí, Jesús mío, todo por ti y todo por tu gloria, en vida, en muerte y por toda la eternidad». Buscando la soledad para dedicarse por completo a la oración, estuvo un tiempo con los carmelitas de Castellón y, finalmente, en el convento de los franciscanos de Gilet (Valencia).
Su entrega había sido ilimitada, como la de todos los auténticos seguidores de Cristo. Y hallándose en este convento, el 27 de enero de 1896 su fatigado organismo se desplomó; el corazón no le respondía. Apenas si tuvo tiempo de pedir auxilio a los religiosos. En pocas horas murió.
Fue beatificado el 14 de octubre de 1979 por Juan Pablo II, y canonizado por este mismo
pontífice el 16 de junio de 1993.



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_Santa Ángela Meríci_


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_ ENERO 27  2.013

SANT ANGELA MERICI VERGINE FONDATRICE / A




La fundadora de las ursulinas, primera

 congregación femenina dedicada a la enseñanza, nació el 21 de marzo de 1470 en el Desenzano, en Lombardía. Los padres de la santa, más piadosos que ricos, la educaron cristianamente. Ambos murieron cuando Ángela tenía 10 años, quien junto con sus dos hermanos se mudó a la casa de un tío suyo. 



A la edad de 25 años regresó a su pueblo natal. Quedó muy sorprendida de la ignorancia delos niños, a quienes sus padres no podían o no querían enseñar ni siquiera el más elemental del catecismo. Sintiéndose llamada a resolver este problema, decidió hablar con algunas amigas quienes de inmediato decidieron seguir generosamente a la santa. Las buenas mujeres con Ángela a la cabeza, empezaron a reunir a las niñas de la ciudad y educarlas sistemáticamente. Pronto, la obra empezó a tener sus frutos, y Santa Ángela fue invitada a fundar otra escuela en Brescia. 

Hacia el año 1533, la santa empezó a formar a varias jóvenes selectas en una especie de noviciado informal. Doce de esas jóvenes se fueron a vivir con ella en una casa de las cercanías de la Iglesia de Santa Afra. Dos años después, 20 jóvenes se consagraron al servicio de Dios y la santa las puso al servicio de Santa Ursula, la patrona de las universidades medievales. Por ellos, las hijas de Santa Ángela han conservado el nombre de ursulinas. El 25 de noviembre de 1535 fue la fecha de la fundación de la Orden de las Ursulinas. Las ursulinas se reunían para la enseñadaza y la oración, ejecutaban trabajos que se les encomendaban y procuraban llevar vida de perfección en la casa paterna. 


Sin embargo, pese a los cambios, las ursulinas conservan hasta el día de hoy la finalidad para la que fueron creadas: la educación de las niñas, sobre todo de las niñas pobres. En las primeras elecciones, la santa fue nombrada superiora y ejerció ese cargo durante los últimos cinco años de su vida. A principios de enero de 1540, cayó enferma y murió el 27 del mismo mes. En 1544, una bula de Paulo III confirmó la Compañía de Santa Ursula, y la reconoció como congregación. Fue canonizada en 1807.










Oremos 

Señor, Padre misericordioso, que en la virgen santa Ángela de Meríci has querido darnos un modelo de amor y prudencia, haz que, iluminados por su ejemplo y ayudados por su intercesión, seamos siempre fieles al Evangelio y demos testimonio de él ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.  







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_Memoria de santos Timoteo y Tito, obispos, compañeros de san Pablo


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_ENERO   26  2.013 


Memoria de santos Timoteo y Tito, obispos, compañeros de san Pablo




Timoteo y Tito, sucesores de los apóstoles
    Cristo Señor, Hijo de Dios vivo, que vino a salvar del pecado a su pueblo y a santificar a todos los hombres, como El fue enviado por el Padre, así también envió a sus Apóstoles (Jn 20,21), a quienes santificó, comunicándoles el Espíritu Santo, para que también ellos glorificaran al Padre sobre la tierra y salvaran a los hombres "para la edificación del Cuerpo de Cristo" (Ef., 4,12), que es la Iglesia. En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, a quien confió Cristo el apacentar sus ovejas y sus corderos(Jn 21,15s), goza por institución divina de potestad suprema, plena, inmediata y universal para el cuidado de las almas...

    Pero también los Obispos, por su parte, puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno. Ahora bien, Cristo dio a los Apóstoles y a sus sucesores el mandato y el poder de enseñar a todas las gentes y de santificar a los hombres en la verdad y de apacentarlos. Por consiguiente, los Obispos han sido constituidos por el Espíritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores...

    Los Obispos, como legítimos sucesores de los Apóstoles y miembros del Colegio Episcopal, reconózcanse siempre unidos entre sí y muestren que son solícitos por todas las Iglesias, porque por institución de Dios y exigencias del ministerio apostólico, cada uno debe ser fiador de la Iglesia juntamente con los demás Obispos. Sientan, sobre todo, interés por las regiones del mundo en que todavía no se ha anunciado la palabra de Dios y por aquellas en que, por el escaso número de sacerdotes, están en peligro los fieles de apartarse de los mandamientos de la vida cristiana e incluso de perder la fe. Por lo cual pongan todo su empeño en que los fieles sostengan y promuevan con ardor las obras de evangelización y apostolado.








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_Conversión San Pablo_


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 __ENERO  25  2.013


CONVERSIONE DI SAN PAOLO APOSTOLO / G








Fiesta de la Conversión de san Pablo apóstol. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo (c. 67).

Pablo, llamado Saulo en el uso y rigor judío, afirmaba con vehemencia que el Evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres.

Perteneció a la casta de los fariseos. Había nacido en Tarso, ciudad que pertenecía al mundo grecorromano; quien nacía allí tenía la categoría de ciudadano romano y lo era tanto como el centurión, el procurador, el tribuno o magistrado. Necesariamente, por ser judío no le cupo más suerte en la niñez que andar disimulando su condición entre los demás del pueblo, ocultando su creencia, tenida como superstición por los paganos romanos. Es posible que esto le fuera encendiendo por dentro y le afirmara aún más en su fe, cuando iba creciendo en edad y tenía que defenderse marchando contra corriente.

Era más bien bajo, de espaldas anchas y cojeaba algo. Fuerte y macizo como un tronco. Un rictus tenía que le hacía fanático. Conocía los manuscritos viejos escritos con signos que a los griegos y a los romanos les parecían garabatos ininteligibles, pero que encerraban toda la sabiduría y la razón de ser de un pueblo. Listo como un sabio en las escuelas griegas de Tarso, familiarizado con los poetas y filósofos que habían pasado el tiempo escribiendo en tablillas o pensando. Para los griegos solo era un hebreo, miembro de aquellas familias que vivían en un islote social, aislado entre misterios inaccesibles a los de otra raza, uno de los que tenían prohibido el acceso a las clases cultas y dirigentes; era de esos que se hacían despreciables por su puritanismo, por sus rarezas ante los alimentos, su modo de divertirse, de casarse, de entender la vida, de no asistir a los templos ¡un ambiente nada claro!

A los dieciocho años se fue a Jerusalén para aprender cosas del judío verdadero, las de la Ley patria, la razón de las costumbres; ansiaba profundizar en la historia del pueblo y en su culto. Gamaliel lo informó bien por unos cuartos. Aprendió las cosas yendo a la raíz, no como las decía la gente poco culta del pueblo sencillo y llano. Supo más y mejor del poder del Dios único; aprendió a darle honra y alabanza en el mayor de los respetos y malamente soportaba con su pueblo el presente dominio del imponente invasor. Esto le ponía furioso. Los profetas daban pistas para un resurgimiento y los salmos cantaban la victoria de Dios sobre otros pueblos y culturas muy importantes que en otro tiempo subyugaron a los judíos y ya desaparecieron a pesar de su altivez; igual pasaría con los dominadores actuales. El Libertador no podría tardar. Mientras tanto, era preciso mantener la idiosincrasia del pueblo a cualquier costa y no ser como los herodianos, para que la esperanza hiciera posible su supervivencia como nación. No se podía dejar que un ápice lo apartara de la fidelidad a las costumbres patrias. Eso le hizo celoso.

Y mira por donde, aquella herejía estaba estropeando todo lo que necesitaba el pueblo. Locos estaban adorando a un hombre y crucificado. No se podía permitir que entre los suyos se ampliara el círculo de los disidentes. Había que hacer algo. No pasaban, sino que las noticias decían que estaban por todas partes como si se diera una metástasis generalizada de un cáncer nacional. Hacía años que ya estuvo, colaborando como pudo, en la lapidación de uno de aquellos visionarios listos, serviciales, piadosos y caritativos pero que hacían mucho daño al alto estamento oficial judío; fue cuando lo apedrearon por blasfemo a las afueras de Jerusalén, y lastimosamente él sólo pudo guardar los mantos de los que lo lapidaron. Hasta le parecía recordar aún su nombre: Esteban.

Su conversión fue en un día insospechado. Nada propiciaba aquel cambio. Precisamente llevaba cartas de recomendación de los judíos de Jerusalén para los de Damasco; quería poner entre rejas a los cristianos que encontrara. Hasta allí se extendía la autoridad de los sumos sacerdotes y principales fariseos; como eran costumbres de religión, los romanos las reconocían sin hacerles ascos. Saulo guiaba una comitiva no guerrera pero sí muy activa, casi furiosa, impaciente por cumplir bien una misión que suponían agradable a Dios y purga necesaria para la estabilidad de los judíos y para proteger la pureza de las tradiciones que recibieron los padres. Aquello parecía la avanzada de un ejército en orden de batalla, con el repiqueteo de las herraduras en las pezuñas de las monturas sobre el duro suelo de roca ante Damasco donde caracoleaban los caballos. Llevaban ya varios días de caminata; se daban por bien empleados si la gestión terminaba con éxito. Iba Saulo "respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor". En su interior había buena dosis de saña.

"Y sucedió que, al llegar cerca de Damasco, de súbito le cercó una luz fulgurante venida del cielo, y cayendo por tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer. Y los hombres que le acompañaban se habían detenido, mudos de espanto, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Se levantó Saulo del suelo y , abiertos los ojos, nada veía. Y llevándole de la mano lo introdujeron en Damasco, y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió" (Act. 9, 3-9).

Tres días para rumiar su derrota y hacerse cargo en su interior de lo que había pasado. Y luego, el bautismo. Un cambio de vida, cambio de obras, cambio de pensamiento, de ideales y proyectos. Su carácter apasionado tomará el rumbo ahora marcado sin trabas humanas posibles _su rendición fue sin condiciones_ y con el afán de llevar a su pueblo primero y al mundo entero luego la alegría del amor de Dios manifestado en Cristo.

El relato es del historiador Lucas, buen conocedor de su oficio. Se lo había oído veces y veces al mismo protagonista. No hay duda. Vió él mismo al resucitado; y lo dirá más veces, y muy en serio a los de Corinto. Por ello fue capaz de sufrir naufragios en el mar y persecuciones en la tierra, y azotes, y hambre y cárcel y humillaciones y críticas, y juicios y muerte de espada; por ello hizo viajes por todo el imperio, recorriéndolo de extremo a extremo. Y no creas que se lamentaba; le ilusionaba hacerlo porque sabía que en él era mandato más que ruego; el dolor y sufrimiento más bien los tuvo como credenciales y las heridas de su cuerpo las pensaba como garantía de la victoria final en fidelidad ansiada.

Entre tantas conversiones del santoral, la de Pablo es ejemplar, paradigmática. Más se palpa en ella la acción divina que el esfuerzo humano; además, enseña las insospechadas consecuencias que trae consigo una mudanza radical. 








¿Quién es éste viajero
al que el Señor acecha en el camino
y con su luz derriba por el suelo?

¿Quién es éste violento
al que el Señor elige de entre todos
para mostrar la fuerza de su verbo?

Contra Jesús, se dirigía a Damasco,
y después, por Jesús,
recorrerá la tierra, predicándolo.
Cumplir con la ley era su orgullo;
la gracia del Espíritu después,
timbre de gloria, único.

Para él sólo tendrá significado
conocer a Jesús
y a este Señor Jesús, ¡crucificado!
Compartirá las pruebas del Señor
y así compartirá también la gloria
de la resurrección. Amén.






Señor Dios, que has iluminado al mundo entero con la palabra del apóstol san Pablo, haz que quienes recordamos hoy su conversión, imitando sus ejemplos, anunciemos el Evangelio al mundo y seamos así testigos de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén










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jueves, 24 de enero de 2013

__San Francisco de Sales


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ENERO  24  2.013 

BEATO TIMOTEO GIACCARDO



José Timoteo Giaccardo nació en Narzole (Cuneo, Italia) el 13 de junio de 1896. Aún adolescente, se encontró con el padre Santiago Alberione, quien lo encaminó al seminario de Alba. Sensible a las nuevas necesidades de la época y abierto a 
las nuevas formas de evangelización, con el consentimiento del obispo, pasó a la naciente Sociedad de San Pablo, como maestro de los primeros jóvenes. Primer presbítero de la Congregación, amado, escuchado venerado dentro y fuera de la Familia Paulina, ayudó a los primeros grupos de paulinos y paulinas a definir su propia fisonomía.

En enero de 1926, por su gran amor al papa, fue enviado a Roma para abrir e iniciar la primera casa filial, cerca de la Basílica de San Pablo. Por su experiencia y sus capacidades humanas, en 1936 volvió a Alba como superior de la Casa Madre, tornando de nuevo a Roma como Vicario general en 1946.

El beato Timoteo Giaccardo fue el guardián atento del patrimonio espiritual de la nueva institución, el portavoz de la mente del Fundador. Colaborador suyo fidelísimo, se prodigó sin descanso en favor de las Congregaciones paulinas, a las que guió a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados. Ofreció su vida para que se reconociera en la Iglesia la congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro. El Señor aceptó la oferta y murió el 24 de enero de 1948.

Del beato Timoteo Giaccardo se conocen la bondad, la humildad, el espíritu de fe y de oración, la devoción a la Virgen, las dotes como maestro... No se conoce tanto, en cambio, su dimensión apostólica, a pesar de que fue un gran apóstol, dedicado a difundir el Evangelio a través de los medios de comunicación social, inscrito, entre otras cosas, en el colegio de periodistas profesionales.

No le resultó fácil el paso del ideal de la pastoral tradicional directa, a la mística paulina, según la cual “las máquinas son nuestros púlpitos; la tipografía es como nuestra iglesia; en el altar se multiplica Jesús eucarístico, en la tipografía se multiplica Cristo verdad”, en palabras del padre Alberione. Pero fue un paso heroico que él llevó hasta la identificación plena con el ideal del Fundador: “La impresión va concretándose –escribió–; la prensa católica es la idea reina de mi vida, la señora de mi mente, de mi voluntad, de mi corazón”.

Que su dedicación al apostolado paulino fue realmente admirable lo demuestran los hechos: poco después de llegar a Roma en 1929, de la imprenta paulina salían ya varios boletines diocesanos. En Alba, a sus funciones de dirección, formación y orientación espiritual de una casa con más de 300 personas, se añadían las preocupaciones externas: seguir los trabajos, tratar con los proveedores, las relaciones con las autoridades religiosas y civiles...

Y sin embargo, la actividad del padre Giaccardo en el campo del apostolado específico paulino fue increíblemente dinámica y fecunda. Él estimuló y fomentó la“redacción”, invitando a los hermanos a escribir para que se comunicase “la palabra que Dios ha pronunciado y nos ha confiado a nosotros”. Promovió la técnica, porque “hay que dar al apostolado lo mejor” y poco a poco renovó todos los departamentos de composición, impresión, encuadernación y expedición, con medios cada vez más modernos. Al mismo tiempo cuidaba la propaganda, para que la Palabra nose quedara prisionera en el almacén o en las librerías.

Benedicto XVI dijo: “Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus formas. Especialmente ellos son también los pioneros y los que arrastran en la nueva evangelización”. Casi en paralelo con estas palabras del papa, el beato Santiago Alberione afirmaba del beato Timoteo Giaccardo que “era un suscitador de energías, un apoyo para los débiles, luz y sal en sentido evangélico”.

“Las obras de Dios se realizan con hombres de Dios”, decía el Fundador. Y afirmaba del beato Timoteo:“Él fue el Maestro que a todos precedía con el ejemplo, que todo lo enseñaba, que a todos aconsejaba, que todo lo construía con su iluminada y cálida oración... Siempre todo para todos; el primero, considerándose el último; sensibilísimo, docilísimo, delicadísimo... Formador de muchas almas, modelo de toda virtud, fiel colaborador en el crecimiento de la Familia Paulina, piadoso, humilde, amado por todos, vivió de intimidad con el Divino Maestro camino, verdad y vida... En la Familia Paulina fue como el corazón y el alma”.

Por su riqueza en valores humanos, por su completa personalidad de hombre interior y hombre de acción, por su fidelidad hasta el sacrificio de sí mismo en la configuración con Cristo, en definitiva, por su gigantesca dimensión humana, espiritual y apostólica, el beato Timoteo Giaccardose presenta no solo como modelo para sacerdotes y religiosos, sino para todos los fieles, en consonancia con las directrices del papa para el Año de la fe y para el Sínodo de los Obispos, que invitan a recuperar la alegría de la fe y comunicarla de forma renovada.

De ese modo nos descubre el verdadero secreto de la plenitud y la santidad: la capacidad de vivir en unidad las diversas dimensiones de la vida, que se armonizan y se revelan a través de esa unidad personal que se consigue solo en el Maestro Jesús. Que es también el secreto del progreso, de la eficacia apostólica y de la alegría de ser cristianos.








Jesús Maestro, 
camino, verdad y vida, 
te doy gracias y bendigo tu corazón 
por el gran regalo del evangelio 
y por haber llamado al beato Timoteo Giaccardo 
a predicarla en todo el mundo 
con los medios de comunicación social.

Por intercesión de tu siervo fiel, 
haz que todos lo acojan, lo lean y lo escuchen con fe viva, 
según el espíritu de la Iglesia, 
y que todos los fieles, 
siguiendo el ejemplo del beato Timoteo, 
lo difundan con el mismo amor con que tú, Señor, lo predicaste.

Jesús,
Maestro bueno, 
glorifica en tu Iglesia a este sacerdote, 
que gastó su vida por tu gloria 
y por la salvación de los hombres, 
y por su intercesión, 
concédeme la gracia que ahora te pido...

Jesús Maestro. 
camino, verdad y vida. 
ten piedad de nosotros.




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miércoles, 23 de enero de 2013

__San Ildefonso _


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ENERO 23  2.013



SANT ILDEFONSO (IDELFONSO) DA TOLEDO VESCOVO / -idelfonso-









Arzobispo de Toledo Este santo ha sido considerado como una de las mayores glorias de la Iglesia de España, la cual le honra como Doctor de la Iglesia. El santo era sobrino de San Eugenio, Obispo de Toledo a quien debía suceder en el cargo.    
A pesar de la oposición paternal, San Ildefonso tomó los hábitos religiosos desde temprana edad, en el convento de Agalia, muy cerca de Toledo, del que fue más tarde Abad.
Fue ordenado diácono en el año 630, y posteriormente, siendo todavía un monje, fundó un convento de religiosas en los alrededores. Siendo Abad asistió al séptimo y octavo Concilio de Toledo, en 653 y 655, respectivamente.
Uno de los rasgo más característicos de la obra literaria de San Ildefonso es el entusiasmo casi exagerado con que el santo habla de la Santísima Virgen, y que se debe fundamentalmente al lenguaje mariano que se impuso en Toledo por aquella época.

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Es unánimemente reconocido que el siglo VII fue para la Iglesia española un período de esplendor sin rival en las naciones cristianas de su tiempo. Esta prosperidad fue obra, sobre todo, de obispos tan extraordinarios como San Leandro (+667) y San Isidoro (+636), en Sevilla; San Eugenio (+657), San Ildefonso (+667) y San Julián (+690), en Toledo; San Braulio (+651) y Tajón (+683), en Zaragoza.
Toledo, capital del Reino, era, antes de la conversión del pueblo visigodo, el bastión del arrianismo. Durante el siglo VI, lógicamente, los focos de vida espiritual y cultural estaban en la periferia peninsular.
Pero un hecho histórico, de enorme trascendencia, va a trasladar de la periferia al centro el eje de la vida española. el 8 de mayo de 589, en el concilio III de Toledo, se realiza la unidad católica de España. El heroico Masona de Mérida, desterrado de su diócesis en tiempos de Leovigildo a causa de su fe, preside la abjuración del arrianismo del Rey Recaredo, y de la reina y de gran multitud de nobles, y escucha la declaración de la fe católica como la religión oficial del Reino. Esta presidencia de Masona parece el símbolo del florecimiento de Mérida en la segunda mitad del siglo VI. A Mérida sucede Sevilla, de la mano de San Leandro, alma de la conversión del pueblo visogodo, y de San Isidoro, el hombre de mayor influjo en la nación.
A la muerte de San Isidoro (+ 636) la preeminencia de Sevilla, pasa a Toledo. San Eugenio, San Ildefonso y San Julián, tres metropolitanos de Toledo, son hitos señeros del llamado renacimiento isidoriano. San Eugenio, teólogo, escriturista, músico e inspirado poeta, eleva a altas cotas el prestigio de la ciudad regia. Con San Ildefonso, la escuela toledana llega a su apogeo, continuado y aumentado uno años más por San Julián, padre de la escatología, que tan bien ha estudiado y difundido el padre Cándido Pozo.
A fines del año 657 San Ildefonso es consagrado obispo de Toledo. Como la mayoría de los obispos de la época procedía de la escuela monástica, fue monje y estimado abad del monasterio agaliense, en los alrededores de Toledo. Tomó parte en los concilios VIII (653) y IX (655), colaborando en aquellas magnas asambleas que regularon la vida religiosa y fijaron la liturgia, conocida más tarde con el nombre de mozárabe y dictaron excelentes leyes sociales y políticas.5
El testimonio de su celo por las salvación de las almas encontró cauces de expresión en la enseñanza teológica sobre asuntos de la mayor actualidad, entonces y hoy, en la liturgia y en los símbolos de fe. De ahí el poderoso y benéfico influjo de su ciencia y su piedad en el pueblo cristiano, cuya memoria ha quedado testimoniada después de su muerte.
En el tratado teológico sobre el Bautismo estudia ampliamente el misterio trinitario, que tanto contribuyeron a esclarecer los Concilios de Toledo, tan cuidado en la liturgia mozárabe y en los símbolos de la fe, muy difundidos fuera de España, por su calidad doctrinal. Ligado al dogma trinitario, desarrolla su pensamiento cristológico –sobre María, siempre en íntima unión con Cristo- expone una incipiente, pero completa mariología en su “de perpetua virginitate, como ha mostrado el P. Llamas en su ponencia-, y su doctrina sobre la Iglesia. (El tratado incluye una sugerente -cc. 36 a 95- exposición del credo).
Buen testimonio de ello son las resonancias trinitarias que aparecen en su exégesis de textos veterotestamentarios en su tratado sobre la perpetua virginidad de María, que la tradición anterior ya refería –como anuncio profético- la Mujer Madre virginal del Unigénito del Padre por obra del Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos (Gal 4, 4)- de la que habla siempre en clave cristológica. He aquí un ejemplo: “En los Salmos se dice: Esta tierra dio su fruto; esto es, engendró a nuestro Cristo, en el que nos bendijo nuestro Dios, para que nos bendiga Dios y seamos bendecidos por Dios, repitiendo tres veces su nombre. A la cual Trinidad, que es un solo Dios, teman todos los confines de la tierra”.
Otra ocupación pastoral le movió a escribir La perpetua virginidad de María, contra tres infieles. En este tratado empuña San Ildefonso la pluma contra los que se oponen a ella. Es la obra cumbre del santo Arzobispo, muy leída en la Edad Media cristiana, la más difundida, la que le ha procurado mayor estima y aprecio dentro y fuera de nuestras fronteras, difundiendo por doquier la genuina devoción mariana.
Su difusión fue tal que sólo es “comparable a la que siglos más tarde obtendría la ^ Imitación de Cristo, del Venerable Tomás Kempis”. Después de los libros sagrados y de las Etimologías, tal vez sea la obra de los Padres españoles de la cual se hayan sacado mayor número de copias. De la estima de que fue objeto en Francia son testigos personas tan célebres como Godescalco y Luis IX. Como dice el docto benedictino P. Pérez de Urbel que, “fuera de los libros litúrgicos, tal vez sea el De Virginitae el que más repetidas veces se encuentra en documentos de donaciones y fundaciones medievales”.6
En sustancia, la obra ^ De perpetua virginitate es un tratado de teología polémica, compuesto para honrar a la Madre de Dios y defender su integridad virginal contra los que la negaban.
La obra fue calificada como libro de los sinónimos, porque toda ella está empedrada con frases sinónimas, es decir, expresiones de significado y contenido análogo, tendentes a conseguir una exposición de viveza ascendente.7
Menéndez y Pelayo, hablando de los libros de los sinónimos de San Isidoro –y lo mismo podría decirse del ^ De perpetua virginitate- anota: “La obra de San Isidoro no tienen acción ni se hizo para representarse, y, sin embargo, tiene forma semidramática; por esta razón, algunos han creído ver en esta obra la primera muestra del teatro cristiano”. Podría considerarse tal, pienso yo, como precedente remoto, como se ha dicho respecto a la ópera de los oratorios para jóvenes de San Felipe Neri.

En el monólogo constante, casi shakespeariano, de toda la obra –escribe su biógrafo F. Rivera-, Ildefonso dialoga con sus opositores de forma viva y dramática como si representase una escena. Fue redactada en la juvenil plenitud de su autor y en el sosiego monacal de Agaliense, sin prisas ni agobios de tiempo. Se opone en ella, en un tono polémico de gran dramatismo, a tres adversarios de la integridad virginal de María. Son los herejes Elvidio y Joviano de la segunda mitad de siglo IV y –en la mayor parte del libro- contra un judío, que personificaba al adversario más actual.8
Es evidente la intención pastoral del autor. La doctrinas heréticas podían ser peligrosas y nocivas dado el substratum arriano, que, como rescoldo no apagado continuaba vivo en el alma del pueblo visigodo. El tercer personaje es un judío anónimo al que refuta, a causa de la poderosa minoría judaica afincada en Toledo, que se mofaba de las creencias cristianas.
Con frases acres y punzantes apostrofa a los contradictores de la virginidad perpetua –que pueden resultar excesivas para nuestra sensibilidad actual, pero no menos que las de aquellos con quienes polemiza- comenzando por los dos herejes ya refutados dos siglos antes por San Jerónimo:
“Escucha tú, Joviniano (…) no quiero que rompas su virginidad por la salida del que nace, no quiero que a la madre le prives de la plenitud de la gloria virginal.
… Virgen antes de la salida del Hijo, Virgen en el nacimiento del Hijo, virgen después del nacimiento del Hijo… (120 ss)
Escúchamé también tú Elvidio, Dios entró sin vestidura corporal y salió con vestidura de carne. Vino a la casa de su obra; solamente tomó vestidura de carne. Volvió el mismo que había llegado, pero salió de distinta manera de la que había entrado. Al entrar no quitó el pudor de esta casa, sino que al salir la enriqueció con su integridad…” (168 ss).9
Después se lanza contra el judío, al que increpa de la siguiente manera:
“¿Qué dices, judío? ¿Qué propones? ¿Qué inventas? ¿Qué opones? ¿Qué objetas? He aquí que nuestra virgen es tuya por estirpe, tuya por raza, tuya por descendencia, tuya por país, tuya por pueblo, tuya por generación, tuya por origen. Pero por fe es nuestra, por creencias es nuestra, por honor es nuestra, por glorificación es nuestra, por gloria es nuestra, por defensa es nuestra…” (266 ss)
Para convencerle derrocha Ildefonso citas y más citas bíblicas, las cuales ciertamente no tenían gran validez para el judío. Pero intenta probar la venida del Mesías en el Seno virginal de María, con los libros del Antiguo Testamento, citando sólo los aceptados por ellos en el canon judío palestinense. El Prof. Luis Diez Merino estudia en su ponencia el peculiar tratamiento de la Escritura en los textos marianos de San Ildefonso, con una exégesis fundada en la analogía de la fe bíblica, no técnica, sino teológica y pastoral, siguiendo la tradición patrística, cuyo eco es fácilmente perceptible. De este uso de la Escritura puede recibir beneficiosa inspiración –así ha sido en mi caso- el estudio de la base irrenunciablemente bíblica –leída “in Ecclesia”- de la Teología Josefina.
Fuente: Joaquín Ferrer Arellano
(http://ensayoes.com/docs/194/index-36506.html.....A)






Oremos

Tú, Señor, que concediste a San Ildefonso un conocimiento profundo de la sabiduría divina, concédenos, por su intercesión, ser siempre fieles a tu palabra y llevarla a la práctica en nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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martes, 22 de enero de 2013

__Beata Laura Vicuña


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  ENERO  22  2.013

BEATA LAURA VICUNA VERGINE





Al comienzo de estos tiempos, tribus Mapuches y Tehuelches compartían los inmensos espacios naturales de Argentina (sur). Doce años después de la fundación de la ciudad (1883), el padre salesiano Domingo Milanesio se instaló fundando la casa salesiana con dos colegios, con el propósito de evangelizar a los indígenas, y alimentar y educar a sus niños.

El resto de la población estaba constituida en su mayoría, por militares que venían con sus familias. Es así como Junín de los Andes creció fundamentada entre los parámetros de la iglesia, la familia, privilegiando a todos los grupos familiares, aborígenes o cualquier otro grupo de contención que permita el crecimiento sobre el amor y el sano desarrollo de sus integrantes.

Hoy es una ciudad a la que llegan muchos turistas motivados por la fe, quienes se interesan por conocer la historia de la beata Laura Vicuña, una joven que ofreció su vida y su juventud por la rendición de su madre. Esta joven chilena vino con su madre y su hermana a nuestra zona en 1899, huyendo de la guerra civil de su país y del hambre en que las había sumido la muerte de su padre.

La familia fue a vivir a la estancia Quilquihué en Junín de los Andes, pasando su madre con el tiempo a convivir con el dueño de la estancia, Don Manuel Mora. Las hermanas se educaron en el Colegio Salesiano María Auxiliadora como pupilas.

Ya adolescente en visita a la estancia es abordada por su padrastro y al ser rechazado decide hacerla dormir a la intemperie y dejar de pagar la escuela, Laura decide ofrecer la vida por la conversión de su madre. Ese invierno se enferma, para acompañarla la madre decide mudarse a Junín y Mora indignado por perder a ambas mujeres golpea a Laura quien le dice a su madre en su lecho de muerte que ella ofreció su vida a Jesús para que ella abandone a Mora y se convierta. La madre promete cumplir su deseo, muriendo la niña antes de sus trece años.

Al Desde 1937 hasta 1958, sus restos descansaron en el cementerio ubicado sobre Avenida Necochea. Luego fueron trasladados a Bahía Blanca, donde se encuentran actualmente.
Después de su fallecimiento ha sido enorme la fe católica que ha despertado la vida ejemplar y el buen accionar de Laura Vicuña. Tan es así, que se han producido algunos milagros. Sor Ofelia Lobos Arellano, religiosa del instituto de las Hijas de María Auxiliadora, comenzó a padecer una enfermedad incurable. Durante diez años recibió todo tipo de tratamiento médico, incluso se le realizaron tres intervenciones quirúrgicas, hasta que le diagnosticaron pocos meses de vida.

En esas condiciones fue invitada a pedir su curación a Laura Vicuña, una noche sintió que Dios la escucharía a través de esta jovencita, y que atendería sus ruegos. Entonces se retiró el oxígeno que debía usar permanentemente y descansó. A la mañana siguiente se despertó curada, ya no sentía ningún malestar.

Dicho milagro ha sido estudiado y aprobado por la Iglesia, y Laura logró, finalmente, la beatificación; lo que significa, para los católicos, una concreción del Evangelio que ilumina el camino de la reflexión. Al visitar la tierra que vio crecer a Laura Vicuña resulta inevitable sentir el deseo profundo de reflejarse en el cristalino río de su bondad, amor y donación heroica.








Oremos:

Oh Dios, que en la beata Laura uniste de modo admirable la fortaleza del espíritu y el candor de la inocencia, haz que por su intercesión superemos las dificultades de la vida alcanzando las promesas de los bienaventurados limpios de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


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