lunes, 15 de octubre de 2012

..2... ¿Qué son los frutos de Espíritu Santo?

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l. ¿Qué son los frutos de Espíritu Santo?


Cuando la persona corresponde a la vida del Espíritu en ella, produce actos de exquisita virtud, que pueden compa­rarse a los frutos de un árbol. 

"No todos los actos que proceden de la gracia de Dios en nosotros tienen razón de frutos, sino únicamente los más sazonados y exquisitos, que lle­van consigo cierta suavidad y dulzura" (P. Antonio Rayo Marín, O.P.).

Una buena expresión que ayuda a entender de modo generar los frutos del Espíritu en nosotros, es esta de Santo Tomas:

 Son frutos del Espíritu Santo todos aquellos actos virtuosos en los que el alma halla consolación espiritual".

 Así, la paciencia para poner un ejemplo, es un fruto del Espíritu Santo, cuando la persona cristiana sabe llevar las contrariedades y la lucha de esta vida sin quejarse, y al vivir esas situaciones las está viviendo con consolación espiritual.   

De esta mane­ra, su actitud frente a las situaciones difíciles indica la "paciencia" y la con­solación espiritual que le acompaña, nos dice que ella nace de la acción del Espíritu Santo.


Otro camino que nos puede ayudar a comprender los frutos del Espíritu es compararlos con los frutos contrarios:


Los frutos de la carne van acompa­ñados de profunda desolación espiri­tual.

 La carta a los Gálatas Cap. 5, 16-26, que los trata y enumera algunos de ellos dice que ellos "mantienen odios, discordias y celos" y los que los viven "se enojan fácilmente, causan rivalida­des, divisiones y partidismos".


En el aprendizaje y en el descubrimiento de los frutos del Espíritu Santo en nosotros, nada puede suplir la ob­servación de lo que pasa en nosotros y someterlo a discernimiento.


Observemos los actos, las accio­nes, las actitudes, las palabras nues­tras, y si van acompañadas de consola­ción, de dulzura y de suavidad; mues­tran ya el carácter de frutos del Espíritu en nuestras vidas. 

Es un aprendizaje y un descubrimiento que se hace poco a poco, pero si se persevera en la obser­vación y el discernimiento, da resulta­dos muy positivos, ya que uno buscará crecer en aquellos frutos que ha des­cubierto que no tiene todavía. 

Este aprendizaje, descu­brimiento, observación y discernimien­to vale no sólo por los frutos, sino tam­bién para otras acciones del Espíritu Santo como las virtudes, los dones, los carismas u otras gracias personales


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