San Lorenzo Diácono
Mártir. Año 258. "coronado de laurel". Los datos acerca de este santo los ha
narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio. Lorenzo era uno de los siete diáconos de
Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio
era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a
los pobres. En el año 257 el emperador
Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que
se declarara cristiano sería condenado a muerte.
El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa
Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus
diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su
diácono San Lorenzo. (ver San Sixto II [ día 07 agosto] ).
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que la Sumo
Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu
diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días
me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de
la gloria de Dios. Entonces Lorenzo
viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la
Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de
oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más
necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir
dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos
emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones
tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y
me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va
a empezar". Lorenzo le pidió que
le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en
esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos,
viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas.
Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al
alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le
aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador". Llegó el alcalde muy contento pensando
llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se
disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos
son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!". El alcalde lleno de rabia le dijo:
"Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente.
Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había
imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al
diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir
junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura. Los cristianos vieron el rostro del mártir
rodeado de un esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras
lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso. Después de un rato de estarse quemando en la
parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora
que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El
verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que
ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden
comer".
Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la
conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y
exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.- El poeta Prudencio dice que el martirio de
San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y
constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la
idolatría empezó a disminuir en la ciudad.
San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los
que se encomendaban a San Lorenzo.
El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma,
siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.
Oremos
Dios nuestro, que inflamaste con el fuego de tu amor a San
Lorenzo, para que brillara por la fidelidad a su servicio diaconal y por la
gloria de un heroico martirio, haz que nosotros te amemos siempre como él te
amó y practiquemos lo que él enseñó. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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