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FEBRERO 23 2.012
SAN POLICARPO VESCOVO E MARTIRE / H
Obispo y Mártir.San Policarpo fue uno de los
discípulos del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran
admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios santos más.
San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a
Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para
unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de
Europa. Y caminando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias
verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el
santo le respondió: ¡Si te conozco. Tu eres un hijo de Satanás!
Cuando
San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San
Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San
Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que según San
Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.
El pueblo
estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El
gobernador le dijo: "Declare que el César es el Señor". Policarpo respondió: "Yo
sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios". Añadió el
gobernador: ¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César?
Renuncie a su Cristo y salvará su vida. A lo cual San Policarpo dio una
respuesta admirable. Dijo así: "Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo
y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a El ahora? Yo seré
siempre amigo de Cristo".
El gobernador le grita: "Si no adora
al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",. Y el santo
responde: "Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo
lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".
En ese momento el pueblo empezó a gritar: ¡Este es el jefe de los
cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses ¡ Qué lo quemen! Y también
los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su
pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a
traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.
Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los
verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas pero él les dijo: "Por favor:
déjenme así, que el Señor me concederá valora para soportar este tormento sin
tratar de alejarme de él". Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos
por detrás.
Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta
voz: "Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo
porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de
formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder
participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes
de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre
el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea
totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Cestial por tu santísimo
Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos".
"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su
oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros
ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la
carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas,
haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de
Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o
un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se
llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos
recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese
momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y
al brotar la sangre del corazón del santo, enseguida la hoguera se apagó"
"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran
e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero
nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un
tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos
reunimos para orar".
El día de su martirio fue el 23 de febrero del año
155. Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una
narración verdaderamente hermosa y provechosa.
Oremos
Dios y Señor de todo lo creado, que quisiste que San
Policarpo fuera contado entre tus mártires, concédenos, por su intercesión,
participar con él en la pasión de Cristo, para poder así resucitar, también con
él, a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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