San Juan Eudes
Queridos hermanos y hermanas:
Se celebra hoy la memoria litúrgica de san Juan Eudes, apóstol
incansable de la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María, quien
vivió en Francia en el siglo XVII, siglo marcado por fenómenos religiosos
contrapuestos y también por grandes problemas políticos. Es el tiempo de la
guerra de los Treinta Años, que devastó no sólo gran parte de Europa central,
sino que también devastó las almas.
Mientras se difundía el desprecio por la fe cristiana por
parte de algunas corrientes de pensamiento que entonces eran dominantes, el
Espíritu Santo suscitaba una renovación espiritual llena de fervor, con
personalidades de alto nivel como la de Bérulle, san Vicente de Paúl, san Luis
María Grignon de Montfort y san Juan Eudes. Esta gran "escuela
francesa" de santidad tuvo también entre sus frutos a san Juan María
Vianney. Por un misterioso designio de la Providencia, mi venerado predecesor,
Pío XI, proclamó santos al mismo tiempo, el 31 de mayo de 1925, a Juan Eudes y
al cura de Ars, ofreciendo a la Iglesia y al mundo entero dos extraordinarios
ejemplos de santidad sacerdotal.
En el contexto del Año Sacerdotal, quiero detenerme a subrayar
el celo apostólico de san Juan Eudes, en particular dirigido a la formación del
clero diocesano. Los santos son la verdadera interpretación de la Sagrada
Escritura. Los santos han verificado, en la experiencia de la vida, la verdad
del Evangelio; de este modo, nos introducen en el conocimiento y en la
compresión del Evangelio.
El Concilio de Trento, en 1563, había emanado normas para la
erección de los seminarios diocesanos y para la formación de los sacerdotes,
pues el Concilio era consciente de que toda la crisis de la reforma estaba
también condicionada por una insuficiente formación de los sacerdotes, que no
estaban preparados de la manera adecuada para el sacerdocio, intelectual y
espiritualmente, en el corazón y en el alma. Esto sucedía en 1563; pero dado
que la aplicación y la realización de las normas llevaban tiempo, tanto en
Alemania como en Francia, san Juan Eudes vio las consecuencias de este
problema.
Movido por la lúcida conciencia de la gran necesidad de ayuda
espiritual que experimentaban las almas precisamente a causa de la incapacidad
de gran parte del clero, el santo, que era párroco, instituyó una congregación
dedicada de manera específica a la formación de los sacerdotes. En la ciudad
universitaria de Caen, fundó el primer seminario, experiencia sumamente
apreciada, que muy pronto se amplió a otras diócesis.
El camino de santidad, que él recorrió y propuso a sus
discípulos, tenía como fundamento una sólida confianza en el amor que Dios
reveló a la humanidad en el Corazón sacerdotal de Cristo y en el Corazón
maternal de María. En aquel tiempo de crueldad, de pérdida de interioridad, se
dirigió al corazón para dejar en el corazón una palabra de los salmos muy bien
interpretada por san Agustín.
Quería recordar a las personas, a los hombres, y sobre todo a
los futuros sacerdotes, el corazón, mostrando el Corazón sacerdotal de Cristo y
el Corazón maternal de María. El sacerdote debe ser testigo y apóstol de este
amor del Corazón de Cristo y de María.También hoy se experimenta la necesidad
de que los sacerdotes testimonien la infinita misericordia de Dios con una vida
totalmente "conquistada" por Cristo, y aprendan esto desde los años
de su formación en los seminarios.
El Papa Juan Pablo II, después del Sínodo de 1990, emanó la
exhortación apostólica Pastores dabo vobis, en la que retoma y actualiza las normas
del Concilio de Trento y subraya sobre todo la necesaria continuidad entre el
momento inicial y el permanente de la formación; para él, para nosotros, es un
verdadero punto de partida para una auténtica reforma de la vida y del
apostolado de los sacerdotes, y es también el punto central para que la
"nueva evangelización" no sea simplemente un eslogan atractivo, sino
que se traduzca en realidad. Los cimientos de la formación del seminario
constituyen ese insustituible "humus spirituale" en el que es posible
"aprender a Cristo", dejándose configurar progresivamente por Él,
único Sumo Sacerdote y Buen Pastor.
El tiempo del seminario debe ser visto, por tanto, como la
actualización del momento en el que el Señor Jesús, después de haber llamado a
los apóstoles y antes de enviarles a predicar, les pide que se queden con Él
(Cf. Marcos 3,14). Cuando san Marcos narra la vocación de los doce apóstoles,
nos dice que Jesús tenía un doble objetivo: el primero era que estuvieran con
Él, el segundo que fueran enviados a predicar. Pero al ir siempre con Él,
realmente anuncian a Cristo y llevan la realidad el Evangelio al mundo.
En este Año Sacerdotal os invito a rezar, queridos hermanos y
hermanas, por los sacerdotes y por quienes se preparan a recibir el don
extraordinario del sacerdocio ministerial. Concluyo dirigiendo a todos la
exhortación de san Juan Eudes, que dice así a los sacerdotes: "Entregaros
a Jesús para entrar en la inmensidad de su gran Corazón, que contiene el
Corazón de su santa Madre y de todos los santos, y para perderos en este abismo
de amor, de caridad, de misericordia, de humildad, de pureza, de paciencia, de
sumisión y de santidad" (Coeur admirable, III, 2).
© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]
Oremos
Señor, tú que elegiste a San Juan Eudes para que nos anunciara
las insondables riquezas de Cristo, haz que nosotros, siguiendo su ejemplo y
enseñanzas, te conozcamos cada vez mejor y vivamos cada día con mayor fidelidad
el mensaje del Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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